Lupus Maledictus
Publicado en Nov 19, 2012
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I
La penumbra de la noche gobierna eternamente
y la oscuridad se sienta en su trono sintiéndose imponente.
El Sol fue devorado por su cónyuge…
Nunca volverá a amanecer, el reinado de La Oscura sólo prosigue.
Entre la penumbra sólo se oye el sonido del lodo crujir con cada paso.
Con cada paso que da, el vivir logra volverse más y más pesado.
Pero a sabiendas de eso, él sigue caminando… Buscando.
Maldito es entre todos, con hambre vivirá atormentado.
Deambula entre las tinieblas el rocinante lobo sin alma.
Ajeno es a la calma.
Ajeno al amor y ajeno al dolor;
no le importa nada…
De la carne él sólo sigue el hedor.
 
II
“¡Maldita sea La Luna!”
Que satisfecha se regocija
“¡Maldito sea El Sol!”
Que estúpidamente dio su vida por un amor
Entre la oscuridad sólo se escucha el sonido de sus pasos.
Nada más existe en este mundo… Sólo él…
Nada se puede oír, nada se puede ver,
sólo el monótono sonido de sus pies.
El hambre lo consume, mas él nada puede hacer.
Las puertas doradas él jamás ha de ver.
Sólo espera el día en el que ha de perecer…
Perecer y no volver a nacer.
 
III
Un extraño aroma comenzó a inundar el aire,
era algo que su olfato jamás había percibido.
Él estaba confuso e indeciso…
Tenía que seguir ese delicioso aroma o se arrepentiría de no seguir su instinto.
Giró sobre sí mismo y cambió de dirección.
Se alejó del sendero para seguir ese angelical olor.
Y tal como la polilla persigue la llama que da calor,
el infortunado lobo avanzó por un atajo hacia su perdición.
Y La Oscura observa entretenida la escena.
El muy estúpido cree que por ese camino encontrará su cena”
Ríe, se mofa del sendero tomado
porque sabe lo que le espera al condenado.
 
IV
Mientras más se acercaba, el olor se hacía más perceptible.
Era carne, ese olor era inconfundible.
Empezó a correr, quería rápido llegar,
quería por fin con su inanición acabar.
La carne lo tentaba.
Lo llamaba… Lo aclamaba.
Él respondía a su llamado,
pues esperaba ver el reinado de La Oscura por fin terminado.
La Oscura reía ante tan inocente suposición,
no podía parar de reír.
Por ese camino sólo le espera el sufrir”
Y La Oscura tenía razón.
 
V
Entonces él lo vio,
tirado en medio del camino cual perdido navío.
Se veía tan delicioso que no lo podía creer.
Era un pedazo de carne solamente para él.
Se sintió realizado,
exaltado… maravillado.
Esa carne se veía tan bien como olía.
Era tal y como la que había soñado comer algún día.
El hambriento lobo empezó a acercarse hipnotizado.
Se encontraba emocionado, excitado, estaba babeando.
Pero de repente se detuvo, pues se le presentó una visión;
se veía en un espejo, era él… era una gemela aparición.
 
VI
Lo que veía no era un espejo,
no era una aparición.
Era un lobo viejo
cuyos decaídos ojos reflejaban un deseo de destrucción.
Se miraron…
Odio puro recorrió sus respectivas venas.
Gruñeron…
Ambos reclamaban el derecho a la carne que los liberaría de sus penas.
Sabían que no la podrían compartir,
había carne sólo para uno.
El manjar sólo uno habría de ingerir,
el otro sufriría eterno ayuno.
 
VII
El viejo sobre la carne se precipitó,
El maldito no reaccionó, fue muy lento.
Pero no le dejaría ir sin pelear,
su hambre lo obligó a atacar.
El viejo y El maldito ahora se disputaban el delicioso y abandonado manjar.
Sólo se concentraban en más fuerte halar.
Tiraban de los extremos del pedazo de carne con todas sus fuerzas;
ambos añoraban gozar de su pureza.
Pero tanta fue la fuerza de sus tirones
que el trozo de carne salió disparado por los aires
Se alejaba de ellos, de su odio huía.
Ante el acontecimiento La Oscura de risa moría.
 
VIII
Esta vez El maldito sí reaccionó.
Vio su oportunidad llegar y por la carne se lanzó.
Con sus dientes a ella se aferró
y por primera vez sintió en el hocico su sabor.
Su cuerpo se vio invadido por el éxtasis y el placer.
Por un efímero momento, la realidad y el mundo habían dejado de ser.
Sólo existían él y el manjar entre sus dientes;
toda una vida ayunando para ese momento valía la pena.
Quería quedarse así el resto de sus días,
quería sentirse por siempre así.
Cada célula de su cuerpo en deseo ardía.
Alucinaba, no percibió el peligro inminente, pues estaba fuera de sí.
 
IX
El viejo a traición atacó,
sus garras en el vientre del maldito enterró.
El condenado aulló de dolor y el pedazo de carne soltó.
Sin perder tiempo, El viejo tomo la carne y hacia la oscuridad huyó.
Y él se desplomó sobre la grava.
La tierra se teñía de rojo escarlata y su herida sangraba.
Pero a él no le importaba,
el dulce sabor de la carne aún permanecía en su boca.
La sangre era presagio de su fatídico fin.
Sabía que era su momento de morir.
La muerte lentamente su llegada hacía
para ponerle fin a su miseria.
 
X
Ya no podía sentir su cuerpo… No podía sentir su corazón latir.
Ni siquiera el sabor que la carne había dejado en su boca podía sentir.
Ante sus decaídos ojos alucinaciones aparecían;
si hubiera podido, hubiera llorado ante lo que sus ojos veían.
Veía a La Oscura sentada en su trono burlándose de él,
veía Las doradas puertas cerrarse para siempre ante él,
veía al viejo degustándose con aquel pedazo de carne…
Veía ante sus ojos el mundo entero desmoronarse.
Mientras agonizaba, se preguntaba si todo había valido la pena.
¿Valió la pena dar su vida por obtener por fin una cena?”
La respuesta a tal pregunta le fue incierta…
Tal vez creía que dando su vida vería las puertas doradas abiertas”
La Oscura observaba entretenida como el lobo agonizaba,
Celebraba ver su apuesta ganada.
El desino del lobo estaba sellado,
nada más que muerte le esperaba al condenado.
En sus últimos alientos vio una figura que de negro vestía.
La saludó como a una vieja amiga.
Y así como toda llama se llega a extinguir
El lobo cesó de existir.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor Milford F. Peynado
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Descripción

Palabras Clave: Lobo Maldicin Hambre Presagio de muerte Sufrimiento

Categoría: Poesa

Subcategoría: Poesa General



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