La ética del periodista (Reflexiones).
Publicado en Nov 27, 2012
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Más vale vivir muchísimos años de pie que vivir muchísimos años pero de rodillas... sobre todo por informar de asuntos, cuestiones y temas de los cuales los periodistas no tenemos la culpa de que sucedan, ocurran o acontezcan en un mundo que parece haber perdido la ética. En medio de las batallas de los unos contra los otros y de los otros contra los unos nos encontramos los periodistas y las periodistas en este fuego cruzado de informaciones, desinformaciones e investigaciones que se contradicen continuamente entre sí. En este maremagnum de intereses encontrados y que tanta guerra de palabras producen... ¿qué es la ética de un buen periodista o una buena periodista? Primero tengo que decir que no sólo debemos informar sobre lo que investigamos a través de muchísimas y variadas fuentes sino, sobre todo, tenemos la obligación moral de informar lo que hemos visto y vivido en primera persona. A veces hay personas que han despertado una gran admiración y, de repente, se ven incolucrados en asuntos turbios. Tenemos cantidad de ejemplos sobre ello. Pero voy a limitarme, ahora, a presentar un documento público sobre lo que es la ética del periodista. 
 
Para todos los periodistas del universo 

CODIGO INTERNACIONAL 

En el desarrollo de sus actividades el periodista tiene derechos, pero igualmente obligaciones. El siguiente código es de obligatorio cumplimiento en todos los países democráticos del mundo por la totalidad de periodistas íntegros. 

1.- El derecho del pueblo a una información verídica 

El pueblo y las personas tienen el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad por medio de una información precisa y completa, y de expresarse libremente a través de los diversos medios de difusión de la cultura y la comunicación. 

2.- Adhesión del periodista a la realidad objetiva 

La tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado. 

3.- La responsabilidad social del periodista 

En el periodismo, la información se comprende como un bien social, y no como un simple producto. Esto significa que el periodista comparte la responsabilidad de la información transmitida. El periodista es, por tanto, responsable no sólo frente a los que dominan los medios de comunicación, sino, en último énfasis, frente al gran público, tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales.

4.- La integridad profesional del periodista 

El papel social del periodista exige el que la profesión mantenga un alto nivel de integridad. Esto incluye el derecho del periodista a abstenerse de trabajar en contra de sus convicciones o de revelar sus fuentes de información, y también el derecho de participar en la toma de decisiones en los medios de comunicación en que esté empleado. 

5.- Acceso y participación del público 

El carácter de la profesión exige, por otra parte, que el periodista favorezca el acceso del público a la información y la participación del público en los medios, lo cual incluye la obligación de la corrección o la rectificación y el derecho de respuesta. 

6.- Respeto de la vida privada y de la dignidad del hombre 

El respeto del derecho de las personas a la vida privada y a la dignidad humana, en conformidad con las disposiciones del derecho internacional y nacional que conciernen a la protección de los derechos y a la reputación del otro, así como las leyes sobre la difamación, la calumnia, la injuria y la insinuación maliciosa, hacen parte integrante de las normas profesionales del periodista. 

7.- Respeto del interés público 

Por lo mismo, las normas profesionales del periodista prescriben el respeto total de la comunidad nacional, de sus instituciones democráticas y de la moral pública. 

8.- Respeto de los valores universales y la diversidad de las culturas 

El verdadero periodista defiende los valores universales del humanismo, en particular la paz, la democracia, los derechos del hombre, el progreso social y la liberación nacional, y respetando el carácter distintivo, el valor y la dignidad de cada cultura, así como el derecho de cada pueblo a escoger libremente y desarrollar sus sistemas políticos, social, económico o cultural. 

El periodista participa también activamente en las transformaciones sociales orientadas hacia una mejora democrática de la sociedad y contribuye, por el diálogo, a establecer un clima de confianza en las relaciones internacionales, de forma que favorezca, en todo, la paz y a justicia, la distensión, el desarme y el desarrollo nacional. 

