Que, casualmente, el balón, por esos caprichos que tiene la vida, le llegó a Antonio y Antonio, totalmente sin querer, me dio un pase magisterial que, haciendo unos extraños, me llegó a los pies y yo, atento como estaba a la jugada, lo controlé durante unas décimas de segundo, levanté la cabeza y vi a la defensa y al portero totalmente descontrolados y, entonces, como Dios manda, disparé en esta ocasión con la derecha pero pudo haber sido con la izquierda mas recuerdo que fue con la derecha y el balón, movido como por un impulso proyectivo, se proyectó hacia la portería rival y entró dentro y como yo no estaba en fuera de juego pues quiso Dios que fuera gol. O sea, todo un golazo.