ODETTE
Publicado en Jul 19, 2011
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Acostumbraban Armando y los cuatro vendedores a sus órdenes desayunar de lunes a viernes en la cafetería de conocida cadena restaurantera, cercana a las instalaciones donde laboraban, así que, por la asistencia frecuente, eran ya conocidos por el personal, recibiendo un trato amable y rápido.

"Buenos días,, señores bienvenidos. Mi nombre es Odette y voy a tener el gusto de atenderles". Armando no prestó atención a la chica, segundos antes en su móvil había recibido una llamada desde Estados Unidos. Era su jefe que le instruía para reducir de inmediato un 25% la plantilla del personal en el área comercial a su cargo; aunque ya esperaba tal recorte por la drástica caída en el volumen de ventas, esto definitivamente era una tragedia para las familias afectadas.

Concluyeron el desayuno y salieron rápidamente, había que agilizar el papeleo; las caras largas durante el breve trayecto de regreso denotaban la tormenta laboral y social que se aproximaba.

El criterio para el recorte se basó en antigüedad laboral, es decir, los más recientes fuera, estuviesen casados o no, tuviesen hijos o no. Hubo que dejar de lado los sentimentalismos, aunque estuviesen presentes en cada decisión. ¡Uf! Qué difícil ser jefe en ciertos momentos, sobre todo cuando se tiene en las manos la inmoral y perversa guillotina de la injusticia.

Al día siguiente, Armando quiso ir a desayunar únicamente con el más allegado de los vendedores, que además era su amigo personal hacía muchos años. Comentaron el impacto emocional y profesional de la cesantía de al menos 10 empleados, el ánimo no era el mejor esa mañana. Caray, qué pena pero la vida debía continuar -señores, bienvenidos, mi nombre es Odette y voy a tener el gusto de atenderles- "¿Desean café?". Por favor... gracias.
El fin de semana intercedió en favor de la calma y el orden en las ideas, tanto laborales como personales; mejor aún, Armando asistiría el sábado al Auditorio Nacional a presenciar un concierto de Maná denominado sueños líquidos, estaba verdaderamente entusiasmado por ello desde hacía cuatro semanas.

Pasó por Mireya a las 5:30, el show comenzaría a las 7:00 de la noche. Quería estar puntual, sin aglomeraciones. Ella era morena, de cara linda, con hoyuelos en las mejillas, cabellera hermosa como de león y muy agradable. Se habían conocido en el banco, donde era ejecutiva de cuenta. Desde el inicio hicieron muy buenas migas, así que cuando la invitó, simplemente le dijo que sí.

Qué talento el de este enorme grupo mexicano, los asistentes fueron del delirio a la paranoia con su música, todo mundo bailando al ritmo de los acordes, y los de seguridad fracasando en tratar de imponer el orden. La Mireya y Armando, transformados, bailando y cantando todas las melodías. ¡A chingar a su madre el hipócrita protocolo! Y fue en la de "Oye mi amor" donde se besaron indecentemente ante la presencia de otros muchos que también se besaban de igual o peor forma al compás de "Contigo quiero todo y nada a medias". "Vaya catarsis, ahora sí que despidan al otro 75% de la plantilla, me vale madres". ¡Viva Maná! A la chingada todo y todas las golfas que se creen mis dueñas allá afuera, pobres pen....".
  
El lunes, vuelta al trabajo y después de atender a primera hora lo primordial, lo urgente: a desayunar, ahora solo, no quería estar con más nadie en el desayuno. "Buenos días, bienvenido, mi nombre es Odette y voy a tener el gusto de atenderle". -Carajo, esta escuincla no conoce otra pinche cantaleta, pensó en lo que le llamaba desde su móvil a Mireya para saludarla, concluyó la llamada y ahí estaba esperando la "güerita" para tomar la orden. -Qué impertinente, pensó.- A ver, por favor café descafeinado, un omelet de jamón y queso gouda, y jugo de naranja grande; entonces la miró por vez primera directo a los ojos, sólo para encontrarse unos luceros más que bonitos en una cara aún más bella. Tendría, calculó, unos 25 años cuando más. Chingao él que es tan observador, cómo no lo había notado antes, de plano andaba en la pendeja total, y todo debido a la inmoral cesantía.

El trajín lo absorbió absolutamente, ni siquiera pudo ir a desayunar a la cafetería el resto de la semana, ahora había que hacer más trabajo con menos personal ¡Carajo me lleva la...ch...!

Le había llamado Mireya para verse el viernes a las 7 de la noche; quería hablar con él, según había insistido. Ya estaba ella en el bar del lobby del hotel en Reforma, ahí precisamente frente donde habían asistido al concierto. Se saludaron de beso en la mejilla, él pidió un martini, entonces Mireya le dijo que no estaba bien que se hubieran besado de la forma en que lo hicieron en el concierto y le incomodaba desde entonces, que cuál era su plan para con ella. Le contestó que no debía sentirse mal, ya que sólo había sido un beso sin mala intención y bajo el ambiente de la música, que la respetaba mucho y eso era en realidad lo importante.

