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NO TODO ESTA PERDIDO

Publicado en Dec 06, 2012

NO TODO ESTÁ PERDIDO
28/05/2008.

Era una mañana de primavera. El paisaje presumían de un cielo azul perfectamente limpio y todo era color y luz.
Sentada en un tren de cercanías yo miraba hacía el exterior. A pesar de aquella preciosa mañana
a mí todo me parecía triste y gris.
Mis pensamientos rondaban por todo lo malo de mi vida, que dicho sea de paso es bastante deprimente.
También es cierto que ya debería de estar acostumbrada, pero ese día yo tenía uno de esos días en los que no se aguanta ni uno mismo y todo se retorcía ante mí.
Pensaba que todo lo bueno se está perdiendo. La familia, la mistad, incluso la convivencia,
los vecinos casi ni se saludan, nadie se conoce, nadie al cruzarse contigo por la calle te da aquellos “Buenos días” que dichos con una sonrisa té alegraban la jornada.
La gente camina mirando al suelo pensando quizás como pagar la hipoteca y llegar a fin de mes.
Ni siquiera los niños disfrutan como disfrutaban antes.
Ese día como casi todos iba a cuidar a mis nietos. Esa es ahora la mayor ilusión de mí vida sin ellos
no podría vivir, esos niños llenan todos mis espacios vacíos que son muchos.
Esa es la mayor ilusión de mí vida, sin ellos no podría vivir. Esos niños llenan mis espacios vacíos que son muchos, Eso a pesar de todo también me da mucha pena pues tampoco los padres disfrutan de los hijos como lo hacían antes.

Enfrente de mí sentado correctamente un niño mira hacía ninguna parte.
Ese niño también tiene la mirada triste. De vez en cuando mira sin ninguna expresión a su padre que dormita junto a él. El niño en contra de lo que debería ser normal, ni se mueve.
Pobres niños, sigo pensando. Para ellos también la vida ha cambiado tanto...
Ya casi no se ven niños corriendo desenfrenados, siempre van cogidos de la mano.
Su única escapada es el parque, pero tampoco allí pueden hacer lo que quieren. Ya ni siquiera hay aquellos maravillosos charcos en los que chapoteabas a pesar de la bronca que después te caía.
Sus juegos ahora son muchos más tranquilos eso sí, los niños se pasan horas sentados viendo la televisión, jugando con la consola y los coches dirigidos. Incluso el sufrido balón está restringido por falta de espacios.
Nadie piensa en hacer felices a los niños, pienso y sigo obstinada en estropear aquel maravillo día.
Tampoco se respeta a los ancianos, ya nadie los cede el asiento o los ayuda a llevar las bolsas o les tiende la mano para subir al tren.

Pero mira tú por donde en cuestión de pocos segundos mis pensamientos iban a cambiar y el día sería también luminoso para mí.
De pronto se abre la puerta de la cabina del tren y un hombre de unos treinta y tantos años con cara sonriente pregunta: ¿Habrá por aquí algún niño que quiera ayudarme a conducir el tren?
La mirada del niño se ilumina, luego mira a su padre como diciendo: ¿A que no me deja?
Pero está vez su padre le dirige una sonrisa al tiempo que afirma con un gesto de cabeza.
El niño como una bala sale disparado de su asiento hacía la cabina del tren y abraza al conductor como si lo conociera de toda la vida, su alegría es desbordante.
También sonríe feliz el conductor del tren y creo que yo también.
Para mí como para el chiquillo el día ya es de otro color, me siento feliz.
Suena la bocina del tren una y otra vez y yo adivino la cara del niño. El tren grita unas cuantas veces más mientras pienso con alivio que, todavía quedan personas en el mundo que quieren hacer felices a los demás y que no todo está perdido.

A. Rico

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