Colombia soberana
la de hombres con agallas
que luchan hasta el trasnocho.
Tienes las ojeras pardas del café.
Allí nació mi abuela más querida
en la ilustre Pie de Cuesta.
Cerca de la prominente Bucaramánga.
Tengo raíces tuyas en las extremidades.
Estás en mis sueños y hasta en mis uñas.
Patria que luzco como un anillo inmaculado.
Lugar donde Gabo sembró dinamita en el lenguaje.
Oyes y sientes como una amiga íntima.
Los ominosos cláxones de la guerrilla
te han bombardeado por décadas:
Más tú les respondístes aromándolos
a solos de fusil.
Son cadillos atrocez
que se prenden a tu hermosa falda:
Ya has diezmado y despegado muchos.
Preciosa mujer que siente sus jolgorios:
A sabiendas de que te amenezan
bailas al sesgo de un zumbido dulce.
Cuando vuelo a Bogotá y regreso
mi espiritu y mi corazón
se quedan abrochados al Museo del Oro.
Tienes un yelmo de hojas en verdor
y una vara que bates con eficacia
contra atorrantes y embaucadores.
Eres cándida y sólida:
Tu frente va en alto ante las tragedias.
Tu talante revela una honra que jamás perderás.
Las habladurías caen como deslave
sobre tu gente simple y cariñosa:
Más te defenderás a cañonazos.
País verde donde la guayaba es hechura divina
y sobran el pan de Yuca y las almojábanas.
Tendido en la sudamérica olvidada
eres el mejor ejemplo
de una madre tenaz que lucha por los suyos.