ADRIAN Y EL GUAICOM
Publicado en Nov 22, 2012
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Autor:  Antonia Rico.

 
Adrián frente  a la “Tele” está dando buena cuenta de una bolsa de  “chuches”
De pronto su rostro cambia de expresión.
Una de sus manos está incrustada en la bolsa de patatitas y se ha quedado paralizado.
El motivo de su sorpresa, se esconde en la bolsa que sujeta entre las manos.
Está solo en el salón, pero juraría que ha oído una carcajada.
Por si fuese poco, está seguro que algo se ha aferrado  a su dedo.
Tiene la sensación que ese “Algo” es un bicho. Asustado saca la mano y mira dentro de la bolsa. No be nada, pero, ha escuchado otra carcajada.
Nervioso, se levanta y las patatitas acaban en el suelo del salón.
Adrián se apresura a recogerlas. Cuando ya casi las tiene todas recogidas, algo cruza por encima de sus pies y acaba entre los troncos de la chimenea.
Adrián suelta un grito.¡ Esta muy nervioso!.  Su madre desde la cocina pregunta: ¿Estás bien? ¿Qué té pasa?
¡Nada mamá!,¡Se me han caído las “Chuches”¡ ¡No comas “porquerías” que tienes que cenar!
¡Ni hablar, yo de aquí no me muevo hasta que no sepa que demonios es eso!
Puede ser una mariposa. ¡Pero no! ¡Recuerdo que  más parecía una bola blandita! ¡Hay Dios! ¡Qué es una cucaracha!
Mira por donde se escapó “lo que sea” y no hay rastro de nada.
Tampoco es cuestión de ponerse ahora a revolver por la chimenea, piensa.
El niño, cada vez está más intrigado. Mira la bolsa de las patatas. ¡Bua! ¡ Qué asco! ¡Ya no las quiero! Sabe Dios que sería, yo creo que es una cucaracha.
Un escalofrío, recorre el cuerpo de Adrián. ¡Las cucarachas le dan repelus!
Su madre lo llama, y  el niño abandona el salón, no sin antes volver la cabeza para echar un  vistazo hacía la chimenea.
Cena poco. Mamá le dice:¡ Eso té pasa por comer tantas porquerías! ¡Voy a tener que prohibirte la  “chuches”!
Adrián piensa: ¡ No creo que las coma más!¡ Descuida!
Tiene él estomago revuelto solo de pensar que una cucaracha se ha revolcado entre las patatitas que él se ha comido.
Bueno si es una cucaracha se quemará cuando papá encienda la chimenea. Ya no la veré más.
Ya han acabado de cenar, y como es sábado se acostarán un poco más tarde.
El padre de Adrián enciende la  chimenea. Pronto arden todos los troncos.
¡Qué agradable es el calor de la chimenea! Piensa Adrián, mientras mira como las llamas suben y bajan. Luego dice para sus adentros. ¡Hasta nunca! ¡“Lo que seas”!
Pasan una velada agradable. Al fin mamá se levanta medio dormida y dice: ¡Todo el mundo a la cama!
El niño se va tranquilo a la cama pensando que la cucaracha estará ya frita.
Sube las sabanas hasta tapar la cabeza. Tiene sueño, pero no puede dormir.
¿Y si hay más?
Apaga la luz y se abraza a la almohada, como siempre.
Quiere tranquilizarse y se dice: ¡Serán cosas mías!
Entonces siente que algo roza su mano. Salta de la cama y la revuelve toda. No hay nada. Pero el está  seguro que algo a tocado su mano.
Está cansado y está vez si se duerme.
A medía noche, las patatitas pasan factura y tiene mucha sed.
Sentado en la cama coge el baso y  casi se lo bebe todo.
Apaga la luz y se dispone a volver ha dormirse.
Ha pasado un ratito y Adrián esta de lo más despejado.
¡El visitante de la bolsa de “chuches” lo tiene frito!
¿Qué sería? ¡Delo que estoy seguro es de que estaba vivo! Fuese lo que fuese.
¡Bueno seguro que esta tiesa en la chimenea!
No puede dormir y se dispone ha leer un cuento, pero no sabe como su mirada acaba en el techo.
Los ojos de Adrián pestañean repetidas veces. ¿Qué es eso?
En el techo de  su habitación, hay como un pequeño huevo, de un azul muy fuerte, casi fluorescente y brilla mucho. Es un poco más grande que una canica ,pero es ovalada.
Adrián se asusta muchísimo, quiere avisar a sus padres. ¡Igual es venenoso o algo malo.
En ese mismo momento, el inquilino del techo, se desploma en el suelo.
El niño se asoma desde la cama. Entonces el pequeño huevo se levanta del suelo a una velocidad increíble. Vuelve al techo y de allí, sale disparado hacia la derecha y luego a la izquierda, y va de un lado a otro de la habitación, rebotando en todas direcciones.
Adrián asustado no se atreve ni a moverse.
Piensa llamar a sus padres, pero la voz no le sale del cuerpo.
Entonces cesa el peloteo.
Adrián busca con la mirada al “Bicho”. Este está instalado cómodamente en la lámpara que pende del techo.
