Setamor (Novela) Captulo 30.
Publicado en Mar 04, 2011
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- Todavía tenemos toda la noche por delante... -señaló el flaco.
- Sí... aún hay tiempo de que venga.. -musitó la muchacha del teatro.
- Lo que no entiendo es por qué tiene que ser tan importante su presencia.
- Hay muchos motivos por lo que es necesario que esté él aquí; pero te voy a indicar uno solo: escribí la obra motivada sólo por él y para demostrarle que somos capaces...
- Él ya sabe que somos capaces. No critica nuestra capacidad de interpretación sino el contenido de lo que interpretamos. Son dos cosas totalmente diferentes. Se puede ser un gran actor o una gran actriz con una obra muy mediocre pero con una obra genial no es que se pueda sino que se debe ser gran actor o gran actriz; y ese es el reto que debemos plantearnos. Todo ello si es verdad lo que me has contado sobre lo que te ha dicho. Sin embargo... espero que si no viene podamos seguir adelante.
- Si no viene es nuestra obligación seguir adelante; pero no por miedo a decepcionar al público, sino por miedo a decepcionarnos a nosotros mismos. Él me ha enseñado que nosotros debemos estar capacitados para ser íntegramente nosotros y no lo que el público desee que seamos. Si somos capaces de entenderlo así la gente no tendrá más remedio que aceptarnos. ¡Y quiero que él contemple eso!.
- Pero ofrecerle un papel... ¿no es ir demasido lejos?.
- Ofrecerle un papel no ha sido un capricho mío; ha sido una necesidad que siento. ¡Sé que él cumplirá dignamente y quizás mejor de lo que estamos pensando!.
Se produjo un largo silencio.
- Me preguntaba si llegaremos a obtener mucho dinero -rompió el flaco el silencio.
- Ganaremos mucho dinero... para no tener que claudicar ante los caprichosos de la moda; pero eso no es lo único importante... ni tan siquiera es lo más importante. Nuestra escala de valores debe comenzar por basarse en que nos admiren no como millonarios sino como artistas.
- Entonces el mundo está hecho un asco -razonó el flaco.
- Somos nosotros los que hacemos al mundo así que, si el mundo está hecho un asco, somos nosotros los que estamos hechos un asco. ¿No crees que es importante combatir eso? -le rebatió la muchacha del teatro.
- A veces siento una gran admiración por ti -se insinuó el flaco.
Ella se echó a reír estruendosamente, quizás por la tensión del momento, pues había comprendido, por fin, la intención del flaco.
- Sé que es cierto que valgo mucho; pero no golpees en la oscuridad porque nadie te va a contestar...
Aquel giro lingüistico le pilló desprevenido al flaco.
- ¡Pero habrás visto que no soy un cobarde!.
- ¡Claro que no!. Eres un chaval valiente -le dijo soriendo ella- pero donde tienes que demostrar tu valía es en otra clase de escenario... ¿no te parece?.
- Por lo menos demuestro que siento, por ti, algo más que amistad.
- Nos estamos desviando del motivo por el cual estamos aquí. No necesito, ahora, más experiencias sentimentales que las de mi interpretación teatral.
- Entonces... ¿Por qué le esperamos a él?.
- Hay caminos que tú, todavía, no comprendes...
Sonó la puerta.
- Quizás sea él -pensó ilusionada la muchacha del teatro.
Y salió a abrir. Pero no era el joven licenciado. Era el gordo.
- Perdona... -dijo éste mirando el reloj.
Fue el momento que aprovechó el perrillo blanco y negro para escapar, veloz, por las escaleras.
- ¡Puedo ir tras él y atraparlo! -señaló, voluntarioso, el gordo.
- No... ¡él sabe lo que está buscando!.
Se introdujeron, los dos, en la sala donde el flaco, totalmente nervioso, se mordía las uñas.
- Ya podemos empezar -dijo ella.
- ¡Pero si todavía no ha venido! -replicó el flaco.
- Ya no va a venir...
- No va a venir... ¿quién? -preguntó el gordo.
- No importa saber quién no va a venir -contestó la muchacha del teatro- a partir de ahora debemos preocuparnos por quienes van a venir... y esperar que éstos tengan la capacidad suficiente.
