EL TRNSITO DE GUACHI MASCORRO
Publicado en Dec 02, 2011
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EL TRÁNSITO DE GUACHI MASCORRO  
LUIS F. R. DÍAZ-BARREIRO Y SAAVEDRA
 
De una máscara a otra
hay siempre un yo penúltimo que pide.
Y me hundo en mí mismo y no me toco.
Octavio Paz.
 
 
Luna llena, mordida...,
y despertaba el silencio...
y sintió la desesperación:
un cierto sopor le ahogaba.
...y el hombre aquél, recordó una parte del poema...
                                               - Afuera, afuera, ansias mías;
                                              no el respeto os embarace:
                                              que es lisonja de la pena
                                               perder el miedo a los males...
                                               Salga el dolor a las voces
                                               si quiere mostrar lo grande
                                               y acredite lo insufrible
                                               con no poder ocultarse.
                                               Salgan signos a la boca
                                               de lo que el corazón arde
                                               que nadie creerá el incendio
                                                si el humo no da señales...
Las palabras Sorjuaneras, sin sonido, enredadas, borbotan de una boca sugerida: haces de luz aviborados, de matices azul, amarillo y rojo, chocan sobre la superficie de aquella mesa y, rebotando, forman lazos como eles o cadenas de pequeñas esferas que, de inmediato, ruedan o saltan atraídos por el imán del crepitar de una especie de tizones fosforescentes verde amoratado; aquellas palabras aluzadas caen sobre ellos y, como gotas de aceite, producen un chisporroteo humeante, avivando la intensidad de las brasas, convirtiéndose en una docena de figurillas antropomórficas, (serían de pastillaje), en colores iridiscentes: azules, verdes, morados o naranjados, (miran al varón con intensidad y fijeza); para que, luego luego, pero poco a poco, una a una, ordenadas concéntricamente, le formen al brasero un cerco tilitante.
[...el varón quiso moverse y no pudo: sus manos aparecían sujetas a los brazos de una inmóvil silla de ruedas...]
Mientras el insólito fenómeno se manifestaba, los muros y techos de la habitación, se desprendieron del suelo y empezaron un vertiginoso vuelo hacia el negro espacio nocturnal, donde una luna llena mostraba un corte (una mordida) que crecía gradualmente…; al mismo tiempo, la mesa con su insólita carga, penetró el suelo hasta desaparecer totalmente, llevándose también el piso de mosaico; para que, luego, apareciera de tierra apisonada; si bien, aquellas figurillas (mirando al varón con intensidad y fijeza) permanecían ahí, alrededor de las brasas; aunque, ahora, sobre de ellas, una olla de barro adquiría su forma, pero humeando al ritmo del hervor de algo espeso que su forma contenía. El silencio intenso de la soledad completó aquella atmósfera ausente de coherencia y realidad.
[...las manos del varón se crisparon aterrorizadas, intentando liberarse de las ataduras que las apresaban a los brazos de la inmóvil silla de ruedas].
...entonces, él rompió sus ataduras.
...y aterrorizado se quitó la máscara.
…cerró sus ojos y, arrendijándolos, miró:
…por la ventana, la luna llena aparecía mordida.
            «Uff... sólo fue una pesadilla...», se dijo a sí mismo.

La sábana mojada le hizo percatarse: transpiraba espeso. Se incorporó y prendió la lamparilla de noche, confundido. Sintió presión en la vejiga y decidió ir al baño para liberarla. Al hacerlo, advirtió el tono naranjado de su orín  y recordó las píldoras que -apenas por la tarde-,  le recetó el médico para combatir la infección que le hacía padecer una “senositis” galopante. Miró su imagen reflejada en el espejo.
«Seguro, tuve fiebre...», concluyó cuando terminaba.
Regresó a la cama y prendió un cigarrillo. En medio de la fumarola quiso recordar el sueño y no pudo. Sintió frío, apagó el cigarillo [tosiendo] y cubriéndose, pronto, volvió a dormir...

«..la máscara es un fenómeno social cuyo origen se confunde con el del ser humano; permite el desprendimiento de su personalidad manifiesta para representar su otredad emergente; es decir, la máscara deviene en el encuentro con lo oculto de cada quien; el ser humano se convierte en uno de sus otros y con la máscara les representa. Actitudes y pensamientos se modifican, desapareciendo o anulando el antecedente de su portador: el inconsciente actúa para compartir una mitopoyesis con el espíritu liberado de su habitual corporeidad; con la máscara, prohija una nueva, alienando la conciencia de su portador....».

