CONVERSACIONES DE UN PERRO
Publicado en Aug 18, 2012
Prev
Next
Image
Aquí llega otra vez el señor de la casa. Vuelve de trabajar. Está enojado. Se nota por sus gloriosas quejas y porque, enardecido, alza sus brazos y ensancha su cuello. Sus ojos revelan por anticipado lo que pronto dice con palabras; ellos están salientes –como fuera de órbita– a pesar de la fuerza que hacen sus cejas para hundirlos.
Él es mi maestro en lo bueno y lo malo. Además, no siempre es así. Pero yo estoy feliz por su regreso y no puedo evitar demostrárselo, así que allí voy…
 
¿Podría, acaso, haber esperado otra cosa que no fueran insultos y golpes? Cualquier pequeño movimiento con mi cola, cualquier ruido insignificante producido por mi boca –aún lamiéndome–, cualquier mirada, le parecen ocasiones oportunas para darle esplendor a su furia. Aunque dentro de un rato se le pasará. Sí, y me va a llamar con un silbido inconfundible al que voy a responder de inmediato llevándome todo por delante, torpemente, como si fuera una orden más que un llamado; una orden que he de esperar con ansiedad.
Se demora. Está sentado en ese odioso sillón por el que ya me he ligado varios castigos, y ciertamente, ahora mismo quisiera morder la madera de sus patas, tan cortitas, ridículas, tan soberbias…
 
Ya comenzó a hablar. Gesticula, grita, se enoja y a veces también ríe; se contesta a sí mismo –pero al menos es sincero– y se contradice. Se reta, se para camina y se vuelve a sentar, una y otra vez.
Está ansioso, de eso creo que… no hay dudas. Me acurruco muy despacio a sus pies y lo miro desde abajo como rogándole calma, pues esa mujer a quien le habla no está. No existe. Y es natural, porque no se puede obtener lo que no se busca, mi amigo, sentado en un sillón toda una vida reprimiéndose, por lo menos, la mínima oportunidad de ser feliz.
¡Ah! Si pudiera decírselo…
Nuestra vida es difícil y ni siquiera podemos cambiar la rutina. ¿O deberíamos, tal vez, permutar nuestras vidas? Ustedes envidian nuestro ocio y nosotros sus libertades –por ejemplo–: para salir a la calle cuando quieren y cuanto quieren, o para comer cuando sienten hambre, sin importar la hora. Creemos que ya es suficiente esfuerzo aceptar lo establecido, lo que nos ha tocado vivir, y que además, ese esfuerzo es necesario para sobrellevar nuestras monsergas de la mejor manera posible. Eso parece alimentar nuestra esperanza, y cuando desaparece, todo se apaga quedando solamente restos de huesos y cenizas.
Muchas veces confesaste no comprender a la vida, esta vida, tu propia vida; pero ¿te habrás preguntado alguna vez si ella te comprende a vos? ¿Qué hiciste con ella? Tu única respuesta no ha sido otra cosa que echarte sobre ese sillón, y quejarte; y llorar. De modo que, es evidente querido amigo, aquello no es una posible respuesta ante esta vida. Y como prueba de ello, bien se puede considerar que hasta un perro –como yo– se de cuenta. Para colmo, me has domesticado a través del miedo. ¡Nunca una palabrita tierna para mí! Encima, me has preguntado infinidad de veces, con el diario enrollado en la mano, porqué te tengo miedo, al tiempo que huyo despavorido para esconderme detrás de alguna puerta y espiarte con un ojo, temblando. Como si yo fuese el culpable de tus fracasos.
Ya me ha tocado escuchar quejarse a muchos conocidos tuyos sobre esta vida cuando me los he cruzado, o mejor dicho, no me los he cruzado, porque vinieron a mí, aquí, en mi propia casa –porque esta también es mi casa–, y honestamente confieso que puedo ver lo que les sucede en sus propias casas, puertas adentro, porque sus rostros lo dicen todo. Hurlen a infelicidad; a encierro. Ello probablemente sea el motivo de esas quejas. ¡Son como vos! Son quejas que se juntan en una sola voz y, por lo demás, nadie las cuestiona. Ven en los demás, como una montaña de defectos, lo que no ven en ustedes mismos. Así, lo único que logran, es que nosotros –los animales–, miremos con gran consuelo el hecho de no ser humanos, porque seguramente, de haberlo sido, también hubiéramos caído en los mismos laberintos que ustedes. Sin remedio.
Cierta vez, uno de tus amigos, en un acto de total desvergüenza, me miró fijo y dijo en voz alta, –seguramente a sabiendas de que yo no podía responderle–: ¡Vos sí que no tenés problemas eh! Te dan de comer, te sacan a pasear, dormís todo el día… ¡Vivís como un rey!... Y luego de eso, se comportó como si yo no estuviera. Mis ojos parecían haberse afinado y hasta juraría que se habían tornado de un color azulado por la impotencia. ¡Tenía tantas ganas de morderlo!… Pero me contuve; asumí el dominio de mi carácter para no responderle, al fin y al cabo ¿para qué? ¡Si ese pobre tipo jamás podría llegar a entenderme!
Sin embargo, reconozco que me hizo sentir indignado. Tanto fue así, que me quitó el hambre. Otra vez a juntar angustia.
Es evidente que tu amigo desconoce algo importante: sin dudarlo cambiaríamos todo eso, –almenos por un día–, por un poco de afecto. Si nos contenta una sonrisa, ¡cuánto más una caricia!
Pese a eso, hay cosas en las que bien podríamos estar de acuerdo: uno pierde mucho tiempo en determinados arreglos para luego hacer lo de siempre: nada…
Se puso de pie. Lo sigo lentamente como si lo ignorase, pero advierto claramente su intención, ¡y de nuevo esa botella! Ahora comenzará a llorar, me va a invitar a subir al sillón y me pedirá perdón por haber sido tan duro conmigo. ¡Vos sos el único amigo que tengo!, me dirá con su rostro y yo me rasco contra el piso hasta sacarle chispas por la bronca de verlo morir allí sentado, hablando solo hasta apagar su voz para siempre, y con la botella acostada sobre la alfombra.
Todavía me acuerdo cuando, hasta no hace mucho, al volver de tus trasnochadas salidas, me decías: «Cuando amanezca te voy a dar tantos rebencazos que vas a maldecir haber nacido»… Y todo porque yo –sin poder contenerme– había hecho pis dentro de casa. ¡Sí vos no me sacabas a la calle! Me pregunto si alguna vez te diste cuenta que no podía dormir mirando a través de la ventana, tratando de saber cuando saldría el sol para ser castigado…
Y ahora te lloro, acá, solo como un perro…
Se ha resignado a ser un incomprendido. Entonces, descubrió que era más fácil partir primero. Sin embargo, huelo su silencio. Y es que tampoco me di cuenta de haber gastado mi vida.
Ya nadie escuchará esa voz, viejo amigo. Es como si no hubieras estado en este carril; o como si hubieras estado perdido, en un mundo deshabitado.
Página 1 / 1
Foto del autor Gustavo Milione
Textos Publicados: 148
Miembro desde: Apr 02, 2010
6 Comentarios 562 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