- Según el texto nos faltan cuatro... -dedujo el gordo.
- Y es necesario, precisamente, que esos cuatro estén a la altura que él desearía.
- ¿Otra vez él? -protestó el flaco.
- ¿Tanto te importa eso? -le respondió ella.
- Venga... ¡empecemos! -les cortó el gordo.
Tomaron los textos.
- "Papá, mamá y un señor verde", acto primero, escena primera -leyó ella.
El Gordo.- ¿Usted es el que hace chapuzas en mi alcoba?.
La Muchacha.- No te quejes... ¡es mi mejor ayuda!.
El Flaco.- Le advierto que no son chapuzas, sino una obra de alta calidad.
El Gordo.- ¿Y el material?.
El Flaco.- ¡De primera clase!.
La Muchacha.- ¿Acaso dudas del material?.
El Gordo.- La duda es el motor de nuestro progreso.
El Flaco.- O la desintegración de nuestro futuro.
la Muchacha.- La duda ni es una cosa ni es otra. La duda es una inseguridad cuando no tenemos firmemente sustentada nuestra conducta.
El Gordo.- ¿Quieres decir que yo no tengo una conducta firme?.
La Muchacha.- Quiero decir que las conductas, en general, no son tan claras e incluso la de nosotros tres deja mucho que desear.
El Flaco.- ¡Señora... cuando paso mis facturas procuro ser sincero!.
La Muchacha.- Pues hay sinceridades que ocultan...
El Gordo.- ¿Qué ocultan?.
La Muchacha.- Ocultan mucho más de lo que podemos imaginar; hasta el punto de que nos llegan a convencer de que somos sinceros. Lo que importa no es ser sincero sino ser noblemente sincero. Dicho de otra manera... sin nobleza de comportamiento no hay sinceridad. Lo contrario es mentira.
La muchacha del teatro seguía el ensayo de forma autómata; pero tenía la seguridad, aquella noche, de que no sentía lo que estaba diciendo aunque fuese la verdad. Era ya una mujer, en cierto modo, feliz con su oficio y tranquila ante el futuro papel que le correspondería desempeñar en la sociedad. Con mucho dinero y una gran cantidad de contenido interior. Mas, aquella noche, estaba muy nerviosa y plena de una oscuridad inquietante en el alma.
- Yo creo que no tiene idea de adónde quiere ir ni sabe en qué lugar se encuentra lo que está buscando -pensaba.
¿Estaba en lo cierto o se equivocaba plenamente la muchahcha del teatro?.
- Le quiero. Le querré siempre, aunque no vuelva nunca más a verle. Le querré pase lo que pase -siguió pensando.
En esa afirmación estaban concentrados muchos sentimientos que, como un estallido, explosionaban lúdicamente dentro de ella. Era algo interno, total, espontáneo e irreductible.
- Al menos me quedarán los recuerdos -volvió a pensar.
Era totalmente sincera. Lo que le había ocurrido, en resumen, fue que había tenido la experiencia del primmer amor. Ese acercamiento que todos, hombres y mujeres, se encuentran al despertar del sueño infantil. Ese despertar cuajado de las luminosidades con que se adorna la juventud. ¿Es positivo o es negativo el primer amor?. La respuesta la llevan todos y todas en su corazón. Y eso, y nada menos que eso, es lo que había vivido la muchacha del teatro. Por ello grabó aquellos sentimientos y por ello ideó que era importante musicalizarlos, a manera de acta notarial, para que existiese una confirmación total de cara a los demás. No tenía temor de confesarlo.
El Flaco.- ¿Qué opina de mi arte?.
El Gordo.- Bastante gracioso, pero...
La Muchacha.- No sólo es bastante gracioso... es que, además, es muy técnico y pone los adornos de maravilla.
El Flaco.- ¡Y vaya profundidad!.
El Gordo.- ¡Hay profundidades que pueden terminar en la muerte!.
La Muchacha.- ¡Ninguna profundidad puede terminar en muerte!. Sólo la superficialidad nos lleva a ese estado.
El Gordo.- Yo siempre he creído que en la superficie está la claridad y la verdad de todo lo que contemplamos.
La Muchacha.- ¿No sabes que lo que se oculta en el interior de las personas es más claro, más verdadero y más real que lo que asoma a los ojos de los demás?.
El Flaco.- ¡Su esposa lleva razón!. Si tomamos, por ejemplo, el caso de la mujer... ¡siempre oculta su verdadera belleza en sus honduras!. Y hay que experimentar esas honduras para conocerla.
El Gordo.- ¿Por qué habla en singular?.
El Flaco.- Porque es la única manera de conocer a las mujeres.
El Gordo.- Yo siempre he creído entender mucho de mujeres...
La Muchacha.- Ese es tu princial defecto... ¡si en vez de conocer a tantas mujeres hubieses reconocido, no conocido sino reconocido, a una sola, por ejemplo yo, ¡no te verías como te ves ahora!.
El Gordo.- ¡Pues yo me veo muy ornamentado!.
El Flaco.- ¡Y tan ornamentado que está usted!. Está tan ornamentado que sólo falta que se haga usted un retrato y lo cuelgue en la pared a manera de trofeo.
El Gordo.- ¿Quiere usted explicarme a qué se refiere?.
La Muchacha.- ¡Te lo voy a explicar yo!. Se refiere a que estás tan hinchado de vanidades que eres digno de pasar a la posterioridad en una galería de cuadros ejemplares. En otras palabras, tu vanidad se merece la ornamentación que tiene.
La muchacha del teatro pensaba, en esos isntantes, vertiginosmente.
- No sé por qué, pero creo que le sigo necesitando. Lo que deseo, en verdad, es vivir con él, de nuevo, sus misterios.
Una especie de desesperación le iba llenando a medida que ensayaban. Era como percibir el conocimiento del deseo pero condicionado a la clase de hombres que, como el joven licenciado, hacían sentir dicho deseo.
- Deseo marcharme contigo -siguió pensando.
Estaba analizando que era necesario marchar hacia algún punto donde se termina por poder empezar de nuevo.
- No sé bien por qué siento así... pero no me da vergüenza -terminó de razonar para sí misma.
El Gordo.- ¡Hay que estar carente de vergüenza para ser tan ególatra!.
El Flaco.- ¡Pero hay vergüenzas que son necesarias enseñarlas!.
El Gordo.- ¿Cómo y para qué?.
El Flaco.- De la manera más natural que poseemos y para decirnos a nosotros mismos lo que somos.
La Muchacha.- Somos algo más de lo que representamos. Tras la cortina de cada engaño se encuentra el ventanal de nuestra personalidad.
El gordo.- Engañar es un acto de traición.
La Muchacha.- Para poder atribuir, a los demás, el engaño... es necesario no engañarse en los juicios. Hay quienes enjuician el engaño cuando ellos son la pureza más absoluta de ello.
El gordo.-¿Es que no basta con el cumplimiento?.
El Flaco.- ¡Debería saber usted que el cumplimiento sólo es un deber... pero que la forma de hacer feliz a una mujer no consiste en cumplir con ella, aunque sea diariamente, sino saber calificarla y saber regalarle la magia de lo no pactado!.
El Gordo.- ¡Pero yo eso lo considero un trabajo extra sin beneficio alguno!.
La Muchacha.- ¡Deberías saber, querido, que el trabajo extra sin beneficio alguno es el que más nos encanta a las mujeres!.
El Flaco. ¡Si quiere usted verlo yo se lo puedo demostrar!.
El Gordo.- ¡Las demostraciones para el circo!.
La Muchacha.- ¡No es necesario ser un payaso para eso!.
El Gordo.- ¿No es un payaso quien no cobra por un trabajo?.
El Flaco.- ¡Si ese trabajo produce placer no es necesario ser un payaso... aunque el payaso siempre trabaja por placer!.
La Muchacha.- ¡Y es que hacer el payaso, para ciertas cosas, es muy gratificante!. ¡Aunque no se sea un profesional!.
El Flaco.- En resumen y volviendo a lo principal. ¿Le ha gustado el estilo de mi obra?.
Ella estaba ahora a muchos minutos de allí.
- Tu estilo es lo más bonito que posees. Es la rosa que sueles regalar sin que nadie lo sepa. Es la sonrisa que sabes otorgar sin que nadie la percate. Es la caricia con que saben mirar tus ojos sin que nadie lo descubra -estaba volviendo a pensar.