9.-La eliminación de la guerra y otras grandes plagas a las que la humanidad 

El compromiso ético por los valores universales del humanismo previene al periodista contra toda forma de apología o de incitación favorable a las guerras de agresión y la carrera armamentística, especialmente con armas nucleares, y a todas las otras formas de violencia, de odio o de discriminación, especialmente el racismo. 
 
Según un artículo que encuentro en Internet, y firmado por J. Cortés, leo lo siguiente: “No me interesa vender, me interesa comunicar”, así le respondió el periodista francés Romeo Langlois a delfín del periodismo colombiano Luis Carlos Vélez; un comentario que nos motiva a un debate sobre el papel de los medios y los periodistas en el cubrimiento del conflicto. En los días posteriores a la entrega del periodista free lance, se escucharon muchas opiniones sobre el tema, unos sugirieron como es costumbre ante los independientes, que Langlois era de las Farc, otros menos radicales pero igual de tendenciosos que era un ingenuo que tenía esa visión europea idealista de las guerrillas y se atrevieron a formular que solo los periodistas colombianos podían percibir mejor el conflicto armado, no pocos llegamos a la conclusión de que indudablemente al periodismo colombiano le hace falta independencia y se autocensura… o lo censuran.
El mismo Luis Carlos Vélez se le salió sin querer en la noche del 30 de mayo, que el gobierno les había pedido a los medios nacionales que no cubrieran la noticia y estos sin poner la mínima y debida resistencia a tan sutil censura aceptaron humildemente su pedido. Rápidamente al darse cuenta de su metida de pata añadió que Piedad Córdoba también se lo había pedido – que no cubriera la noticia – , falta tener la versión de Piedad si realmente elevó tal solicitud. El hecho es que solo Telesur cubrió la noticia, tal parece que de no ser el canal latino pocos nos enteraríamos de la realidad nacional e incluso internacional.
Alguna vez tratando de entender por qué la percepción del conflicto y de la insurgencia por parte de los extranjeros es tan diferente a la de los nacionales, llegamos a la conclusión que esto se debía en parte a que en el exterior no existía ni Caracol, ni RCN. Es que una buena parte de la opinión de generaciones acríticas han sido “informadas” por los noticieros que no cumplen con su labor social de informar. Privilegian el avance el reality que sigue a informarnos profundamente sobre la realidad de los colombianos, llámese conflicto armado, corrupción, política, cárceles, movimientos sociales. Los noticieros nacionales prefieren ceder cinco valiosos minutos de una entrevista a un futbolista que pocas cosas de importancia dice: “las cosas no se dieron…” y demás doctrinas por el estilo, a irse a algún lejano sitio en el monte y preguntarle directamente a los actores del conflicto ¿cuál es su propuesta de país?
Es lamentable que las propuestas de paz de la insurgencia o cualquier comunicado tenga que venir de manos extranjeras o ser mostrados por medio de otros países que se escapan de la censura del establecimiento. Es una lástima perder tantos y valiosos minutos al aire mostrando accidentes de tránsito tan cotidianos o motociclistas que llevan como como segundo pasajero a un ternero amarrado, o cualquier estupidez digna más de un programa de locos videos que de un serio noticiero.
Hace muchos años Fidel Cano, fundador de El Espectador, fue privado de la libertad para silenciar su opinión. En aquel entonces, los liberales eran los terroristas y subversivos, hoy bastante domesticados por el poder, muchos se olvidan de sus orígenes. Ante la captura del periodista de Anncol Joaquín Pérez, el periódico liberal no ha dedicado ni un aviso clasificado que reivindique el derecho a ejercer el periodismo independiente. Recordando lo dicho por Langlois, se puede afirmar que uno de los problemas de periodismo en Colombia es fundamentalmente ético y tiene que ver con la contradicción entre el mercado de la información, lo que se vende como diría Vélez y el derecho a informar, el placer de informar como lo mostró humildemente el francés Langlois. Basta ver los jugosos salarios de los llamados líderes de opinión para sospechar de su independencia.
Pekka Himanen criticó de forma insistente esa ética protestante y planteó la contraposición de la ética Hacker – ver la ética Hacker en la era de la información –. Para la primera ética el trabajo o cualquier actividad que desarrolle un ser humano, tiene como fin producir riqueza; para el segundo, el trabajo debe ser placentero. En síntesis, uno debe hacer lo que le gusta en función de su realización personal y no en función del dinero. Sin duda la ética hacker propuesta por Pekka Himanen está blindada de posibles manipulaciones, parte de un ejercicio libre e independiente de cualquier profesión. Una ética como la que define implícitamente Vélez no pasa de ser la de un vendedor de noticias que se ofrecen al mejor postor, según se puede inferir de su propio comentario.
El país necesita menos periodistas del Jet – Set, periodistas celebridades de corbata y fino paño, y sí necesita periodistas de jeans y botas que se unten de la realidad; mas periodistas de campo que de escritorio y que no teman contarle a los colombianos lo que pasa en el país, sin ninguna atadura. El periodismo no se escapa de la crisis y sin duda el derecho a informar y ser informado será uno de los puntos respaldados por la sociedad en una futura solución política del conflicto".
 
