PRISIONERA DE LA LOCURA
Publicado en Jan 28, 2013
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Prisionera de la locura
 
 
7 de septiembre
 
Cuando Pilar despertó aquella mañana su marido ya se había levantado. Se sentó en el borde de la cama y no sabía si dirigirse al baño o no, porque si Manuel estaba dentro la echaría como tantas otras veces, diciendo que necesitaba intimidad en aquel lugar. Pilar no entendía por qué él no respetaba la suya y entraba cuando le parecía aunque ella estuviese dentro. Cuando le preguntaba a su joven esposo el motivo de su actitud, éste respondía que era diferente, que ella era su mujer y no tenía secretos para él. ¿Qué tendría que ocultar? Esta conducta de Manuel comenzó al poco tiempo de morir su hijita. “Creo que lo que hace ahí encerrado es llorar”, pensaba Pilar, “y no quiere que yo lo vea, siente vergüenza de mostrar sus sentimientos”. También había muerto recientemente su madre. Era mucho dolor y trataba de ocultarlo.
 
14 de octubre
 
- Pili, eres tú la que tiene que tomar esa decisión, es tu vida y sabrás lo que quieres hacer con ella –le había dicho Manuel en una ocasión en la que ella debía optar por uno de los dos puestos que se le ofrecían en su lugar de trabajo.
 
- Tienes razón y creo que voy a quedarme en el mismo puesto. Ya conozco la dinámica del mismo, además, en el otro tendría más responsabilidad y no aumentarían mucho mis ingresos –dijo Pilar.
 
- Haz lo que quieras, pero me parece que cometes un error rechazando el ascenso. Es como si no quisieras progresar en tu carrera profesional. Tu actitud denota una falta total de aspiraciones. En cuanto al dinero, nos vendría bien el aumento aunque fuese pequeño – replicó Manuel.
 
- Acabas de de decirme que la decisión es únicamente mía y ahora me sueltas un sermón contradiciéndome, ¿qué pretendes?
 
21 de noviembre
 
- He quedado con nuestros amigos para cenar esta noche. ¿Qué te parece, cariño?
 
- Debiste consultarme antes de aceptar. Hoy no me apetece prepararme para salir y perder horas de sueño –contestó Pilar.
 
- Si es por ti no saldríamos nunca. El fin de semana pasado no querías ir a casa de mi hermana.
 
- Pero fuimos. Ten en cuenta que no colaboras en las tareas del hogar, por lo que es durante el fin de semana cuando yo aprovecho para limpiar la casa, planchar y cocinar –puntualizó  Pilar.
 
- Bueno, bueno no te quejes. Te trato como a una reina –quiso abrazarla, pero ella se apartó.
 
28 de diciembre
 
- Me gustaría tener otro hijo. Hace ya cinco años que perdimos a Sonia y yo ya no soy tan joven –comentó en una ocasión Pilar.
 
- Aún no me había planteado nada sobre ese tema –dijo Manuel.
 
- Bueno, “ese tema” como tu dices lo estoy planteando yo ahora.
 
- Debo pensar en ello. Un hijo es una gran preocupación y no sé si estás preparada para afrontarlo después de lo ocurrido.
 
- No intentes hacerme creer que yo no estoy preparada. Esas preocupaciones que  alegas son tus preocupaciones. Yo estoy muy tranquila e ilusionada –dijo Pilar manteniendo la calma.
 
-¡Qué equivocada estas! No quiero pensar en cualquier situación en la que tuvieses que decidir algo respecto a nuestro hijo: a qué médico acudir, el colegio idóneo, el deporte más apropiado…
 
- Esas excusas que intentas atribuirme nacen de ti. Dime que simplemente no quieres tener otro hijo.
 
- Creo que es lo mejor para ti, cariño. Tu cuerpo es precioso y si tienes un hijo ahora se estropeará. Dejemos las cosas como están –sentenció Manuel.
 
4 de junio
 
- He pensado mucho en nuestra relación y creo que lo mejor para los dos es que termine. Manuel, me voy, no aguanto más tus razonamientos egoístas y cada vez más hirientes –se atrevió a decir Pilar.
 
- ¿Qué dices? No puedes ir a ningún sitio sin mí. ¿Quién te va a cuidar?
 
- No estoy enferma, aunque me ha costado mucho conservar la cordura a tu lado, por lo tanto no necesito el cuidado de nadie.
 
- ¡No permitiré que te vayas! No puedo perderte a ti también – dijo Manuel levantando la voz.
 
- ¿Cómo lo vas a impedir?
 
- Pobrecita mía, lo que te pasa es que has perdido el juicio. Manuel la sujetó por los brazos.
 
- ¡Suéltame, me haces daño!
 
La llevó a la fuerza hacia la despensa, le dio un empujón y cerró rápidamente con llave.
 
- No te preocupes, cariño. No dejaré que te ocurra nada malo –dijo Manuel.
 
Pilar suplicó que la dejase salir, pero no obtuvo respuesta. Volvió con cinta aislante y esparadrapo, le ató las manos a la espalda y le selló la boca. Enseguida, Manuel, buscó en el bolso de Pilar las llaves de la casa y del coche, el teléfono móvil y lo guardó todo en la caja fuerte, a la que cambió la contraseña.
 
Bajó al sótano. Parte del local era el garaje donde guardaban sus vehículos y en un rincón había una pequeña habitación llena de cosas que no utilizaban. Sacó todo aquello y la limpió. Con gran esfuerzo trasladó la pequeña cama de la habitación de Sonia y la colocó bajo una pequeña ventana bien asegurada con una reja en su parte exterior y que quedaba a ras del suelo del jardín de la parte trasera de la casa. Colocó también una mesilla de noche y un tocador. “Ya construiré un pequeño baño para su aseo” pensó Manuel.
 
Por la noche, cuando ya estaba todo preparado a su gusto, abrió la puerta de la despensa. Pilar desesperada intentó salir corriendo, él se lo impidió.
 
- No puedes ir a ninguna parte. La puerta está cerrada. Yo cuidaré de ti. No puedes salir de aquí, estás muy enferma.
 
Pilar lloraba, mientras Manuel la llevaba al sótano. La metió en la pequeña habitación, le quitó el esparadrapo y liberó sus muñecas.
 
- Por favor, Manuel, déjame marchar. ¿Te has vuelto loco? –gritó Pilar.
 
- No estoy loco. Lo que es una locura es que te vayas y no lo puedo permitir. ¿Adónde irías tu sola? Podría ocurrirte algo malo –contestó su marido serenamente y salió de la habitación. Manuel cerró la puerta con llave.
 
Muy temprano, al día siguiente, Manuel bajó al sótano con un suculento desayuno. Pilar estaba acurrucada en la cama y no se movió, por lo que salió despacio para no despertarla. Vio el coche de Pilar. Tendría que hacerlo desaparecer. Debía pensar el modo más seguro de que no quedase ningún rastro de él.
 
Ya en el salón Manuel cogió el teléfono móvil de su mujer y desde él envió un mismo mensaje a su suegra, al centro de trabajo de Pilar y a una amiga, usurpando la identidad de su esposa: “Me marcho a otra ciudad, dejo mi casa y a Manuel. Por favor no intentes comunicarte conmigo. Estoy bien y cuando pase algún tiempo me pondré en contacto contigo. Hasta pronto”. Por la tarde dio de baja la línea telefónica.
 
 
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Foto del autor MARA DE LOS NGELES MELLA FERNNDEZ
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Descripción

Palabras Clave: MALTRATO LOCURA PROTECCIN

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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