Reflexiones personales
Publicado en Feb 01, 2009
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Por ahora es necesario, de una manera  absolutamente natural, familiarizarse con todos los secretos del programa de procesamiento de textos, en sus aspectos iniciales o introductorios. Es asimismo indispensable manejar el teclado con maestría, antes que nada, y de modo exhaustivo. Escribir con contenido, si ello me place - aunque no es indispensable-, pero no preocuparme por la impresión.  Procesar un texto de manera virtual y no editarlo. Ni siquiera trabajar con pretensiones de perfección en la forma. "Hacerse la mano", se podría decir vulgarmente. Detectar los secretos del  teclado, pulsarlo con suavidad y no perder tiempo en groseras correcciones. Entretenerme componiendo pequeños trabajos narrativos o informativos y gozar del manejo de las palabras, que, al fin de cuentas, ha llegado a ser mi paleta, ya que desgraciadamente, la otra, del óleo o los pasteles, se ha escapado de mis manos, por ahora, y quizá... para siempre. O no. Porque "el hombre siempre está abierto a sus posibilidades". "Existir es ser  un ser posible", dice Fatone en "Introducción al existencialismo", el viejo libro que trata de  condensar en un texto breve obras fundamentales, como las ya clásicas de Heidegger, Sartre y Marcel, entre muchos otros filósofos. Quiero, además, rescatar de las sombras todos mis trabajos y archivarlos, sin orden, como extractos de vida condensada.
Mi interés por la computación surgió, de modo fundamental, por el procesamiento de textos. Pero descubrí con celeridad las posibilidades de la así llamada "Multimedia", y quedé maravillado. Un milagro se abrió ante mis ojos y mi espíritu, estupefactos. Jamás hubiera calculado que la tecnología estuviese haciendo cosas de esta naturaleza en el campo entero de la cultura. Ese prodigio descubierto de modo fortuito y para nada preanunciado en ningún tipo de sospechas, se presentó arrancándome de la preocupación originaria que me había llevado a la formación de este maravilloso equipo. Me pasé horas y horas robadas al sueño y al descanso hurgando de manera febril en los artículos de "Encarta ‘98"; revisando su hondura y su profundidad probadas. Y para mi asombro dictaminé que estaba ante una de las enciclopedias  más importantes del planeta. Los hechos me lo fueron confirmando de una manera indudable. La alegría invadió mi espíritu ya descreído. Lo inconcebible se había plasmado y se transformaba  en algo concreto, ante mis ojos perplejos y -he de decirlo-, casi  al borde del llanto. La humanidad tecnológica no era, ciertamente, tan despreciable como yo había estado rumiando en los últimos tiempos. Lo definidamente técnico estaba ya, de modo más que evidente, al servicio de la cultura y del desarrollo del hombre. El conocimiento, en textos de artículos extensísimos,  estaba al alcance de cualquiera, en un nivel de profundidad, por momentos, casi universitario. El mundo entero y toda la espiritualidad, y enciclopedias completas, en discos diminutos y brillantes. Una caja, pero no la de Pandora, porque de ella salía toda la magia que encontramos, mejor, en la lámpara de Aladino. El "gigante" es aquí el universo y el hombre y toda la cultura. Pinturas de coloridos intensos y brillantes, textos de compositores acompañados  por el sonido de fragmentos de sus obras más reconocidas, o vistas de paisajes y lugares dinámicos hasta un giro vertiginoso.
Ya va entrando la noche y la práctica diaria va a concluir con la satisfacción de comprobar que esto, cada día funciona mejor. Para mantener y acrecentar todavía más el entusiasmo debo proyectar potenciadamente estos progresos e ir calculando lo que se puede lograr en poco tiempo con afán cuidadoso, y prolijo. No apresurarse debe ser la consigna. Y afianzar movimientos seguros desprovistos de comportamientos saturados de  ansiedad.
Así comienza Borges su lúcido ensayo "Historia de la eternidad"
" En aquel pasaje de las Enéadas que quiere interrogar y definir la naturaleza del tiempo, se afirma que es indispensable conocer previamente la eternidad, que  -según todos saben-  es el modelo y arquetipo de aquél. Esa advertencia liminar, tanto más grave si la creemos sincera, parece aniquilar toda esperanza de entendernos con el hombre que la escribió. El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza. Leemos en el Timeo de Platón que el tiempo es  una imagen móvil de la eternidad; y ello es apenas un acorde que a ninguno distrae de la convicción de que la eternidad es una imagen hecha con sustancia del tiempo. Esa imagen, esa burda palabra enriquecida por los desacuerdos humanos, es lo que me propongo historiar."
Hagamos ahora la transposición.                                                                                               
"En aquel sitio de las Enéadas que pretende indagar y perfilar la esencia del tiempo, se postula que es un enigma para nosotros, un tenso y acuciante enigma, tal vez el más vibrante de  la filosofía; la eternidad, un desvarío o una cansada esperanza. Encontramos en el Timeo  que el tiempo es un fantasma en movimiento de la eternidad; y esto es apenas una melodía  que a nadie desconcierta respecto  de la firme creencia de que la eternidad es una imagen conformada con la naturaleza del tiempo. Esa imagen, esa grosera voz enaltecida por los disensos de los hombres, es lo que busco analizar."                                              
El siguiente poema fue escrito poco después de que Silvia iniciara un tratamiento psicoanalítico. En él llevaba al plano de lo lírico lo crudamente psicoterapéutico y, por que no decirlo, "peligroso", como finalmente resultó, cumpliendo la profecía.
                  
HACIA TI MISMA                                                                                        
Inicias una extensa travesía
rumbo a lo oscuro e ignoto e insospechado
por las aguas confusas de tu alma,
cual marino que otrora se lanzara,
aventurero y sin prudencia alguna,
a unos mares de endriagos y sin tasa.
Ignoras qué hallarás en tal buceo
en regiones cerradas de tu infancia,                                                              
en el caos de ensueños delirantes,
en borrosas figuras paternales,
que derivan como negra masa ígnea
bajo una máscara sutil y leve
de vigilia inocente y ajetreada.
Un viaje audaz, riesgoso y temerario,
es el que emprendes de la mano maga
de quien conoce todos los peligros
que desde siempre acechan a esas aguas
de gigantes, de Circes, de sirenas...
También tu viaje es cual una Odisea
de grandes dudas y zozobras largas,
grávida de peligros y de esperas,
al cabo de las cuales ya te aguarda,
no la de Ulises, la deseada  Itaca,
Si no el naciente y perfilado rostro
de la verdad que está en ti misma, clara.
1987
Y, efectivamente, ella encontró ese rostro perfilado, que era su sentida verdad, y que la llevó, con espíritu algo ambiguo en la resolución, a alejarse de mí, después de cinco años de noviazgo, si así puede denominarse sin rubor al vínculo entre una  fresca muchacha de veintitrés y un hombre maduro y trajinado de más de cuarenta y cinco años.
FILOSOFIA Y POESÍA
    Acaso sean dos nombres para la misma cosa. Muchos  así lo han manifestado.  Claramente, Unamuno, que con su obra vasta y polifacética en las dos áreas intentó probar y ejecutar con su vida, lo que pensaba y creía. Heidegger manifestó alguna vez que lo fundamental de su pensamiento había sido anticipado por Hölderlin, el poeta de la poesía, y expresado, también, de alguna manera, por Rilke, el lírico  solitario y existencialista. Así, la concepción de la muerte de este último vendría a decir lo mismo que la que "Ser y tiempo" sostiene en su análisis del "ser-para-la-muerte".En todos sus trabajos, en los filosóficos y en los definidamente estéticos, sostendrá que la palabra que nombra, es patrimonio del poeta, cuya función consiste, precisamente, en decir "lo que es", para que los hombres puedan acercarse a la manifestación de la esencia de los  entes.  Borges decía en concreto lo mismo, cuando oralmente o en algún ensayo perdido, se refería a  las virtudes de Fernández Moreno, el poeta "que veía lo que todos vemos y que acertaba a decir lo que la  mayoría no acierta a decir". Vicente  Fatone sostiene desde el prólogo mismo de su cuidado y bello ensayo, que al escribir "Filosofía y poesía" no puede discriminar si lo hace como filósofo o como poeta. Los presocráticos, hombres del filosofar primigenio, no escriben en prosa. Y esto no sería accidental. El posterior cambio por la prosa en la filosofía griega acaso manifiesta una degradación de la originaria mirada desprovista del velo de lo social, introyectado para oscurecer las primeras intuiciones de los hombres que dieron origen al milagro helénico.  Nietzsche lo sostiene claramente y precisa que con el racionalismo socrático tiene su comienzo la decadencia del espíritu creador en Grecia y en occidente. Su influencia en Heidegger es evidente: para él, casi todo lo fundamental de nuestro mundo, arranca de los versos de  Parménides, incluso, la llamada "era de la técnica" en la que nos encontramos instalados. Muchos poetas, leyendo a Platón, no han acertado a ver o a decir si lo leían como filósofo o como poeta. Entretanto, Nietzsche, cuando en algún momento de su obra nos da su definición del filósofo, más bien parece delimitar la idea que tenemos del poeta:
    "El filósofo es un hombre que experimenta, ve, oye, sospecha, espera y sueña constantemente cosas extraordinarias;  que se siente impresionado por sus propios pensamientos, como si  éstos viniesen de afuera, de arriba abajo, a modo de... rayos que él sólo puede sufrir, porque quizá él mismo es una tempestad, siempre preñada de nuevos rayos; un hombre fatal, alrededor de quien rueda, ruge, estalla siempre algo inquietante... un ser, ¡ay!, que muchas veces tiene miedo de sí mismo... pero que  es demasiado curioso para   no volver siempre sobre sí mismo".
Cuando Fatone cita este fragmento, de "Más allá del bien y del mal", estima que muchos encontrarán en estas palabras, de modo espontáneo, no la definición del filósofo, sino la del poeta.
Borges representa en la literatura argentina y en la literatura universal contemporánea, en el grado de la genialidad, esta conjunción de lo estético como artista de las letras, y de lo filosófico. Ha desarrollado su poesía, y también su narrativa, con espíritu sostenidamente metafísico, siempre arduo para el lector de las ficciones  consabidas. Su modo es casi desconsiderado, especialmente, en sus obras maestras, y ello lo ha llevado a ser modelo de escritores y gozo de los mejores críticos. Apuntando a estas características, alguna vez intenté compendiar en un poema, sus virtudes más prominentes.
