UN RECORRIDO POR LA ISLA SAN LUCAS EN COSTA RICA
Publicado en Dec 15, 2012
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UN RECORRIDO POR LA
ISLA SAN LUCAS EN COSTA RICA

Escuchar el nombre de la isla San Lucas, adentra para muchas personas la prisión que dejara formar muchas historias, reales o ficticias, y que hoy ha sido convertido en un sitio turístico que está atrayendo un sano visitar, después de surcar las aguas del mar Pacífico, generalmente desde Puntarenas.
El deseo de conocer la isla que fuera prisión, había nacido en mi hace ya varios años, quizá desde cuando tuve la oportunidad de conversar con José León Sánchez, uno de los más notorios personajes costarricenses, afamado escritor y quien tejiera por entre los barrotes de la reconocida isla una de sus obras mayúsculas: “La isla de los hombres solos”.
Mediante el contacto con una agencia turística se concretó el ansiado viaje, el cual se protocolizó el domingo 22 de febrero, cuando en las primeras horas de la mañana, desde San José, un grupo de 27 personas acompañados de excelentes guías, iniciamos el recorrido hacia el puerto. Una vez allí, después de un apetitoso desayuno servido a la usanza tica en un recodo del camino, abordamos una moderna embarcación que en casi una hora por entre serenas aguas nos dejaba a la entrada de lo que por más de una centuria fue uno de los penales más vilipendiados, y contenedor hoy de un sinnúmero de historias, como suele acaecer en esta clase de centros.
Luego del desembarque, los visitantes, divididos en grupos iniciamos el recorrido por las ya casi derruidas instalaciones del centro penitenciario. Los primeros pasos nos dejaron ver una calle cuidadosamente empedrada en un trazo cuadriculado, y que se ha denominado “la calle de la amargura”. De seguro que fueron muchas las horas-hombre utilizadas en el dispendioso trabajo, sudor y sangre debieron aunarse a la milimétrica colocación de las pequeñas piedras que sirven de entrada a los visitantes a la isla San Lucas.
Cubriendo la pequeña cuesta, encuentra el recién llegado lo que fuera el dispensario, donde se prestaba una mínima atención y se hacía la entrega de medicamentos para el control de las enfermedades endémicas. El lugar hacía gala de un sofisticado sistema de seguridad, el que a la vez se refleja en diversos espacios de la isla, distinguiéndose a lo largo y ancho, casetas de guardia, desde donde se podía ejercer el control de la población carcelaria que llegó a sumar hasta quinientos individuos, condenados por diversas acciones criminales como asesinatos, robos, violaciones y muchas otras situaciones contrarias a la ley y el orden.
Más arriba, una construcción de hierro, cemento y madera, de unos tres pisos, albergó la dirección del penal y al grupo guardián, varios de cuyos elementos, según lo cuentan las historias, eran comparables con algunos de los avezados criminales que allí cumplían condena, conformando un especial marco de vigilados y vigilantes, pero con un sello inconfundible, todos eran antisociales de la peor calaña.
A un lado de la entrada a la dirección, aún puede observarse la que fuera capilla o iglesia del penal. Una construcción de las mismas características ornada en sus ventanales con coloridos vitrales, en su parte superior un altar donde se oficiaba, y una alta cúpula coronada por una metálica cruz, símbolo de fe cristiana y donde en ocasiones, un sacerdote del área llegaba para celebrar actos litúrgicos y compartir un poco con los detenidos, llevándoles el consuelo del Divino Hacedor, aunque esta voz al parecer no era muy escuchada por la reconocida peligrosidad de los componentes de la masa de detenidos.
El penal, en su conformación presentaba una serie de celdas, las que en vez de albergar, hacinaban a los reclusos. Salones identificados en varios niveles, de acuerdo a la peligrosidad de los confinados, concentraban entre 30 y 40 personas, las que en medio de un calor sofocante mantenían poco espacio de movilización, indicándose que en varios de esto salones una especie de cañería destapada que atravesaba el sitio servía como espacio para las necesidades fisiológicas, lo que determina la olorosa inmundicia que se desprendía.
