MINIFICCIN (7)
Publicado en Mar 13, 2012
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LIDERAZGO
  

La exagerada presunción de su natural astucia y el deseo de superar ancestrales timideces de su especie, le impulsaron a enfrentarse al viejo gato de la familia. Para sorpresa suya y de los pusilánimes compañeros que observaban el encuentro desde sus madrigueras, lo venció en franca lid.

Incrédulos, olfatearon el sangrante cadáver del felino. Cuando el osado luchador se restableció de sus heridas, le nombraron Rey Vitalicio. Por primera vez en centenares de años los ratones vivieron una época de oro. Su líder se convirtió en el terror de los gatos.
En los anales del reino nunca se aclaró si fue por causa de la edad, que disminuyó en forma notable la visión del soberano, o fue por su exceso de confianza –acentuado en los últimos combates– que su valeroso rey saltó sobre el reluciente lomo de encendido amarillo, sin darle tiempo a sus acompañantes en la habitual correría nocturna contra los gatos, de avisarle que ese era un tigre de Bengala.
 
 
NUESTRA HIJA

 
sí claro que lo sé. usted y la niña salieron esta mañana de paseo. por algún oculto motivo suyo usted quería pasear sin mí. como siempre nos despedimos usted y yo como siempre con desgano sin amor por mi parte porque usted nunca me lo inspiró y con desdén por la suya porque usted ya tenía otros compromisos afectivos. sí. ustedes se fueron. la puerta aún la escucho cerrarse con estridencia. y yo me quedé feliz tranquilo en total calma interior como siempre que no estaba a su lado ni la veía ni la escuchaba ni la presentía y se me desvanecía por completo de la memoria. por eso usted con razón decía que yo era un hombre hecho al revés. sí. quedé solo. acompañado por mi gato. no puedo negarlo. saberla lejos de mí me llena de alegría. recupero el mundo y el mundo me recupera. entonces para poder escribir leer o escuchar a kitaro recogí los juguetes de nuestra hija regados por la casa. también barrí y trapeé no sé si como algo simbólico o porque usted ya se había desentendido por completo de sus obligaciones domésticas. recogí los libros que estaban sobre la cama y tendí las cobijas. luego escribí durante la tarde hasta cuando en la habitación de nuestra hija en su cama escuché reír a una niña.
me acerqué a la cama y allí estaba nuestra hija. la misma. y me habló y pidió sus juguetes y solicitó los libros con que siempre se entretenía. los libros de sm que me enviaban de españa. ella hacía casas y muros con los libros y se entretenía observando los colores de las carátulas. y preguntó por usted aunque ya estaba acostumbrada a sus continuas ausencias diurnas y nocturnas. sí. por tal razón no entiendo cómo es capaz usted su madre ahora que ha llegado y estamos juntos aquí los cuatro de pedirle que se vaya. decirle que no es nuestra hija. mírela dormir. obsérvela minuciosamente. no la despierte. compárela con nuestra hija la que viene con usted de la mano. si desea acuéstela a su lado. no vaya a gritar ni a insultarla ni a insultarme. sí. esto sucede con frecuencia. también a mí me sorprendió al principio pero no vamos a temerle a nuestra hija que aparece aquí siempre que usted se la lleva como coartada para sus encuentros amorosos. tal vez la solución sea que yo salga ahora mismo de la casa para que cuando regrese la niña pueda encontrarse con su verdadero padre. o que salgamos los tres usted nuestra hija y yo para que si ella llora obligue a su madre a venir. pero no. observe. nuestra hija y nuestra hija se han hecho buenas amigas y ambas están jugando con gorilón.
 
 
MANOS TEJEDORAS

 
En el patíbulo, el ahorcado y el verdugo. Manos de verdugo desproporcionadas y toscas. Un par de manos autoritarias que apresuran al verdugo para que regrese pronto a su hogar. Esas manos descolgarán el cadáver y limpiarán el nudo. Revisarán la soga. La engrasarán y la tensarán para el próximo condenado. Frotar la cuerda cuando nadie observa es un secreto estímulo para que el verdugo añore la cómplice calidez de su alcoba, a donde no llegan los rugidos de la multitud ávida de condenados. 
Las manos del verdugo acarician con femenina delicadeza, en la intimidad de su hogar, los hilos de colores. Desenredan madejas y enhebran agujas sin que su esposa proteste. Diestras y perfumadas vuelven una y otra vez sobre el idílico paisaje, tejiendo un alelí en capullo. Absorto en su labor, el verdugo desconoce la soga que su esposa trenza en la cocina y engrasa con manteca de cerdo, frotándola rabiosa.
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Foto del autor Umberto Senegal
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Descripción

Personajes y situaciones entre la realidad y la ficcin.

Palabras Clave: Hija tigre bengala realidad fantasa minificcin verdugo manos tejedoras

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin


Creditos: Umberto Senegal

Derechos de Autor: Umberto Senegal


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