Cuando yo vea una gallina, auténtica gallina calarqueña comedora de lombrices y ponedora de huevos, de aquellas que día tras día se aproximan a un suculento sanchocho quindiano hecho con leña, leyendo con atención a Derrida, Lacan, Irigaray, Kristeva o Baudrillard, entonces consideraré que todos estos y otros con discursos semejantes, tienen algo importante qué decirme. Miraré el mundo y la sociedad, la cultura, el lenguaje, desde sus puntos de vista. Creeré, observando con respeto y admiración a la concentrada gallina, que cuanto dicen en sus libros tiene alguna validez.

Pero en particular cuando la gallina sea capaz de explicarle a otras, en el gallinero, cuanto leyó. Entonces, sí. Sí y solo sí, como diría cualquier aficionado a las matemáticas.