Sobre las paredes aún se encuentran muchos de los escritos así como dibujos que los detenidos elaboraban para pasar el tiempo, notándose en muchos de ellos el repudio a la sociedad o el clamor de libertad, y como algunos de los más peligrosos delincuentes, con sus marcas en las paredes, dejaron ver su paso por todas las celdas que conforman el penal.
En el recorrido guiado, pueden escucharse historias de horror: la muerte de una enfermera con cuya sangre se retocó una de las figuras femeninas pintada en la pared; el incendio de unas de las celdas con más de treinta detenidos calcinados; la amputación de manera rudimentaria de una pierna gangrenada a uno de los detenidos, misión cumplida por quien a la vez cuidaba de las bestias; el consumo de carne de perro ante la carencia de alimentación básica; la reclusión en calabozos oscuros de algunos detenidos quienes por años fueron tratados como animales y que su vuelta al sol los mostraba como seres paralíticos, ciegos y sordos, convertidos en objeto de burla de otros desalmados.
No menos trágica es aquella mención que habla del arribo de un grupo de detenidos, y como el comandante del penal en alarde de matonería disparando contra uno de ellos, amedrentaba y advertía a los demás de que ese sería el fin de quien intentara rebelarse o escapar.
Estas y otras notas se consignan en la historia centenaria del penal, y que por igual carga en su haber escasas intenciones de fuga, pues el entorno, entonces infestado de tiburones no dejaba crear ilusiones de escapar de este lugar o hacer crecer historias de héroes, y solo las luces del puerto en la distancia eran la cercanía con la civilización.
Uno de los hechos de mayor repudio y de dolor, violatorio de los más elementales Derechos Humanos, lo constituía el ingreso al hueco, el cual está conformado por un círculo situado en el centro del patio, con una altura no superior a un metro, y donde se ejercía el mayor castigo a quienes violaban las normas del penal. Durante días o semanas, los afectados eran introducidos en ese hueco soportando el calor infernal del día o el frío nocturnal, realizando allí mismo sus necesidades y sin poder estar de pie soportando la estrechez y el hacinamiento. Se habla de otro espacio más reducido, un pequeño túnel de unos 80 centímetros de ancho y un metro de altura, donde hasta siete detenidos eran introducidos como castigo de un día, soportando por igual la dureza de la pena, y donde no podían sentarse y tampoco estar de pie. Para los visitantes de hoy, conocer la magnitud de los castigos y la violencia del tratamiento, que poco o nada tenía de rehabilitador, es algo que causa horror. Verdaderamente inhumano.
Esparcidas a lo largo de la isla por igual han quedado algunas pequeñas chozas que fueron albergue de algunos delincuentes, quienes después de purgar muchos años de condena al parecer habían perdido su carácter de peligrosos, y estaba ocupados en labores de agricultura y ganadería, y quienes según se relata, al término de la misión de penal de la isla, se mostraban renuentes a abandonar ese espacio.
Un recorrido menos impactante en el horror por otros sectores de la isla, lleva al visitante a una de las playas, donde la tranquilidad y calidez de las aguas, invita a la recreación y disfrute, para que en cuestión de horas, cuando el sol ya buscando su ocultamiento por igual hacer el abandono de la isla, dejando en su interior todo su historial de tragedia, dolor y horror, y que se seguirá comentando al paso de los años por quienes leen esos relatos o visitan, como turistas la isla de San Lucas o la isla de los hombres solos, un verdadero recuento del drama que soportaron muchos detenidos.
 
LUIS FERNANDO FRANCO CEBALLOS
 
FRACEBAL. Génova Quindío, diciembre de  2012
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Foto del autor LUIS FERNANDO FRANCO CEBALLOS
Textos Publicados: 30
Miembro desde: Dec 07, 2012
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Descripción

Ente las calmadas aguas del océano Pacífico en cercanías de Punta Arenas (Costa Rica) se erige la isla de San Lucas, la que en años pasados sirviera como prisión. Un recorrido por sus instalaciones es encontrar un pasado de horror y muerte. Hoy un sitio turístico guarda entre sus vestigios muchas historias de desolación y falta de vida.

Palabras Clave: Isla San Lucas cárcel mar tiburones

Categoría: Artículos

Subcategoría: Entretenimiento



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