Si damos lugar a todo tipo de comentarios y críticas y resúmenes, habremos encontrado un modelo ejemplar de grabación de los temas estudiados, en la memoria personal. Se descuenta que todo esto también se puede lograr con las páginas manuscritas, que en mi caso vengo llevando adelante  desde la adolescencia, pero entiendo que no es lo mismo. La letra que surge de nuestro puño, aunque legible, no nos invita a la relectura y de tal modo, se pasan años, o, a veces, toda una vida, sin que indaguemos en nuestro mundo pretérito, sobre un apunte o una nota perdida en los años transcurridos...
Un tema algo sutil que debo indagar de modo fenomenológico es el concerniente el modo en que esta pantalla interactúa con la subjetividad, sea en el proceso de escritura, como en el de la vinculación con el mundo y más precisamente, con la asimilación de los "elementos culturales". De un hecho, en principio, estoy absolutamente persuadido: una pantalla de monitor, sea en el procesamiento de un texto o en el intercambio de vivencias en los mecanismos de la "Multimedia", no tienen mucho que ver con la pasividad total de un sujeto ante el televisor. Todavía, es ostensible, la experiencia es reciente, y me abruma, impidiéndome establecer la distancia indispensable, como para poder echar una mirada eficiente y describir con prolijidad y con cierta pretensión de justeza lo avizorado en penumbras. Algún atisbo previo tengo, aunque todavía es prematuro juzgar sobre ello: la brillante pantalla crea una sensación de "trascendencia" dentro de la ineluctable inmanencia de la subjetividad. De este modo, cuando leo un libro, me siento llevado, inevitablemente, a reconocer  que estoy a solas conmigo mismo, que estoy, en cierto modo, componiendo el libro a través de  un estímulo material tipográfico bien pobre. Cuando sigo los intrincados vaivenes de un disco de multimedia, no experimento tal sensación y más bien me siento transportado a la conciencia ingenua de creer que estoy en contacto con la cosa misma. La fotografía casi perfecta de la  pintura del museo de "Le Louvre" me extasía, me toma y me saca de mí mismo, instalándome en una sala que se experimenta como ubicada más allá de  los lindes de mi conciencia. De lo que se trata, es de saber si este fenómeno ha de ser constante y correspondiente a la experiencia, más allá de la novedad, o si es esta misma novedad la que está ocasionando el distanciamento "trascendente" que antes sugerí.
Ante hechos muy duros de mi vida, me siento llevado a estudiar parágrafos de "Ser y Tiempo". Quiero encontrar allí una especie de confidente, una pintura de las cosas trágicas que la existencia me está mostrando, y que por delicadeza voy a mencionar con el eufemismo que habla de la atroz finitud del "Dasein". La lectura y relectura de estos textos me llena de asombro: el autor ha tenido una sagacidad y una penetración casi exquisita para no omitir ni un solo aspecto en cada uno de los temas que quieren dar cuenta de la condición de la experiencia humana. Para decirlo burdamente: Heidegger es un zorro casi infinito cuando se trata de captar con todas las sutilezas, los meandros de nuestra singularidad. Opera en esta obra una mirada que cuenta con un instrumento óptico de aumento, una especie de lupa a la que nada puede escapársele. El autor se entrega morosamente no a la descripción del fenómeno grueso,  sino a la de cada uno de los hilos de la finísima trama que lo constituyen.
05/09/1998
Mi experiencia no es grande, pero luego de las reflexiones de anoche he llegado a la siguiente conclusión, que aunque pueda ser provisoria en última instancia, me permitirá avanzar  en las tareas de escritura y de rescate de los trabajos más significativos del pasado. En un sector debo trabajar con pequeños ensayos y con notas diarias -sean  presentes o pretéritas- fechadas. En un segundo sector, que debe ser por necesidad de impresión y de  manejo de los trabajos, de archivos independientes, abarcaré, cualquiera sea la extensión, los ejercicios de narrativa. Y por último, en la zona final, deberán congregarse  todos los poemas, de manera separada, como los cuentos o las pequeñas novelas.
Desde que he resuelto el modo de salvar tanta  labor y tanta lucha de toda la vida con las palabras, me siento más tranquilo. Ocurre que me parece haber encontrado la solución para  salvarme, y para dar alguna consistencia material y cierta personal perduración a  todo lo que ha constituido un ejercicio de la reflexión filosófica o de la manifestación de emociones significativas, en el curso de mi vida. Como en otros, "las palabras" han venido definiendo mi vinculación con el mundo desde los años más tempranos. Mis primeros versos, empecé a configurarlos a los doce y hacia los quince comencé a sentirme envuelto por la alucinada fiebre que lleva a desatar la imaginación para urdir cuentos. El primer ensayo "filosófico" data de los dieciséis y era su tema el asombro como método de investigación en filosofía. Lo leí a un amigo, también ganado por estos menesteres juveniles, y de manera hipertrofiada, lo ponderó efusivamente. Como todos los restantes materiales primeros, este engendro se perdió. Aunque en aquella hora, si bien hecho de puño y letra, había ido a ubicarse a la carpeta correspondiente, tal como justamente trato de hacer ahora.
Una vez que se ha elegido la escritura como medio de expresión se pierde la "virginidad" del lector. Los asuntos pesan menos que las formas y el contenido imaginativo muy pocas veces acierta a ganarnos. No volamos ya como cuando éramos niños o jóvenes y llorábamos la muerte de Margarita Gautier o de  Max Demian. Y esta situación se agrava todavía más cuando hemos sido llevados a adoptar la postura de filósofos cuasi-idealistas: entonces, jamás sentimos que dejamos de estar instalados dentro de nosotros mismos, y jamás nos dejamos ganar por la trascendencia de lo dicho. La conciencia propia pasa a ser nuestra morada y el adentro y el afuera le pertenecen de igual modo. Cada objeto o persona no son ya entes sustanciales: simplemente son meros escorzos o fachadas de nuestras facultades representativas enriquecidas por la actividad constituyente del sujeto. La realidad deja de serlo, porque nada significa la acumulación de escorzos perceptivos, porque hemos perdido la ingenuidad que arrastra naturalmente a pensar que el árbol que veo es "todo" el árbol y la manzana que tengo en la mano es "toda" la manzana.
En Heidegger se diferencia insistentemente la condición de "ser" de la condición de "ente". El hombre no es creador de lo óntico, pero desde su finitud estructura, trascendiéndose, una inteligibilidad que respondiendo a sus cuidados, proyectos y preocupaciones, configura siempre un mundo. El sentido y las significaciones todas de las cosas siempre están referidos a la existencia humana y entre ésta y los entes brutos se estructura el tejido de lo comprensible, y ello porque el hombre en sus bosquejos formales dispone de la capacidad de interpretar lo que de alguna manera preontológica, elabora y establece.
En las primeras etapas del pensamiento heideggeriano, la existencia se moverá en el marco de esta trascendencia paradojalmente inmanente y ello lo aproximará  al idealismo. Más tarde, el ser mismo se tornará gravitante, aunque nunca llegue a ser independiente del hombre.
Domingo 6 de Septiembre de 1998
Dino Buzzati.
En mi adolescencia fue la revelación literaria del absurdo, como ya antes lo había sido, en otro nivel más alto, Kafka. Fue también la posibilidad de ese humor descabellado e irónico, que igualmente existe en ambos. Estas dos figuras abrieron dilatados caminos a mi imaginación. De este modo, desde muchacho, siempre me sentí llevado a juzgar que la realidad es maravillosa y fantástica, pasmosa, increíble, como Cortázar siempre lo creyera y ejecutara en su obra.
La literatura del absurdo, la literatura fantástica, tan próximas, ambas, a la metafísica y su historia, no nos alejan de la realidad; mantienen en nosotros  siempre viva la conciencia de que lo "real", el misterio, sólo puede alentar dentro de esos parámetros de escritura. Así, repudiar el realismo artístico, en cualquiera de sus formas, no es en manera alguna propender a alejarse de "lo que es": más bien es poner en claro que la ingenuidad perceptiva no es valedera, no es un medio "revelante". Decir lo  fantástico es haber sentido en intuiciones excepcionales y poco frecuentes, que el universo excede de continuo la pálida figura que de él nos suministran nuestros adocenados, gastados y tristes días. Este peculiar estado de ánimo, cargado del "asombro" platónico, también puede moverse con comodidad en la ciencia-ficción. Estas tres vertientes de géneros literarios ayudan, en la medida en que nos enfrentan fríamente con lo que no es, a captar lo que de algún modo... es en sentido eminente: un mundo maravilloso al que sólo se puede tener acceso por la imaginación y por la poesía. Y en términos generales, por toda profunda forma de arte. De Chirico quiso hacerlo deliberadamente; pero en todo artista prominente debe hallarse escondido -como en Dalí y el surrealismo- lo que De Chirico ha buscado expresar: el pasmo ante un cosmos en el que hemos sido arrojados sin que se nos consultara, y en el que de continuo debemos elegirnos para salvarnos o para perdernos, y, en definitiva, para "fracasar".
Es en este orden de cosas donde debemos ubicar la tan heterodoxa expresión heideggeriana: la ciencia no piensa. La ciencia mide y calcula y se acerca progresivamente a una mensura cada vez más ajustada de la "realidad". Pero dicha realidad no es de ninguna manera toda la realidad: los grandes interrogantes del hombre no se juegan en las piruetas del electrón o en el núcleo atómico; se juegan en el mero hecho de que esas volteretas "sean". Para  este milagro no tenemos explicación posible, y quien así lo experimenta muy pocas veces podrá hacerlo comprender a aquéllos que para él, están ciegos.
Sólo la dominación completa de los muy sofisticados equipos electrónicos nos libera de ellos. Para mí es un principio esencial si he de dejar de tener una injusta aversión por los últimos productos de la tecnología, que bien usados, pueden ser instrumentos más que estimables para las labores creadoras dentro de todo cuanto concierna a la escritura.