Ahora ya  no sabe que hacer. Si llama a sus padres lo más seguro es que “lo que sea” acabe en el cubo de la basura, y él quiere saber que es aquello y como ha ido a parar a su casa.
Lo iba ha saber muy pronto, por que, en ese instante.¡Plaf! ¡El huevo azul se desprende del techo y se deja caer encima de la cama de Adrián.
¡Dios mío! Piensa el niño. ¿Qué será esto? No puede quitarle los ojos de encima. La verdad es que tiene un color precioso.
Entonces, el huevecillo empieza a vibrar.
Adrián está cada vez más perplejo. Él es muy valiente pero ahora tiene un poco de miedo, pero lo que predomina es la curiosidad. Además ¿Qué daño puede hacerle una cosa tan pequeña?.
El huevo sigue vibrando, y de pronto se para.
Adrián abre los ojos como platos. ¡Se ha muerto, seguro!.
Pero no. Por que en ese momento, como por arte de magia; el huevo se abre un poco, y luego como si de  una puerta corredera se tratará, recoge una especie de alas hacia atrás, quedando al descubierto, el ser más raro que Adrián ha visto en su vida.¡Ni siquiera en la “Tele”!
lo mira como hipnotizado .¡Dios que cosa más rara! 
¿Estaré soñando?. Pero no esta dormido y además, además ahora  ¡El  “Bicho”Le sonríe abiertamente!
Es rarísimo. No es un insecto, y tampoco desde luego una cucaracha.
Desde que ha quedado al descubierto ha crecido un poco, pero sigue siendo muy pequeño. Sigue siendo una especie de huevo, pero tiene un cuerpo.¡Mejor dicho! ¡Una cabeza! Por que todo él es una cara de grandísimos ojos de un color indefinido. Una sonrisa preciosa y tiernísima que atraviesa de parte a parte su cara. No tiene nariz, pero sí unas orejas pequeñas. Un poco más abajo, de dichas orejas salen una especie de manos. y al final de aquella cara tan rara, unos pies sin piernas que más parecen de pato. El color de ese rostro es de un blanco tirando a azul cielo suave.
Adrián se arrasca la cabeza.
¡Mi madre! ¡Que cosa tan difícil! Lo sigue mirando, pero no se atreve a tocarlo.
Se arrima un poco más para verlo mejor.¡Ale! ¡Le a guiñado un ojo!
Desde luego no le inspira miedo más bien siente una gran ternura. Le da la impresión que le está pidiendo ayuda.
¡Pobrecito a lo mejor tiene hambre!
El huevo de un saltito se coloca más cerca de Adrián. Este en principio se asusta y retrocede un poco. Solo es un momento por que la cara extraña le mira de frente a los ojos y le dice ¡Hola!
¡Mi madre debo de estar volviéndome loco! No puede ser que hable.
¡Si puede ser! ¡Y además hablo muchos idiomas!
¡Que no, que no! ¡Que debo  de estar soñando!
¡Que no!... Le dice el nuevo ser con paciencia. Luego continúa: Llevo mucho tiempo viviendo en tú casa. Lo que pasa es que tú no me has visto.
¡Anda ya! ¿Pero tú quien eres?
¡Soy un Guaycom!
¿Un qué?
¡Un Guaycom! Dice. Y si me vas ha preguntar que de que planeta soy, ya te lo digo yo. ¡Soy del planeta Tierra! Lo mismo que tú.
¡Sí, hombre! ¿Y qué más?
¿Cómo dices que te llamas?
Yo no tengo nombre. ¡Solo soy un Guaycom!
Pero entonces. ¿De donde vienes? Yo no se que haya cosas por aquí como tú.
¡Hui! ¡Cosa, dice! ¡Tú no sabes con quien estás hablando! Los Guaycom; Somos más fuertes y más inteligentes que vosotros.
Luego le pregunta: ¿cuántos idiomas hablas tú?
Yo español y un poco de ingles. Dice Adrián.
El Guaycom, suelta una carcajada.¡Ja, ja, ja!. No quiero ser presumido, pero yo los hablo todos.
Adrián cada vez más asombrado, se da cuenta que le gusta hablar con el Guaycom.
Le pregunta: Pero si eres de aquí, de la tierra, ¿Dónde está tu familia y tu casa?
El Guaycom. Contesta: Mi familia es muy, muy grande, y mí casa como la de mis congéneres son los ordenadores, y luego , ¡Cualquier sitio!
Nosotros nacemos en los ordenadores. Al principio solo somos una rayita. Pero cuando salimos del ordenador, crecemos muy deprisa y ya no podemos entrar. Entonces nos quedamos a vivir en las casas con vosotros.
Adrián tiene las pestañas pegadas a las cejas de tanto como abre los ojos.
¡Espera, espera! Le dice: ¡Me dices que llevas viviendo conmigo mucho tiempo y yo no te he visto hasta hoy?
¡Claro! Dice el Guaycom. Cuando tú naciste yo ya vivía en tú casa. Te asombrarías si supieras lo fácil que es esconderse en tú casa, por ejemplo.
También hay que estar muy atento, claro. Sobre todo cuando tu mamá arranca la aspiradora. ¡Hay! ¡Y el gato!  ¿se puede saber para que tenéis ese gato asqueroso?
¡He, un momento que Felipe es mí gato!