El curso de Filosofía e Historia, justifica la presencia de Guachi Mascorrro en aquel salón-aula que, curiosamente, fue la cocina de su casa, antes de que el edificio se convirtiese en la sede del Centro de Estudios Históricos de San Luis Potosí. Proyecciones de máscaras sobre una pantalla, (y música de fondo compuesta para chirimía, huéhuetl y cascabeles), acompañan la verborrea del conferenciante. De cualquier modo, las máscaras son alucinantes; su referencia con la realidad es casi imperceptible: colores y formas conforman la composición de rostros que no responden a referentes precisos: ojos desmesurados, bocas hocicantes, colmillos retorcidos, cuernos y orejas inmensas, serpientes brotantes de cualquier lado; cabelleras ásperas, largas o cortas; en fin, otras que quisieran ser el rostro de personajes míticos: ángeles o diablos; o simplemente, cabezas de bestias o aves...
«...los ritos sociales, aparecen como manifestación supra-racional del imaginario colectivo, en tanto oposición a la inescrutable realidad, pues cobijna acciones y actitudes individuales ocultas, que se liberan por la máscara, provocando el desdoblamiento de la conciencia colectiva, al generar una mitopoyesis sólo compartible por el participante que actúa como individuo renovado; entre todos ellos procrean el espíritu colectivo tal como es el fundamento del Régimen o Religión al que todos se sienten o sentirán sujetos libremente...» 
 
 
En aquella noche sin estrellas...                                           
pero de luna llena, mordida.
...la puerta verde, aparecía cerrada.
...la empujó con el triciclo, abriéndola.
...entró a la cocina casi sin luz, y la sorpresa le paralizó:
…las ollas tenían vida y cuchicheaban rumorosas desde la pared; en la mesa atiborrada, las semillas saltaban borucosas, cascabeleando; todas las verduras bailoteaban al ritmo del silbido de aquella cuasitetera; en una gran olla, un caldo hervía sonando como huéhuetl, mientras, una anciana, canturreando, sacaba de un recipiente extraño (una concha armadura) las piezas deshuesadas de un armadillo, mojándolas en el líquido verde que contenía una jícara; luego, sorbía de ella y, con una tea ante su boca, la mujer escupía fuego sobre cada pieza; arrojándola, al momento, sobre la olla aquella. Al caer en el borbotante caldo, la pequeña pieza chisporroteaba; al mismo tiempo, algo brincaba desde adentro y caía sobre la estufa, rebotando en su azulejo para producir instantáneas ráfagas de color fosforescente que, al quedar inmóviles alrededor de la gran olla, se apagaban...
entonces, de un frasco azul, la mujer tomó una mariposa (¡Iztapapálotl!) que colocó en las brasas: sus chispas casi al instante se convirtieron en cenizas; con extremo cuidado las recogió y, al verter un poco de ellas sobre la olla, sorbió el brebaje de la jícara (¡mezcal!) y les escupió haciendo fuego cuando caían; luego, canturreando y danzando, las depositó en el cañón de una gran pluma de papagayo.
            En uno de sus giros, la anciana volteó y, descubriéndole, se acercó -como flotando- hasta él. Cuando ella le miró con intensidad extraña, algo chicloso, de sabor agridulce, picante, penetró en su boca desmesuradamente abierta...

[...el niño se quiso mover y no pudo: de la mesa brincaron unos manojos de nabos y rábanos que, de inmediato, a forma de sujetadores, le apresaron al manubrio; él miro sus manos y entonces, las apreció empulseradas por unas viborillas, heladas, que le miraban con fijeza, enmudeciéndolo...]  
Canturreando, la anciana llegó hasta el metate y molió los huesos del armadillo (¡Cihuacóatl!); pero en un momento determinado, alzó los brazos y mirando a través de la ventana, de repente, exclamó una letanía indescifrable; acto seguido, fue a la mesa, sorbió de la jícara, con una tenaza cogió un tizón de la estufa y, mientras soplaba una ráfaga interminable de fuego, uno a uno, lanzó hacia arriba, sobre su cabeza, los manojos de nabos, elotes y rábanos que allí estaban;  aquellos frutos de la tierra volaron en desorden por el aire, pero al surcar la lengua de fuego, quedaron suspendidos para que, gradualmente, fueran mezclándose, formando una corona sobre la anciana; entre tanto, ella continuó danzando y canturreando al ritmo cascabelero de los granos, el silbido agudo de la tetera -como una chirimía- y el borbotar -cual un huéhuetl- de la olla...

