Entre la paloma y el palomo (Diario)
Publicado en Feb 15, 2011
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Entre la paloma y el palomo... me quedaba siempre con las dos mercedes de mi Princesa. La primera para compensar los pros y las contras de eso que consistía en enamorarse de una princesa y la segunda para contabilizar los gastos y los beneficios que conllevan una boda con una princesa. Se equivocó la paloma se equivocaba y el palomo, convertido en toro, me miraba mal por aquello de ese toro enamorado de la luna que abandona por las noches la maná. Una forma de mirar, esta del palomo-toro que yo no sé si era de envidia pero que verdaderamente le daba un aspecto enfermizo y ridículo. Yo no. Yo no tenía nada que ver ni con la paloma ni con el palomo porque lo mío era estar atento a las miradas de mi gaviota roja.
La paloma merodeaba los círculos de mi forma de volar -¡y qué castigo eso de querer bailar conmigo!- pero yo ya sabía que entre la paloma y el palomo convertido en toro que me miraba de forma aviesa había una gran distancia con mi sueño. Yo soñaba, pero no con la paloma blanca sino con las dos mercedes de mi Princesa y, mientras tanto, el toro que intentaba arrancar para ver si abandonaba eso de amar a una gaviota roja de piel trigueña que era la Princesa de mi sueño.
Y es que se equivocó la paloma se equivocaba y el palomo, aburrido por el escaso caso que le hacía, voló a una urbana. Cosas de los Bancos. Así que una vez liberado de la presión palomina, al igual que Palomo Linares, me eché el talego a cuestas y volé con mi gaviota roja, la Princesa trigueña de más allá de los Andes. Andar. Eso era. Andar pensando en cómo salir de aquella jaula de grillos con todas las certezas de que me había casado con la Princesa y la gaviota roja había dicho que sí.
Arriba. Para lo hondo. Y una mujer que nunca supe quien fue pero que estaba guapa de verdad. Tres personajes solamente en la despedida. Todo un récord si señor; o sea, solamente una despedida de tres personas. Me felicitaron los ángeles y los señores del castillo. Todo un récord en la historia del ya fallecido, que en paz descanse, Banco Hispano Americano de Madrid. Al fin y al cabo conseguí la libertad y volé con mi Princesa trigueña convertida en gaviota roja.
Abajo, en la tierra, quedaron más allá del Aeropuerto de Barajas; quizás barajando las hipótesis del vuelo con retorno y el si te dicen que caí un dia volveré, el Teatro Real, La Cibeles y la Puerta de Alcalá diciéndome: !Vuelve Pepe , vuelve!. !Vuelve pronto no más!. Así que me compré la revista Pronto para ir leyendo un poco de esos mundos que dejaba abajo. Se equivocó la paloma se equivocaba y el palomo, convertido en toro furioso por la envidia, hablando mal de mi. Y total por una minucia tal de que yo no era de esa unión general de los trabajadores de donde eran la paloma y el palomo. Porque jamás quise una uníon con la paloma aunque fuese minimante pasajera; porque yo no era un personaje general sino sólo un soldado individual pero nunca individualista y porque eso de los trabajadores que te abandonan cuando más los necesitas te dejan la carga más liviana. Al fin y al cabo nunca supieron ni ellos ni ellas todo lo que di por ellos y ellas. Cosas de Banco nada más.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

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Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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