La ética del periodista. He aquí la verdadera realidad con la que debemos enfrentarnos día tras día, semana tras semana, mes tras mes y hasta año tras año. Si investigamos fuentes diversas que se contradicen entre sí, nuestra postura ética -y lo digo como periodista profesional que soy- es contrastar dichas opiniones, procurar ver con nuestros propios ojos muchas cuestiones que se ocultan a los ojos de la sociedad porque al ponerse al descubierto pudiera ser que personas o instituciones que tienen o tuvieron mucho prestigio y mucha admiración entren en la cadena de suposiciones de que no fueron tan honrados como hiceron creer. Aquí el periodista ético "ni quita ni pone rey" sino que actúa de intermediario entre lo que es y lo que no es; o sea, entre lo que parece ser y lo que es en  realidad. 
 
A veces tenemos que tratar asuntos de gran delicadeza social; pero no podemos ni debemos -si es que somos periodistas éticos- meter la cabeza debajo del ala o escondernos hasta el cuello como hacen las avestruces, cuando hemos conocido y hemos visto, en primera persona, cuestiones que deben ser hechas públicas porque se alejan poco, bastante o mucho, de los valores morales que deben ser los más recios pilares para construir una sociedad basada en la ética, en la justicia, en la transparencia, en la honestidad, en la honradez, en el bien común y no en el bien de unos pocos, etcétera.
 
A veces he tenido, y sigo teniendo, no solamente el derecho sino sobre todo la obligación, de escribir sobre asuntos que, en principio, no me gustan tratar ni me atraen, pero si no somos capaces de decir la verdad objetiva es que no somos capaces de ser éticos en esta profesión a la que tantos desean manipular, silenciar, callar....  
 
Vean lo que escribió Eduardo Serrano en el diario "El Tiempo" en la fecha del 30 de junio del año 2009: "El comunicador social es la médula del acontecer del día a día, entregado por entero a la profesión de su ejercicio para lo cual fueron formados, con ética y respeto al derecho de informar y de ser informados, el comunicador social es aquel que no engaña, que no oculta la verdad de los hechos, quienes tienen por principio decir la verdad, a estos hombres y mujeres es que el pueblo felicita todos los días, de allí los justos reconocimientos bien merecidos.
 
Lo que sucede es que a veces a los que les toca dar estos reconocimientos están ligados a los partidos políticos, junto algunos periodistas que siguen estas líneas, dejando por fuera a quienes verdaderamente ejercen el auténtico periodismo, quienes los corrompen los que tienen el poder político y económico, ya que estos deben informar lo que este poder determine, cito un ejemplo; si en este Estado tenemos un gobierno socialista obviamente tenemos que tener medios socialistas, no para que sean mercenarios de la noticia, no! es para que los genuinos luchadores sociales asuman el derecho de informar,
 
Pero, como estos luchadores sociales no tienen compromisos con nadie, sino con el pueblo asumen la autocrítica de la contraloría social, situación ésta que choca con algunos intereses, es por ello que contratan a los medios de la derecha como es el caso de la emisora del papá de Chucho Caldera, la cual ahora resulta ser socialista y en la que se encuentran los farsantes de este proceso José Hernández y Samuel Darío, quién no los conoce en este Estado, arrastrados por la lujuria del lucro, informarían lo mismo si no estuvieran pagados por la Gobernación, claro que NO porque estos comunicadores son los llamados perros de la guerra, que con sus bajas pasiones, chispean a los verdaderos comunicadores sociales.
 