Si aquella noche hubiera terminado como terminó la que ella tenía grabada en su corazón no sería necesario más ensayo.. porque podría ocurrir cualquier otra cosa y no importaría en absoluto.
- ¿Por qué no quiere volver a verme? -se quejó mentalmente.
El Gordo.- ¡Tendría yo que ver otra obra hecha por usted para poder comparar!.
El Flaco.- ¡Estoy dispuesto siempre que me lo pidan!. Ya sabe usted que yo estoy a las órdenes de su señora esposa.
La Muchacha.- Posiblemente tenga que contar con usted en cualquier otro momento...
El Flaco.- Ya sabe mi dirección.... ¡yo estoy siempre dispuesto porque no se presentan, tantas veces, ocasiones de lucimiento como ésta!.
El Gordo.- ¡Espere, espere un momento!. ¿Me ha pregutnado, a mí, si estoy satisfecho con el trabajo que usted ha efectuado?.
El Flaco.- No sé si usted se habrá quedado satisfecho pero su señora esposa me ha dado las gracias... luego no lo habré hecho tan mal...
El Gordo.- ¡Tendría que repasar, uno por uno, todos los detalles y el tiempo que ha tardado usted en realizarlo!.
La Muchacha.- ¡No te preocupes!. La próxima vez te hago una grabación, desde el principio hasta el final, para que tu curiosidad quede enteramente satisfecha.
- ¡Satisfacción!. ¿Qué entendemos por satisfacción?. ¿El hecho de interpretar un acto o el acto de hacer una interpretación?. ¡Si tú estuvieras aquí, ahora mismo, seguro que sabrías despejar, rápidamente, esta duda y, probablemente, dirías que ninguna de las dos es la respuesta exacta sino algo así como satisfacción es hacer un acto, aunque incluso no sea tan perfecto... porque el hecho de hacerlo demuestra el placer de reinventar continuamente un acontecimiento. Y es que, para ti, cada acontecimiento tiene un gran valor si sabemos colocar, en vez del interés, el placer del amor -Y cambiando la voz de su pensamiento interno ella matizó también para sus adentros.
- Yo creo que mi verdad es ser mujer y la tuya es saber amar a una mujer.
El Gordo.- Parece usted muy ducho en el arte de amar...
El Flaco.- El arte de amar no es un arte sino una perfección. De esa manera trabajo yo en mi oficio. El arte queda para los artistas. La perfección, en esto del amar a una sola mujer, para los inteligentes.
El Gordo.- ¿Se cree usted tan inteligente?.
El Flaco.- Yo no me creo tan inteligente pero mis clientes sí.
El Gordo.- ¿Y cómo consigue usted que sus clientes le consideren más inteligente de lo que es?.
La Muchacha.- ¡Voy a responder yo!. Puesto que el sujeto activo no debe calificar sus acciones; siempre es el sujeto pasivo el que las puntúa.
El Gordo.- ¡Muy bonito!. Pero... ¿eso es interesante?.
La Muchacha.- Todo lo interesante que se puede iamginar el sujeto pasivo. La acción de admirar a otro es un acto muy interesante...
El Flaco.- Y no conssite en poseer la inteligencia sino en desarrollar el poder de la inteligencia con una sola mujer. ¿Entiende usted ya por qué está bien ornamentado esta noche su departamento?.
El Gordo.- Parece que empiezo a caer...
El Flaco.- Pues procure caer sobre el sofá para no hacerse demasiado daño. 
La muchacha del teatro se salió, repentinamente, del texto mientras los otros dos se quedaban atónitos.
- ¡Lejos de un mundo que ya muere navegas tú, rodeando la ribera de los sueños que te van marcando el rumbo y, sin querer despertar del todo, te marchas hacia el infinito. Yo sólo me quedo con la marca de tus besos en mi boca!. ¡Quién sabe si llevas razón y nosotros, antes tus compañeros y compañeras, sólo somos ahora los náufragos de la vida!.
Y la muchacha del teatro calló. En la larga crónica de la ciudad, la inacabada narracíón de su vida, había muchas más páginas por escribir... pero él ya no estaba.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de Ficcin con realidades.

Palabras Clave: Literatura Novela Ficcin Realidades Conocimiento Conciencia Cristianismo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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