¡Ya lo sé! Pero ya cuatro o cinco veces que he recorrido todas sus tripas, para luego acabar en el cajón de la arena, hecho unos zorros!
Adrián comprende. Aunque intenta aguantar la carcajada tapándose la boca no lo consigue. Se muere de risa y hasta se le saltan las lágrimas de tanto reír.
Su  madre como es natural lo ha oído y se asoma a la habitación y le dice: Me encanta que estés tan contento. Pero ¿Sabes la hora que es?
Sí mamá. Es que me estaba acordando de un chiste.
Su madre se acerca y le dice con mucho cariño: Duérmete, hijo. ¡Hasta mañana! Luego le da un beso y se aleja.
El Guaycom, se ha ocultado debajo de la mano de Adrián, pero él también se esta riendo. El niño lo escucha perfectamente.
Levanta la mano y le dice al Guaycom: No me hagas reír que mi madre se va ha enfadar.
¡Oye! ¿Tú vas al “Colé”?
¡No, no ¡. Nosotros nunca vamos al colegio, pero ya lo sabemos  todo cuando salimos del ordenador.
¡Jo! ¡Qué suerte!. ¿De todo de todo? ¿De mates también?
¡Claro! Además si tú eres mi amigo, te puedo ayudar en muchas cosas. Por ejemplo. Yo tengo mucha fuerza. ¿Cómo andas de fuerzas.
¡Bien, bien! Dice Adrián!
Seguro que yo tengo más fuerza que tú.
¡Si hombre! ¡Con lo pequeño que eres! Y además no tienes piernas.
¡Ya lo sé! pero, ¿A que tú no puedes mover ese armario?
¡Bueno! ¡tu  tampoco! ¡No seas fardón! dice Adrián.
¿Qué no he? ¡Ahora veras!
De un salto se coloca al pie del armario, y como si el armario fuese una pluma, lo empuja y el armario se desplaza por lo menos cinco centímetros.
¡Mi madre! ¿Pero de donde sacas tú tanta fuerza?
¡No lo sé! está ahí!
¡Hay cuando lo vea mi madre!
No te preocupes, creerá que ha habido un terremoto. ¡No creo que te eche la culpa a ti!
No claro. Dice Adrián, mirando el armario de tres cuerpos.
El Guaycom, se ríe. ¿Qué Tarzan, te atreves Los dos están tapados hasta las orejas con la ropa de la cama. Adrián ha buscado una linterna y a partir de entonces la  conversación continúa en la improvisada tienda de campaña.
Se han hecho grandes amigos, ahora Adrián ya sabe muchas cosas sobre el Guaycom.
El Guaycom, no necesita que su amigo le cuente nada. Él lo sabe todo Adrián.
Entre risas y charlas se han quedado dormidos.
Suena el despertador, pero Adrián es incapaz de despertar.
Su amigo el Guaycom le suelta tal silbido en la oreja que Adrián sin saber como se encuentra encima de la alfombra.
Frota sus ojos con fuerza. No tiene ni idea de donde está.
De pronto recuerda al Guaycom. ¡hay, hay, hay. Qué yo creo que ha sido un sueño! ¡Qué pena!
Se sienta en la cama para calzarse , y cuando coge una de las zapatillas; Los ojos de Adrián se iluminan. El Guaycom le sonríe acomodado en ella.¡Ola! Le dice.
¡Ola amigo! ¡Qué alegría, creí que todo había sido un sueño!
¡Un sueño, un sueño! ¡Un sueño no, voy a ser tu pesadilla!
Sus risas son el presagio de una nueva amistad.
La mamá de Adrián entra en la habitación, y dando un beso a su hijo le dice: Tienes que contarme ese chiste, debe de ser muy gracioso. Y luego empujándolo hacía el baño. Anda y cepilla bien los dientes.
Ya en el cuarto de baño, el Guaycom se coloca en el hombro de su amigo y mirándolo le dice con pena.
¡A mi nadie me da besos! ¡Eso es  lo que mas envidio de ti!
Adrián lo pone con ternura entre sus manos y dándole besos, le dice: ¡No te preocupes, yo te los daré! ¡Desde hoy tú y yo vamos a ser los mejore amigos del mundo!
El Guaycom se ha emocionado y unas lagrimas ruedan hasta las palmas de las manos de Adrián. El niño lo vuelve a besar.
Entonces se da cuenta de que en las manos tiene una especie de pequeñísimas pepitas de oro.
Adrián asustado le pregunta. ¿Pero que es esto?
El Guaycom le dice en un susurro:¡Siempre es así! Por eso no podemos dejar que nos vean los humanos. Si llegasen a saber esto, nos harían sufrir hasta hacerse muy, muy ricos.
¡Mi madre pero eso es una salvajada!
Sí. Pero es así. Cuanto más lloro mas oro sale de mis ojos.
¿No se lo dirás a nadie verdad? Pregunta asustado el Guaycom.
¡Ni hablar! Yo soy pequeño, pero se que alguna clase de gente es capaz de cualquier cosa por dinero!
¡Oye tampoco creas que todos somos iguales e?
Ya pero si descubren mi secreto me raptarían o que se yo.
Bueno tú no te preocupes. No se lo diré a nadie, nadie.
¿Ni siquiera a tú mamá?