Relato de un perro sobre su "amo" y la raza humana.

Palabras Clave: perro reflexiones

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: S

Derechos de Autor: Gustavo Milione


Comentarios (6)add comment
menos espacio | mas espacio

Verano Brisas

Apreciado Gustavo: Tienes muy buena vena para la prosa y vale la pena que continúes deleitándonos con ella. Un abrazo.
Responder
September 21, 2012
 

Gustavo Milione

Caramba amigo Verano! Muchas gracias, sos -en verdad- muy generoso con mi escritura. Debo continuar trabajando duro para mejorar. Pero asimismo, tus palabras ayudan a seguir adelante. ¡GRACIAS!
Responder
September 23, 2012

Javi Carvajal

tengo tres perros y si que toleran mi caracter, espero que no terminemos así ...
gustazo.
Responder
August 19, 2012
 

Gustavo Milione

Nooo!, Javi. Por favor, no dejes a tus perros sin su amo, pues así termina este relato... ellos, no pueden enterrarnos. Un abrazo Javi.
Responder
August 22, 2012

Guille Capece

Tu cuento esta lleno de ternura; es lo que nos despiertan estos animales,
pero tu sabes cómo traducirlo en palabras; felicitaciones
Guillermo
Responder
August 19, 2012
 

Gustavo Milione

Amigo Guille! Tanto tiempo... como siempre muy agradecido por sus comentarios tan alentadores. Un abrazo.
Responder
August 22, 2012

Eliza Escalante

que querran decirlos ellos cuando nos miran
Responder
August 18, 2012
 

Gustavo Milione

Quizás, Eliza, digan algo similar a lo que he escrito... es una pequeña posibilidad.
Responder
August 22, 2012

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy