El río de los niños
Publicado en Sep 05, 2011
La colonia crecía con nuevos pobladores y los charcos olorosos de aguas negras, que estaban al aire libre se incrementaron. Por consiguiente, los escuincles que jugaban sobre esas calles polvorientas empezaron a tener dolores de estómago por las infecciones gastrointestinales. Algunos de ellos murieron por las constantes y fuertes diarreas, terminándose así, quizás, la vida de un futuro futbolista. Por fortuna era tiempo de votaciones y los políticos necesitaban la participación de los ciudadanos del barrio. Así que, por votos, ofrecieron la construcción de un sistema de drenaje. Algunos meses después, el ganador cumplió su promesa y las aguas negras fueron a parar, ingeniosamente, en el cauce del río. En la orilla de este empezaron a verse tubos con sus monstruosas bocas, vomitando ese desperdicio humano, causante de la exterminación y la completa desaparición de los camarones. Los pocos jóvenes que se animaban a nadar, si querían, podrían agarrar los numerosos trozos de ¨ tamarindos flotadores ¨, que emergían repentinamente al lado de ellos. Uno que otro fue a parar en la cara de algunos de ellos, así que la diversión de ir al río se terminó porque se la pasaban esquivando esos asquerosos trozos de excremento.
Tiempo después los niños pasaban corriendo el único puente que existía en la colonia sin ver hacia abajo. En las noches tenían pesadillas al ver un arroyo tenebroso, repletos de perros y gatos muertos en estado de descomposición, llenos de gusanos y con los ojos fuera de sus orbitas, los cuales eran tirados por sus dueños de forma indiscriminada para evitarse el esfuerzo de enterrarlos. Por consiguiente nadie nadaba, sólo los colchones manchados y quemados que ya no soportaban más el descanso de las personas, y algunas veces se veían flotar cadáveres de personas que habían sido asesinados en alguna pelea callejera o por un grupo de asaltantes. Así fue como se perdió aquella gran corriente limpia que se le sigue nombrando "el río de los niños", el cual fue el lugar preferido de ellos. Entonces nadaban en el agua inodora, cafe transparente, pero insípida; ahí se podían agarrar los camarones sin ayuda de redes, solamente se necesitaban sus pequeñas manos, consiguiendo en el día una comida rica en proteínas. Sin preocuparse por ellos, las madres podían con toda tranquilidad seguir con sus labores cotidianas hogareñas. Ellas sabían que sus hijos estaban seguros construyendo bajo la sombra de un árbol de tamarindo sus propias albercas: juntando piedras, trazaban círculos de distintos diámetros. Estos servían de límites para excavar la arena blanca a diferentes profundidades sin ayuda de ninguna clase de herramientas. En pocos segundos se vía salir un chorro de agua cristalina, parecida a una fuente, transformándose en una poza donde los niños nadando, se refrescaban contra las altas temperaturas, las cuales podían freír un huevo sobre la superficie de la calle. Ahora las nuevas generaciones no pueden creer qué, sólo veinte años atrás, sus padres tenían en la cercanía de sus casas un parque de diversión gratuito, pues actualmente el río es un foco de enfermedades, debido a la proliferación de mosquitos, transmisores de enfermedades que pueden ser mortales, como el paludismo y el dengue.
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Carlos Campos Serna
Carlos Campos Serna
Saludos
Emme
En cuanto a lo literario creo que al principio abusas claramente de las comas.
Es un texto muy lindo, me gustó.
Saludos, Emme
Aquí está Elvira
Abrazos.