Eso la tranquilizó, bebieron otro trago, salieron y le compró unas rosas rojas enormes de las que venden en la calle de Arquímedes, en Polanco. Se detuvieron en el parque para abrazarse y besarse. La percepciòn de que Mireya estuviera enamorándose no era agradable para él. Debía preparar la estrategia para la huida decorosa, pero primero cambiar de banco la cuenta. ¡Ups!

Inicio de otra semana, mucho trabajo, mucha hambre, a las 10 de la mañana a la cafetería. Los vendedores cumpliendo citas matutinas con clientes, así que va solito "Buenos días, bienvenido, me llamo..." -sí, sí, ya sé que se llama Odette como el cisne blanco de El lago de los Cisnes- ¿No se cansa de decirle así a todos los clientes?- "¡Ay! que carácter, no sea enojón, es que si no digo así me regañan"  -No soy enojón de ninguna manera, y menos con una niñita de 17 años.- "¡No tengo 17, ya cumplí 24!" -¿Y por qué no me invitó al pastel?- "porque aún no trabajaba aquí, apenas tengo una semana y media". -Bueno, ya por favor café descafeinado, huevos divorciados, jugo de naranja y pan francés. Bastante maja la niña, ella debería estar concursando en Miss México, y no aquí sirviendo mesas, qué putas ironías de la vida. Ni duda cabe, la suerte de la fea la bonita la... bla, bla, bla-.

Al cabrón de su jefe le tocaba ir a la "Feria de Diseño" en Milán, Italia, pero hizo valer su fuero y pasó a chingar a Armando, no, si les digo, amables lectores; pinches oligarcas se pasan de ve... ras. Todavía lo mandaran en primera clase, pero no, ahí va el pobre güey todo jodido en clase perrada las 14 horas del vuelo. Ni modo, diría su sabia abuela, "pa' que se alquila". Sí, abue, pero de todos modos, po's da coraje. Méndigo viaje duró 8 días y sirvió para maldita la cosa.

¡No les cuento chingao! El desmadre que armó la Licenciada Mireya cuando se percató que había cancelado mi cuenta, me dijo que sólo la había usado, que era un hombre malo sin corazón, y que así me iba a ir en la vida. Que lo pagaría algún día con una mujer rubia, de ojos verdes, superbonita, o con una de las tantas zorras con las que salía. No discutí con ella (y menos en el asunto de las zorras, ya que era verdad). Le dije que tenía razón y la vería pronto, entonces explotó, me endilgó una lista de insultos, incluso algunos que yo ignoraba, y colgó. Cuando le platiqué a mi amigo Castruita, el muy desgraciado se burló como media hora de mi pena. Pinche hojaldra.

En represalia, Armando obligó a Castruita a que lo invitara a desayunar, se sentaron en el lugar de siempre por la maldita costumbre que rige la vida de los humanos, entonces vino una señora de edad para atenderlos, en ese momento cayeron en la cuenta que no estaba Odette. Preguntaron discretamente y les dijo la camarera que estaba enfermo su hijo; se sorprendieron, no sabían que tenía un hijo y era casada.

En la tarde fui a esperar a Mireya sin avisarle, quería  suavizar su tremendo disgusto, le envié una docena de rosas rojas con el portero, pero me las devolvió de inmediato, con un mensaje de que si no me marchaba llamaría a la policía. Qué lío, si no fuese porque se quedó con mi anillo de graduación ni siquiera me hubiera acordado de ella. Le mandé decir que no me iría hasta que saliera y, como toda mujer curiosa, al fin salió. Me devolvió el anillo de graduación, aparecieron tímidamente lágrimas en sus hermosos ojos; entonces la abracé, nos besamos, me dijo que la esperara, que sólo recogería sus cosas. Luego nos fuimos a su departamento a tomar una copa y pasó lo que suele suceder en esos momentos de cursis mentiras afectivas en el oropel del whisky y la música de Luis Miguel.  Después de eso, jamás nos volvimos a ver; bueno, ni siquiera para recoger el sartén que me habìa ganado por mi buen manejo de la cuenta.

"¡Hola, Odette! ¿Cómo sigue su hijo?". Se sorprendió con la pregunta. -Mucho mejor, gracias a Dios, pero ¿quién le dijo?-. "Ya ve, tengo mis informantes, no sabía que era casada". -No lo soy, cometí el error de enamorarme del hombre equivocado y mi hijo fue lo único bueno de esa relación-. Ya con esa información desclasificada le puse más atención a su privilegiada cara bonita. En otra ocasión ella me preguntó si era casado y le dije que no, que era soltero, sin compromiso y en busca de uno, pero con una mujer muy bonita, de ojos hermosos, como de 24 años, y con simpatía inigualable, ¡ja ja ja! "No le han de faltar", contestó pícaramente y nos reímos.