[...el niño quiso cerrar los ojos y no pudo, algo sobre su cara se lo impedía; a su grito de terror, lo ahogó aquello chicloso, picante y agridulce que la anciana metió en su boca; las viborillas impedían el movimiento de sus manos y el terror paralizó sus piernas...]

La mujer tomó el polvo de los huesos y mirando por la ventana, lanzó un pavoroso grito aullante; dio un inverosímil salto y cayó en la gran olla; por un instante todo quedó estático, enmudecido el ritmo y la luz mortecina apagada; sólo la luz de la mordida luna llena iluminaba la cocina; de la olla salieron sombras como tentáculos: subían y bajaban, doblaban las esquinas, abrazando lo que estuviera a su paso.
De pronto, de la olla surgió una luz inmensa, desapareciendo muros, utensilios y muebles para que la luna llena, harto mordida, coronara el espacio. Las figuras de un varón y una mujer abrazados (¿acaso Xochiquétzal y Tezcatlipoca?) emergieron de la olla y, flotando, giraron al ritmo de un sonido cósmico.
…la corona regresó, cubriéndoles; también los utensilios que, girando alrededor de la corona, la ampliaron infinitamente. Un rumor brotó, ensordeciendo cualquier oído; y la luz, cegadora, hizo oscuro todo para que la luna desapareciera del firmamento...
            [El niño, desesperado y de fuerza ausente, se desvaneció...]
Alguien prendió la luz y atronaron los aplausos...
            ...el estruendo sacó de su sueño a Guachi Mascorro.
            ...el espeso sudor que aparecía en su rostro, brillaba.
            ...sus brazos, tensos, estaban enredados con los de la silla.
            ...los distensionó con poco esfuerzo y quitó sus anteojos.
            ...sintió un chicle mascado en sus labios resecos y escupió.
            ...cerró sus ojos y arrrendijándolos, miró periféricamente:
            por la ventana, la luna llena, harto mordida, desaparecía...
 
Sobre el estrado, al fondo, Dominique Chamán agradecía la ovación del público. Guachi recapacitó: «Debe ser cosa del acento francoñol de Dominique: adormila.». Los gestos de sus amigos, Rosario y Chucho, le hicieron recordar: al terminar la conferencia, tomarían café en el Rendez Vous...
«..la máscara es un fenómeno social cuyo origen se confunde con el del ser humano, de suyo permite el desprendimiento de su personalidad manifiesta para representar su otredad pentafácica emergente...»
 
Los puestos de curiosidades típicas saturan la plaza del templo de San Francisco; parecería que los de judas compiten con los de máscaras; aunque, los judas, connotan la venganza popular: truenan a los personajes públicos, luego de colgarlos; las máscaras, en cambio ocultan el rostro de su portador, liberan la singularidad de cada quien…
            «...la máscara deviene en el encuentro con lo oculto de cada quien; el ser humano se convierte en uno de sus otros y, con la máscara, les representa»
Guachi Mascorro siente atracción por una máscara de madera que -muy suave, sin pintura, sólo está sellada- representa un armadillo; parecida a la que tuvo de niño..., y recordó su aventura infantil: quiso asustar a la cocinera y, la malilla...
¡le volteó el chirrión por el palito...!
            - “Creo que doña Malinachi era bruja; sí, qué buenas historias contaba...” 
Luego del soliloquio, chasqueando, compró la máscara. Guachi Mascorro entró al templo: altares de luto, cubiertos por mantas de color púrpura.
Cosa de los oficios de Semana Santa...
 
La Procesión del Silencio:
            ...el ritmo del tambor marca el paso.
            ...los pies descalzos, lacerados, sangran.
            ...el hombro entumido, por el peso, duele.
            ...las rendijas de la capucha negra apenas si le permiten respirar.                
            ...la visión se nubla por la transpiración que baja por la frente:
…el dolor de cabeza, se distrae con el sabor salado y dulzón de hilos de sudor mezclados con otros de sangre (será por la corona de espinas que ciñe).
El cuerpo de Guachi Mascorro distribuía la carga (el peso de la cruz de ocote): el torso girado a la derecha, hacía que la pierna se pandeara, temblando; mientras, la otra, liberada, daba un paso incierto, trastabillante, torpe; el torso, con dificultad giraba a la inversa y con un imperceptible alzamiento del hombro cargante, arrastraba la pierna para que su pie descalzo sintiera el áspero empedrado...
«Actitudes y pensamientos se modifican, desapareciendo o anulando el antecedente de su portador: el inconsciente actúa para compartir una mito-poyesis con el espíritu liberado de su habitual corporeidad; con la máscara, procrea una nueva corporeidad, alienando la conciencia de su portador.»
La penitencia libera el sentimiento de culpa de Guachi Mascorro y su laceramiento corporal, le redime cualquier falta:
            [La esperanza de redención, alimenta el imaginario individual que se une      al colectivo, conformando una fuerza metafísica difícil de contener].
…el espíritu surge posesionándose de su enteridad de penitente.
…resistir el dolor para transformarlo en energía que impulse actitudes acordes al código ético, promueve el impulso que le permitirá cumplir con la manda: oraciones y jaculatorias, rosarios y letanías, compiten con el bisbeo morboso del espectador que observa el acto de fe, como tipicidad folklórica...
 
