Pares o nones (Diario).
Publicado en Apr 20, 2012
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Era un juego super chévere. No apto para niños propensos a los súbitos paros cardíacos pero super chévere si tenías tanto corazón como fe suficiente para apostar a un cincuenta por ciento para ganar y un cincuenta por ciento para perder. El lote de cromos, escondido en la palma de la mano cerrada del apostador, tenía el gancho suficiente como para ser un upper cout para la curiosidad. Se despertaba la curiosidad en nuestros latidos infantiles y el apostante se lanzaba como un kamikaze de la ingenuidad a dar una respuesta con cincuenta por ciento para ganar y cincuenta por ciento para perder. 
A la voz interrogativa de pares o nones respondía la otra voz afirmativa con pares o con nones y entonces se abría la mano opresora de aquellos surtidos variados de cromos de todas las colecciones habidas por aquellos entonces y comenzaba la cuenta lenta... parsimoniosa... hasta con la ceremonia de todo el latir de los "mirones" anunciando que ibas a ganar o ibas a perder. El momento supremo se acercaba...
El final del recuento del lote de aquellos surtidos cromos resultaba el punto máximo de la arritmia de los corazones del apostador y del apostante. O ganabas o perdías. No había un término medio ni había ninguna neutralidad posible. O salían pares o salían nones pero todos nos quedábamos con el aliento inesperado de ser ganadores o ser perdedores. Era la mejor manera de llevar a casa un buen lote de tanta variedad de cromos que, de repente, te encontrabas con un guerrero de la tribu de los siux, un arcabuz de pirata de los mares del sur, una bandera de algún país como el de Nepal, un par de escenas de la película de la minas del rey Salomón, algún futbolista que otro quizás del Real Betis Balompié o... por qué no... del Granada Club de Fútbol, alguna mariposa rara de mil colores, dos o tres artistas de cine que si eran femeninas daba gusto tenerlas entre tus manos o, si eran masculinos, los dejabas en alguna de las mesas del comedor, un animal feroz como el guepardo o el leopardo (era difícil distinguir entonces cuándo se trataba de un guepardo o de un leopardo si no tenías el álbum donde te lo aclaraba) y un largo etcétera más de variedades de cromos de colecciones a veces muy conocidas o a veces sorprendentes y casi desconocidas.
Pares o nones. La cuestión no consistía en hacer raíces cuadradas o cúbicas, ni tampoco utilizar las leyes de las probabilidades matemáticas de sacar un número par o un número impar. La cuestión era mucho más sencilla porque no venía impresa en ninguno de los libros que estudiábamos a marcha de martillo pilón atormentándonos las sienes para poder aprender cosas. La cuestión sólo consistía en que al abrirse la mano prisionera de los cromos y comenzar el cuenteo de éstos, el monosílabo sonsonete de la cuenta determinase, al final, si habías ganado todo el lote de aquel surtido y variado variopinto de los cromos de aquellos entonces o si tenías que sacar de tu propio bolsillo tantos cromos, también surtidos variados variopintos, y acoquinar tantos como habías apostado. 
Cuando ganabas, una luz se encendía en tus pupilas y llegabas a casa con ganas de arrojar la cartera sobre la cama y tumbarte sobre la colcha para ir mirando, uno tras otro, todo aquel caleidoscopio de cromos que te hacían soñar con tantos mundos imaginarios que se te convertían en realidad todas tus fantasías. Y si era necesario perder de vez en cuando te quedaba la esperanza de que al día siguiente no sólo recuperases todos tus cromos perdidos sino que, acompañado de la suerte suprema del dedo del Destino, aumentar tu ya abigarrada y variopinta colección de cromos variados que te hacían soñar... soñar que estabas en otra dimensión ajena al mundo de los hombres mayores que sólo sabían hablar de cosas serias pero sin importancia. 
Lo importante, lo verdaderamente importante, era tener suficiente corazón y suficiente fe como para poder sonreír ante el triunfo o saber aceptar la derrota siempre con una ligera sonrisa y con la esperanza a flor de piel. Pares o nones. Juego que no dejaba a nadie indiferente porque nadie podía ser neutral como si fueras un reloj suizo. No. Los minutos del cuenteo de los cromos no era cuestión de reloj suizo sino de esperar a que el dedo del Destino te señalase que habías ganado un buen número de cromos como para seguir aumentando tu caudal de sueños o si debías de esperar a otra más feliz mañana para resarcirte de las pérdidas.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Página de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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