Ni a mamá. Ella no te haría llorar. Pero si te descubre seguro que te tira al cubo de la basura.
¡Ala! dice el Guaycom. Si ya me tiró una vez.
¿Recuerdas aquella mochila verde que tanto te gustaba?
Si, pero no se que fue de ella ya hace mucho que no la veo. ¡Yo si se que fue de ella. La verdad es que estaba echa una porquería.
Tu mamá la tiro a la basura, pero lo peor es que yo estaba dentro. Tu mamá miro, pero como no vio nada, la metió en una bolsa de plástico y yo fui a parar al contenedor.
Adrián se está partiendo de risa. El Guaycom también. Como puede dice: ¡No te rías! ¡Me vi negro para poder salir de allí y volver a tú casa!
Te lo contaré otro día; fue toda una odisea, pero a final pude colarme en tú casa de nuevo. Desde ese día tengo mucho más cuidado. La verdad es que te quiero mucho, no podría vivir en ningún otro sitio.
Bueno, bueno qué ahora me vas hacer llorar a mi, y mis lagrimas te juro que solo valen para estropear pañuelos.
Se ríen de nuevo.
Adrián acaba de tener una idea y se lo comunica a su amigo.
¡Oye, y si vienes conmigo al “Cole”!
¡Puf! Pues no se la verdad es que me da un poco de miedo.
¿De qué hombre? ¡Te llevare en el bolsillo!
¡Vale! Pero no creas que voy a chivarte nada! Tienes que estudiar tú sino, no sabrás nunca nada.
¡Vale! ¡Pareces a mí madre!
 En el colegio a todos les extraña que Adrián este tan quieto y sobre todo que no juegue al balón.
¿Estas bien? Le preguntan su amigos.
El niño ya esta cansado de tantas preguntas y acaba diciendo: ¡Es que me duele la cabeza!
Así pasa la mañana. El Guaycom esta muy contento. El colegio de Adrián es muy bonito.
Llega la hora de comer y el Guaycom sigue en el bolsillo de Adrián.
El niño está donde buena cuenta de un plato de espagueti.
De pronto se dice: ¡Hay Dios y el Guaycom, sin comer.
¿Qué comerá? con lo pequeño que es...
Procura darse prisa en comer y con el último bocado sale en dirección al baño.
¿a dónde crees que vas? ¡No has acabado de comer!
¡Boy al baño mamá enseguida vuelvo!
¡este niño no puede estarse quieto ni a la hora de comer! Dice su madre.
Cuando Adrián lo saca del bolsillo el Guaycom ,está encerrado dentro de  su caparazón.
Adrián le da un beso para que salga, mientras lo mira ¡Qué bonito es su nuevo amigo.
Lo mira con tanto cariño que el Guaycom lo siente a través de su cáscara.
Se resiste un poco. No quiere abrirse. ¡Le gusta tanto que le quieran!
Al fin abre despacito, como con pereza.
En su carita hay una ternura infinita. Cualquiera se daría cuenta de que es feliz.
¡Gracias Adrián! ¡Cómo me gusta que me quieras!
¡Sí, te quiero mucho!  ¡Como no puedes ser mi hermano, serás mí mascota. ¿Vale?
¡Vale! ¡Seré tu mascota de la suerte! Dice el Guaycom muy contento.
Adrián recuerda que lo que quería preguntarle era que comía.
¡Hay casi se me olvida! ¿Tú que comes?
¡Hombre, comer, comer, lo que se dice comer, no como! Pero si me alimento.
Adrián se rasca la cabeza. ¡No entiende nada!
Su amigo lo entiende  le dice: Verás yo me alimento de electricidad.
¿Pero como? Pregunta  Adrián cada vez más confuso.
El Guaycom le dice: Tu estate atento; no ha terminado la frase, cuando de un salto y con la puntería de un experto se acopla al enchufe de la
pared.
Primero e color azul de su caparazón, palidece, y al instante se torna rojo, tan rojo que parece que va ha estallar.
Adrián lo mira con espanto. ¡Estás loco te vas ha electrocutar.
En ese mismo momento, el rojo se convierte en negro y Adrián se teme lo peor.
¡Dios mío no! ¿Por qué lo has hecho!
El niño tiene el corazón en la garganta. No puede contener las lagrimas que brotan sin limite de sus bellos ojitos.
A trabes de esas lágrimas ve como su amigo vuelve al color rojo para luego pasar al azul suave y después se desprende del enchufe.
Abre su especie de alas y luego sacudiendo sus manitas dice:¡Ya esta!¡Ya tengo para unos cuantos días.
El asombro de Adrián no le deja cerrar la boca. ¿Cómo puede ser posible?
Pero lo era. El Guaycom, seguía vivo y además muy satisfecho.
¡Que alegría! ¡Creí que la habías palmao!
El Guaycom, se ríe.  ¡Te boy ha matar a sustos! ¿Eh?.
¡Ya lo creo! ¡Otra vez avisa! ¿Vale?
¡Vale!
Vuelve al comedor donde le esperan sus padres.
El Guaycom satisfecho duerme en el bolsillo de Adrián.
Adrián y el Guaycom, son felices. Hacen los deberes juntos, juegan juntos, y has duermen juntos, pues el Guaycom se acopla debajo de la almohada y de Adrián y duerme feliz.