Lunes 7 de Septiembre de 1998
Por azar cae en mis manos un libro sobre el así denominado arte de escribir. Tiene casi veinte años y ya se abre en él todo el prometedor panorama, para el arte y la técnica de la escritura, de las nacientes computadoras. Los análisis que allí se hacen coinciden con los que personalmente he estado efectuando por mí mismo, para describir y captar qué cosa es un procesamiento de trabajos escritos, con estos nuevos artificios mecánicos.   
Martes 8 de Septiembre de 1998
La tarea es ardua y debe ser asumida con seriedad y con paciencia. Es cuantioso el material a dominar, y no quiero incurrir en la petulancia de los que estiman que con el dominio de pequeños elementos del programa, ya son conocedores probados de los métodos de procesamiento de textos. Los muchos y extensos manuales existentes sobre la cuestión dan un testimonio consistente respecto de las complejidades implícitas en el tema. Y en lo concerniente a mi actitud personal sigo sosteniendo que la liberación de la máquina como obsesión perturbadora y gravitante en sentido displacentero y negativo, me será dada por el acabado conocimiento de lo grande y lo pequeño, de
lo mayúsculo y lo ínfimo.
Miércoles 9 de Septiembre de 1998
No es un arte sencillo el de la escritura; los muchos años dedicados a menesteres banales o de importancia, si  así lo constituye el tener  una familia, sostenerla y hacerla crecer... no han pasado en vano sobre mi tiempo y sobre mis posibilidades. La tristeza nos gana cuando la conciencia de esta circunstancia se hace clara en nosotros y cuando la sinceridad íntima, el deseo de no autoengañarnos , la robustece.
Leer textos filosóficos o científicos puede darnos cierta destreza en el manejo de la lengua informativa, pero ello no nos hace igualmente fuertes en el área expresiva o relacionada con la creatividad narrativa, o lírica. Escribir  con el Código Civil, como pretendía  Stendhal, no es una propuesta que resulte agradable en el país donde ha dejado su obra Borges. Las palabras no constituyen meros transportadores de signos o significantes: tienen, por sí mismas, una resonancia estética. Entiendo que esto no es exceso de esteticismo. La pintura tiene las formas planas y el color. La escultura tiene el espacio y los volúmenes. No está mal, según mi parecer, dejarle a la literatura la musicalidad de la prosa o de la poesía y el acorde o la resonancia acústica de cada vocablo. Cuando logro un buen párrafo, me siento un compositor, y el teclado de la computadora pasa a ser,  para mi gozo, el de un piano. Tal cosa experimenté anoche, cuando volcaba, en un nuevo archivo para la posterior corrección...  "Hogar tenemos"
En suma: no puede sentirme involucrado en un trabajo que no sea artesanal; no puedo aceptar, para mí, la esclavitud de operar, meramente, con significantes. Necesito -si no he de deprimirme- concebir la creación literaria con fuerza de plasticidad. Quiero que actúen todos los sentidos y para ello están las imágenes y la inteligencia, y para ello están las metáforas y las otras figuras retóricas.
Si no me aproximo a este nivel,  debo esperar días melancólicos en los tiempos inmediatos.
Jueves 17 de Septiembre de 1998
Hay días en que el ocio o el sosiego promueven el corrimiento de las vendas que nos cubren los ojos y nos impiden disponer de una visión clara de la llamada realidad; cuando esto ocurre, tenemos que afirmarnos bien sobre nuestros pies, para no caer derribados por la fuerza de los hechos, y de las insospechadas intuiciones. Vemos con brillo, lo que antes ni siquiera era atisbado, y desde la nueva perspectiva, todos nuestros enfoques se tornan parciales, rudimentarios, ignorantes y sobrecargados del relativismo de la opinión subjetiva. Nos sentimos aniquilados, porque de pronto percibimos que todas nuestras ilusiones, y todos nuestros ideales, se han estado forjando sobre basamentos endebles. El primer impulso, es dejarse arrastrar por la desesperación, por la firme creencia de que siempre hemos de estar engañados, sobre lo que somos y lo que valemos. Nuestra autoestima oscila pendularmente desde la propia y confiada aceptación, hacia el repudio violento contra nosotros mismos... Nos tranquilizamos al pensar, con conceptos filosóficos y gnoseológicos consistentes, que la verdad, en términos absolutos no existe, que es, de alguna manera, una especie de creación de nuestra singular existencia  y que estamos condenados a una continuada modificación dialéctica de nuestra particular visión del mundo. Entonces, si los hechos son más o menos así, no somos responsables de las "mentiras" que nos decimos y en las que de manera inevitable, tenemos que vivir nuestras vidas. A la existencia humana le está vedada una visión intelectual omnicomprensiva. Todas sus posiciones son siempre arbitrarias, porque inevitablemente están dominadas por perspectivas o escorzos determinados. La  visión se va ampliando, con el decurso de los días, de nuestras actividades y proyectos, del surgimiento de nuevos intereses y apetitos, pero la "completitud" es una situación que siempre ha de estar ausente de nuestras sensaciones internas. Irrevocablemente, somos finitos, y el laboreo sobre nuestro espíritu, ha de estar impregnado de esa limitación esencial, siempre.
Todas estas incómodas apreciaciones se agitaron esta tarde, cuando me puse a hojear los artículos críticos completos, de Cortázar. Pude avistar allí una tarea intelectual ingente en la que se sospecha, de inmediato, que ni un minuto de esa vida fue vivido de manera trivial; que toda esa vida hoy barrida del planeta, fue un concentrado punto luminoso abierto a una pluralidad incalculable de horizontes. Como en Borges. Como en Lugones. Como en Martínez Estrada. Y como en tantos otros. Estos intelectuales nuestros, me dicen con claridad de la estupidez sin remedio, de los tiempos que corren. De lo poco que yo he sabido sustraerme, a tanta tontería. No he sido un hombre que malgastara los días -esto es cierto-, pero sí he sido un individuo pobre que, en la necesidad de ganarse la vida, dedicó mucho tiempo para mantener una familia, para levantar una casa majestuosa -para mis humildes orígenes... Eso es ya irrecuperable y no admite la efusión de lágrimas. Todos esos años en que he buscado conciliar una vocación con la normalidad de una vida pautada por los cánones comunes, se han ido, como el agua de los ríos. Y me quedan solamente los instantes presentes, para que lo "sido", no se constituya en algo tan aplastante. Mientras existimos, está abierta la posibilidad de modificar la significación del pasado. Así, como es sabido y como debe ser inexcusablemente, el tiempo que corre es el que dirige las significaciones de los éxtasis temporales. El ayer, el hoy y el mañana son, por completo, fluidos y maleables... Las cadenas de la situación -incluyendo las horas transcurridas- gravitan, pero somos libres y las caracterizaciones y sentidos de nuestra temporalidad, siempre están cualitativamente en nuestras manos, aunque no lo puedan estar en el plano cuantitativo. La existencia humana está siempre abierta a una posibilidad nueva, pero descansa sobre un cuerpo, el que a su vez, descansa sobre una irrecusable y más o menos efímera parábola biológica.
Viernes 25 de Septiembre de 1998
En términos definidamente técnicos, estoy procesando el influjo aplastante que la información cultural casi infinita, que aportan los nuevos medios derivados de la computación, ejerce sobre la vida del espíritu, o más concretamente, sobre su actividad creadora. Todos podemos saber que el recorrido del hombre sobre el planeta, tiene una densidad inagotable; pero la intuición, no siempre está dada por los libros. Las páginas adolecen de un mutismo y de un autoencierro que parecieran eludir las grandes enciclopedias mundiales, en CD Rom. Particularizando este fenómeno de la gravitación de lo técnico, se me ocurre, ahora, aludir a la cuestión de los sinónimos. Antaño, el escritor se manejaba con su bagaje de términos almacenados, o con el auxilio de diccionarios más o menos buenos; ahora, el mismo programa suministra una docena de vocablos alternativos, ante cualquier palabra. El proceso de la escritura se ha tecnificado. La corrección de un texto puede ir hasta el infinito, porque no hay que reproducir mecanográficamente las modificaciones. Antes de imprimir una página, se la puede rever miles de veces, a lo largo de un tiempo sin definición precisa. Casi con cierto rictus de humor, o con melancolía, nos acordamos de los preceptos horacianos sobre la inspiración y el enfriamiento necesarios para alcanzar los objetivos estéticos. El mismo Arlt, insensiblemente, podría agregar "ortografía" a su genialidad creadora... Una ilustrada línea roja y las posibilidades de autocorrección, lo habrían modificado, con toda necesidad.  
Sábado 26 de Septiembre de 1998
"La biblioteca total", y todo lo importante en torno de matices definitorios, sobre aspectos de la vida y obra de Borges. Su voz, y algunos de sus poemas, o algunas de sus charlas. La voz de un actor consagrado, en otros casos; la conmovedora y menuda letra del autor en cuadernos escolares, que ignoran la dactilografía, y otros tecnicismos últimos. Así debe ser: el genio es negocio de los espíritus, y no de las máquinas, por más inteligentes y complicadas que éstas sean. Para mí es una lección muy fuerte, que borra mis tartamudeos interiores y mis viejas inhibiciones. En lo doméstico y pequeño de mis cuadernos manuscritos, se halla mucho de lo menos malo que he escrito. O, en viejos relatos archivados, tejidos bajo la presión de una fantasía firme y decidida, que tenía su propia voz, aunque misteriosamente coincidiera, desde el principio, y de manera mágica, con la de Franz Kafka.
