La niña de las estrellas (Novela) Epílogo.
Publicado en Aug 09, 2011
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La noche del día 21 de abril de 1616, una semana después de la muerte de William Shakespeare, Don Miguel de Cervantes Saavedra yace, ya moribundo y tras haber recibido la santa estremaunción, en su casa madrileña de la Calle de León. Con él se encuentra el Doctor que le atiende personalmente.
- Para mañana ya no llego... ¿verdad mi querido doctor?.
- Tengo que decirle la verdad, Don Miguel. Mañana será su último día de vida. Su hidropesía es muy grave y le está paralizando el cerebro y el corazón. Por cierto, me ha sobrecogido lo que usted escribió anteayer.
- ¿Lo de "puesto ya el pie en el estribo"?. No fue nada. Solamente para adornar mi Persiles.
- Pero le veo a usted demasiado triste, Don Miguel.
- Tiene mi corazón una pena mucho más grande que la que me da la enfermedad. A mí ya no me importa morir mañana, pasado mañana, al mes que viene o dentro de cien años más. Este mi viaje por la Tierra ha terminado. Lo que de verdad me entristece es no haberle podido ver por última vez.
- ¿A quién se está usted refiriendo, Don Miguel?. Que yo sepa todas las altas autoridades de la ciudad, todos sus familiares y todos sus amigos y amigas han desfilado por esta casa. ¿Se está usted refiriendo a algún amor escondido?.
- Es un amor escondido pero... no piense usted mal... pues me estoy refiriendo a mi hijo Osé.
- Se equivoca usted, Don Miguel si cree que no puede verle.
- Estando él por tierras de Francia y yo aquí en mi cama madrileña sólo un milagro podría hacer que le viese antes de morir.
- Pues llámele milagro si así lo desea pero su hijo Osé de Cervantes Saavedra está esperando detrás de la puerta a que le dé aviso de que pase. Y, por cierto, no viene solo sino muy bien acompañado.
- ¿Mi hijo Osé?. ¿Muy bien acompañado?. ¿Algún amigo de parrandas?.
- No creo que sea un amigo porque se trata de la joven más bonita que yo he visto con mis propios ojos.
- ¿Será posible?. ¿No me miente usted?.
- No le miento, Don Miguel... yo no sería capaz de mentirle a un moribundo... ¿desea verle o no desea verle?.
- ¡Que pasen los dos!. ¡Si ha encontrado a "Dulcinea" es que se ha producido un milagro!.
El Doctor de cabecera insistió.
- Quiere que esté yo presente o le dejo a solas con la pareja.
- ¡A solas!. ¡Totalmente a solas!. ¡Hay cosas que sólo sabemos Dios, él, ella y yo!. Y cuatro ya somos demasiados... así que no quiero que nadie más conozca lo que tengo que hablar antes de morir.
El doctor salió de la alcoba e hizo ademán a Osé de Cervantes y su compañera para que entraran.
- Por favor, está muy débil... así que procuren no darle demasiadas sorpresas pues su cerebro ya casi no funciona y su corazón está a punto de dejar de latir. En realidad a veces ya no sabe ni lo que piensa y mucho menos lo que dice. Parece realmente como si "Don Quijote" se hubiese apoderado de él. Pero no se preocupen... todavía está lo suficientemetne lúcido paras escribir páginas geniales.
Osé de Cervantes y la niña de las estrellas entraron en la sala.
- ¡Dios mío!. ¡Eres tú!. ¡Por fin vuelvo a ver a mi hijo!.
Entonces fue cuando se fijó en ella y el corazón le dio un vuelco completo.
- ¡¡Sí!!. ¡¡Es Dulcinea aunque no la veo bien de lejos!!. ¿Puedes acercarte más?.
- Osé... ¿no será peligroso ponerme a su alcance?.
Osé de Cervantes sonrió.
- No, Luna... no es peligroso... sólo es un hombre que está muriendo viendo que su ficción se ha convertido en una realidad.