El Guaycom le enseña muchas cosas, pero nunca se las “chiva” Es un pacto que el Guaycom ha firmado con Adrián.
El ingles siempre fue un suplico para Adrián. Sin embargo ahora sus notas son buenísimas.
claro está que no todo lo que hace está bien.
Los dos son revoltosos a cual más, y puestos hacer diabluras el Guaycom es el peor.
Aquella tarde hacia mucho calor y estaban un poco aburridos.
Los papás de Adrián habían salido a pasear y ellos miraban la “Tele”
¡Oye! Le dice el Guaycom, ¿por qué no nos vamos nosotros también ha pasear?
¡Por qué es muy aburrido! además papá y mamá llegaran pronto y si no estoy se enfadan,
Es que había pensado...
¡Hay dios! Que habrás pensado. ¡Yo te temo!
¿No juega hoy un partido muy importante tú equipo favorito?
Sí claro, pero en la ciudad. Dice Adrián con desgana dejándose caer en el sofá.¡Claro! Si quieres nos vamos ahora. Todavía llegamos para la segunda parte.
Adrián le mira de un forma muy rara.  Luego le dice: ¿Qué te pasa? ¡Tú has comido demasiado! ¡Estas como una cabra!
Rebobina. Hasta la ciudad hay más de cuarenta kilómetros, no ten entrada. ¡Y tú estas chiflado! ¿Cómo piensa qué puedo ir?
¡Pues fácil, yo te llevo! y la entrada no hace falta, por que no vamos ha entrar por la puerta.
¡Hay mi madre, que lo dice en serio! ¿No me estas tomando el pelo?
Pues no, no te estoy tomando el pelo y te lo voy a demostrar.
¡Sujétame bien entre tus manos y no las abras hasta que no estemos en el estadio!
Adrián, decide que le seguirá la broma.
Coge al Guaycom entre sus manos y dice.¡Adelante!.
Apenas ha pronunciado la frase, cuando como pescado por cuerda, se despega del suelo.
Siente una especie de silbido y un segundo después está de frente a una ventana .
No le da tiempo ni a pestañear. Cuando se da cuenta esta en los vestuarios.
Siente al Guaycom que le dice: ¡Espabila que ya queda poco para que se termine el partido.
Adrián siente como una especie de imán, y cuando menos lo espera esta sentado entre los seguidores de su equipo.
Adrián sube las manos hacía la boca y le dice al Guaycom: ¡Oye que estamos en el estadio!
El Guaycom contesta: ¡Ya lo se! luego pregunta: ¿cómo van?
Adrián mira hacia un lado y a otro. Nadie se enterado de su llegada.
Todos animan a su equipo como si les  fuera la vida en ello.
casi sin saber todavía como ha llegado allí pregunta al de la derecha: ¿Cómo  van? ¡De culo!  Dice el chaval, indignado. ¡Están empatados, pero necesitamos el gol del desempate y el tiempo se acaba. Le ha contestado sin siquiera mirarle, y ahora grita ¡Falta!
El Guaycom, como es natural lo ha oído todo. Mira el reloj del estadio.
¡Dios ya no tienen tiempo!
Entonces dice: ¡Suéltame Adrián! ¡Tienen que ganar!
Adrián ya no sabe ni para que lado está revuelto.
El Guaycom sale de sus manos a tal velocidad que ni siquiera  lo ha visto.
El niño mira al campo al mismo tiempo, de la manera más rápida y potente el balón entra en la portería del contrario, sin que el portero casi ni le haya visto.
¡Qué bestia! ¡Si me  llega ha dar me arranca la cabeza!
El portero mira al balón como si viera visiones, luego entre el griterío de la gente oye el silbato.¡El partido ha terminado!
Los aficionados están fuera de si, todos  gritan y aplauden
Adrián salta como el que mas. salta de tal manera, que un periodista le hace una “foto” para el periódico.
En uno de los momentos en que está aplaudiendo, siente que algo se cuela entre sus manos. Enseguida se da cuenta de que es el Guaycom.
¿Pero tu donde estabas? ¡Hemos ganado!
El Guaycom, se ríe a mandíbula batiente. Cuando logra hablar le dice:
¿Qué donde estaba? ¡No podía consentir que nos ganarán. el arbitro no había sido justo! Luego como la cosa mas natural de dice: ¡Sal al pasillo, tenemos que llegar a casa antes que tus padres!
Adrián se levanta como un sonámbulo y sale de las gradas.
En cuanto están fuera el Guaycom le dice: ¡Venga abrázame fuerte que nos vamos.
Dicho esto, Adrián cierra las manos encerrando en ellas al Guaycom.
Como si todo el tiempo fuese un estornudo, se encuentra en el salón de su casa.
En ese preciso instante suena la puerta de la casa. sus padres acaban de llegar.
Adrián esta sudando. ¡Dios cuantas emociones!
Abre las manos y allí está el Guaycom.
La mamá de Adrián entra en el salón y al verlo tan sudoroso le pregunta ¿Tanto calor tienes? ¡Estás sudando!
Su padre entra derechito ha encender la “Tele”
Le extraña que no este encendida, pero no dice nada.
Mira al niño y dice: voy haber si me entero como va el partido. Se acomoda en el sofá ha esperar las noticias.
Adrián sin poderlo remediar y sin darse cuenta suelta: ¡Hemos ganado papá.
Su padre lo mira extrañado. ¿Y tú como lo sabes? No lo han televisado. Dice distraído su padre.
El niño pillado, dice: No lo sé, pero se me figura. ¡Somos muy buenos! papá.
¡No tan buenos hijo! ¡Si hoy no ganan, estamos perdidos!
Adrián se frota las manos. ¡Si papá supiera!
El Guaycom en el bolso de su amigo no para de saltar, también está contento.
En ese momento empiezan las noticias de deporte.
Adrián y el Guaycom están expectantes, pero claro. Unos quieren ver  el gol, y el otro quiere ver si ha habido gol.
¡Su equipo ha ganado! Según el presentador, en el  último instante un gol milagroso que nadie esperaba, había llevado a la victoria a su equipo.
Papá orgulloso, como si el gol fuese suyo, le dice a su hijo: ¡Si hijo tenías razón! ¡Somos muy buenos!
El niño está deseando contarle lo sucedido a su amigo. Se levanta y acaricia al Guaycom que todavía siegue en su bolsillo, y desaparece sin decir ni pío.
Ya en el dormitorio, Adrián poniendo al Guaycom encima de la cama, le dice: ¿bueno! ¡Haber qué yo me entere!  El  gol lo metiste tú! ¿No?
¡Claro, no iba a ha dejar que nos ganaran después de llegar hasta allí!
¡Hay Dios1 ¡Eres fantástico! Si lo descubren te fichan.
¡Sí hombre, lo tienen claro! Dice el Guaycom.
Los dos amigos ríen de buena gana. Solo hace falta que papá no se entere delo ocurrido. No tenía que haber hecho ningún comentario sobre el partido.
A la mañana siguiente, el papá de  Adrián entra en el salón . Lleva un periódico en la mano y lo agita, enseñándoselo al niño.
Adrián se sienta a su lado .
En el periódico una “Foto” llama la atención de ambos.
Es un niño con los brazos en alto. ¡Bueno la verdad es que todo el mundo tiene los brazos en alto!
Adrián se convierte en un ovillo. ¡El niño de la fotografía es él!
¡Maldita sea! ¡ Si la ve mi padre estoy perdido!
Su padre ya la ha visto y le dice: Mira Adrián. Si no fuera que estamos muy lejos diría que este niño eres tú.
El niño le mira y le dice tratando de estar tranquilo.
¡Si se parece mucho! ¡Ojalá, yo pudiese haber estado allí!
¡Ya lo creo! Dice papá.
El Guaycom suspira, ¡Que inocente, se ve claramente que es Adrián!
Salen a la calle y Adrián le dice a su amigo: ¡Por pocas!
Sí pero aunque se lo juren no creerá que has estado allí.
No te preocupes es imposible. Ellos sabían que si había sido posible, y eso era lo único que importaba.
El tiempo pasaba y las cosas iban sobre ruedas.
Adrián había mejorado tanto en el colegio que los profesores estaban asombrados.
El profesor de ingles llego a pensar que los deberes se los hacían sus papás.
Un día, pensó: si le saco a la pizarra sin avisar sabré si los deberes los hace él.
dicho y hecho; Pero el profesor se llevo una gran sorpresa. Tuvo que admitir que el niño estaba muy preparado de verdad. Le dio la enhorabuena delante de todos los niños, y Adrián se puso muy contento.
Adrián y el Guaycom,  seguían estudiando y por supuesto jugaban todo lo que podían. Jugar al balón era lo más peligroso, por que los balones no vuelven solos, pero se las arreglaban para jugar por la noche o en el garaje de papá.
El Guaycom, llego ha ser imprescindible para Adrián, y todo marchaba felizmente.
Pero claro. Como en todas las casas y todas las familias un día surgió un problema.
El problema era bastante serio.
Los papás de Adrián, eran muy felices  aunque no tenían mucho dinero.
El papá de Adrián era camionero. Ganaba lo suficiente para vivir , pero la mala suerte quiso que un día el camión se estropeara.
Era una avería importante y arreglarlo costaba mucho dinero.
Los padres de Adrián, estaban muy preocupados. No tenían el dinero para poder arreglarlo y si no arreglaban el camión, no podían trabajar. El banco no les podía dejar mas, por que ya se lo había prestado para comprar la casa en la que vivían.
Como es natural, Adrián no sabía  de todo esto, pero si que se había dado cuenta de que sus padres estaban muy preocupados.
Un día le preguntó a su mamá: Mamá ¿papa está enfermo? ¡No hijo, está muy bien! Le contestó mamá.
Es que como no va a trabajar y estáis tan tristes...
Bueno hijo no es nada. Son cosas de los mayores.
Adrián no había quedado satisfecho con la respuesta, y se lo comentó a su amigo.
¡Oye! ¿te has fijado lo tristes que están mis padres?
Sí ya me he dado cuenta. Contesta el Guaycom. ¿Por qué no les preguntas que les pasa?
¡Que listo! ya se lo he preguntado, pero mamá dice que no pasa nada. Pero yo sé que está pasando algo.