El estilo sencillo y profundo, a la vez, de Borges, mucho tiene que ver con una lenta mano que estampa con morosidad las palabras y las frases. Heréticamente, sostengo: se debe volver a la pluma y a la tinta, las de Cervantes y Shakespeare. Si lo mecánico y exterior a la escritura, deja de ser eso, un autor está perdido. Nada es más peligroso que la verborragia y la velocidad de meteoro, de un teclado de informática. Se corre, se va con premura, y no se medita, ni se elabora. No escribimos y expresamos con palabras, porque las palabras nos manejan a nosotros. El "lenguaje" auténtico se empobrece, y nos precipitamos en la oquedad de las habladurías.( Heidegger)
Domingo 27 de Septiembre de 1998
Siempre estamos en lo mismo: el encierro o las duras paredes de lo circundante o de la interna subjetividad. Sólo en momentos de olvido, o en los de la sumisión a las fuertes impresiones externas, omitimos ese entorno deprimente y de hierro. El enclaustramiento no nos place, y ello porque nos deja solos y como arrojados a las posibilidades duras e inaceptables. Digamos: la aceptación de la propia muerte y, en general, de la finitud. Cuando desarrollamos nuestro vivir en la "trascendencia", tal intuición, se distancia. Falazmente creemos -pero creemos, al fin- que los límites no nos circunvalan, y que la atmósfera que respiramos es amplia. Y que el aire que llena los pulmones de nuestro espíritu, está sobrecargado de aventuras, de novedades y vicisitudes susceptibles de arrancarnos de la vida cotidiana, fastidiosa y hartante. En esto, creo yo, descansa el poder de la imagen, de la televisión, del cine, del monitor de una computadora. La sensación que nos deja, es la de lo "otro". Y ello no acaece con la palabra escrita, cuando hemos perdido la ingenuidad primigenia de lector. Cuando desplazamos nuestros ojos sobre las páginas, solamente en apariencia somos pasivos.  En verdad, estamos componiendo, de manera conjunta, con el autor. Leer es una actividad muy cercana a la de  escribir. (Borges postulaba esto como base de su estética esencial). La obra se despliega para lanzarnos significantes gráficos: las palabras. Pero las connotaciones son nuestras, y cada una está cargada con la singular historia personal. Como quería Berkeley, no hay conceptos totalmente desnudos. Cada noción es ella misma, en cierto plano ideal, y al mismo tiempo, resume toda la serie de interacciones vitales, que a ella nos ligan. La vida de la espiritualidad es configuradora, y aunque el concepto termine en un esqueleto descarnado, siempre resuenan en él los intercambios concretos, dialécticos e históricos, del curso de nuestra existencia.
Algo nos gusta y nos impresiona, y ello está bien; pero esto no nos exime de la obligación de analizar por qué nos gusta o nos impresiona. Así se da, en el discurrir de los días, la vocación -o la obsesión- del filósofo. Cuando hemos consentido en el intento de serlo, también hemos avalado por todo el tiempo de nuestra vida, este silencioso contrato. Se ha perdido la espontaneidad, y se viven entonces, dos vidas: la vivida, y la que reflexiona sobre ésta. No hay ya, más sosiego. Ganamos en hondura, pero también en tensiones, no siempre inocentes y anodinas.
En términos generales, el creador, y el que goza de la obra creada, se mueven dentro de un supuesto no explicitado: el que postula que existe un intercambio pleno de los mundos interiores. Esto no es tan fácil de sostener, después de haber pasado por Husserl, aunque solamente sea de un modo tangencial e imperfecto.
Martes 29 de Septiembre de 1998
Cada vez estoy más convencido: la multitud, es la mentira. Los valores del rebaño, aplastan todo lo elevado. El resentimiento es el temple básico de las muchedumbres y nada grande puede surgir de ellas. En esto, no pienso a través de la cabeza de ningún filósofo: vierto, sencillamente, en palabras, mi experiencia de todos los días, a lo largo de los años, y de los desalientos que estos años han ido depositando en mí. El hombre de la masa desconfía del hombre egregio y todo lo quiere medir a través de sus patrones y pautas. No puede comprender lo gigantesco, desde su universo ínfimo, y no se conforma con no entenderlo, sino que lo agrede, lo odia y lo desprecia. Una especie de consigna recorre a la humanidad: destruir a los diferentes. Los superhombres pueden ser identificados y reconocidos... pero después de muertos. Este espíritu de servidumbre y de esclavitud es lo que debe ser investigado. No es tan sencillo comprender la razón de que haya dos tipos de humanidades tan diferentes.
   
Viernes 2 de Octubre de 1998
La escritura, como tarea metódica, como artesanía y como deleite, bien puede llenar nuestras horas, más allá de todo cálculo o espera; es algo semejante a lo que acontece con el trabajo del pintor, que llena, insensiblemente, sus horas, con un puñado de pinceladas, en los ratos libres. De seguro, también, ha de acaecer lo mismo con el músico, el que en los momentos de hastío se conformará con el trazado de un par de notas, en la partitura.
Para mí, "arte por encargo", o por obligación, es una contradicción en los términos. La delectación es tanto la emoción de la captación de la belleza, como la del intento de plasmarla. Otro móvil, será siempre secundario, y sólo podrá ser efectivo toda vez que logre actuar, antes, el principal.
Escribir es el difícil camino que trata de conciliar la propiedad de lo que se dice o quiere decir, la mayor proximidad a la cosa misma, con un código que -por buscar la inteligibilidad- no termine desvirtuando la altura del asunto de que se trata. Las palabras, tomadas en sí mismas, no son inocentes. Cada una tiene su lugar de resonancia y sus propias connotaciones.
Modelo de creación es la que tiene la finalidad en sí misma. En el placer que le proporciona al que la teje. Kafka reía a carcajadas, cuando por las noches escribía algunas de sus absurdas situaciones. Y Borges, en tanto autor de Ficciones o  El Aleph, se debía sentir totalmente ajeno a la repercusión masiva -imposible- de sus trabajos. Sabía que eran para unos pocos. Su inteligencia infalible, no podía negarle (esconderle), esta percepción.
Jueves 8 de Octubre de 1998
"Dios ha muerto". El aforismo nietzscheano se encuentra en  La gaya ciencia, con el número l25. La traducción de su título podría corresponder a "El frenético", o "El hombre loco".
Dicho hombre, frenético o loco, cierta mañana se deja conducir al mercado. Provisto con una linterna en sus manos no cejaba de gritar: "Busco a Dios!" Allí había muchos ateos y no dejaron de reírse. Los descreídos, mirándose con sorna entre sí, se decían: "¿Se ha perdido?". "¿Se ha extraviado?" Y agregaban: "Se habrá ocultado". "O tendrá miedo". "Acaso se habrá embarcado o emigrado". Y las carcajadas seguían. El loco, no gustó de esas burlas y precipitándose entre ellos, les espetó: "¿Qué ha sido de Dios?" Fulminándolos con la mirada agregó: "Os lo voy a decir. Lo hemos matado. Vosotros y yo lo hemos matado. Hemos dejado esta tierra sin su sol, sin su orden, sin quién pueda conducirla...¿Hemos vaciado el mar? Vagamos como a través de una nada infinita. Y en tono interrogativo y con énfasis  prosiguió afirmando que nos roza el soplo del vacío, que la noche se hace más noche y más profunda, y que se torna indispensable encender linternas en pleno día. Manifestó que se oye a los sepultureros enterrando a Dios, agregando que tal vez tengamos que  oler el desagradable tufo de la putrefacción divina, pues, naturalmente, los dioses también se pudren. Y siguió diciendo que lo más sagrado y lo mas profundo se ha desangrado bajo nuestro cuchillo, preguntando, al mismo tiempo, si se podría encontrar un agua capaz de limpiar la sangre del cuchillo asesino. E inmediatamente puso en duda que la grandeza de este acto fuera propiamente humana. Y entendía que toda la posteridad se agigantaba con la magnificencia de este acto. Se puso colérico y echó al suelo su linterna y creyó reconocer que se había metido muy precozmente entre los hombres. Intuía que los oídos humanos no estaban todavía preparados para escuchar tales verdades. Porque el rayo, el trueno, la luz de los astros, y los actos heroicos de los hombres requieren su tiempo para arribar. Y este último acto mencionado se encuentra más lejos que los actos más lejanos. Los hombres nada saben de ellos y son ellos los que han cometido el acto.
Dicen que el loco, ese día penetró en varias iglesias y entonó un requiem aeternam deo. Y cuando era arrojado esgrimía reiteradamente su argumento: "¿Qué son estas iglesias, sino tumbas y monumentos fúnebres de Dios?".
Cabe preguntar si el vacío dejado por la muerte de Dios no debe ser llenado de alguna manera. Y entonces, el ideal del hombre superior, del superhombre, con sus propios valores establecidos, que implican una reconversión de la valoración cultural de occidente, no es el elemento que ha da llenar este vacío. Tal es el endiosamiento del hombre, de "El último hombre", el que ya no va a reconocer ningún poder por encima de él mismo.  
Domingo 11 de Octubre de 1998
Ciertamente es la literatura la más intelectual y virtual de las artes. Casi nada queda  en ella de todo lo contenido en las actividades plásticas. Una imagen visual lo es, sí, pero a través de un lector y nunca "rojo" podrá tener una tonalidad definida. Para eso están los colores. Escribir es un juego de la inteligencia, y si no es eso es bien poca cosa. El realismo, en literatura, no puede competir con lo que diseña más directamente los objetos. Con dolor, me digo que lo único que puede justificar un texto es el mundo de lo intrincado, abstracto, fantasmagórico o fantástico. Lo que nada tiene que ver con la vida cotidiana absorbida sin remedio por las cosas. De lo que se trata es de establecer el mensaje específico: y tal mensaje no puede ir más allá de lo cognitivo o anímico en general, pero sólo revelable por un  enmarañado mundo de conceptos donde la imagen no puede penetrar. Y después  queda la música, la melodía de las palabras que asciende y que desciende en las cadencias de cada idioma. Aguda inteligencia, imaginación surrealista, y sonido: elementos de una posible justificación de la escritura. Un cuadro de Utrillo, digamos, puede describirse, pero significantes y significados quedarán distantes de lo que la visión del cuadro mismo nos da, o nos dice. La palabra como cosa siempre será infinitamente menos concreta y perceptible que los objetos o aquello que lo remeda. Por todo esto, por más que lo intente, no puedo dejar de  recaer en Borges como la forma de la literatura...
