He sembrado tres semillas
en mi vida.
La primera,
con el placer
de hacer con esplendor,
el amor
y sólo uno de los millones
de mis espermatozoides
tuvo el honor de sembrar
a mi mujer para que
naciera mi único orgullo,
mi hija.
La segunda,
comí cien mangos,
guardando el núcleo de ellos
para sembrarlos,
uno por uno,
en mi parcela.
La tercera,
cuando abrí
con mis propias manos
la primera cepa
donde se plantó la cimentación
de un sueño,
el tener casa propia.
Y para complementar el cliché,
he escrito un libro,
sin ser escritor.