Los timbrazos justicieros (Diario)
Publicado en Nov 27, 2012
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Ya estábamos hartos en mi casa (sobre todo mi madre) de que, tarde tras tarde, algunos gamberros timbrasen a nuestra puerta y saliesen corriendo. A mi madre se le escapaba la lengua siempre que ocurría tal fechoría. Mi padre se molestaba porque le hacían despertarse de sus siestas. Mi abuela pensaba pero no decía nada, aunque me miraba directamente a los ojos. Así que era cuestión de poner fin a aquellas tomaduras de pelo. Los encargados de hacer justicia éramos, otra vez más, los tres pequeños. 
 
Pensado, dicho y hecho. No sé bien quién lo pensó ni quién lo dijo; pero los tres nos pusimos de acuerdo y, una tarde, a la hora de las siestas de todos los vecinos, fuimos tocando los timbres desde el quinto piso hasta el piso bajo y corrimos, por las escaleras, para no ser descubiertos. 
 
Alguna de las vecinas debió de vernos porque se lo dijeron a mi madre; pero mi madre pensó que habíamos hecho lo más oportuno para acabar con aquel tormento. El resultado final fue que los gamberros dejaron, definitivamente, de tocar el timbre de nuestra puerta, mi padre ya no volvió a despertarse durante sus queridas siestas y los timbrazos justicieros habían puesto punto y final a aquella desagradable cuestión.
 
Como premio, el sábado siguiente fuimos al cine con mi abuela, orgullosa de tener aquellos nietos tan valientes... y Jean Malléjac era un ciclista francés (o por lo menos eso decían los cromos) que había quedado en el puesto número 5 en el Tour de Francia de 1954 y corría junto con Mahé y Dotto entre otros más o menos conocidos como el belga Strelher, el italiano Catalano y el español Cosculluela. 
 
Poco después, Walkowiak (CB) luchaba con Van Stembergen (CJ) por alcanzar el puesto número 1 del escalafón de los ciclistas. Ganó Van Stembergen (CJ) por un punto de ventaja (consultar "Cerros Verdes" y veréis que es cierto) mientras Van Looy (CG) quedaba muy lejos y Fantini (CM) comenzó a ser la risión general con aquello de "la chulada de Fantini tiro liro liro liro, la chulada de Fantini tiro liro liro lá". ¡Chispum!
 
Algunos años después, Frank Sinatra era el foco de atención internacional en el Caesar's Palace, un hotel y casino ubicado en Las Vegas StripNevadaEstados Unidos, que fue inaugurado el 5 de agosto de 1966 cuando yo ya era el líder natural y capitán del Esparta de San Isidro de Madrid. 
 
Nota de Investigación.-  Jean Malléjac fue un antiguo ciclista francés nacido el 19 de julio de 1929 en Dirinon y muerto el 24 de septiembre de 2000 en Landerneau. Fue ciclista profesional desde 1950 hasta 1958. Su principal hazaña es que quedó en segundo lugar del Tour de Francia de 1953 destrás de Louison Bobet. Además del quinto lugar en el Tour de Francia en 1954, sucedió que, en el Tour de Francia de 1955, durante la ascensión al Mont Ventoux fue descubierto que se dopó con anfetaminas y su lugar como vencedor de la etapa pasó a ocuparlo el luxemburgués Charly Gaul. Fue el primer caso de descalificación por dopaje en la Historia del Tour de Francia. Fue el mismo año de 1955 cuando, en el Tour de Francia, el español Miguel Poblet ganó 2 etapas (la primera y la última) y fue líder de la Clasificación General durante dos días (el primero y el segundo). Un Tour de 1955 que ganó, al final, Louison Bobet. He aquí las principales hazañas ciclisticas de Jean Malléjac: ganador del Prix de Calac en 1950; ganador de la quinta etapa del Tour de Francia de 1953 en cuya competición participó en 1952 (lugar 33 de la General), en 1953 (segundo en la General, vencedor de una etapa y maillot amarillo durante 5 días), 1954 (quinto en la general), 1955 (abandono en la etapa número 11 por descalificación debido a su dopaje con anfetaminas), 1956 (lugar número 34 de la General) y 1958 (abandono en la etapa número 15). En la Vuelta a España participó en 1957 quedando en el puesto número 19 de la General) y en el Giro de Italia participó en 1958 (lugar número 48 de la General).
 
