Al Diego... Fijate vos qué día y en qué momento se me ocurre pensarte. No estás, no has estado nunca – no lo estarás – ni en el más escondido rinconcito de mis mejores sentimientos. Si acaso, alguna vez, tu nombre ha subido hasta mi boca fue para negarte, para intentar bajarte del pedestal en que tantos te pusieron, te siguen poniendo. Te dejás poner. No me importa lo que hiciste; no me importa tu aura de intocable ni tu arrogancia de pretendido genio; no me importa tu egolatría ( “Yo, el Diego...” ¿quién se lo hubiera tolerado a otros...? a los que, de verdad, dejaron su vida por la humanidad...?) Antes bien, te aborrezco por todo eso... Siento que la sola mención de tu nombre en la boca de los que amo o de aquellos cuya formación escolar depende de mí es como un golpe bajo, un insulto. Porque representás lo opuesto de lo que yo quiero inculcar. Porque siento mentirosa tu trayectoria de la Nada al Todo. Porque no guardaste un resto de humildad con la cual fortalecer tu imbancable poder de hoy. Porque no entiendo a los que te sostienen. Porque me indigna que atravesés todas las barreras, las que no pueden franquear otros. Porque he llegado a sentir asco por tu sonrisa triunfadora y por tus desplantes neurasténicos. Porque luché toda la vida por nos ser masa; porque siento y quiero ser individuo. Pensante... Y porque lo soy... Y peleo por mis verdades (dije en un poema, alguna vez: “... peleando con la Luz si es necesario...”) y te ignoro cuando te aclaman y doy vuelta la espalda cuando la imagen de la TV te pone al frente. Por... por todo esto que no sé por qué se me hizo ya una costumbre – y acaso por eso mismo – es que hoy te tengo lástima... (¿O sí sé por qué? ¿Tal vez porque andás solo, separado de los amores que, sin ninguna duda, serán entrañables para vos? ¿Porque te los jugaste por tus imbecilidades…?) ¿Sabés, muchacho del camino terminado? Quisiera un día sentarme a tu lado, en un insólito lugar donde no te conocieran, donde no te sintieras “el ídolo”, en el que nadie te grabara ni te filmara ni te persiguiera... para transmitirte mi fuerza, para que aprendieras a decir “¡Basta!” y “¡No!” ¡Ojalá, pobre tipo – detenido en un tiempo falso que no te dejó avanzar – ojalá que pegués la vuelta para que los demás te puedan seguir amando y yo, seguramente, empezara a tenerte un poquito menos de bronca!

Palabras Clave: muchacho diego maradona falta de humildad

Categoría: Artículos

Subcategoría: Comentarios & Opiniones