Veamos el cuento "La cosa", de Moravia. Pues bien: el cine puede darnos mucho mejor e impresionantemente, ese asunto. Leemos el cuento, querámoslo o no, cinematográficamente. Las palabras por sí mismas son allí medios descriptivos y narrativos  y el impacto de las escenas del cine será siempre superior. Como corolario: dicho cuento debe ser filmado, o escrito para ser filmado
Sábado 24 de Octubre de 1998
Cada vez más crece mi horror ante el universo;  y la fragilidad de la vida humana, me espanta. Las teorías cosmológicas que me hablan de espacios y de tiempos casi infinitos me dan miedo, me anonadan. Entretanto, el hombre, todo hombre individual, se recluye en su casa humana y es allí, en esa morada consuetudinaria, donde engendra las cosmogonías que luego lo amedrentan y persiguen. Entonces también se piensa que nada es más inocente que dar crédito y consistencia al mundo definidamente "humano", y, al mismo tiempo, nada es más ingenuo -paradojalmente- que asignar importancia y trascendencia a otros modelos de mundo que no sean ese mundo humano. Podemos abrirnos a los espacios inconmensurables y a los "tiempos objetivos" que se cuentan en millones y millones de años luz, y sin embargo nos es imposible dejar atrás nuestra ínfima, nuestra frágil morada. Nuestra consabida casa es nuestra condena y nuestro infierno, y no hay manera de evadirse de ellos. Estamos encerrados en una jaula, y abiertos, al mismo tiempo... Vivimos en la llamada realidad y en la imaginación, simultáneamente. Todo lo real se halla como enclaustrado en el núcleo de un mundo fantástico, y entre ese mundo y el denominado mundo real, sólo grita con medianos derechos el orbe de la percepción. Y ni siquiera ella. Porque lo que aparece como "siendo", de verdad, primariamente, no es otra cosa que una abigarrada amalgama de fenómenos entrelazados con nuestra historia personal. En cada guijarro, en cada  brizna de pasto, en el cielo estrellado, en el rostro de la mujer amada, está siempre presente toda nuestra existencia y su decurso absurdo, que, empero, siempre ha intentado darse un sentido, infatigablemente. La vida en general no existe. Detrás de su ficción siempre se esconde una ineludible vida concreta. Horriblemente aislada y singular. Odiosa y forzosamente individual. Somos capaces, como sujetos, de engendrar aparatos teóricos o tecnologías inextricablemente complicadas y, sin embargo, jamás podemos, en verdad, dejar atrás el confín, oscuro y luminoso, a un tiempo, de nuestra subjetividad. Ubicamos nuestra mirada sobre el Big-Bang o sobre la doctrina que postula la expansión del universo, y al mismo tiempo miramos nuestra existencia, o la de esa muchacha ayer descuartizada por un maniático, y nos sobrecogen la zozobra y el desconcierto. No entendemos nada. Y no entendemos a nadie. Porque todos siguen viviendo, como si sus horas y su propia muerte, fueran hechos coherentes.
Miércoles 28 de Octubre de 1998
Una forma de trabajo que no me disgusta, es la que yo llamaría: la "ficha". Debe considerársela como unidad de ejecución, de estudio, de intuición, de investigación o de expresión. Tal elemento o herramienta bien puede ser atómico o molecular. En este último caso, se trataría de cadenas intrincadas de moléculas espirituales. Un complejo y extenso tratado -digamos "Ser y tiempo"- puede ser concebido como una adición de fichas que se yuxtaponen, se imbrican o se reiteran, enriqueciéndose. Sea esto en el orden del estudio, o de la producción. Las intuiciones empíricas, en sentido amplio, perceptivas o subjetivas, son siempre el punto de partida, y la descripción lingüística constituye el momento expresivo. Elaborada la ficha de base y de apertura, se archiva. Como en una computadora. Se la trae a la superficie toda vez que deba trabajarse en ella. Para retocarla, para enriquecerla, para precisarla. O para corregirla. Cuando se accede a un trabajo de interconexión de fichas, se comienza otra, se inicia un nuevo procesamiento, que no invalida a las fichas de base, que promovieron el origen de la que se inicia. Un ensayo, es la puesta en acción de un conglomerado de fichas. O un cuento. O un poema. O un aforismo o conjunto unitario de aforismos. Dentro de la unidad básica de la ficha se incluyen, por fuerza, todo tipo de procesos lógicos. Hay multitudes de términos, de proposiciones y de variados razonamientos. El presupuesto fundamental que sostiene esta operación metódica es la creencia de que la vida intelectual procede mediante golpes energéticos e intuitivos, en lapsos definidamente no muy extensos. La potencia y el dinamismo psíquicos, no son constantes y debe trabajarse, siempre, con la cantidad de fuerza de que se dispone, en las concretas circunstancias. Esta misma página que estoy redactando, es una ficha. Un ejemplo de ella. Mientras se la elabora, se la desarrolla o despliega, y se le sacan todas las derivaciones que se hallan inscriptas, de modo escondido o tácito, en la motivación que la ha gestado. Uno de los beneficios inmediatos que se obtiene, al abordar la faena intelectual de este modo, es eludir el agobio que nos sobrecoge cuando nos enfrentamos al estudio o la ejecución de un mamotreto. Concebida la labor de esta manera, hasta es ejecutable un novelón, ese género que ya no me captura ni me conmueve, porque ocupa mucho tiempo de vida. Alcanzado cierto nivel cronológico de la existencia, el tiempo pasa a ser un material precioso. Como se dice a veces en broma, ya no se mira hacia atrás, sino hacia adelante. Y se vive calculando continuamente. No se tiene ya, todo el tiempo del mundo y el que se tiene, debe ser cuidado con evaluación mezquina. Es por esta última razón que se puntualiza, que ya no debiera haber otra escritura, en términos estrictos, que la que se práctica delante de un monitor, con todos los elementos que tornan más que veloz, todo procesamiento de textos.
Lunes 2 de Noviembre de 1998
Ya no queda otra alternativa. Sin medirse de modo cotidiano, sin apreciarse ni compararse con los otros, escribir. Buscar las palabras que expresen mi tortura, tornarlas un juego y eludir de este modo desenlaces que tornen más absurda la carencia de sentido en que se vive. Que estas páginas sean el continuado recinto de intimidad para mis reflexiones más privadas y mis lamentos. Y que  LAS COSAS  pase a ser el lugar en el que, sin mayores pretensiones, pueda entretenerme con algunos juegos más redondos y más armadillos. La conciencia de la futilidad de todos los gestos  pasa a ser lo que preside todos mis actos, y ello no es poco.
Martes 17 de Noviembre de 1998
Finalmente se respira una atmósfera de resolución. Saramago y la computadora han confluido para que este nuevo fenómeno me acerque a una mayor coincidencia conmigo mismo. Mucho he escrito, pero de manera dispersa; sin acordarle crédito, sin asignarle importancia, sin sentir la preciosidad de un tiempo que discurre sin atender a la estupidez del autodesprecio. Fue necesario que cayeran las vendas de los ojos; fue necesario que dejara de leer exclusivamente a Borges, para develar las pobres cosas que andan circulando en el  mercado de las letras. Chatura por doquier. Niveles de escritura llanos, mediocres. Hablas coloquiales de alturas ínfimas y problemáticas que escapan a toda justificación de escritura. De este modo, todo lo antiguo se revalida. Todo lo despreciado. Efectivamente, es cierto que en muchas de esas cosas está presente Kafka. Pero también lo está en el mejor Dino Buzzati. Lo kafkiano no invalida la originalidad de un texto, porque lo kafkiano no es de Kafka, siquiera. Es de todos. Es de los tiempos en que lo absurdo se transparenta. Un texto no vale más o menos por ello, sino por la originalidad. Por la constelación fantástica de imágenes que abre, con sutiles problemas nuevos no entrevistos por las anteriores perspectivas. Llegó la hora de escribir. Llegó la hora de hacer llegar mi palabra y de gravitar sobre los otros, en una vocación de constituirme en figura señera, no por la importancia que ello implica para otros, ni por la ambición de poder, sino -meramente- por el afán de echar luminosidad en la oscuridad de un tiempo empecinado en no querer ver. En filosofía, las cosas son más diáfanas. Pero la filosofía no llega a la mayoría de la gente, y la literatura, sí. A trabajar. A trabajar con tenacidad, sin preguntar ya si es lo que tento que hacer. Mi formación ha sido hasta aquí todo lo densa que pudo ser, para un hombre de mis modestos orígenes. Abierto a todo, debo cerrarme en la "confianza en mí mismo", y en la no-dilapidación del tiempo. Cuidando, sí, que las palabras no se sobrepongan al espíritu, a lo mejor que tengo: la capacidad de mirar ciertos fenómenos con nitidez y novedad. Elijo la narrativa y la poesía, porque hay la posibilidad, en ello, de introducir -no sé hoy bien cómo- el ensayo y el tratado. Los tiempos presentes no son de grandes esfuerzos ni de prosas laboriosas o complicadas con elementos que dan que pensar. A trabajar, y a vivir en el mundo interno, enfrascado en lo único que existe: la "buena" subjetividad. La otra, es la de todos, o lo que es lo mismo, es la de nadie. Sólo un modo hay para tener la fuerza necesaria  para permanecer dentro de sí. La pasión...El amor, para hombres como yo, que creen en el íntimo encuentro de las almas y de las personas. Del hombre y de la mujer.
