Me ocultaré donde todos
puedan verme tal como me aceptan o rechazan.
Tan obvia esta luz,
que podré ocultarme a la vista de todos
y jugar sus juegos.
Fingir que duermo y sueño con ellos.
Participaré, sin decir nada,
de sus actividades en el sueño.
Me ocultaré por las calles,
sonriendo como sonríen todos
con su trajín diario.
O gimiendo como gimen en sus funerales.
Usaré la misma ropa y ensayaré los mismos gestos.
Aceptaré sus normas y rezaré sus plegarias.
Tan obvia esta luz
que ningún indicio que provenga de ella
será aceptado, por lo obvio.
Esta luz que me regalan porque nada vale
y nadie me la vende porque ninguno
es su propietario.
Sin embargo, ¡esa intermediaria!:
La luciérnaga.