En el refugio de la noche,
escapo de la realidad.
Me encuentro solo,
velando la cripta de tu recuerdo,
solo en este mausoleo,
que únicamente expresa el amor de una forma material.
 
¡Qué felices somos los que conocemos el dolor,
presuponiendo que sepamos ocultarlo durante suficiente tiempo!
 
Completa soledad,
mi único deseo: escapar.
La falta de luz y sonido evoca tu recuerdo,
el amor que una vez pudo sobrevivir a la más
densa y cruel tiniebla del ser.
 
749 días ha estado mi alma
al servicio de la pasión,
néctar mortal: banquete de sangre.
 
Frente al espejo declamo tu nombre,
articulo tu nombre con estos labios fatigados,
fatigados de tanto esperar.
¡¡Declamo tu nombre
para que tu recuerdo vuelva
del bendito silencio
de esta sagrada cripta!!
 
¡¡Dichosos somos los que podemos elegir nuestra muerte!!
¡¡Dichosos seamos,
los que hemos sido destruidos por nuestros anhelos
y el egoísmo que intentamos traducir en afecto!!
 
Ya en el crepúsculo del sueño,
se acerca un cortejo de sombras, espectros,
cuya silueta es apenas visible
en la negrura eterna de la noche.
 
Precipitan lluvia sobre nosotros,
proyectando, por fin, sonido alguno sobre este recinto.
Creí que la lluvia limpiaría mi penumbra,
pero solo me cubre en un aégis de confusión y sufrimiento,
haciendo eco, con cada gota que cae
de esta tormenta en las pupilas marrones.
 
Poseído por el temor y la vergüenza,
pierdo mi voluntad, ahora pertenece
completamente al deseo de ver tu sonrisa
y la luz de tus ojos de nuevo.
 
Es entonces cuando la realidad vuelve,
y rompo el espejo por el miedo y la esperanza
de que  jamás sea capaz
de recordar tu rostro olvidado.
 
El cortejo se desvanece,
junto con las ruinas de mi memoria
y la esencia de lo que me hacía realmente humano.
Fui muy débil... ya no podré velar tu sepulcro.
Me encuentro fuera de espacio,
fuera de tiempo...
 
Empieza una nueva tormenta en las pupilas marrones,
mi voz, apenas susurra el himno de la vida.
Entro en un sueño seductor,
donde mi cariño hacia tu corazón sigue intacto
y el más fino de los deseos es el tocarte.
 
Suavemente, la oscuridad se hace absoluta,
el frío de la noche embriaga mis pulmones
Ya no hay tristeza, ni dolor,
solo insensibilidad.
 
Recibo a la muerte
con inigualable regocijo,
ya que ella me ha unido a tí...
para toda la eternidad.