Al César lo que es del César, el que empuña su pluma para decir la verdad no necesita de pagas extras y quien paga para que el pueblo escuche sólo sus verdades no se puede llamar socialista. A todos (as) aquellos comunicadores sociales convencidos de la verdad, de la ética, del amor por su pueblo, reciban de parte de todos los trujillanos nuestras más sinceras felicitaciones".
 
Medito sobre el tema de ser un comunicador con ética o venderse al mejor postor, al que más te paga un salario basado en la mentira, en propalar sucesos que son falseados o que se presentan con unos matices diferentes a los que en realidad son. No me proecupa a mí el salario sino la veracidad de los hechos, contrastar lo vivido, conocido y experimentado con lo investigado y llegar a la conclusión que la ética del periodistas es necesaria para que la sociedad pueda tener datos para que también los lectores y las lectoras puedan contrastar hasta poder llegar a descubrir la verdad objetiva o lo que más se acerca a la verdad objetiva.
 
Me hacen pedir perdón, cierta iglesia que no importa ahora contar, por cuestiones que he publicado basándome no sólo en investigaciones que están al alcance de cualquier persona que busque dicha información sino por hechos, sucesos y acontecimientos que he vivido en primera persona. No tengo por qué retractarme y no me retracto de lo publicado sobre dicha iglesia en un lugar muy concreto (no me refiero a todos los lugares donde está establecida dicha iglesia sino a la iglesia que está situada en el lugar donde lo he vivido) porque, insisto, una vez más, no es culpa mí (y por eso no voy a escribir "mea culpa, mea culpa, mea culpa" como me están intentando imponer y prefiero vivir muchísimos años de pie que vivir mcuhísimos años pero de rodillas y pidiendo perdón por algo que yo no he cometido sino que lo han cometido ellos y que he podido escuchar, observar, ver y conocer para poderlo contrastar con lo escuchado y visto por otras personas.
 
Por ser periodista con ética ni pido perdón ni me retracto sobre lo que he informado de lo que he visto y experimentado en primera persona y lo que he escuchado, procedente de diversas fuentes que no tengo por qué decir cuáles son, sobre esa institución. Si algún error existe en mis reflexiones serán debidas,  desde luego, por las fuentes, ajenas a mí, que han hablado del asunto... pero lo que he visto y he conocido yo desde luego que es éticamente correcto y, al ser la verdad más obejtiva posible, no tengo por qué vivir muchísimos años pero de rodillas pidiendo perdón por lo que han hecho ellos y no yo, sino que deseo seguir viviendo muchísimos años de pie y con la conciencia tranquila que me dice que, en este caso tan particular (y no me refiero ni a todos los componentes de esa iglesia ni a todas las iglesias con esa denominación) es objetivamente cierto.  
 
