Para Leidy Mar, amiga en las gotas y en los oleajes


¿Cuánto tiempo llevaba caminando?
En ese monótono paisaje de escalinatas, graderías sin horizonte  ni comienzo, nada permitía averiguar qué año, mes o día eran. Escalinatas horizontales, verticales, circulares, trapezoidales, esféricas, cúbicas, triangulares. Angostas. Anchas.  Unas sobre otras o en interminables líneas sin horizonte alcanzable.

 Al final de los millares de escalinatas que anduvo sin ninguna meta, sin acomodo alguno, encontró la salvación: una puerta. Esa puerta entornada en mitad de los peldaños. Por fin algo disímil en el fantasmagórico paisaje de millares de escalinatas cruzándose, entrecruzándose, traspasándose, formando laberintos. Puertas trocadas en calles, avenidas, barrios, pueblos o ciudades.

 Delante de sus ojos, un ilímite paisaje de solo puertas en toda dirección. Puertas de todos los tamaños y formas. De todos los colores y materiales, abiertas hacia otras puertas.
No iba a ser fácil el camino pero ya estaba acostumbrándose. Entró, resignado.