En una aldea  de Marruecos, próxima a Casablanca, Fátima, en fecha de parir, comenzó a sentir dolores agudos. Llegó al hospital, temerosa, en  soledad y desamparo. Los relatos  y comentarios de mujeres,  que como ella, aguardaban ser atendidas, aumentaron su temor.  La gota  que colmó el vaso, fue  la muerte de una  parturienta a la que se le practicó cesárea y  el llanto y los gritos desagarrados  de familiares y amigos.
Fátima salió a la calle y  de ahí no paró hasta su casa. Lo extraño era que ya no sentía dolores. Tampoco los sintió en los días siguientes.
Poco a poco se acostumbró al pequeño bulto que llevaba en su vientre, como a una extensión de su propio cuerpo.
En las noches, elevaba una oración por su “niño dormido” que según una creencia local, “salva el honor”de las mujeres solteras, como ella.
Pasó el tiempo. Hace pocos meses, Fátima, una anciana de 75 años, comenzó a tener fuertes dolores y  volvió al hospital. Se le hizo una prueba de ultrasonido que detectó un embarazo ectópico, es decir fuera del útero. Lo inusual era haber pasado tantos años sin que su cuerpo, rechazara el feto muerto ni  que esto le causara mayores complicaciones.
La intervinieron  y extrajeron  el feto calcificado.
 Los “ niños de piedra” como el de Fátima, son excepcionales. La historia de la medicina, registra 290 casos en todo el mundo.