En mis carreras de atletismo he aprendido algo muy importante: cuando crees que vas desfallecido y que no vas a llegar a la meta, mira a tu alrededor y verás a otros muchos que van peor que tú. Eso te da ánimos suficientes para superar el mal momento y, con la moral recuperada totalmente, tienes fuerzas de sobra para conseguirlo.
Traspasad esta experiencia a esto que llamamos el vivir. Muchas veces creerás que no, que no es posible llegar a culminar tu sueños. No te desanimes. No te desalientes. No tires la toalla del abandono... porque si sabes superar los momentos difíciles, esos momentos en que el dolor parece que va a acabar contigo... ten por seguro que lo lograrás.
Los que hemos conseguido algunos de nuestros sueños sabemos que es cierto; que para poder conquistar las cimas de todos ellos, es necesario, antes de ello, haber aprendido lo que es la inmesa llanura de la soledad; esa soledad que describió magistralmente el escritor inglés Alan Sillitoe en su novela titulada precisamente "La soledad del corredor de fondo". Yo la he sentiudo bastantes veces en mi vida. He podido superarlo gracias a la constancia de ese Espíritu Santo que habita en el interior de todos los que creen que Dios no es deudor de nadie y que, siempre, a través de Jesucristo, hace que podamos alcanzar lo que parece imposible.
Algunas veces, mientras corro en alguna prueba de masas, me he dado cuenta de que debes olvidarte de que formas parte de la masa, de que eres solamente tú contra ti mismo, de que si a alguien debes vencer o derrotar es a esa especie de desánimo que puede perjudicar tus sueños. Y esos desánimos no provienen del exterior sino de esa especie de desengaño interno al cual debes superar tú mismo. Nadie puede ayudarte, salvo la presencia de ese Espíritu Santo que te está pidiendo que no tires la toalla, que no abandones. Si no lo haces lograrás ser la persona que sueñas ser y lograrás alcanazar esos sueños que, como persona con ánimo positivo, nadie puede derrumbar.