TERROR EN EL REFUGIO
Publicado en Nov 20, 2012
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                  EL REFUGIO  
Jaime y Elena en su coche circulan por la carretera enrevesada. Se dirigen a un puerto de montaña.
Elena no esta muy ilusionada con el fin de semana que se le presenta, pero su marido la ha convencido.
Carlos y  Laura son un matrimonio muy amigos suyos y los han invitado.
Elena es chica de ciudad y no se explica como pueden divertirse en un refugio de montaña rodeado únicamente por árboles en muchos kilómetros. Además ella no soporta a Carlos, es un impertinente. Laura es majísima y además es muy amiga suya, pero es que Carlos además de impertinente es un prepotente y tiene una forma de mirar, que a Elena le parece como poco, indecente.
-¿Qué piensas?-le pregunta su marido
-¿De verdad quieres que té lo diga?
Jaime la mira con ternura.
 –Mejor no.
-Yo se que esto no te hace mucha ilusión, pero compréndelo.  Carlos es nuestro jefe y además nos aprecia mucho a los dos, no podía negarme.
Elena no contesta,  pero esta pensando: -Nos aprecia, nos aprecia, sobre todo a mí, (debería haberle dicho a mi marido el  acoso que tengo que soportar).
Lo cierto es que Carlos tiene frita a Elena, incluso un día, medio en serio, medio en broma, le había dicho:
-Deberías abandonar a tu marido y venirte a vivir conmigo. Yo te adoro y  soy  mucho más guapo y más rico que Javier.
Ella ni se había molestado en contestarle, y él en el colmo de la desfachatez, le había dicho: -Piénsatelo.
Elena  siguió con su trabajo, pero sabía que la mirada de Carlos no se apartaba de ella.
Hoy no  quiere pensar en eso. Su marido está a su lado, sabe que la quiere y se merece ser feliz. ¡Sacrificará ese fin de semana!
 
