MINIFICCIN (2)
Publicado en Mar 13, 2012
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MIENTRAS LLEGAN…
 
Vamos a tener que aguantarnos varios días más, mientras alguien llega. Usted y yo solos, papá. Así tan juntos aunque nos disguste. Si quiere lleno la alcoba con lechuzas de las que a usted le gustaba oír por las noches. Desde la semana pasada se acercan con más confianza y el roble está lleno de ellas. Se las consigo pero me toca dejarlo solo mientras las traigo. Puedo encender una vela para no seguir a oscuras, tanto tiempo a oscuras aunque debemos acostumbrarnos. Si quiere busco sus gallos de pelea, llamándolos por sus nombres como usted me enseñó y lleno la pieza con sus cantos y sus saltos. Se los dejo subir a la cama. Si no quiere nos quedamos usted y yo solos y puedo entreabrir una de las ventanas para mirar el camino. Si hubiéramos alcanzado a perdonarnos estoy seguro que ninguno de los dos lo habríamos hecho. Toda nuestra vida emponzoñados por el odio y el resentimiento y mire ahora… Si quiere invento la manera de traer su caballo y ensillarlo junto a su cama. Le permito que se huelan y que usted relinche y él le hable. “Para usted son más importantes los caballos que los hijos”, recuerdo a mamá gritándoselo. No voy a poder llenarle la alcoba con su mujer, sus otros hijos y sus nietos: Se los llevaron a todos cuando usted estaba en el pueblo. Si quiere lleno la alcoba con luciérnagas que alumbren un poco mientras amanece, si es que amanece para nosotros dos. Le soy sincero, papá: Lo acompaño no por cariño sino porque es capaz de levantarse y volver a las mismas, con esa facilidad que tiene para convencer a la gente pobre, para alborotarlos contra el gobierno. Se lo advertí: “Aunque sea mi padre, no se lo puedo permitir, yo recibo órdenes”. Y usted no me puso atención y mire pues a las que llegamos. Vamos a tener que quedarnos solos mientras alguien viene y descubre los cadáveres.
 
 
 
 
HISTORIA PATRIA 
 
Me contaron en el colegio que el clan de los payasos se reveló contra el largo mandato de las salamandras. Algo que todos en el circo veíamos venir desde cuando varias lagartijas desplazaron de su acto a la hija del payaso más antiguo. El público no se percató por ser esa la primera vez que el director incluía lagartijas en el espectáculo. Ninguno de nosotros protestó aunque cargamos durante esa semana, dentro o fuera del circo, las miradas acusadoras de los payasos. El viejo tropezaba con nosotros por cualquier motivo. Como son ellos quienes preparan la comida, los alimentos simples o salados se volvieron rutina para el paladar. Cuando sucedió el quinto asesinato huí del circo. Me convertí en un espectador más, observando desde la silletería mis indómitos tigres. Nunca he defendido ni censurado el comportamiento de las salamandras. Animales o no, las salamandras del circo, seres cuya naturaleza humana o bestial nunca me interesó averiguar, eran las que atraían público al circo. Ni las sensuales trapecistas, ni las voluptuosas contorsionistas poseían su encanto. El hechizo de las salamandras cautivaba al público cuando presentaban su acto. Teníamos celos. Inquietud normal en un circo con la fama de la que gozaba el nuestro, había un límite, claro está, sin necesidad de llegar hasta el asesinato. Actuaban como estímulo para uno mejorar la parte del espectáculo que le correspondía. La hija del payaso, sin quererlo, fue causa del desastre. Su juvenil hermosura rivalizaba con la destreza de las salamandras para danzar sobre la cuerda floja. Creo que ahí comenzó todo. Esa noche ocurrió el primer asesinato. Las salamandras subieron a la cuerda cuando era ella quien debía estar ahí, frente al público infantil.
 
  
PARÁSITO
 
Lo primero que hace es observar somnoliento, con la modorra anudando sus largas zancadas, a la gente que reposa en el parque. Camina en múltiples direcciones saludando las palomas que lo reconocen por su forma de ondular y por el silbido con que atrae escarabajos. Ninguno parece ver al parásito. Los lustrabotas lo desconocen. En una reunión sindical aprobaron por unanimidad ignorarlo cuando anduviera por el parque. Miran de soslayo sus botas medievales en cuero de jabalí y escupen a su paso. El parásito selecciona una banca junto a la frondosa ceiba y bosteza ruidoso. Aunque silba tonadillas del folclor húngaro, rodeado por una nube de mosquitos, las personas que por allí pasan lo confunden con una rama seca, desgajada del árbol y que ninguno retira de la banca. En un pueblo que convive con todo tipo de fantasmas, la humana forma que adopta esta rama los deja indiferentes. El niño voceador del diario vespertino, grita para incomodarlo. Le desprende una flor del cabello y sigue de largo, sordo a las propuestas que saltan del parásito. “¡No eres mi padre, cabrón!”, responde el niño, gesticulando con sus dedos. Cuando el parásito termina de bostezar, extrae del bolsillo de su viejo abrigo de paño inglés la lista de libros alquímicos y recita despacio sus nombres. Es entonces cuando, engendros del ceremonial, mémoros, espectros, ilusivantes, soñazangros, presadillos, elucúbricos, imágiros y demás transparencias capaces de hacerse visibles, toman el lugar de los mosquitos en torno al parásito para arrancarle secretos. Es inofensivo. Desde cuando lo conocí me siento cerca de él y tomo notas de sus monólogos. Cuando regresa a su apartamento, lo sigo a prudente distancia, silbando tonadillas del folclor griego…
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Foto del autor Umberto Senegal
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Miembro desde: Feb 13, 2012
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Descripción

Microrrelatos con atmsferas y tonos que van del misterio a la irracionalidad.

Palabras Clave: Absurdo microrrelato muerte parsito patria historia irracionalidad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin


Creditos: Umberto Senegal

Derechos de Autor: Umberto Senegal


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