PEQUEÑA PALINODIA
 
Después de tantos años bien vividos
sobre la faz de la Tierra, he descubierto
que prefiero ser esclavo en los Infiernos
y no monarca decadente de los Cielos.
 
¿Reinar para quién en un país tan árido,
donde la palidez de los rostros se ilumina
con los cirios del arrepentimiento?
¿Ser dueño de unos ángeles serviles y asexuados?
¿De unas vírgenes, que no por numerosas
son menos insípidas y tontas?
¿De un ejército de santos pueril y desgarbado?
 
¿Ser monarca de un espacio impopular y gélido,
cuyas vías de acceso son estrechas y empinadas?
¿Comandante de unas almas que quizás
actuaron en la vida como chusma paridora?
Definitivamente ¡NO!
Jamás me prestaré para tan burda farsa.
 
¡Qué vivan las orgías y los desbordamientos!
No importa en qué lugar se encuentren.
Trabajaré gustoso para mis emperadores,
diablos y diablesas danzarines y afiebrados,
para mis camaradas de farra y sus amantes,
para todos los que saben de placer y de alegría.
 
Prefiero revolcarme entre los réprobos
que padecen tormentos indecibles
en el fuego abrasador de las hogueras,
y no arroparme con crespones y plegarias
que estrangulan la sangre entre las venas.
 
No deseo gobernar ningún imperio
donde prime lo falso, lo hipócrita y podrido.
Prefiero laborar para los reyes
que desprecian las normas y las súplicas
de tantos desgraciados y confusos,
ignorantes de la fuerza que da la libertad.