La manzan roja
Publicado en Jan 23, 2012
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La manzana roja
(Calú Cruz)
"¿Alguna vez has dejado la mirada fija en aquella manzana roja sobre el repisa de la verdulería?; ¿pensaste en alguien que se levanta temprano para que la veas fresca?, no verdad,  sólo la tomaste y cuando el crujir de su carne sacó sus jugos limitaste a tu subconsciente, vos mismo te dijiste que siempre ha sido tuya e indudablemente olvidaste a cada ser que tuvo que ver con ella, no es que los desconozcas, es que los olvidaste; la manzana de cada ser que cruje entre las fauces de quien sabe quien..."
Es un caluroso día, ¿abrir la cortina de metal resulta emocionante para un niño?, bueno, si antes de abrirla escuchó la voz de su madre "apúrate para que vayas a la escuela", y aquel chico divagó entre el vasto conocimiento que podía aprender; que si devorarse los libros, sumar las ramitas  que lleva un compañero en su mano o quizá, darse cuenta que aquellas patitas de mosca sobre la pizarra se llaman letras, entonces sí; pero si lo que escucha es una tripa que le arruga el semblante casi comiéndole el pensamiento, entonces cada partícula de su ser pensará como saciar su apetito y postergará cualquier indicio de alimentar su pensamiento.
José, un niño de seis años, era hijo de un humilde labrador quien no pudo dar estudio a sus hijos, lo mejor que pudo conseguirle fue un trabajo a su hijo menor, una entradita para que tal vez al año siguiente pudiera ingresar a la escuela, porque como él decía  "la cosa está medio dura"
Aquel día asomó temprano un hombre, decir la edad resulta insignificante para un niño, pero suponiendo que algún niño pase por mi texto, le diré que el tipo parecía un poco más joven que el  Gepetto, ese viejito  que alguna vez miraste en el librito de cuentos de una amiguita.
El hombre venía con un olor a  "Imperial Majestic", (perfume que se consigue en cualquier supermercado, se puede googlear y verificar su precio de rebaja), prodigaba soberbia desde su saco hasta sus zapatos de cuero acabado y aquel traje gris le daba un tono tétrico a su personalidad, alzó la boina que cubría sus ojos. Ante él había un "muchacho" como de 5 ó 6 años según calculó, su cara tiznada con una mancha de guineo reciente, dos ojos perdidos en un trapo mugriento que sujetaba en una mano, porque en su derecha sostenía una manzana, la única manzana roja que quedaba en toda la verdulería y después de limpiarla varias veces hasta darle el acabado perfecto la colocó en un lugar que consideró ser el privilegiado. El niño con unos pantaloncillos cortos tenía una camiseta que le apretujaba sus extremidades; era relativamente chica para su edad, sus brazos larguiruchos y alguna marca bien escondida en su brazo izquierdo no parecía un buen referente para el tipo, pero total a él no le importaba, sólo iba por su manzana.
-Niño, cuánto cuesta la manzana
-No está a la venta señor. Recordó que desde muy temprano doña Sofía le dijo que como a las 10 de la mañana podía tomar la fruta que quisiera y esa era la suya, por eso y por el significado que tenía para él es que  le daba un trato especial.
-A ver chico, ¿cómo que no está en venta?
-¿Vendería usted a sus hijos?
-¿disculpe?; el hombre se encogió de hombros y no entendió cuál relación podía tener los hijos y la manzana. Pronto sus cejas comenzaron a fruncirse y la simpleza con la que había pedido primeramente el fruto, se convirtió, ahora, en una expresión horrenda de demanda.
-Bueno señor, esta manzana no está a la venta... las verdes cuestan... a ver, a ver... lo que dice el rótulo.
-Muchacho, no tengo todo el día, deme la manzana roja.
-Las manzanas amarillas son buenas también, ¿alguna vez ha probado una?, tienen la característica de no ser tan ácidas ni tan dulzonas.
