DESEOS Y EFIGIES  
Tengo muchas efigies.
 
Una de ellas,
sonriente,
en un prado verde
y en el antiguo puerto fenicio
de Al Mariyat Bayyana.
 
De allí tal vez la fascinación
por surcar el mar
hacia el occidente
y por el desierto
del África recorrida.
 
Otra,
en un jardín frondoso
con toda la seriedad del mundo
y la mirada perdida en la lejanía.
 
Otra más,
 comiendo seria y sola en un ágape
que debió ser feliz.
 
Una en que lucen las brillantes,
las multicolores,
las duras entrañas de la tierra
ciñendote en dogal,
o colgadas de mis sueños,
enmarcando una fulgente
alegría nunca antes vista.
 
Pero aquella,
la que aparece en la calle solitaria
sonriente,
de pie,
con una suave sonrisa
prolongada hasta el deseo,
con un cuerpo fuerte,
pero delicado,
de matrona madura y deseada,
con una mantilla blanca,
tal vez de Manila con cuatrocientos hilos,
y unas piernas de bailarina
sosteniendo con sólo las puntas
mis deseos,
esa,
vive anclada en tu intención
y en la vehemencia creciente.
 
 
            EN EL LUGAR DONDE ONDEAN LAS BANDERAS, NOVIEMBRE 14 DE 2011.