Sábado 21 de Noviembre de 1998
Martha querida, has partido y ya nunca más estarás con nosotros. La muerte con su estilo y con su habitual impiedad, te separó, para toda la eternidad, de tus hijos y del mundo tuyo y de los mundos ajenos. Y al partir, me dejaste vacío el mío, porque jamás hubiese sospechado que lo llenabas tanto. Yo, de alguna manera, era feliz sabiendo que existías, que estabas allí, aun cuando en diciembre de 1987, habías resuelto -de modo irreversible- dejarme. Con claridad experimenté estas evidencias al regreso del cementerio, al entrar en casa. No puedo entender cómo mi "diosa" de adolescencia y juventud, ha ido a parar al interior de un nicho, porque las diosas no mueren... Ahora bien: desde el momento en que has muerto, cualquier cosa puede acontecer. La contingencia natural de los seres, y sobre todo la de los entes humanos, es ahora total. Martha: los existentes humanos me inspiran piedad. Lo que la enfermedad ha hecho con vos, me subleva. Te golpeó y te azotó, y cuando te tuvo bien y enteramente destruida, procedió a la ejecución. Y no lo puedo aceptar, porque ni los animales tienen que estar sujetos a este desenlace tan infernal, tan cruento. Se los sacrifica antes de la consunción. Martha querida: con tu muerte has destruido todas las señales que otorgaban sentido a mis senderos. He quedado desnudo y desamparado, y debo empezarlo -de algún modo- todo de nuevo. Como antes de conocerte o de iniciar nuestra amistad, que fue mucho antes de nuestro noviazgo. Encarnaste a una de las mujeres más bellas que tuve a mi lado. Con tus ojos verdes. Con tu sonrisa amplia y fresca. Con tu voz cristalina, que se ha perdido para siempre. Con tu elegancia y tu porte natural, con tu cuello esbelto. Siempre te juzgué "inalcanzable", hasta que un día me miraste y me dijiste algunas cosas inesperadas. Entonces, enloquecí de alegría. Desde entonces, poco después de los veinte años, te metiste en mi vida, para no salir nunca más. Ya sea en el noviazgo, en el matrimonio, o en la posterior separación. Y ahora, en la muerte. Hoy tengo que reconocerlo de tal modo y debo, al mismo tiempo, computar en nueve lustros tu vigencia en mi vida... Ahora ya no estás. Y hacia el lado del norte, en un sexto piso que habitaste, ha quedado un gigantesco y definitivo agujero vacío. Me queda tu carne y tu sangre y tu figura en muchos de los rasgos físicos y espirituales de tus hijos. Me quedan centenares de fotografías que dan testimonio de tu belleza y de los momentos que pasamos juntos. No creo -y lo lamento por absurdo- que me quede tu voz, grabada. Me resta tu golpeado cuerpo, en un ataúd sellado y tenebroso, para la descomposición lenta. Y después quedará el calcio de tus huesos. Consumaste el hecho milagroso de tu "propia" muerte, y con un "puñetazo" me mostraste, al mismo tiempo, la inconsistencia de la vivo, y el estoicismo con el que una gran mujer puede enfrentarse al desenlace. Y de esta manera, una vez más, te has transformado en modelo y paradigma de mi vida. Martha, acabo de reunir y ordenar el resto de las fotografías en los álbumes: desde ellas me hablarás para siempre, lo sé bien y ello me tranquiliza. El día de ayer y el de hoy, fueron de pesadilla, y, seguramente de los peores de toda mi existencia. Incertidumbre, por la mañana del viernes, y convicción segura de tu partida en la tarde del mismo día. Llevado por el llamado de Diego, fui al hospital con un propósito bien definido: quería despedirme de vos, con un beso en la frente, siempre tan noble, tan alta, tan luminosa. Y quería acariciarte tus pobres manos marchitas y tus brazos, más esqueléticos que magros. Estabas sumida en la inconciencia, pero tu cuerpo, aun cuando tenía un pulso imperceptible, guardaba todavía el calor de tu sangre...  Respirabas mal y con susurros ásperos, y tus sufrimientos habían sido ensordecidos ya con la morfina. En la noche, antes de que se iniciara el sábado, se cortó el hilo de lo poco que te quedaba de tu vida. Y partiste para siempre, sola, como todos los que parten, con tantas cosas irresueltas, y con la degradación a que la enfermedad te había sometido. Con la inexpresada sensación de fracaso con que deben morir, todos los seres humanos. Cuánto viaje, cuánta programación, cuánto proyecto se truncaron y se tornaron, de pronto, imposibles. Tan maltrecha habías estado, en los últimos días, que te habías visto imposibilitada hasta de conversar, hasta de despedirte de cuantos te rodeaban...
Martha. Has clausurado eternamente muchísimos secretos de tu complicada personalidad, para la luz del ser. Son todas esas facetas las que jamás intentaste, seriamente, en iluminar, predispuesta por un horror incoercible para mirar hacia adentro. Lo que más me  enternece y me llena de tristeza, en todo esto, es el modo en que dijiste "no" a la claridad, que aunque escasa, puede provenir, con alguna ayuda -a veces-, desde afuera. Tus vínculos escasos no te sostuvieron en el ámbito de la luminosidad, o no pudieron, porque con un orgullo autodestructivo siempre impediste que nadie te prescribiera cambios, o te sugiriera o marcara derroteros.
Domingo 22 de Noviembre de 1998
Te fuiste, y tu desaparición total se cuenta por días, apenas. Después, será por años, y después, por décadas. Por siglos. Por milenios.
Mientras los que te rodeamos en la vida, estemos, perdurará la forma de tu ser en nuestro espíritu. Luego, cuando poco a poco, todos nos hayamos ido, y los albores del tercer milenio ataree o otras, a inconcebibles generaciones, los que aún no han nacido ignorarán todos tus secretos, tu nombre, tus padecimientos, tus amores, tu dolor, la tragedia espantosa de tu final, tan semejante al milagroso espanto de millones y millones de mortales, desde la aparición del hombre. El decurso del ser seguirá su camino, engulléndose a los hombres, como un monstruo indiferente, y las existencias seguirán, una tras otra, desconociendo, tanto el misterio del tiempo como el misterio del ser que nos necesita para transparentarse, pero que al cabo de un período más o menos preestablecido, termina desechándonos como inservibles desperdicios. Esa es la gran paradoja: la representación o descubrimiento de todo cuanto es, nos necesita, para hacer posible la verdad de los entes, y -al mismo tiempo-, el ser, que obra manipulando la periodicidad de la vida, nos despide en un lapso más o menos corto. El tuyo, Martha, apenas llegó a contarse por seis décadas, y eso es nada, porque me dijeron los empleados y empresarios de pompas fúnebres que los seres humanos, hoy, se están muriendo a los ochenta años y más. Tu periplo se acortó demasiado, y tus años, que debieran haber rozado el 2020, concluyeron antes de que se cerrara el segundo milenio. Ni siquiera te dieron tiempo a alcanzar una nueva Navidad, en que occidente se zambulle en toda la mitología, también milagrosa, del nacimiento de un niño, en Belén, que cambiaría el curso de la historia, en un modo que Nietzsche juzgaría monstruoso y falaz, engañoso y catastrófico... Decir, como he dicho, que te has ido definitivamente, es parcialmente cierto. Se fue el eje de tu existencia, se fue tu yo, la constelación estructurada en torno de tu entidad singular. Quedó tu despedazado cuerpo, sobrecargado de drogas, y de quimioterapias que las células enajenadas, ignoraron y quedará, por mucho tiempo, ese conjunto de millones de células que tendrán que ser pasto de los organismos descomponedores, hasta que el fuego te reduzca a cenizas, o hasta que la tierra te reduzca a huesos dispersos, que serán higienizados y guardados en una urna pequeña. En ella estará el calcio que habrás incorporado en algo más de medio siglo, pero nada habrá allí del brillo de tu sonrisa, de tu amor entrañable por tus criaturas, del sufrimiento y el miedo de tu primer parto, naturalmente inexperto. De los torpes chistes, y las torpes bromas que a tu alrededor disparaban, ignorándote -según me contabas con fastidio-, los miembros del equipo médico de una clínica cercana a la tan pequeña, arbolada y hermosa, plaza Francia. Nada habrá, en esos fragmentos desperdigados de tu esqueleto, de la inteligencia con que juzgaste al mundo y de la apreciación estética que te llevara, en Bellas Artes, a dar formas, a formas humanas que-quizá- ya tampoco existen. Nada habrá, en esos huesos, de aquel muchacho llamado Javier, que te embelesara en los tempranos tiempos de las playas de Gesell, cuando el visionario de tu padre, siguiendo al visionario  viejo y barbado, comenzó a comprar terrenos en lo que después sería el balneario famoso. Nada tendrán, esos huesos, de aquellos frías noches de LA REDONDA, la primera confitería en la que bailaron las primeras muchachadas de los arenales geselinos, en noches que seguían a las jornadas calientes de la playa, en noches pletóricas de aire puro y de miríadas de estrellas. En el interior, el ritmo estruendoso, poca droga por entonces, y mucha humareda de cigarrillo. Y la muchacha húngara, que tempranamente, a pesar de toda su elegancia y hermosura, quedó borrada del planeta... Muchísimo antes de que el tercer milenio acabe, el polvo de tu cuerpo se confundirá con el polvo de ella, en loca zarabanda, en praderas o desiertos, o en calles de ciudades todavía no fundadas y que los mapas aún no registran. Las células estructurales y vacías hablarán de milenarias momias a los curiosos de civilizaciones antiquísimas, y seres humanos que se vivirán inmortales, nada sabrán del ignorado polvo de tu cuerpo y del de la húngara, y de la belleza de ambas. De esa "belleza"-idea platónica- que eternamente seguirá embelesando, misteriosa, la mirada de los hombres.
Martes 24 de Noviembre de 1998
Antes del viernes, antes de que partieras, mi pensamiento no podía arrancarse de la cama hogareña en que tratabas de soportar las llagas de tu cuerpo. Ahora, vuelve, una y otra vez, al macabro sitio en que se te ha instalado. Seguramente, la corrupción todavía no habrá ido muy lejos; todavía te encontrarás como en el momento en que te dejamos. Esto ocurre en el plano imaginario. Sigo conversando con vos por las noches. Y empiezo a sentir que para estar a tu lado, en la fantasía, necesito seguir estando vivo: porque dos nadas no pueden comunicarse. No he apelado aún a la hipótesis divina, esto es, a la de la inmortalidad del alma. Aunque me dije anoche que ello no era propio de un filósofo, ya que todo dogmatismo es repudiable y merecedor de vituperios. Debo acercarme a la teología. Debo revisar la cuestión divina. Porque tan inconcebible es un mundo con Dios como un mundo sin Dios. Además: por qué el hombre como especie, piensa en Dios? Esta es la cuestión que debe absorberme. Esta es la cuestión en que debo trabajar. Y, en vinculación con ella, la cuestión del principio ontológico y lógico de no contradicción, y del tercero excluido. Pensar en la fuerza y en la convicción posibles de la lógica, del significado de la fuerza lógica. Del problema del psicologismo o de la idealidad de los supremos principios. Es valedero conceder un derecho a la proposición disyuntiva... ¿"Dios existe o no existe" ?   Obviamente, lo es para el intelecto humano... Pero puede ser el intelecto humano algo comprometido con la verdad? Y... ¿Qué es la verdad? ¿Hay sentido en esta pregunta, fuera de la existencia humana? Heidegger, certeramente -entiendo-, estima que no.
Domingo 6 de Diciembre de 1998
Era el 4 de noviembre. Yo cumplía años. No había mucho que festejar, pero consulté a Marina; no quería que ella sospechase que se pasaba por alto la fecha, en virtud de su estado. Les dije a los chicos que resolvieran. Y vinieron unos cinco minutos. Desde su cama, Martha les indicó que me trajeran un obsequio. Fue el último. Sencillo y simbólico, como siempre. Pero éste, fue el postrero. Desde la estoica aceptación de los hechos, tuvo la fuerza y el tino de acordarse, todavía, de mí. Martha: mientras yo exista habrá alguien que jamás te olvidará.
