Ya no seré tu malestar prometiendo la cura,
me morderé la lengua si son tus designios,
ya no te acosaré para brindarte sombra,
atenderé a tu orden de no salvarte si estás en peligro.

Desgarraré mis cuerdas vocales
para no hablar nunca más de nosotros,
juro sobre lo que nos separa
que no habrán noticias de cercanía.

Siempre supuse que terminaría así,
se detestan a las caricias por adornar la piel,
usurpan sustituyentes sobre las feromonas
en segundos tiempos para olvidos sepultativos.

Las muecas no pertenecen a escenas de teatros,
evocan el real reflejo de incomodarse con alguna presencia.

Se supone que ya no vivimos en la misma ciudad
si nos cruzamos en la calle fue una maldita coincidencia,
así que mirando a los lados hemos triunfado sobre alguien más
que descolore la tentativa de girar en ciento ochenta grados.

A ella no le molestaría que eso sucediera,
tiene tanto amor que le alcanza para consolarse a si misma.

Sabía que al final yo perdería la razón,
lo mío son negros y blancos, no creo en los grises,
junto a su perpetuo silencio que grita a todo momento
ideamos una conclusión tan cruel para ignorarnos,
pero entre más lo pienso caigo en cuenta
de que ella festeja de haberme perdido
y ni un malentendido sexual la hará regresar.