¡Vale, no te preocupes yo me entero!
¡Oye, oye, que eso no está bien! Dice Adrián.
¿bueno hombre ya lo sé, pero esto es una emergencia.
tienes razón. Además me temo que mi padre esté enfermo. Ya hace muchos días que no sale con el camión. ¡Hay dios que no le pase nada por favor!
Llega la noche y los padres de Adrián están hablando en  el salón. Tienen la puerta abierta, pero hablan tan bajo que no se entiende nada.
Los padres de Adrián seguían estando tristes y el niño ya no podía más.
Acaricia al Guaycom buscando consuelo, le dan tanta pena sus papás.
El Guaycom muy decido de un bote se baja de la cama y le dice.¡Se acabó, voy haber que les pasa!
Llega  rodando hasta el salón y se coloca entre los dos.
La mamá de Adrián recostada sobre el hombro de su marido llora en silencio. Luego dice: ¡Dios mío! ¿Cómo vamos ha solucionar esto?
Su marido le dice: No llores cariño, ya encontrare otro trabajo.
¿Qué trabajo!
No lo sé, pero un camión cuesta mucho dinero y la avería también y ya sabes que no podemos pedirle más al banco.
Claro que lo sé, pero los trabajos están tan difíciles.
Luego se abrazan con cariño.
El Guaycom, está muy atento para no perderse nada. De momento, me parece que el problema es de dinero. El papa de Adrián no debe de estar enfermo. eso es lo mejor, además. ¡ Se quieren tanto...! Como envidio tener unos padres así.
Pero bueno él vive con ellos y es como si lo fueran.
En esos momentos el papa del niño le a su mujer muy animado: ¡Bueno, lo importante es tener salud, y salud tenemos. Lo demás se arreglará.
Se dan un beso muy dulce y luego salen del salón cogidos de la mano.
El Guaycom sabe que se quieren mucho, y eso tan bonito...
Está contento. No están enfermos.
Cuando llega a la habitación Adrián sigue despierto. Está impaciente por ver que es lo que ha averiguado su amigo.
Este de un salto se coloca en su mano.¡Tú papá no está enfermo!
Veras es cuestión de dinero. A tú papá se le ha estropeado el camión y no tiene dinero para comprar otro. Ni siquiera para mandarlo ha arreglar. Me parece que dijo que iba ha buscar otro trabajo.
¡Pobre papá si trabaja en otra cosa echará de menos su camión!
Adrián seguía muy triste y hablaba sin parar. pobre papá.
¡Pero bueno! si esta bien ¿ De que te preocupas?
Me alegro  mucho de que estén bien, pero  ¿Sabes? El dinero también es un gran problema. El camión era su trabajo y si no lo tiene...
Claro para ti el dinero no es ningún problema.¡Cómo no lo necesitas..!
No, no lo necesito, pero si puedo hacerlo. ¿No recuerdas? Le dice el Guaycom apuntando hacía sus ojos.
¡No, no, eso si que no, yo no quiero que sufras. Papá encontrara otro trabajo y aunque no le guste ganará dinero. Cuando yo sea mayor le comprare uno.
¡Vale dice el Guaycom, con una paciencia infinita. Escucha yo puedo solucionar el problema. Yo también vivo en esta casa; es justo que ayude ¿No?
Sí pero...
Sí pero, si pero. Si me dejases hablar.
Adrián espera para saber que quiere decir el Guaycom.
Te quería explicar que no tengo por que sufrir. También se llora de risa. ¿No?
¡Ostras pues  es verdad!
Claro pero como no me dejabas hablar...
Bueno el dinero ya no es problema, pero tú y yo tenemos uno y no es pequeño, que digamos.
¿Sí? Pero si nosotros no tenemos problemas. Le dice Adrián  al Guaycom, mientras lo besa con cariño.
¡Qué te crees tú eso. ¿Cómo le explicas a tú padre de donde sale el oro?
¡Mecachis, pues es verdad!
Bueno pensaremos algo. Pero me parece que vas ha tener que presentarme a tus padres. Adrián se arrasca la cabeza.¡Pues es verdad que es un problema1
Llevan el día entero pensando como se las arreglarán para explicarles el asunto a los papás de Adrián, pero no se les ocurre nada.
Al anochecer el Guaycom, le dice a su amigo: Yo creo que lo mejor es tener el oro y luego se lo diremos. ¡Mejor dicho se lo dirás tú!
Ya lo tienen decidido y están tan contentos...
Van a solucionar el problema y de paso lo pasarán bomba.
Están tan contentos que se ríen por cualquier cosa.
Todo el oro lo van metiendo en una caja. Por fin creen tener lo suficiente. Deciden que esa noche Adrián hablará  con sus padres.
Les entregarán el oro y todo estará resuelto.
Por fin, Adrián se arma de valor y muy tieso se dirige al salón.
Siguen estando tristes, pero pronto el problema estará resuelto y todos serán muy felices.
Adrián con el Guaycom en el bolsillo. entra corriendo y de un salto se coloca entre sus padres. Luego sin decir ni una palabra los abraza.
Los padres del niño lo miran  con tanto cariño...
El niño se pone muy serio y dice: ¡Tengo que hablar con vosotros!
Sus padres está vez lo miran asustados.