Lean el siguiente y largo "discurso" publicado en Internet por Rafael Núñez Grassals:“… en cuanto a hechos acaecidos en el curso de la guerra (del Peloponeso) he considerado conveniente no relatarlos a partir de la primera información que caía en mis manos ni como a mí me parecía, sino escribiendo sobre aquellos que yo mismo había presenciado, o que, cuando me informaban otros, he investigado caso por caso, con toda la exactitud posible”.—Tucídides. “Si alguien ha pensado que el periodismo es un oficio simple y sin riesgos, este libro (‘El zumbido y el moscardón’) bastará para desencantarlo.”—Tomás Eloy Martínez.
Anoche, mientras revisaba mis notas para esta exposición, me topé en la red con un diario digital cristiano que tiene debajo del logo una frase poderosamente inspiradora. Dice: “Primero nos ignoraron, luego se rieron de nosotros, después nos atacaron…; entonces vencimos.”
En una sociedad que se ha puesto de espaldas a los valores de la buena convivencia y que aprecia más el tener que el ser, es cada vez más patente que para dar la batalla por la ética necesitamos de la misma paciencia y de la misma reciedumbre de carácter que en la cita expresión se sugiere.
A pesar de las evidencias en ese sentido, es notorio que la cuestión de la ética en el periodismo se ha mantenido aquí por años en el plano de la especulación moralista, sin comprometerse de manera efectiva en los escenarios donde se desempeña el periodista en situación, con sus alzas y sus bajas, con sus sueños y sus miedos, y donde, incluso, suele experimentar sus alegrías y sus fiestas, pero también sus soledades. El asunto reclama, entonces, un aterrizaje. En tal virtud, presentaré mi exposición desde una óptica que privilegia el criterio de la práctica, opción que me parece útil por las siguientes razones:
• El territorio de la práctica es el escenario común que sirve para validar de modo objetivo cualquier abordaje que pretenda explicar los dilemas éticos del periodismo.
• Esta mirada a la realidad nos permite confrontar las especulaciones moralistas con el hacer cotidiano, lo cual nos coloca frente a las prácticas reales como medida de satisfacción (o no) de la demanda social por el desempeño correcto del oficio.
Además, las razones anotadas me dan pie para acotar el título oficial de esta presentación (“La ética como base del ejercicio del periodismo”) con un subtítulo que ancla mi objetivo en esta frase: “Desde el universo de las prácticas, otra mirada al dilema del mejor oficio del mundo”.
Esto así, porque entiendo que el acto ético no es algo simplemente declamatorio: se instala en un modo de vida; por tanto, se objetiva en acciones concretas.
Desde esa perspectiva, intento acercarme al periodista en situación, referencia obligada no sólo para hablar con propiedad del problema que nos ocupa, sino –y sobre todo-- para que pueda el interesado pensar su propia condición de existencia profesional, referir los resultados a su propia conciencia y emprender, si fuera de lugar, acciones transformadoras de su propio entorno laboral.
Como pueden ustedes advertir, el enfoque que propongo está asociado al compromiso y a los riesgos que de éste se derivan.
En ausencia de compromiso, la ética periodística pierde el encanto de la eficacia, se agota en el discurso y, para todos los fines prácticos, pasa a convivir con su negación, las situaciones y acciones no-éticas, en un ejercicio de generosa apariencia angelical que ya Marcuse se encargó de denunciar en su “Crítica de la tolerancia pura” como un recurso que sirve, “en muchas de sus más eficientes manifestaciones, a los intereses de la represión”. Es decir, una herramienta de control en función de las estrategias del poder.
Mi punto de partida pretende rescatar una premisa radical desafortunadamente ya menospreciada hasta el olvido. Es ésta:
Sin una ética del hacer no hay periodismo cabal. La ética del hacer cuestiona permanentemente la ética que se refugia en el decir, y a menudo la recusa.
Un aserto como el que acabo de enunciar sería inválido sin estos tres pilares:
A. La conciencia ética se crea y se transforma en el hacer. Brota del universo de las prácticas, que es el escenario de las luchas cotidianas por la sobrevivencia, batallas que han de librarse muchas veces en escenarios ostensiblemente hostiles.
B. La resolución objetiva del dilema ético del periodismo se encuentra en el territorio de la práctica del oficio, allí donde realmente los actores aprenden de los riesgos, amenazas e incertidumbres que atenazan sus vidas. Se trata del lugar natural donde discurre la vida y donde se tienen las satisfacciones y premios, pero también del lugar natural donde se experimentan las inseguridades y los miedos.
C. La insistencia en el discurso moral –y solamente en el discurso moral— podría incluso tornarse sospechosa si llegara a ser refugio para cobijo de aquellos que necesitan calmar la mala conciencia resultante de la evasión de sus obligaciones éticas concretas.
Si es verdad que la ética acompaña siempre a los periodistas cabales “como el zumbido al moscardón” , el periodismo no ético deja de ser periodismo y se convierte en impostura, exhibicionismo, propaganda, pose… o adopta otras formas de desviación unas veces graciosamente sutiles y otras descarnadamente seductoras, pero todas con el común denominador de ser bellacamente insidiosas.
La ética es una condición de la información y de su aceptabilidad social, objetivo primario de la acción periodística. Lo que se difunde al margen de las consideraciones éticas pertinentes daña la información: no informa, malforma.