He aquí lo que encuentro sobre aquella aciaga jornada del Mont Ventoux para Jean Malléjac: Jean Malléjac en el Tour de Francia 1955, se derrumbó en Mont Ventoux. Cuentan que a 10 kilometros de la cima se le vio aparecer dando tumbos de lado a lado de la carretera, empapado en sudor y con el gesto desencajado. Finalmente cayó al suelo; una de sus piernas estaba atrapada en el pedal, mientras la otra seguía pedaleando en el aire, le salía de la frente un sudor frio y había perdido el conocimiento (se encontraba en estado de coma) Tras 15 minutos de atención: oxigeno, agua y una inyección de solucamphre, recuperó la consciencia en la ambulancia, negando el consumo de drogas y pidiendo abrir una investigación, pues sostenía que había sido envenenado en contra de su voluntad (esta afirmación la mantuvo hasta su muerte en el 2000). 
 
Efgectivamente corrió en nuestros juegos de ciclismo de chapas con la CB; pero no destacó demasiado porque pasó prácticamente inadvertido. 
 
Más datos de Jean Malléjac para terminar con esto de los timbrazos jusiticieros: Antes de dedicarse al ciclismo profesional fue un trabajador en la fábrica de municiones en Brest, y ya era profesional a partir de 1950 con el equipo de Stella-Dunlop. Su logro más grande fue corriendo para el equipò Terrot Hutchinson, cuando ganó una etapa y llevó el maillot amarillo durante cinco días quedando, al final,  segundo del Tour de France 1953  detrás de Louison Bobet. En 1955, corrió como el ciclista número 9 (en aquellos años corrían diez ciclistas por equipo) del equipo francés conducido por Bobet. Fue cuando Malléjac se dispuso a dar batalla en el Mont Ventoux, en la etapa 12 de Marsella a Aviñón. Esta era una escalada ciclista que todos los corredores temían  porque las primeras dos terceras partes son por un bosque donde el aire parece húmedo y escaso y el resto por un paisaje triste, lunar (que es la prueba de la historia de Mont Ventoux) como un volcán. El escritor francés Antoine Blondin escribió: "Hay pocas memorias felices de la caldera de este hechicero monte. Vimos cómo a los ciclistas los  obligaron a vivir la locura bajo el efecto del calor o estimulantes, algunos liados con las  horquillas subían como podían, otros blandían sus bombas y nos acusaban de asesinato... cayéndose, sacando la lengua, vendiendo su alma por una gota de agua o una pequeña sombra". A diez kilómetros de la cumbre, dijo el periodista Jacques Augendre que Malléjac iba " derramando sudor, ojeroso y comatoso, zigzagueaba y el camino no era bastante amplio para él". Malléjac se derrumbó, cayéndose a la tierra con un pie todavía atrapado en un pedal. Otra pierna pedaleaba en el aire. Estaba, dijo Pierre Chany, " completamente inconsciente, su cara el color de un cadáver, un sudor congelante corrió sobre su frente. Malléjac fue arrastrado a un lado del camino por Sauveur Ducazeaux, un funcionario de otro equipo. Los directores de la carrera convocaron una reunión.  Georges Pahnoud del "Télégramme" de Brest hizo un informe: Tuvieron que forzar sus mandíbulas para hacerle tragar la bebida y esto duró un cuarto de hora y más tarde, después de haber recibido una inyección de solucamphor y tras el oxígeno dado, Malléjac recobró el conocimiento. Transportado en la ambulancia, él todavía no estaba completamente recuperado. Luchó, gesticuló, gritó, exigió su bici, quiso escaparse. Tuvieron que atarle con uan correa para transportarle al hospital en Aviñón. Malléjac y los directores de la carrera estaban igualmente de enfadados y Malléjac insistía que había sido drogado contra su voluntad y afirmó: " Estoy preparado para pedir una cantidad de dinero por tentativa de asesinato".  Malléjac, una vez recuperado, participío cuatro veces más en el Tour antes de abandonar el ciclismo en 1959. Se retiró para dirigir una autoescuela en Landerneau, cerca de donde había nacido. Él negó que se hubiese dopado hasta su muerte en septiembre de 2000 en Landerneau.

Nosotros cuatro, ajenos por completo a aquella tragedia (que nunca la conocimos en nuestras infancias) seguíamos siendo felices con las chapas con permiso de mi madre, el silencio de mi padre y la sonrisa de mi abuela materna, feliz ésta última porque los tres pequeños habíamos hecho callar, para siempre, a los gamberros que tocaban el timbre de nuestra puerta... ya que estábamos dispuestos a realizar la misma hazaña cuantas veces fuera necesario...
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