La foto negra.
Publicado en Apr 17, 2011
La foto negra...
Estoy con vida, pisando tierra firme, pues en el aire te conviertes en un fantasma flojo porque te dejas llevar en el único espacio donde no eres extranjero fuera de tu país. Voy con mi hija de cinco años caminando entre largos pasillos y personas que van apuradas como gacelas perdidas en el monte para alcanzar otra conexión de vuelo. Ella ya de veinte años ahora, me va hablando en aquella ocasión en alemán y yo le contesto en español. Algunas personas a lado nuestro nos lanzan miradas de extrañeza. Quizás, piensan que estamos locos por nuestra forma de hablar. La verdad, no me importa, ni me preocupa lo que piensen de nosotros, Finalmente son secretos entre padre e hija. Algunas veces brinca con sus piernitas delgaditas que parecen que se van a quebrar, mientras va cargando sobre su espaldita su mochilita. Todo en ella es sumamente chiquito, frágil. Sus pasos, también chiquitos me obligan a caminar a mí, que soy grandote muy despacito. Por fin llegamos a los controles de inmigración y ahí empieza mi primer problema. Hay doy letreros: uno para extranjeros y el otro para alemanes. Por fortuna están juntos, así que decido enviar a mi hija a la fila de su país de nacimiento (aclaro que tiene madre alemana). Mi hija no quiere separarse de mí, por eso, de repente se vuelve extranjera. El controlador observa, primeramente, el pasaporte alemán, es decir, el de mi hija que tiene mi dos apellido: Campos Serna. Al mío no lo observa, sino lo examina detenidamente con un aparato con luz violeta. Tengo que aclarar que para nada parezco alemán. No se convence. Lo analiza con una lupa, lo gira a noventa, ciento ochenta, trescientos setenta grados, acercando la foto en cada giro el vidrio con el cual podemos hacer fuego con ayuda de los rayos solares si algún día nos perdemos en el bosque frío y llevamos lentes de aumento. Finalmente me dice que en realidad no me parezco, porque mi cara en la foto de color esta muy negra. Entonces la inocencia: mi hija. Le dice con una ¨firmeza muy grande¨: pues sí, mi papá es negro, no lo ves. Yo no sé si en aquella ocasión me salvó de mi segundo problema ya que el controlador con cara de camarón hervido, debido a su vergüenza, al ser reprimido, me entregó mi libertad. Pasamos los controles y me hija me preguntó porque me reía, yo sólo le contesté que estaba muy chiquita para comprender ese chiste de la vida. En casa de mis amigos fui al baño, no para orinar, sino para verme al espejo. Cuando me observé me dije en voz alta ¡ Puta!, si parezco narco mexicano. Luego me limpié la cara con agua fría. Se me aclaró la memoria que murmuró: ¨un carajo¨, pensando que lo que traemos por fuera se vaya a volar como la pluma blanca escapada de alguna chamarra descocida rellena de plumaje de ganzo, la cual mi hija persiguió por un largo rato cuando recorríamos esos pasillos largos de ese aeropuerto, mientras yo la protegía para que ninguna maleta la golpeara, lanzándole todo el amor de mis ojos vidriosos a ese criatura menuda casi endeble y rompible como un delicado cristal...
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|