El objeto de la ética son las relaciones humanas. Idealmente, es decir, en su aspiración más elevada, el objeto de la ética procura identificar (y activar) las mejores prácticas para asegurar las mejores garantías de las mejores relaciones humanas.
El logro de ese propósito sería ya subversivo en un sistema que, como ha advertido acertadamente Eduardo Galeano, necesita “aislar a los hombres para dominarlos mejor” y, con esa finalidad, “reduce las relaciones humanas al miedo, la desconfianza, la competencia y el consumo”, tal y como lo reclama insistentemente el totalitarismo del mercado.
En esa tensión, en medio de la cual el periodista despliega su trabajo, el comportamiento ético ideal comienza con la pregunta por lo bueno.
¿Qué es lo bueno? La respuesta a esta pregunta fundamental de la ética coincide con lo que en el tráfago del oficio se reconoce como lo correcto, a partir de un sistema de valoraciones no siempre explícito ni previamente discutido con los periodistas y en cuya activación --muchas veces apenas coyuntural-- intervienen diversos actores sociales, en ocasiones ajenos al periodismo.
Esto último hace patente el riesgo de un recorte de lo correcto para forzar su adaptación a los intereses coyunturales de determinados actores.
Bien entendido, sin embargo, lo correcto propone un modelo de comportamiento que procura enriquecer la relación y cohesionarla, por cuanto se identifica con la acción justa, reivindica la equidad, reconoce al otro en la plenitud de su dignidad, previene el daño o lo enmienda si ha llegado a consumarse.
Si distinguimos entre la ética teórica (el discurso moral) y la ética práctica (la que resuelve sus dificultades en el hacer), probablemente tendríamos un acercamiento objetivo a los dilemas reales del periodista y, probablemente también, haríamos avanzar la discusión hacia territorios más mundanos y, por consiguiente, de mejores posibilidades de control por nosotros mismos desde nuestra particular inserción en el entramado de los medios.
La pregunta por lo bueno tiene, obviamente, un carácter general, abstracto. Quizá convenga a nuestros fines ensayar modos de reducirla a dimensiones más fácilmente manejables, lo que implica un retorno a lo concreto, un rodeo que nos permita recuperar la diversidad de relaciones que se sintetizan en la industria de la información y que determinan las características del periodismo realmente existente.
Con esa finalidad, procede explorar otras preguntas, algunas de las cuales se han incrustado a golpes en la vorágine del oficio e inducen al periodista a pensar sus propias condiciones de existencia y, como resultado, a reconocerse en situación:
¿Para quién trabaja el periodista?¿Cuáles son los ejes de fuerza que determinan sus decisiones éticas en cada caso concreto?¿Es la ética sólo una cuestión abstracta y, por tanto, propia de la especulación moralista, o se trata de una materia de resolución necesariamente concreta?¿Quiénes son los beneficiarios de mantener estos temas en el ámbito de la especulación moralista, de la abstracción, sin esforzarse por descender a los escenarios concretos en los que el criterio de la práctica es, siempre, determinante?Detengámonos en la primera de esas preguntas y examinemos sus implicaciones más allá de la apariencia:
¿Para quién trabaja el periodista? Es en los límites de escenarios laborales concretos, observables y definibles donde el periodista ha de encontrar (o por lo menos buscar) una respuesta práctica a su pregunta teórica por lo bueno, a los fines de orientar su acción en el marco de lo correcto, lo cual equivale a ponerse en condiciones de efectuar, sin sobresaltos ni estridencias, el acto ético que las circunstancias demandan. No más, pero tampoco menos.
He dicho “sin sobresaltos ni estridencias”, con lo que quiero significar la necesidad de incorporar el comportamiento ético a las prácticas rutinarias del oficio como una dimensión no sólo deseable, sino de realización automática e indefectible, lo que nos evitaría la desgracia de que una cuestión de tanta envergadura continúe atrapada en el espectáculo.
 Esa sencilla pregunta (“¿Para quién trabaja el periodista?”) abre por lo menos tres posibilidades de respuesta al parecer igualmente sencillas, pero en esencia de grados distintos de problematización y, por tanto, de utilidad y alcances también distintos a la luz del criterio ético:
El periodista trabaja para sí mismo.El periodista trabaja para la empresa de prensa.El periodista trabaja para la sociedad.Cada una de esas respuestas conduce al despliegue de un programa ético diferente, tiene costos diferentes y da lugar a efectos también diferentes. En fin: el acto ético no es gratuito. Tiene consecuencias: cuesta. Exploremos brevemente distintos escenarios posibles en función del tipo de respuesta del periodista a la pregunta planteada (“¿Para quién trabaja el periodista?”)
Escenario 1En el primer caso (“El periodista trabaja para sí mismo”), tendríamos una situación de egoísmo ético en la cual el fin último de la acción informativa le pertenece al sujeto que propala la información. El que la recibe (el otro) no pasa de ser un objeto, un instrumento.
La instrumentalización del otro es la meta del egoísta ético, puesto que éste sólo busca la afirmación de sí mismo, la afirmación del yo.
