Manos en el agua
Publicado en Sep 18, 2012
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¿Lo sentiste? ¿Sentiste este beso sobre tu cuerpo muerto? Después de besarte en la frente arrojé un montoncito de tierra en donde yacías. No sé bien por qué, lo habré visto en alguna película . Fue un impulso llevar la mano hacia la montaña de tierra y arrojarla sobre tu tumba. Espero que no sientas. Espero que no sufras. Espero que haya un más allá y que nos reunamos algún día. Puede pasar que te quedes sin pensamiento,  que pases por un filtro, y la ceguera quizá te nuble el dolor al salir de este plano. Nadie recuerda su reencarnación anterior. Yo no estoy seguro de eso de que somos energía y de que el alma entra en un ciclo  de reencarnaciones hasta que se va con Dios, con Krishna.
Pero lo quiero creer.
Ayuda creer.
Y no quise cargar tu cuerpo muerto, perdoname.
No pude agarrar la pala y hacerte un lugarcito en la ochava de mi casa. Por esto digo: gracias, viejo.
No pude, estaba empastado y se me doblaban las piernas.
Clonazepam,  pregabalina., clozapina…  No me dejaron muy bien, Y justo son las cosas que tomo para no volverme loco. Pero, por supuesto, excedí la dosis. Puedo caminar agarrado de las paredes. Además, repito las palabras mil veces con el teclado y las borro porque me quedan desordenadas. Traten de ver la esencia, me cuesta escribir esto. No sé qué me pasa que solamente puedo leer cerrando el ojo izquierdo. Será el mareo del mambo que tengo encima.  Lo primero, lo fundamental, es que se murió mi perro que tenía hace catorce años. Y también, por supuesto, la soledad, y el amor. Todo se va marchitando o se desgasta y te deja roto.
Menos los edificios, que permanecen.
Menos los carteles de minas en bolas, o simplemente publicidades de MacDonald’s, que permanecen.
Menos el cemento de las plazas, que permanece.
Menos, en algunas plazas, los árboles que parecen tener mil años.
Menos los trenes que chocan o se pudren. Que se reciclan. La vida no. Dicen que entendés mejor el tiempo cuando entendés el tiempo de las plantas. Y, también, dicen que una forma de entenderlo es a través del opio. Al menos Jean Cocteau lo  comprobó, antes de pasar por  una desintoxicación violenta en una clínica en no sé qué parte de Francia.
Es curioso pensar que en algún lado tenés una reserva de lágrimas para cada persona, para cada animal que se va.
“Siempre el amor pasado es doloroso”, decía Dolina. Hay personas que no saben que hay cosas que mueren y junto con estas mueren otras también. Con mi perro se me perdió una parte del corazón, y esa falta será eterna aunque los años cicatricen un poco la herida. Con la muerte de mi perro se irán algunos recuerdos. Todo porque la defensa en estos casos es reprimir recuerdos. Cuando te olvidás de lo que fuiste, dejas de ser lo que fuiste, esa es la cuestión importante. Así que cuidado con esto. No te dejes morir aunque la cloaca del mundo desemboce en todo tu cuerpo. La eutanasia es el último recurso. Cuando la persona o el animal están en un grito, pidiendo que los lleven, no sé, a algún lugar, sí. Cuando piden cómo pueden morirse, qué se yo. Pero lo de mi perro fue muerte natural, eh. Me gusta creer que murió dormido.
La otra cuestión que me ata de alguna forma al pasado es que me da  miedo volver al pueblo en donde pasé lo mejores años de mi vida, mi infancia en un puerto, porque yo no soy el mismo, y entonces el lugar tampoco es el mismo. ¿Será igual el frío en la piel y el sol que da de lleno sobre todas las casas? Quizá busque cosas que no encuentre. Quizá tocar el agua del muelle viejo no me produzca la sensación que ocurre en mi mente. Quizá tampoco el agua del muelle nuevo (me acuerdo del barco Coreano que encontraron pescando en aguas argentinas y al estar detenido lo abrieron al público). Tal vez tampoco la del “Frigorífico”, como le decían a una playa que estaba a diez minutos en auto, desde donde se veía una esquina del pueblo. O puede que lo haya soñado. Para mí se veía  a lo lejos. No estoy seguro de muchas cosas.
O quizá todas esas sensaciones sean incluso mejores.
Sueño mucho con ese puerto. Sueño que vuelvo y el lugar es mío otra vez. No voy a ser un turista, simplemente alguien que vuelve después de unos cuantos años, de un largo viaje. Necesito ese viaje. El tiempo y la vida me arrebataron amigos, pero al menos en este momento no importa tanto. Ahora estoy pensando más en lugares que en gente. Lloro por mi perro, nada amás. El duelo va a ser terrible.