            [la Procesión del Silencio pretexta varias cosas: poses sociales, actitudes  beatíficas, exhibicionismo y, más a más, un espectáculo, cuyo trasfondo pagano se oculta en aras de una religiosidad que ya se extingue...]
 
Por el imaginario de Guachi Mascorro, deambulan imágenes confusas, parecerían un torbellino: su agotamiento físico le nubla el horizonte. De repente, desde un balcón, una saetera inunda el espacio con su voz; entonces, para ayudarle a continuar con su esfuerzo redimidor, aquel poema (el de Sor Juana) emerge de su inconsciente:
                                               «...No a impedir el grito sea
                                               el miramiento bastante;
                                               que no es muy valiente el preso
                                               que no quebranta su cárcel
                                                 El que su cuidado estima,
                                               sus sentimientos no calle;
                                               que es agravio del motivo
                                               no hacer del dolor alarde.
                                                 Mayor es, que yo, mi pena;
                                               y esto supuesto, más fácil
                                               será, que ella, a mí venza,
                                               que no que en ella mande...»
El término de la Procesión del Silencio llega: lo anuncia la fachada del templo del Carmen:
 
…el telón que la corona, simboliza la apertura de un gran escenario; en cuya base, signos y alegorías paganas (¿esotéricas?), constituyen irónicamente la fundamentalidad del retablo barroco que se significa como monumento cristiano...
«...entre todos ellos procrean el espíritu colectivo como fundamento del Estado o Religión al que todos se sienten o sentirán sujetos libremente.» 
 
Luna llena, mordida...,
            y despierta el silencio...
            y sintió desesperación:
            cierto sopor le ahogaba.
            la enorme y garigoleada puerta verde, la veía cerrada.
            ...cerró sus ojos húmedos y, arrendijándolos, confuso, miró:                                 ...en la fachada, encima del telón, (el arcángel San Miguel con su espada), salían lenguas de fuego, subiendo, silbantes, hacia el firmamento para que, de pronto, estallaran estruendosas, produciendo una lluvia pirotécnica multicolor, cuyas luces, de suyo velaban el débil brillo de las estrellas...
[Guachi Mascorro siente sed, mucha sed; su lengua, alijada, lacera sus  labios resecándolos, agrietándolos hasta sacarles sangre; la humedad espesa y dulzona, al contactar con su lengua, le produce cierta ansiedad que, casi casi, le calma...]
 
La imagen de un fraile venerable hizo presencia; las palabras, como dichas en otro tiempo, salen de su boca, con lentitud:
- ¡Oh!Hijo! ya habeis pasado y padecido los trabajos de esta vida: ya ha sido servido nuestro señor de os llevar, (...) y ahora al presente ya os llevó el dios que se llama Mictlántecutli (...) ya os puso por su asiento, porque todos nosotros iremos allá; y aquel lugar es para todos, y es muy ancho, y no habrá más memoria de vos; y ya os fuiste al lugar oscurísimo que no  tiene luz ni ventanas, ni habeis de volver ni salir de allí (...) y nosotros allá iremos a donde vos estuviéredes antes de mucho tiempo...
              [¡Sahagún!]
           
...un perro amarillo, husmeante, se echó a su lado.
            ...gotas de agua, mojaron la capucha negra, humedeciéndola.
 
Aquellas figuras blancas, que revoloteaban por doquier, le cargaron, colocándole en una camilla. Oía voces inintelegibles, aunque, de vez en vez, creía entender su significado:
            «-...veis aquí con que habeis de pasar a donde está la lagartija    
                verde, que se dice “xochitonal...”»
            «-...veis aquí con que habeis de pasar el viento de navajas...»
Los huecos de la capucha negra se abrieron, dejándole el rostro al descubierto; la cabeza descansó (le quitaron su corona de espinas); al margen, una ráfaga del viento levantó mucho polvo y sintió como una infinidad de minúsculas brisnas penetraban la piel de su cara...
 