¡Dios mío hijo! ¿Qué te pasa? Dice mamá asustadísima.
Nada, nada, dice el niño muy tranquilo. ¡No me pasa nada de verdad!
Sus padres cada vez están más asustados. Seguro que es algún problema de colegio.
Su padre le mira preocupado y le dice:  ¡No te preocupes hijo! sea lo que sea, nosotros te vamos ha ayudar.
¡Bueno! Lo primero, os diré que tengo un nuevo amigo.
Sus padres respiran aliviados.
Adrián continúa: Hasta ahí, todo normal.  Pero lo que pasa es que mi nuevo amigo es muy especial.
Bueno hijo. ¿Cómo de especial?
Pues veréis  ¡Es que no es un niño. Es una cosa muy rara, pero yo lo quiero mucho. Él vive en esta casa desde antes de nacer yo.
Adrián ahora está muy nervioso  y sus padres más aun. No saben si su hijo tiene mucha  fantasía o les esta contando un cuento.
El padre acariciándolo le dice: ¡Tranquilízate hijo! Sea lo que sea, nosotros te ayudaremos.
El niño no está muy seguro de eso y piensa: ¡Ojalá lo entiendan.
Luego continua: Bueno como os decía no es un niño y es tan inteligente queme ayuda  con los deberes.
Adrián cada vez está más nervioso y retorciéndose las manos sigue hablando. Yo os encontraba muy tristes, y lo primero que pensé es que papa esta enfermo. Entonces el Guaycom; que así se llama mi amigo,
escucho lo que hablabais, y por él me entere de que se había estropeado el camión y no teníais  dinero para poder pagar la  avería.
Entonces mi amigo dijo, que no me preocupase que él lo podía solucionar.
¡Pero hijo! Dice su padre emocionado. Su madre llora en silencio mirando a su hijo.
¡No te preocupes papá! ¡Podrás arreglar el camión, mira! Le dice al mismo tiempo que abre la caja de zapatos llena de pepitas de oro.
Los padres de Adrián ya no saben que pensar. El oro es de verdad eso salta a la vista, pero no  se explican nada. Están hechos un lío.
Adrián, lo sabe y le parece que la única forma de que lo entiendan es mostrarle a su amigo.
Sin más Adrián saca al Guaycom del bolso y poniéndolo con cariño en sus manos ,se lo muestra a sus  padres.
Estos ni respiran. aquello sobrepasa cualquier cosa que podían haberse imaginado.
Miran a su hijo. Esta tranquilo y les muestra con infinita ternura, aquella especie de canica ovalada de un color azul precioso.
En ese mismo instante, y para colmo de su sorpresa el Guaycom abre las alas y queda al descubierto.
La pobre mamá de Adrián, cubre su boca con las dos manos. Luego dice: ¡Es un ser vivo! ¡Dios mío! ¿qué es esto? Dice mirando asustada a su esposo.
Adrián le dice a su mamá: ¡No tengas miedo mamá! ¡Es muy bueno, por eso nos ha dado el oro!
Su padre más tranquilo, acaricia con un dedo al Guaycom. La verdad es que tiene un carita adorable. Dice: ¡Gracias por querer ayudarnos! Pero no podemos aceptar el regalo sin saber de donde viene.
El Guaycom no contesta. Es Adrián quien se lo explica todo.
Cuando los padres de Adrián saben todo sobre el Guaycom, ya le han cogido cariño.
Ahora es el Guaycom el que habla y les dice, que no puede enterarse nadie. Ellos lo entienden perfectamente y lo encuentran muy lógico.
A partir de entonces,  el Guaycom, ocupa un lugar importante en la familia de Adrián. Es mas el Guaycom es uno más en la familia.
Los papas de Adrián solucionaron el problema del camión y todos fueron muy felices.
Desde aquel día en que Adrián presento al Guaycom a sus padres.
En esa casa ya no  hubo más secretos.
¡Bueno...! Si hubo uno pero ese fue eterno.  Nunca contarían a papá la escapada al estadio, donde jugaba su equipo favorito, y por que el  savia lo del resultado. Tampoco le contarían por que el niño de la fotografía se parecía tanto a él.
Ese secreto quedaría entre el Guaycom y Adrián.
El papa de Adrián siguió trabando de camionero.
El Guaycom, nunca más lloro de pena.
Pero cuando lloraba de risa, Los padres de Adrián guardaban las lagrimas del Guaycom, para ayudar a las personas que más lo necesitaban.
Ellos no necesitaban más. Gracias al Guaycom, el camión estaba arreglado y ya podía trabajar. No necesitaban nada mas.
Siempre fueron  felices compartiendo sus vidas con el Guaycom y Adrián tuvo siempre a quien contar sus problemas y alegrías.
Cuando llego a ser mayor el Guaycom seguía con él y con él siguió mientras se hacía viejo y siguieron siendo muy, muy felices.
Los hijos de Adrián nunca supieron que en casa viviendo con ellos, había algo muy especial. Algo tan especial que siguió allí durante muchas, muchas generaciones.
 
 
 
 
  FIN   
 
 
A. Rico
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
                              
                                      
 
 
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Descripción

CUENTOS INFANTILES DE FANTASIA

Palabras Clave: GUAICOM TRASTADAS ORO

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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