Pero vos ests loca, querida?
Publicado en Nov 28, 2012
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 Las paredes blancas y acolchonadas avanzaban hacia mí con pasos lentos, se tomaban su tiempo para saborear mi horror. La nada invadía mis sentidos. El silencio me aturdía, el perfume a nada se filtraba por mi nariz y me oprimía el cerebro, el tacto de mis pies descalzos sobre el piso duro, liso, y frío me daba ganas de gritar, mi boca, ni dulce, ni salada, siquiera amarga.  Las paredes seguían deleitándose con el espanto que reflejaba mi rostro.
  ¿ Éste es el precio a pagar por un alma que encuentra amor en un mundo enfermo?.Sí, ese es. Yo pagué en cuotas. Y Dios quiera que esta sea la última, porque no imagino un lugar peor que éste.
   Todo empezó hace menos de un año, en la estancia de mi madre, uno de esos días en los que pequeñas criaturas de agua bajan del cielo danzando al son del viento, su baile suele terminar en un beso. Necesitaba ir a ver la danza de la lluvia, a que me besen las gotas.
   Pero
   ¿Pero vos estás loca, querida? Entrá. Ahora. Ese vestido no está hecho para que salgas a hacer esas chiquilinadas. Y después la que tiene que lavar la ropa no sos vos...yo...te enfermás...fiebr...yo....
   Por suerte las palabras se las llevaba el viento, alejándolas de mis oídos, iban desapareciendo lentamente. Veía su rostro enfurecido y sus labios moverse con rapidez. Y le sonreí. 
   Con la punta de un pie en el talón del otro, me quité los zapatos y dí dos pasos atrás. La señora, mi madre, le dedicó una breve mirada a los zapatos y me miró encolerizada, con los ojos dilatados y destellando de ira, sus labios estaban fruncidos en una línea. Me tomó por la muñeca con fuerza e instantáneamente me solté de un tirón, caminé hacia atrás otra vez, con las manos en la espalda bajando el cierre de mi vestido y lo dejé caer a mis pies. A continuación me solté el cabello, que llevaba recogido en un rodete. Lo agité bajo la lluvia, libre. 
   Mi madre ahora miraba horrorizada.
  -Estás loca...- susurró.
 -Yo no, mami, yo no...
   Un trueno hizo vibrar el suelo.
   La señora me tomó por el cabello, pero una vez más me libré, y corrí entre los árboles de la estancia. La señora ya no me seguía. En el camino dejé todas mis ropas y alhajas, todas. Ahora me sentía mejor. Tal vez, algún día, ellos también lo harían.
    Completamente desnuda y sola me acosté en el barro, en una zona algo más alejada de la casa y los árboles. Miré el cielo, y le sonreí, mientras el agua danzaba por encima de mis ojos, y las criaturas finalizaban su danza besando cada parte de mi cuerpo. Era hermoso. Hundí mis manos en el barro, luego las desenterré y acaricié mi cabello con ellas, desde las raíces, hasta las puntas. Estuve allí hasta que me quedé dormida.
   Al día siguiente desperté envuelta en una toalla dentro de casa, mi madre no me hablaba y hasta temía dirigirme la mirada. El doctor no demoró en llegar, tampoco en trasladarme a un lugar donde las personas no sabían nada de viajes ni paseos, y solo algunos pocos de visitas. Estaba lleno de medicamentos, puertas con llaves, y sonrisas falsas. 
  Al cabo de casi 9 meses mi madre dejó de ir a visitarme. Como seguía escapando para ir a cantarle a las flores, abrazar a los árboles, bailar con la música de los pájaros, y besarme con la lluvia, me llevaron a la jaula de paredes blancas. Y aquí estoy, pagando mi última cuota por amar. Llenando de nada mi corazón y mis sentidos. 
 
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Foto del autor Fatima Daz Moreno
Textos Publicados: 2
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Descripción

Palabras Clave: lluvia locura pagar incomprensin

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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