Hay frases que te vuelan la cabeza. Si no te pasó es que no encontraste el libro adecuado, o el disco adecuado. Y yo me acuerdo cada vez que pongo las manos en el agua, cada vez que abro la canilla para mojarme la cara y afeitarne. “¿Cómo es que puedo tocarme las manos?” dijo “el flaco”. Como es que puedo sentir mis propias manos como si fuera algo ajeno. Pasa con todo el cuerpo también. A mí me pasa cuando me ducho: siempre que siento el agua que me toca y me acaricia el cuerpo me acuerdo de eso. Por eso una ducha es siempre reparadora.
Hace un ratito hablé con mi psiquiatra (sí, hoy domingo le hinché las pelotas) y lloré un poco, fue un llanto contenido. Intenté todo lo que pude que el llanto quedara en mi garganta, en ese nudo en donde se concentra la angustia. También ocurre en el corazón. Será  un cliché o una frase cursi, pero créanlo, también es algo orgánico.
Y con esta cuestión de ¿cómo es que puedo tocarme las manos?, me hace pensar siempre en el agua.
En la manos sobre el agua.
Sé que hablo de mi texto en el texto mismo ¿Metalingüística le dicen? Lo que ocurre
 es que me estoy tomando un té, y al pensar vuelvo sobre las mismas cosas. Esta es mi condena, no poder silenciar aunque sea un poquito mi cabeza. Y tanto pucho me va a hacer mal, me deja sin hambre, ya lo sé, y puede que sea verdad que también me roba un poco de vida. Sin embargo, quiero seguir con esto.
Sería qenial que todos pudiéramos recordar el momento en que tocamos el agua por primera vez.
El agua te toca sin dejar espacio, es un amante excelente. Yo diría que es el mejor.
Y así van pasando las etapas, el niño parece perderse en algún momento y alguien automatizado y frío lo reemplaza. Puede que en el medio, en la adolescencia, esa época experimental y llena de frustraciones y de pendejos buscando la guerra no sea tan mala. El cliché, en este caso, sería “fue como una primavera”.
Y así fue mi infancia, como una primavera eterna. Aire fresco y sol en el Sur.
Y entonces de tanto pensar en esto, en mi infancia, me creó una especie de competencia. Lo que ocurre es que compito con mi recuerdo. Si te acordás de algo muy lejano y te acongoja, es que ocurre esa especie de competencia.
En algún momento, creo que al terminar la secundaria, estuve a punto de volverme loco, y lo raro de esto es que me salvaron personas, pero no cualquier persona, sino mis viejos, mis hermanos, un amigo y mi psiquiatra, que después de cuatro años se volvió como una especie de amiga con muchas respuestas para muchas cosas.
Sin embargo, hay cosas a las que solamente uno puede acceder.
Y quién sabe dónde buscar. Quién sabe cómo evitar lo que todavía no ocurrió, aunque lo intuya. Acá, en Agentina, la gente piensa con el mate y el pucho, y yo creo que no es menos digno que los chinos rastrillando sus jardines Zen.
Algunos contemplan el mar. Y algunos incluso caminan hasta donde les cubre la cabeza y se dejan morir.
Algunos contemplan el amanecer.
Algunos miran que verdaderamente las hojas son del viento, como decía, reitero, el flaco.
Tratás de ver y tocar cosas tangibles y entrar un poquito al mundo, aunque sea. Las plantas en esto son fundamentales. No sos dueño del mundo, el mundo es dueño de vos, y hay que encontrar la forma de convivir con él.
Agarrá una flor y deshojala, igual tarde o temprano va a marchitar,
Juntá un poco de pasto y sentí el olor.
Respirá cerrando los ojos y situate en el presente, cosa fundamental. Hay que intentar situar la mente en el presente,  tratá de situarlo en el lugar que le corresponde: el ahora.
Y el agua.
El agua es fundamental. Cuando entiendas al menos parte de esta liberación en que se convirtió mi texto, evitá, a toda costa tomarlo como si fuera un intento de manual. Se trata de mi propia experiencia.
Por otro lado, algunos se drogan y evaden la realidad. Pero con esto ocurre una cuestión delicada de la que hay que hablar. Creo en esos que lo hacen para soportar la realidad, y no “evadirse” de ella. Conmigo ocurre que de tanta pasta, de tanto desamor, de tanto ver mierda, la sensación de irrealidad me acaricia los hombros y los brazos (créanlo o no) y me invita.
Dale, pibe, volvete loco.
Dale, pibe, volvete loco.
Dale, pibe, volvete loco.
Por favor, pará. Por favor, pará. Y uno se pone los guantes y adivina al esquivar, y falla al recibir los golpes.
Esta vez pudiste, el puntazo en el corazón me puso de rodillas ante el mundo, pero no morí. Todavía puedo tocarme las manos y ponerlas bajo el agua.
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Foto del autor Ivan
Textos Publicados: 2
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Descripción

Se muri mi perro despus de catorce aos, y para evadirme me puse a escribir otra vez. Haca tiempo que no lo haca. Pero necesit encerrarme en mi habitacin y escribir. Sali de una, sin pausa.

Palabras Clave: muerte

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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