Un instante contigo
Publicado en Nov 16, 2012
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Estaba en la clase de griego. A pesar del excelente español del profe no entendía nada. Luego la vi. Era ella, la que en mis sueños más prohibidos aparecía con su lengua hambrienta, con sus ojos llorosos al sentir aquellos golpes en la pelvis. A ella a la que le temblaban las piernas al sentir el explosivo final.
   Regresé a la clase con las palabras "esto viene en el examen". Ya me jodí. Observaba al profesor y él a mí; estábamos artos. Pero teníamos que estar allí. Ella jugueteaba con su pluma y la metía en su boca. La veía y mi entrepierna deseaba remplazar aquel objeto con tanta suerte. Su piel ¿qué tiene su piel que me gusta tanto? No era como la de aquella sexoservidora con la que me había acostado hace una semana. Esta piel era lisa no vieja y con arrugas; suave no áspera y con granos;  sin bello no simulando a enemigos de Hellsing; era blanca y no morena por el sol y la mugre; era una piel que solo aceptaba crema cara, no vaselina. ¿Por qué me acosté con la puta? Fácil, fue gratis.
   Lo que más me gusta de ella es su ternura, su cuerpo de vidrio. Quería rompérselo. Fui al baño para lavarme la cara y tratar de saciar las ganas ¿masturbarme? No. Tenía que intentarlo, sería la primera vez. La naturaleza me ha dotado de habilidades increíbles: puedo detener el tiempo. 
   Así es, podía hacer que todo se detuviera: animales, viento, relojes, personas, todo. Me concentré y activé ese poder y obtuve el resultado esperado. Un tipo estaba tirando basura y esta se quedó en el vacío. Algunos se quedaron con la boca abierta saludando a otros. Los árboles parecían estar hechos de un metal que los mantenía quietos mientras que un balón flotaba en medio de la cancha sostenido por las miradas ansiosas de los jugadores. Pero yo solo quería algo. 
   Me levanté y temblaba de ansias, ella tenía una pierna arriba de la otra sentada en la butaca, azul e incómoda como todas las butacas. Llevaba puesto unos jeans pegados que dejaban ver sus piernas no de modelo sino frágiles y tímidas. Sus ojos azules me veían y yo tenía mis ojos en sus apenas notables pechos chicos y blancos, sencillos y al parecer duros. Un arranque de desesperación me indicó que arrebatara su blusa de tirantes, pero no era una cualquiera y no debía dejarla sin qué ponerse cuando "despertara". Con mis largas manos toqué sus pechos. Yo estaba hincado como el que pide piedad. Seguí tocando y viendo sus ojos que parecían entender lo que pasaba. La tomé en mis brazos y la acosté en el piso. Le quité la blusa con cuidado y mi respiración se agitó. Su abdomen era totalmente plano y su ombligo era apenas una marca, como donde se mete la llave en un candado chico. 
   Levanté sus brazos y saqué por completo la blusa y el sostén se levantó dejando ver aquellos pezones chicos, como hermosos lunares que se levantaban un poco por el frío del suelo. No le quité el sostén, se lo dejé de collar. La besé. Empecé por su vientre y lamía el centro de su cuerpo, estaba como quien le llora a alguien acostado en su pecho. Seguí lamiendo, suaves círculos y luego de arriba abajo. Mientras la besaba en el cuello le desabroché el pantalón. Me fui hasta sus sandalias las cuales quité con cuidado. Jalé el pantalón y se dejó ver una hermosa pieza de lencería. Pasé mis dedos por los pies, no dejé lugar que no conocieran mis manos. Me quité toda la ropa, mi virilidad yacía tensa y firme. Alcé su pierna hasta mis hombros, le puse las manos en la cabeza y busqué la entrada con el palpitar del centro de mi cuerpo. Cuando la encontré entró de golpe, estaba áspero pero pronto se convirtió en algo cálido y húmedo, no como mi mano áspera dura y fría. Toda ella retumbaba cuando la embestía. Tiempo después (no digo cuánto para evitar prejuicios) sentí el temblar de mis piernas y apreté los dientes. Tum, tum. Sentía que el corazón estaba debajo de mi abdomen. 
   Después de verla me desagradó. Me salí y me puse la ropa. Sentía un desagrado y un rencor hacia ella, me daba asco. La vestí sin ganas y la senté. Traté de acomodarla como estaba. ¿Y si queda embarazada? Jamás sabría de quien era, a lo mejor y hasta un milagro andaría pensando. Me senté  en mi lugar y copié lo del pizarrón, pensé en robar...no, no soy un ladrón. Parpadeé y todo volvió a la normalidad. Ella se alarmó y volteó para todas partes. Se levantó para ir al baño, supongo, pero cuando giró la perilla me observó por un segundo, fijamente me vio y luego salió.
 
El profesor me vio y yo lo vi; los dos estábamos artos. 
JC 
 
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Foto del autor Juan Carlos
Textos Publicados: 3
Miembro desde: Nov 16, 2012
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Descripción

Cuento erótico fantástico. La fantasía de todo hombre en la escuela.

Palabras Clave: erótico fantástico sexo poderes

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasía



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