Ya han llegado al refugio, no está mal. Es  de madera y está en medio de un gran  prado.
En la puerta de la cabaña les espera Carlos que les invita a entrar.
El refugio es bonito, esta todo ordenado y limpio incluso el suelo recién fregado, esta húmedo.
Elena se extraña de no encontrar a Laura y la busca con la mirada.
Carlos se da cuenta y como la cosa más normal dice: -No ha podido venir, problemas de última hora, ya sabéis.
-¡Lo que me faltaba!- piensa Elena.
Los tres dan una vuelta por  los alrededores, es pronto para la comida y la mañana invita a pasear. El bosque es espeso. –Mas bien tenebroso- piensa Elena.
Han vuelto al refugio y dan un repaso a los víveres.
Hoy comerán una paella, eso lleva poco tiempo y Carlos propone:-Mientras Elena prepara las cosas tú y yo recogeremos leña. Las noches aquí son bastante frías habrá que encender la chimenea.
Elena mira el recinto. Es cierto, hay una chimenea, dos pares de literas divididas por unas cortinas, una mesa con cuatro sillas y poco más. Cerca de la chimenea, en el suelo se ve claramente una trampilla, - Debe de ser para la leña. ¿O será el water? no lo he visto por ninguna parte.
Esta  a punto de investigar pero Carlos se da cuenta y le dice.- Ven Elena, ayúdanos a preparar unas cuerdas.
Ella piensa que para eso no la necesitan pero no dice nada y sale  con ellos.
Los hombres ya tienen las cuerdas y un hacha. Carlos entra en el refugio y saca una escopeta de caza, -Por si sale algo de caza- aclara.
- Deja tranquilos a los animales.- dice Jaime
Carlos no contesta, se pone la escopeta al hombro y emprenden el camino.
Elena ya ha preparado la paella y decide esperarlos tomando el sol. Saca una manta y la tiende en el suelo.
Se está bien allí, saca el paquete de cigarrillos y enciende uno. Aspira con fuerza- debería dejar de fumar.-piensa.
Cierra los ojos, los hombres no están lejos, los oye hablar.
De pronto la ha parecido escuchar un golpe dentro del refugio. Se acerca pero no nota nada y vuelve a su lugar. No le ha dado tiempo ni a cerrar los ojos cuando siente una especie de lamento. Ella no es miedosa pero ahora se le ha puesto la carne de gallina.
Está pensando si entrar  en el refugio o ir a donde están los dos hombres, de momento no los ve pero, enseguida ve a Jaime que corre, Carlos va tras él y lo atrapa, forcejean y Javier cae al suelo, ese es el momento que ella ve claramente que Carlos coge la escopeta y dispara, Jaime se levanta y luego se desploma y desaparece.
Elena petrificada no puede moverse, respira entrecortadamente no puede asimilar lo que es evidente.
-Dios mío, Javier.
Intenta salir en su ayuda pero es como si el suelo fuese parte de su cuerpo.
Ve como Carlos se acerca pero sigue sin poder moverse. Ya esta muy cerca y Elena puede ver la macabra sonrisa de sus labios.
Un ramalazo de valentía  le hace salir corriendo y encerrarse en la cabaña. Un sudor frío brota de todo su cuerpo. Sabe que viene a por ella, ha echado la tranca, pero sabe que  Carlos tiene un hacha, no tardará mucho en derribarla. No puede pedir ayuda a nadie, el teléfono no tiene cobertura y su marido está muerto. Desde afuera Carlos golpea la puerta sin cesar mientras dice con pasión: -No te escaparas, estamos solos, ya eres mía.
Elena mira aterrada la puerta .Un golpe a sus espaldas le hace volver la cabeza y ve con espanto saltar todos los cristales del ventanuco. Es pequeño, por allí no puede entrar pero tiene la escopeta apuntándola. Eso no le da tanto miedo como la mirada de Carlos. Sabe que no la matará de momento, no antes de lograr lo que lleva escrito en la mirada, eso que a Elena  le da más miedo que la escopeta.
Después de soltar una carcajada que acaba con la poca valentía que le quedaba a Elena, se retira de la ventana y la emprende a golpes de hacha con la puerta.
Ella intenta pensar que hacer pero se da cuenta que no puede hacer nada.
Los fuertes golpes están haciendo ceder la puerta. Los desorbitados ojos de Elena se fijan en la trampilla. Le da igual lo que haya allí, y sin pensarlo dos veces levanta la trampilla y se tira dentro dejando caer la tapa tras ella.
Nota que ha pisado algo blando y con la valentía que da el miedo sigue palpando intentando saber que es. Es ropa parecen toallas.
Los golpes de la puerta  siguen sonando y ella cada vez tiene más miedo, intenta ponerse de pies pero no puede. Sigue palpando por si encuentra algo para defenderse.
Sabe que la encontrara es cuestión de tiempo solamente.
De rodillas sigue palpando por las paredes arenosas. De pronto sus manos  se han posado en  algo. Un grito de verdadero terror sale de su garganta. Está segura que es un cuerpo. Aparta las manos, están viscosas. Ella sabe que lo que tiene en sus manos es sangre aunque no lo vea.
Los pensamientos se amontonan en su cerebro, pegada a la pared tiembla en ese momento se acuerda del mechero, lo saca no se atreve ha encenderlo. Sabe Dios lo que habrá allí.
Los golpes siguen sonando, la puerta  ha perdido varias de sus tablas que han caído sobre el suelo. Elena sabe que no tiene tiempo, tiene que saber que hay allí, logra encender el mechero. Lo que descubre  entonces sobrepasa toda lo que podía haber imaginado. Apoyado en la pared y cubierta de sangre  esta Laura tiene los ojos abiertos y en ellos ha quedado el terror vivido.
Sacando fuerza de no se sabe donde se acerca hacía su amiga. Está muerta, retrocede y se tapa la boca con las manos para no gritar. En ese mismo instante la puerta es derribada y el estruendo casi hace desmayarse a Elena.
-Estoy perdida – piensa arrebujándose junto a su amiga muerta, nota la suavidad de la sangre en las manos, no se ve nada, solo oye la risa diabólica de Carlos que se acerca, y su voz. – Té lo dije, deberías  haber dejado a tu marido, todo hubiese sido más fácil.
¡Serás mía, ya no tienes escapatoria!
 Siente  los pasos él, se acerca.
-¡Qué poca imaginación!- dice al tiempo que abre la trampilla.
Elena le ha visto la cara y las manos, están llenas de sangre.¡La sangre de su marido!
Él sigue riendo  y se agacha para sacarla de allí.- No me obligues a entrar ahí será peor – dice mientras sigue riendo
Elena está incrusta en un rincón no podría moverse aunque quisiera.
Carlos se sienta al borde con la intención de entrar en el pequeño sótano. Elena cierra los ojos y espera lo peor.
De pronto suena un disparo, y después de un grito las piernas de Carlos  quedan colgando sin control alguno.
Unos instantes después alguien arrastra el cuerpo hasta dejarlo fuera del refugio.
Carlos grita desesperadamente.
Javier con la cara y las manos ensangrentadas tiende las manos a su esposa que se presa de un ataque de nervios se aferra a su marido.
 
Javier ha atado a un árbol  a Carlos y después de hacerle un torniquete en la pierna herida, emprende el camino del pueblo más cercano para avisar a un médico y a la policía.
 
 Jaime y Elvira no volvieron jamás al campo. ¡La ciudad era mucho más tranquila!
 
 
 
                                                                                                Antonia Rico.
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Descripción

aquella orrible tarde quedaria en el recuerdo de todos

Palabras Clave: sangre oscuridad miedo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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