El reloj marca su sueño en la esfera
y el amor se queda entre los minutos
de esta lenta y dulce espera
con los ojos llenos de sueños diminutos.
El reloj suena y salta la sincera
hora de recoger todos los frutos
que queda más allá, afuera,
en todos los momentos con productos.
El reloj atrapa esta voz primera
de ser poeta del crear conjuntos
de amores en la cúspide cimera
que une voces en unos solos puntos.
El reloj guarda en su veloz carrera
aquel amor que dejó asuntos
para que florecieran en la primavera
de estar el uno con el otro juntos.
El reloj sigue su labor sincera
de buscar huellas en los profundos
sentires de la dura acera
donde duermen solos los vagabundos.
El reloj clama ya la lisonjera
llegada del alba en diversos mundos
que se unen juntos en la dura estera
de este morir callados como mudos.
El reloj llama a la hora postrera
de pedir para todos ser profundos
soñadores de la paz y no la guerra
que provocan esos hombres tan inmundos.