Ella se acercó a la cama.
- ¡Dios mío, Juan!. ¡Pero si has hecho a tu Greta inmensamente más bonita que yo hice a mi Dulcinea!. ¡Sabía yo que mi hijo me superaría en este arte de escribir venturas!. ¡¡De verdad que eres la princesa más linda que mis ojos jamás han visto, Greta!!.
- Pero... yo...
- Calla, Luna, sólo escúchale y calla.
- No tuviera yo mejor consuelo que haber visto con mis propios ojos la realidad del sueño de mi hijo. Mi Quijote soñó con mi Dulcinea y tuvo que renunciar a ella pero Juan encontró a Greta y no sólo jamás renunció a ella sino que yo os bendigo para que vuestro matrimonio sea verdaderamente por amor y hasta el infinito del más allá.
- ¿Está hablando en serio o está delirando, Osé?.
- Está hablando en serio.
- Osé. Yo ya me voy junto con William. Los dos hemos sido batidos por tu propio estilo. Muchos no se lo creerán hasta que lo vean pero tú superas con Greta a Hamlet y al Quijote. Y no me duele reconocerlo porque así estaba escrito en las estrellas.
- Hablando de estrellas ya no necesito esto. Tómalo papá y llevátelo a la tumba porque mi búsqueda ha terminado.
Osé de Cervantes sacó el collar de sus estrellas de plata y se lo entregó a su padre.
- Gracias, Juan, gracias...
- Pero, Osé... ¿de verdad está hablando en serio?.
- De verdad que dice lo que siente. Siempre ha sido sincero en todo lo que ha dicho y escrito en su vida.
- Tome, Don Miguel. Yo tampoco lo necesito por más tiempo. Ya me dijo Osé que vos tuvísteis amistad con mi verdadero padre Don Argimiro de Olite. Ya terminó también mi búsqueda. No necesito llevarlo más encima. Es de usted.
Elianne entregó también su collar de estrellas de plata a Don Miguel de Cervantes Saavedra.
- Juan... ¿puedo besar en la cara a tu Greta?.
- Eso es lo que deseo para quedar bendecido por quien me ayudó tanto a crecer como persona y como escritor.
Don Miguel de Cervantes la besó, después le dio la mano a su hijo y se quedó dormido. El doctor entró en la habitación.
- Ya está... ahora es necesario dejarle que muera en la Paz de Dios.
- Vamos, Elianne, vamos... tenemos que seguir caminando...
- ¿A dónde me vas a llevar?.
- Como eres una princesa te llevaré a mi País de la Poesía.
- Veo que te contagió el espíritu.
- No fue él. Él sólo me enseñó a escribir cuando de pequeño leía sus escritos.
- Te entiendo, pero... ¿por qué te llama a ti Juan y me llama a mí Greta?.
Osé de Cervantes Saavedra atrajo hacia sí a Elianne y la estrechó entre sus brazos.
- Porque es verdad que tú eres Greta y yo soy Juan... pero para explicártelo bien tengo toda la Eternidad por delante.
- ¿Vamos a vivir la Eternidad?.
- ¿Te asusta?.
- Si es a tu lado... no me asusta nada...
- Vamos, Greta... vámonos al País de la Poesía.
- Pero... ¿dónde está ese País?.
- Dentro de ti y dentro de mí. Está en el latir de tu corazón y en el latir del mio; está en el sentir de tu alma y en el sentir de la mía. Yo soy el motor pero tú eres mi combustible. ¿Comprendes ya?.
- Sí. No importa donde estemos si estamos unidos eternamente.
- Eso es. El País de la Poesía es muy fácil construirlo cuando tú seas mi eterna compañera...
Ella no pudo evitarlo y le besó como la mujer más enamorada de la Tierra mientras la Luna llena brillaba sobre la ciudad de Madrid...
FIN.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Novela.

Palabras Clave: Literatura Novela Conciencia Conocimiento Cristianismo.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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