A  la mañana siguiente le envió un arreglo floral de campeonato con su amigo Castruita, sabía lo que provocaría; efectivamente, le llamó a la hora de su salida para agradecerle. La notó muy entusiasmada, había ya tirado el anzuelo en el momento adecuado, pensó.

El día posterior lucía particularmente esmerada en su arreglo personal, lo cual estaba de más, una mujer joven y tremendamente hermosa como ella no necesitaba de esos artificios; jodidas la feas. Le reiteró las gracias por el arreglo floral, dijo: "le habían gustado muchísimo". La chispa había encendido, a ver si el muy arrogante no se incendia con este fuego tan peligroso. N'ombre, si güey no era.

Estuvo de viaje de trabajo en el norte del país toda la semana siguiente, fue muy pesado, recorriò unos 4,000 kilómetros en automóvil visitando diversos distribuidores en compañía de uno de los vendedores de esa zona. Materialmente regresó "fundido" y se dedicó a dormir todo el domingo.

El lunes, al llegar a la oficina, su asistente le entregó un reporte de las actividades de la semana que estuvo ausente. También le comentó que había llamado el viernes la señorita Odette para saludarle y saber si estaba bien, ya que no había ido a desayunar en todo ese periodo. Se acelerò con la noticia, definitivamente la llama iba increscendo.

"Hola, Odette, buenos días, que gusto verla de nuevo. Por favor café descafeinado". En tanto servía la aromática bebida, ella le dijo que lo había extrañado mucho. Yo también, fue un viaje de trabajo muy pesado. Era el momento, se lo dijo en voz baja, suave  -Odette, la invito a tomar un café en un lugar muy bonito, se llama Cafetería del Parque en Chapultepec-.  Ella le miró fijamente, muy seria; "descanso el próximo jueves, éste es mi número de celular".

El miércoles intencionalmente no asistió a la cafetería, encargó tacos de carnitas para el personal de ventas y almacén. A eso de las 2 de la tarde le llamó a su celular y acordaron verse fuera de la cafetería el jueves a la una para ir a comer.

Llegó a la hora convenida. Ella no estaba aún; en tanto, hizo dos llamadas en su móvil, ya que no regresaría a la oficina por la tarde. La vio descender de un taxi, y no pudo sino admirar y regodearse en esa espléndida belleza; había tenido en su vida mujeres muy hermosas, pero sin duda ésta era una de las caras más bonitas. Se saludaron de beso en la mejilla y abordaron el deportivo gris de él dirigiéndose a Chapultepec. El restaurant junto al lago le encantó, platicaron muy ameno, era bastante simpática. Entre lo que llamó su atención es que había cursado hasta el 5º semestre de la carrera de economía en la universidad, entonces dedujo que era hábil para las matemáticas; eso terminó de atraerle hacia ella, sentía particular admiración por las mujeres inteligentes.

Eran apenas las 4 en una excepcional tarde de finales de verano. Caminaron alrededor del lago artificial, mirando y bromeando de que la empujaría al lago para comprobar si en verdad era el cisne blanco y podía nadar. La tomó de la mano como si nada y luego le compró un algodón de azúcar. Ella le convidó llenándolo de dulce en la boca, entonces la colocó delicadamente en el barandal del lago y la besó suavecito, con mucha ternura, en esos labios nacarados... enamorados.

El algodón de azúcar resbaló poco a poco de su mano y quedó ahí en el piso, intentando ser testigo de que ahora sí, ella se había enamorado del hombre correcto.

Armando y Odette tuvieron una maravillosa e intensa relación de dos años y medio. Él la convenció para que continuara sus estudios en la Universidad, época en que le consiguió un mejor empleo con uno de sus amigos más cercanos y le apoyó economicamente hasta la titulación. Hoy trabaja en un despacho privado de consultoría como economista senior. La relación se diluyó sutilmente cuando él inició un curso de postgrado en una institución educativa de la ciudad de México. Actualmente se siguen llamando por teléfono el día de sus respectivos cumpleaños para felicitarse. Ella invariablemente también recibe una orquídea blanca en su onomástico. Ninguno de los dos se ha casado, aunque cada uno tiene un hijo.
 
Autor: Benjamìn Torres Uballe; prohibida la reproducciòn total o parcial a travès de cualquier medio con fines de lucro sin la autorizaciòn por escrito del autor.
 
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Descripción

Amistad, Romance

Palabras Clave: Amistad Romance

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin


Derechos de Autor: Benjamn Torres Uballe


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