Oculta entre la multitud espera paciente su oportunidad, revisa su apariencia, cada detalle debe ser perfecto, es importante pasar inadvertida entre la manada. Solo espera, no debe bajar la guardia, el momento llegará, se lo dice su sangre burbujeante, deseosa de sentir el placer de atacar su presa. Espera un descuido, tarde o temprano alguien cometerá un error fatal y alli estará ella para sacar provecho, y liberar esa fiera sedienta de sangre que le quema las entrañas y puja por liberarse de ese estúpido disfraz. Pero es preciso guardar las apariencias, el éxito de su plan depende de ello.
Observa a su alrededor, nadie parece percatarse del peligro que los acecha. Los mira con desprecio, idiotizadas por la rutina, agachan la cabeza en el colmo de la sumisión y se dejan llevar sin el menor rastro de voluntad. Olvidan las reglas de supervivencia, jamá bajar la guardia, confían demasiado, ¡pobres ingenuas!
Ella se deleita en la estupidez del rebaño, anticipandose al festín que se dará. Prepara sus garras, y adopta la posición de ataque...solo por unos segundos, pero se detiene. Respira lentamente para recuperar el control. Con el cuerpo tenso como una cuerda de arco, la reina del engaño sigue a la manada, simulando ser uno de ellos, sabe que su sacrificio tendra una merecida recompensa...cuando llegue su momento.