Sábado 12 de Diciembre de 1998
"Cartas a un joven poeta". Primer contacto, a los dieciocho años. A pesar de los cuarenta transcurridos, desde entonces, hoy me siguen hablando, y acaso, con más intensidad que antes. En cada lectura obtengo una visión nueva, una intuición más intensa, un enfoque más rico que en las anteriores. Por ello siempre tengo allí una reserva de apoyo y de ayuda. Siempre está su palabra profunda, fundada en una visión existencial de los problemas del mundo y de la vida. Mientras anochece, en esta tarde, me enfrasco en lectura minuciosa, en la carta número VI. Su tema casi exclusivo, es la soledad, su grandeza y sus dificultades. La necesidad de soportarla con firmeza, eludiendo la corrida  hacia quien nos la borre en un diálogo anodino. Se habla del valor de su cuidado y de la necesidad de protegerla para acercarnos al encuentro de nosotros mismos. Se habla del retorno a la infancia, en que la soledad era el temple habitual, porque para ella el mundo de los adultos era siempre distante y marchito y sobrecargado -naturalmente- de convencionalismos. Los primeros años son siempre ajenos a todo adocenamiento y el poeta -el hombre esencial- debe conservarlos como su mayor riqueza... Así dice Rilke a Kappus: no es la vida de cadete o de oficial la única vacua y carente de importancia o de significación. Todo trabajo obligado, toda ocupación irrecusable, significan un desgraciado alejamiento del centro de lo humano. El peligro está en "el mundo del trabajo"... En el bullicio y en el estrépito en medio de los cuales tienen que transcurrir muchas de nuestras horas...Desgraciadamente, qué poco tiene que decir esta obrita a las nuevas generaciones, carentes de oídos para escuchar y entender su mensaje. Una juventud acaso definitivamente perdida, alejada de sí, de todo sentimiento de hondura y de Dios, o de la posibilidad misma de su problema. De ese Dios que tal vez todavía no haya sido, y que está adelante, en el porvenir. Idea del Dios futuro, que también está en Heidegger.
La palabra que nombra, es de los poetas. Y en estas cartas se respira siempre un espíritu de autenticidad. En su brevedad, el epítome es un verdadero clásico, porque en cada contacto nos da algo nuevo. Clásico es lo inagotable. Lo que ha llegado al "hondón" del alma. Autor importante es el inagotable. Y en cada lectura divisamos un aspecto que se nos había escapado en las anteriores. Esto acontece porque nuestra problemática es infinita y porque toda palabra o frase encierra todas las palabras y todas las frases, como solía ver y expresar, Jorge Luis Borges.
Cuando se transgreden los límites de la vida cotidiana, con sus estólidas vulgaridades, sus cosas chabacanas y sus "novedades", se arriba a la zona que puede considerarse y denominarse como "zona del pensar"... Allí, los acuerdos de opiniones son escasos y son copiosas las preguntas y los enigmas. Se tiene la vívida sensación de que toda la vida, por lo general, ha sido y es una búsqueda a tientas que nos ha hecho simplemente orillar el "muro" de lo impenetrable.
Jueves 17 de Diciembre de 1998
No puedo no diferenciar entre textos profundos y textos que no lo son. Entre literatura que se edifica por encima de la totalidad de la cultura humana y literatura que surge del mero intercambio cuasi-animal que un sujeto sin trascendencia, tiene con el entorno. La palabra es engañosa. Jamás nos confundimos en la vida diaria, pero con frecuencia, la mayoría - y no sólo la mayoría- se confunde con los textos escritos. La letra de molde infunde cierto respeto, cierta admiración, que lleva a no poder distinguir, en una primera mirada, lo que es medular de lo que es anodino. En realidad, la mayoría de las bibliotecas no contienen más que hojarasca. Bosques enteros de papel que se han quedado en la cutícula de las cosas. Y es entonces cuando de hace comprensible la expulsión de los poetas, según la  recordada decisión de Platón.
Estimo que, desde un punto de vista pedagógico y desde un punto de vista profesional poseo las dotes necesarias para intentar la tarea de acometer una dirección de taller literario. No ignoro la infinita cantidad de elementos que mejorarían mi trabajo, en esta labor, pero entiendo que puedo ayudar a otros, con consejos sabios surgidos de la propia experiencia, sobre la manera de ejecutar y corregir y elaborar una página escrita de manera presentable. Desde ayer, pensar en enfrentarme con este oficio, me complace. Un hombre que no acierta a trasegar en palabras la vida empírica, es a mi entender, un hombre incompleto, un "hombre inculto".
Ayer estuve hojeando breve, y superficialmente, los Cuadernos de Lanzarote, de Saramago. Impresión de anotaciones cotidianas de vida vivida sin trascendencia. Sin severa formación. Debo examinar esos apuntes con mucho cuidado. Estoy demasiado acostumbrado a la profundidad de Borges, o de una severa crítica fundada de Cortázar. La profundidad, hoy, escasea en el mundo. Frecuentar los textos de Heidegger, para pensar. Y los de Borges, para respetar el oficio de escritor. 
Viernes 18 de Diciembre de 1998
Ayer, por la mañana, ya se me advertía. Pase por la tarde, porque ya estará aquí el último libro de Sábato...Véalo esta noche, hay un programa de televisión destinado a su despedida...La obra se titula: Antes del fin. Con lo cual, desde el mismo nombre, ya estamos instalados en el escenario, en el sepelio, o en el cementerio. Ni siquiera en el momento último, Sábato tiene la dignidad de no mostrarse. Continúa el histrionismo de toda su vida ante una comunidad que le ha servido de eco. Actuación, siempre. Perdurar en la conciencia de los otros, sea cual fuere, el precio. Es tan costoso no ser exhibicionista? Es tan costoso morirse solo? Es tan costoso entrar en la muerte, con dignidad y silencio? Es tan costoso no hablar de los muertos queridos, en público?...Intenté seguir el programa. El montaje de la televisión, era perfecto. El viejo escritor, entre sus cosas, entre sus objetos habituales, en su Santos Lugares... El panel -qué palabrita- sentado alrededor de una mesa redonda, para trabajar de coro ante los distintos fragmentos de exposición del autor de tres únicas novelas...El conductor dijo: Esta es la despedida del más grande escritor argentino viviente. (Entre otras cosas pensé: lo siento, Adolfito, te crucificaron, mal que le pese al premio Cervantes...). Habla Sábato, en su escritorio, mediante la grabación. Se comenta la dedicatoria, bien al tono del título: "A mi madre, a Matilde, a Jorge Federico..." Todos muertos. Y luego, el lugar común, en boca del pope. "Nada es peor que la muerte de un hijo" . De inmediato, la acotación pertinente: "Estuve a punto de morir. Los médicos me arrancaron de la muerte"...Y el zar de las letras argentinas, agregó, como era de esperar, naturalmente..."Yo daría toda mi obra y todo mi prestigio, por tenerlo a mi lado"... El espectador sensato tiene que callarse lo que piensa, esto es... "Eso se descuenta en todo hombre bien nacido". A renglón seguido -locución adverbial al tono- intervienen miembros de la mesa que está "en vivo" en el canal. Comienzan los ditirambos. El más notorio lo expresó un periodista brasileño: "La señera figura de Sábato, es emblemática, es la de un profeta" .Y una mujer muy gorda de la política argentina, acólita de don Hipólito Yrigoyen, que fue bonita en su juventud, y que hoy no cabe dentro de su piel, porque le place ser obesa, añadió: "Sábato es un existencialista. Su último mensaje, es la palabra de un hombre que habla desde la entraña de su alma"... Y así siguieron, más o menos, los restantes. Un poco de Santos Lugares, donde se consumaba el velatorio -Borges diría, "velorio"- y otro poco en la sala de deudos: la habitación y la mesa  redonda, en el interior del canal. Porque así fue: por primera vez en la televisión mundial, se transmitió, en vivo y en directo, la despedida de sus conciudadanos, de un consagrado escritor. Por suerte, los televidentes -qué palabritas- pudieron no sentir el hedor de la corrupción de la carne humana, tan dulce y tan repelente, porque nos habla de la propia. Como la payasada continuara, me dediqué a otros menesteres personales, no tan dignos de mención.