            Guachi Mascorro distendió sus músculos y ya no supo algo...
 
 
Luna llena, mordida...,
            y despierta el silencio...
            y sintió desesperación:
            cierto sopor le ahogaba.
            Guachi Mascorro, sintiéndose liberado, se incorporó.
            Junto a su cuerpo, la máscara (la cabeza de armadillo) le miraba.
Sintiendo que flotaba, llegó al baño; en el espejo, la ventana y su paisaje reflejan: la luna desaparecía (el eclipse llegó a su punto culminante dejando al espejo negro, de obsidiana).
 
La escena provoca en su conciencia la meditación no sólo acerca de las visiones oníricas; sino también sobre aquella frase del médico:                        
            «...debe cuidarse, mi amigo; se lo puede llevar la pelona...» 
y luego, con curiosidad, se dispone a mirar su rostro en aquel espejo negro, negro de obsidiana:
            ...en el paisaje de la ventana, la luna crece velozmente;
            mientras, Guachi Mascorro, azorado...
            ¡no encuentra su propia imagen...!
 
 
 
 
 
 
 
REFERENTES DE SIGNIFICADO:
Guachi:         Apócope de Guachichil (Cuachichil).
Etnia mesoamericana; grupo chichimeca que pobló el altiplano y  zona media del estado de San Luis Potosí.
Mascorro:      Nombre propio cuachichichil, (luego de la Conquista) actualmente un apellido.
Iztapapálotl: Deidad del panteón Huaxteca: númen materno.
Rrepresentación de los viejos tiempos, o sea: de los primeros asentamientos del grupo chichimeca. Mariposa de obsidiana.
Cihuacóatl:   Diosa madre. Cihua: mujer (gestante)- cóatl: serpiente (conocimiento).
Xochiquétzal:  Diosa del juego y las artes domésticas. Fue la mujer de Tláloc, dios
de la lluvia.
Tezcatlipoca: Deidad chichimeca: hechicero; invisible; conoce el pasado, presente y
futuro. Rapta a Xochiquétzal; la lleva a Tamoanchán, y  ella se deviene diosa del amor.
Dominique: Domingo/ Orden Dominica: predicadores
Chamán:       Guía tribal. Su voz es la de los dioses.
Malinachi:    Apócope de Malinaxóchitl: hechicera mitológica.
Saetera:         Mujer que canta “saetas” en la Procesión del Silencio.
Saeta:                        copla breve que se canta en las procesiones.
Sahagún:       Fray Bernardino de Sahagún. Franciscano. Autor de:
                       Historia General de las Cosas de la Nueva España.
Mitopoyesis:  Acción que permite la creación de un mito.
Leyenda de los Soles: Después del Sol de Agua, Qutzalcóatl emprende el viaje a los
infiernos para robarle a Mictlántecutli, “el señor de la morada de los muertos”, los huesos de la humanidad que había sido ahogada; se apropia de sus “huesos de jade” y hace dos hatos distintos (varones y mujeres).
Quetzalcóatl pisa una trampa de Mictlántecutli (un agujero disimulado) y cae, rompiéndose y mezclándose los huesos. Hace un solo bulto y lo lleva a Tamoanchán, entregándoselo a la diosa Cihuacóatl. Ésta muele los huesos en un metate hasta hacerlos polvo, guardándolos en un jarrón de jade. Quetzalcóatl escarifica su miembro viril y con su sangre, rocía el polvo y pronto es imitado por otros dioses.
Así fueron creados los hombres, los vasallos de los dioses, en Tamoanchán.
 
 
 
                                           BIBLIOGRAFÍA:
 
(1)* Puerta Condenada; Espejo, v.v. 29-31.
*Paz, Octavio:
            Obra poética (1935-1957),
            1983, México, F. C. E.,
(2)* *Tres letras para cantar, 9-II.
*Méndez Plancarte, Alfonso:
            Obras Completas de Sor Juana Inés de la Cruz, I, Lírica personal,
            1988, México, F. C. E., Biblioteca Americana, #18.
*Beutelspacher, Carlos:
            Las mariposas entre los antiguos mexicanos,
            1989, México, F. C. E.,
*Duverger, Christian:
            El origen de los aztecas.
            Rivales de Aztlán; Tamoanchán. Desandando lo andado. Viaje al Mictlán; el ritual funerario.
            1988, México, Grijalvo.

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Foto del autor LUIS F.R. DIAZ BARREIRO SAAVEDRA
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El momento ltimo desbordado de alguien

Palabras Clave: Guachi Mascorro Procesin del Silencio mscaras

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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