El hombre, no se sabe si por capricho humano; sentimiento que le hace creer que por tener dinero puede adquirir lo que quiera y cuando quiera, todo un señor adinerado y dueño de una empresa de alquiler de autos; se encontraba empecinado, esa manzana le resultaba, ahora, aún más atractiva de lo que otra fruta le podría resultar. No podía comprender como un chico tan joven fuera tan idiota de no notar su presencia.
Entonces lo tomó de la mano fuertemente, lo sujetó  y le dijo entre dientes "quiero esa manzana, no quiero otra, ni verde ni amarilla y si existiesen manzanas azules tampoco, la que yo quiero es esa manzana roja que acabas de lustrar", al pobre niño, con apenas 6 años, le comenzaron a bajar chorretones de agua sucia por los ojos y entonces a como pudo se soltó.
-¡Déjeme que le explique!, ¡déjeme que le explique!, está manzana no está a la venta porque la sembró mi padre con mucho amor, día a día abonaba el arbolito, él decía que sería la mejor cosecha que pudiera sacar, y como muestra de ello trajo una cajita de manzanas rojas para doña Sofía, yo no he probado una sola, me prometí comer aunque sea una de ellas...
-A ver niño, ¿yo te pregunté algo?, ¡no verdad!, he venido a comprar una manzana, no me interesa tu pasado, tu presente o tu futuro, no me importa de ninguna manera como fue tu papá y lo que hizo me tiene sin cuidado; yo quiero esa manzana que estoy viendo; sin que me contés de dónde venís o hacia dónde vas.
-Ni aunque viniera usted con miles de millones se la daría...
-A ver insensato, ¿ves que aquella empresa que está al frente?, es mía, dame la puta manzana y te doy la mitad de ella (el hombre se rió porque sabía que nunca lo haría, pero le pareció buen timo para lograr sus propósitos). El niño lo miró y luego  vio aquel edificio; no estaba acostumbrado a calcular el valor de una propiedad, ni siquiera el de las frutas, doña Sofía había salido hace media hora hacia la clínica, dijo que vendría dentro de cinco minutos; pero no fue así. José pensó que no tenía sentido, él tenía hambre y un edificio no se comía, tenía algo de sed y la manzana por lo menos podía refrescarlo; un edificio no se ajustaba para nada al valor que tenía la manzana que ahora sostenía entre su mano.
-Disculpe señor, no, no quiero...
Aquella manzana cargaba consigo una cosecha especial, el día a día, su interior estaba repleto de faena y esfuerzo, no era una simple manzana roja, ni aún otra manzana roja hubiera tenido aquel sabor, las hojas de su árbol enverdecían cada mañana y desde su casa se contemplaba la obra maravillosa de Dios, cuando algún ave venía le robaba  un suspiro a José;  era más de lo que una cifra pudiera significar; tenía algo que no traen consigo las comidas rápidas ni los dispensadores de billetes del cajero.
Pero el hombre lleno de furia, alimentado de cólera, forcejeó con el niño y mientras empeñaba su fuerza acercó su quijada y clavó un mordisco al fruto. El niño lanzó un puntapié al empresario, como pudo le arrancó el fruto de las manos y corrió como nunca; se detuvo para ver hacia atrás; el hombre renqueaba y maldecía. "¡maldito mierdoso!", se oía a lo lejos; "¡te quedarás sin trabajo!, ¡te lo aseguro!"
Más tarde se sentó con su manzana bajo el árbol, mordía alegremente mientras las aves sobre las ramas le cantaban prodigiosamente; miró la manzana y el paisaje, el viento del norte le acariciaba la cabellera dorada. Todavía hoy cultiva manzanas su padre, aún lo hace y gracias a las únicas semillas que de la mejor manzana su hijo, sin darse cuenta, rescató. Nunca más otra manzana le supo tan dulce como aquella; lo hago constar porque ese niño fui yo.
Moraleja:   
Mientras la dignidad no esté en juego podremos seguir vendiendo manzanas.
SSS C SSS
 
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Foto del autor Cal Cruz
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Descripción

Es un cuento que trata sobre la autodeterminacin, puede verse desde aspectos polticos

Palabras Clave: La manzan roja

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Derechos de Autor: S


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