El periodista enrolado en la filosofía moral del egoísmo ético usa el periodismo como un escenario para exhibirse, pero sin arriesgar nada que pueda poner en peligro su apoltronamiento, caracterizado por un conjunto de seguridades prestadas, ejemplo ostensible de permisividad democrática y una de las modalidades más insidiosas de inoculación de la pócima de la tolerancia represiva.
En esencia, lo que el egoísta ético postula es:
a) Que las personas deben proceder según las exigencias de su propio beneficio.
b) Que esa es la única forma moral aceptable de actuar correctamente.
c) Que es precisamente esa forma de obrar la única que facilita la adopción (posterior) de acciones para ayudar a los demás. Dicho en una frase resumen, lo que el egoísta ético sostiene es tan simple y grotesco con esto: “Primero yo, después los otros.”
Escenario 2Nuestra siguiente opción (“El periodista trabaja para la empresa de prensa”) conduce a los mismos resultados, ahora mediatos por el pretexto universalmente cómodo de “los intereses patronales”. Aquí el egoísta ético ha encontrado una eficiente sombrilla protectora de la desviación de la responsabilidad social del oficio de informar, y no vacila en hacer uso de ella ante cualquier circunstancia que demande un compromiso real, involucre otras miradas que signifiquen una alternativa real o sugiera un cambio real de rumbo.
Si la respuesta a nuestra pregunta es que el periodista trabaja “para la empresa de prensa”, estamos privilegiando las políticas de lucro por encima de las políticas de servicio, con lo que nos procuramos una justificación externa a la evasión del compromiso ético, y nos calmamos reconociendo la “superioridad” de las fuerzas que nos oprimen, como si fuera una verdad de a puño que ya nada se puede hacer por el cambio.
Esa postura pasa por alto que el problema a que nos estamos refiriendo implica un proceso complejo activado por tres categorías de actores, cada una de ellas con roles específicos y cada una de ellas con visiones y actitudes diferentes respecto de eventuales políticas de alianza:
a) Los empresarios de la prensa, que se ocupan de la financiación y de la gestión de la empresa. Su meta es el lucro. Por tanto, sus estrategias suelen enfocarse, fundamentalmente, en la maximización de los beneficios pecuniarios que, en tanto tales, no siempre coinciden con las máximas aspiraciones sociales, políticas y culturales.
b) Los periodistas, comprometidos con la gestión de la información como servicio público, cuya demanda la identifica con una definida dimensión política claramente expuesta aun en los enfoques más conservadores: la prensa –se ha repetido hasta la ronquera— es la columna vertebral de la democracia.
c) Los públicos, interesados en la calidad del servicio que reciben, del cual dependen en gran medida las posibilidades de los distintos sectores para entrar en la lid de la participación responsable y erigirse en control social del poder, sea político, económico, religioso o de otra naturaleza. Para todos los fines prácticos, la respuesta favorable a la empresa podría enmascarar un cambio de lealtades que pone en entredicho la afirmación de que el periodista se debe a los lectores.
Escenario 3La tercera opción (“Los periodistas trabajan para la sociedad”) no está libre de riesgos y problemas de alto calibre, pero abre seductores atajos para solventar de la mejor manera posible los dilemas éticos que pudieran presentarse. Esta última respuesta reivindica el colectivo. Parte de la consideración de que, aun en el ordenamiento jurídico actual, los medios de comunicación se reconocen como empresas privadas de interés público, un híbrido en el que lo social (el interés público) pugna por prevalecer sobre lo individual y lograr que el concepto de servicio sea colocado en el nivel que le corresponde respecto del concepto de lucro y de los privilegios de la apropiación individual de bienes que, como la información, tienen una palmaria importancia estratégica para la democracia.
El principio que subyace a esta consideración postula que ningún interés privado puede obstruir legítimamente la realización de un bien público.
En otras palabras: La voracidad de ventajas individuales no es razonablemente oponible a la materialización de lo que conviene a todos y a todos nos compete. Esto es consecuente con una mirada de la información como un insumo fundamental para la democracia en tanto construcción colectiva enmarcada en un nuevo tipo de contrato social en el que los periodistas tendrían un papel de primer orden, si –y solamente si-- se mantienen fieles al compromiso profesional de incursionar con las mejores armas en la batalla cotidiana por la gestión de la comunicación, y si incorporan a su ejercicio la atinada observación que hace más de 200 años adelantara Edmund Burke : “Hay un límite más allá del cual la tolerancia deja de ser una virtud.” Muchos de los graves problemas éticos actuales del periodismo provienen de su gran dependencia del gran capital, y entraron en una fase de agravamiento acelerado cuando los políticos, otrora ventanas de esperanza, decidieron meterse a empresarios y los empresarios descubrieron que les aseguraba mayor rentabilidad ser generosos con los políticos, y toda esa desgracia nacional se ha puesto en marcha en homenaje al totalitarismo del mercado.
Claro está que optar por la respuesta que propongo (“El periodista trabaja para la sociedad”) abre un campo de lucha en el que todos los periodistas cabales están llamados a entrar como soldados de primera línea. De lo que se trata es de reivindicar, ahora y para siempre, los más elevados valores del mejor oficio del mundo, es decir, la libertad, la verdad y la justicia".

