Creer
Publicado en Nov 19, 2012
“Necesito creer”. Lo repito en voz baja desde hace varios días. ¿En qué?, ¿en quién?, ¿en qué?, ¿por qué? La incredulidad permanente arrastra consigo no pocos riesgos. Uno de ellos es sistematizar la desconfianza, hacer de ella tanto un método como un fin, y, consecuentemente, convertir en dificultoso –sino imposible– cualquier tipo de vínculo. Así las cosas, se cruzan términos como fe y esperanza que, como la llama de una vela, sostienen un sentido vital, siempre presente aunque inadvertido.
Menudo problema ha impuesto mi inquietud. No sólo se requieren respuestas, también es menester hallar una causa del malestar. ¿Qué es lo que se pretende? El primer impulso no elude un sentimiento de complejo remplazo: la decepción. Una tras otra, las desilusiones no han sido pocas ni mínimas. Cada una, a su modo, gestó dolor, pena y enojo. Y no hubo pedido de disculpas, ni reparos. Nada pudo ser como otrora fuera. Simplemente, fueron marchitándose esas pequeñas y grandes ilusiones, esa confianza enceguecida en el otro. Frente al devastado panorama, la necesidad se entrelaza con el deseo. “Necesito y quiero creer”. Puedo dudar, puedo convivir con someras incertidumbres, puedo exaltar mi derecho a exigir garantías, puedo perdonar faltas. No puedo soportar otra desilusión, pero sobre todas las cosas anhelo y requiero tener la certeza de que ciertos pilares no se quebrarán. No podré tolerar una mirada especulativa, una declaración falaz, un interrogante manipulador. Aunque no puedan ser amigables, necesito palabras esencialmente dignas. Podré soportar las heridas de una verdad adversa, aunque me sublevaré al engaño ofensivo. Son las condiciones que me atrevo a postular, con el imperante deseo de creer y la esperanzada necesidad de vencer al miserable escepticismo que brota cada vez que me detengo ante una mirada.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|