Imaginen ustedes que gentes poderosas de los Estados Unidos amenacen a los periodistas que tienen ética demostrada y demostrable en sus informaciones con hacerle vivir de rodillas pidiendo perdón por un pecado no cometido por ellos; alegando  la banalidad "plañidera" e hipócrita de que el fiundador de ciertas iglesias (y no digo nombres concretos pero haberlas las hay) era un señor muy admirado y muy querido por estadounidenses y que, por eso, hay que ocultar ciertos hechos que, al menos, despiertan sospechas de que se efectúan de manera bastante inmoral. Yo sigo diciendo lo mismos a los señores "interesados" de los Estados Unidos: Prefiero vivir muchísimos años de pie antes que vivir muchísimos años de rodillas ante ustedes por haber tenido la dignidad de hacer públicos ciertos actos vistos en primera persona y experimetnados por mí mismo.
 
Nota Adjunta: Dedicado quienes les interese... pero sabiendo que ni les pido perdón porque no fueron actos míos sino acciones de ellos, ni me retracto porque no los cometí yo sino que los cometieron ellos. Y pongo a Dios por testigo que fui lo más ético, objetivo y honesto que pude. Si quieren investigar que investiguen...  
 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Reflexiones de carácter ético y social.

Palabras Clave: Comunicación Divulgación Periodismo Sociedad Conciencia Conocimiento Reflexiones Ética Realidad Verdad.

Categoría: Artículos

Subcategoría: Comentarios & Opiniones



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