Lunes 21 de Diciembre de 1998 
Antonio: estuviste pensando por años que vivías en un país en donde muy pocos escribían y en el que escasos individuos alcanzaban a ser editados, y reconocidos en contados casos. Pero estabas ciego. Creías atisbar o percibir, y no percibías nada. Sólo errores. Ahora, la venda se ha caído de tus ojos y el panorama se te presenta amplísimo y evidente, así como existe la vida y la muerte... Observas con asombro que todos los argentinos escriben. Que todos los que murieron escribían, y que todos los que nacerán -también- serán escritores. Has elegido un menester altamente difundido. Mucho más que la pintura, que la música, que todas las artes. Y en verdad, debes aceptarlo, te sientes incómodo. Te molestan las multitudes, en cualquiera de sus formas. Y más, ser uno de tantos, perdido en el gentío. Cómo no habías pensado que por el sencillo hecho de disponer de la palabra, las muchedumbres se pondrían a usarla? No advertiste que en las otras artes las aptitudes son más escasas? Hoy lo sabes. Y no resuelves no ser  uno de tantos. Simplemente, escribirás cosas tales como El último hombre, El crítico, El viaje, Mis imágenes fijas, El cerco, Los serenos, Espartaco, El hombre del espejo... O sea: todo lo que sea absolutamente original y ni de lejos se parezca a las cosas que escribe el pueblo. Te preocuparás, además, por introducir, cada vez con mayor intensidad, filosofía, en tus trabajos, y una perfección formal -lo mejor de Ficciones o El Aleph- para estar distanciado de las multitudes adocenadas. Como te hallas muerto para el "gran público", eres libre. Nadie te observa ni te observará. Puedes hacer lo que te plazca, porque toda tu vida es "vida privada". Y en ella, sólo te importan los goces. Si quieres ser sádico con una mujer, puedes serlo. Si quieres hacer algo parecido a lo que cuenta Fowles, en El coleccionista, puedes hacerlo. Si quieres pintar tus fantasías metafísicas, igualmente puedes plasmarlo. Si quieres viajar a otros países menos aborrecibles que el tuyo, estás en tu derecho. La plebe se vale de las palabras comunes y de su capacidad de percibir. Tu realidad es la no visible, la metafísica. Y tu lenguaje cabalgará sobre el ensayo filosófico y la poesía. Has terminado con el mundo. Nada esperes de él y nada intentes allegarle. Entre Antonio y el mundo, hay una infinita distancia, un espacio no recorrible. Perteneces al orbe de Nietzsche, de Kierkegaard, de Stirner, de Heidegger. Nada tienes que ver con los amarrados en la caverna, que sólo creen ver lo que no es más que un conjunto de sombras. Como Platón... Arroja a los escritores de tu universo! Antonio: el ámbito en que imaginas y escribes debe ser inabordable. Nadie debe saber de él, ni rozarte siquiera
Domingo 3 de Enero de 1999
Por la mañana de domingo, a las siete, cuando toda la ciudad duerme, resuelvo ir por vez primera, al cementerio, en bicicleta. Demostrar fácticamente, que la necrópolis de Flores está allí nomás. Simbólicamente: que entre la vida y la muerte hay sólo una lámina delgada, imperceptible, ilusoria. Martha no está tan lejos. Esto es, su cuerpo en vías de corrupción. Probar así, una vez más, que los vivos están equivocados. Que sueñan, sin saberlo, un sueño. Como el que soñaba ella y que ya no puede soñar más, porque fue arrancada y borrada del ser. Le llevo algunas flores y converso con su nicho. Le hablo de los chicos. Luego, de manera morosa, me detengo, como otras veces, a divisar la reverberante luz que campea sobre las tumbas. Trato estúpidamente de reencontrar la de Martha Aguer Cuadrado, no teniendo en cuenta lo que el cuidador me dice: "ya la deben haber levantado". Son muchos años. Converso largamente con un hombre que sabe de cementerios. Me informa sobre la renuencia de los deudos a acercarse a sus familiares idos. Sobre el abandono de las tumbas. Sobre los villeros que arrojan el cadáver a la fosa y luego no pasan jamás, hasta que las reglamentaciones echan los huesos al hoyo común. Y no solamente los villeros marginales, también -puntualmente- los herederos de un burgués que dejó en herencia a sus hijos, cuatro frigoríficos. Me habla de los drogadictos, que van a fumar o a inhalar junto a la tumba del compinche muerto. Me habla de los delincuentes eliminados por la policía y llevados por los compañeros de fechorías, en masa, armados y prepotentes. Tipos que amenazaron a los sepultureros impidiendo que inhumaran el ataúd...Recorro los senderos, y descubro "por casualidad" lápidas y nombres que me hablan de un ex alumno y del hijo de un amigo, muerto trágicamente. Descubro la bóveda, segregada de las otras, de Ramón Flores, fundador del barrio antiguo de la ciudad. Sólo la fachada ostenta un mármol decente. Los otros costados del cubo son caras laterales derruidas y de revoques tambaleantes. Las bóvedas, los pudientes... Las tumbas, el pueblo llano. Clases medias y proletarias y marginales, ahora. Las villas circundantes, cuantiosas, aportan mucho material  al cementerio. El cuidador me dice que el Gobierno de la Ciudad programa crear un sector para aquellos que no se ocupan de dar un marco decente a los sepulcros de sus familiares. Porque afean el aspecto y la dignidad "de estar muertos". No lo veo, de manera alguna, mal. No puedo tolerar -y Diego tampoco- que Martha esté junto a tanta gente que en vida fue basura. La nada los iguala, pero los que todavía no estamos muertos nos revolvemos contra tanta promiscuidad. Amamos determinados valores, en la vida, en el ser, y en la nada. Transcurren casi dos horas en la caminata por los pasillos que separan las tumbas. Leo los textos tontamente melodramáticos de los comerciantes de placas en bronce. Qué pésimo estilo. Cuántas fallas gramaticales. Cuantos versos horribles... Resuelvo regresar de mi visita al más allá, es decir, a la nada. Vuelvo a la mentira de la vida, a la película de una luz que brilla para existencias que nada saben de sí, y de la misma nada. La mentira. La inautenticidad de los que se ocultan su destino cierto. Y empiezan las confrontaciones: los muertos, no molestan; los muertos están detenidos en el tiempo y desconocen ya el devenir y la historia; desconocen la procacidad y la malevolencia; desconocen la gula y todos los excesos...Voy sintiendo que mi pensamiento discurre por carriles "locos", para la gente común. Voy sintiendo que la dignidad está del lado de los que ya no son, no corroídos por las vanidades y por las envidias. Queda apenas una placa con sus nombres. Ellos nada saben de la misma, sólo visible para los vivos. El consabido circo de la vida sigue girando, con sus falsos oropeles, con su ruido, con su vana seguridad, con los tacos de las niñas bellas y apetitosas que pisan fuerte, porque son -se creen- inmortales como los dioses. Cuánta estolidez. Monto en la bicicleta y con lento paso regreso a mi casa, que ya no es la misma, como yo, que tampoco soy el mismo.
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Lunes 4 de Enero de 1999
Un trabajo intelectual eficaz implica los procedimientos siguientes. No leer, sino estudiarlo todo. Anotar y subrayar por entero toda clase de libros. Compendiar de cualquier manera y metódicamente, todo lo analizado externa o internamente. Trabajar en cuadernos de anotaciones manuscritas no implica que ello no vaya a terminar, con posterioridad, en el archivo de la computadora. Esta máquina debe erguirse como la reserva total de toda mi actividad. De la presente, de la pasada y de la futura. Para ello es indispensable tener acceso a un lenguaje económico: esto es, a un lenguaje que con mínimos toques resuma grandes fragmentos de labor, o de tiempo transcurrido. Verter casi cuatro mil páginas de anotaciones personales es tarea imposible e ineficiente. Hay en mí, preocupaciones recurrentes y anodinas, y con frecuencia de escaso valor. Yo sé qué es lo mejor o más valioso. Escribir en los márgenes de los libros, en cuadernos de todo tipo, y en cualquier lugar, es menester preparatorio. Cuando se llega al teclado de la computadora la tarea intelectual ha sedimentado y el sendero está, ya, desbrozado, y es allí, en tanto la sedimentación del inútil poso se ha producido, cuando el decir se torna llano y significativo.
Esta máquina debe ser para mí, lo que la paleta para el pintor, y el martillo para el carpintero. Mi herramienta.   
En cuanto a lo concerniente al habla, ya lo sabemos. Es un proceso. Jamás se ha llegado, en lo que a ella concierne. Siempre se está en camino. Trabajar el lenguaje es tarea de veinticuatro horas. Es un soliloquio continuado. Concebir que no se compone cuando se está con el bolígrafo en mano, o ante el teclado. Comprender que se compone cuando articulamos un puñado de palabras, por más intrascendente que sea. Una conversación en la calle. Un diálogo telefónico. Una interpelación a un desconocido, o una respuesta. El hábito de la preocupación por la construcción de un habla, debe ser de todo momento. Escribir no es un acto solemne que se ejecute en muy pocas circunstancias... es un acto continuo que se verifica en cuanto tratamos de articular los pensamientos.
23 de Enero de 1999
Se van a cumplir, casi, veinte días de alejamiento de la escritura, aquí. Solamente algunas páginas en mi cuaderno manuscrito de anotaciones particulares, y algunas lecturas dispersas y sin orden ni concierto. Muchas cosas han ocurrido, en este lapso, minúsculas, pero siempre importantes cuando las usamos para la reflexión y para tratar de acercarnos a nuestro propio ser y a nuestros propios deseos, siempre tan esquivos, para la mirada atenta. Me entregué con ayuda, a robustecer pinturas, barnices y detalles exteriores, para solidificar la estructura externa de mi casa y su presentación, de modo fundamental importante para mí, en primer lugar. Luego, accediendo a la amiga que en circunstancias confusas perdió su empleo, di lugar a que una mujer metiera sus manos, para tareas de limpieza. Después de Martha, esto siempre había sido una imposibilidad irresoluble, para mí. De este modo, conocí lo que es vivir, luego de la separación matrimonial, en una casa bastante limpia y ordenada. La persona que efectivizó estos trabajos no es una profesional de la labor, y aunque los resultados no fueron óptimos, acabaron siendo, sí, bastante aceptables. El cambio del aspecto externo de mi morada, influyó positivamente en mi estado de ánimo. La mera limpieza física, la de los útiles, la de los muebles, pisos y rincones, me resultó gratificante a nivel espiritual. Con esta percepción llegué a descubrir que necesito de personal para atender estos menesteres. Y luego de los barnices y de los cuidados del jardín, también concluí por aceptar que también me resulta imprescindible una persona, no muy onerosa, para el mantenimiento de esta vivienda excesivamente grande, pero muy amada. Estas dos circunstancias han sido mi preocupación, en estos días materialmente transcurridos en blanco, en mis escritos. El alejamiento no resulta anodino: sin quererlo, rodeados de enseres, nosotros también vamos tomando las características y la ceguera de esos enseres. Poco a poco, "el mundo del trabajo", nos toma y nos aleja de nosotros, de tal manera que se nos tornan harto comprensibles, conceptos como el de "enajenación", o el de "ocio creativo". La intensidad del comercio práctico con las cosas es directamente proporcional al alejamiento teorético de las mismas. A duras penas podemos - por momentos- hacer una pausa para la reflexión esclarecedora o formadora de síntesis. Al mismo tiempo, en tanto se encaran todas estas actividades, no muy vinculadas al modo de enfrentarnos habitualmente a la vida, me tuve que abocar al cuidado y la preparación de exámenes de verano de mis alumnos. Y aunque este enero ha sido más benévolo que otros, en lo que al rigor de la temperatura respecta, igualmente el agobio y el agotamiento físico y psíquico, se hicieron ostensibles. Es así, de esta manera, como en mi propia carne y en mi propio espíritu, pude vivir de cerca la forma en que la mayoría de la humanidad, ejecuta, irreflexivamente, su vida. Retomar el teclado y esta página hablan de que tal período ha concluido. Rescato de todo ello que no he de renunciar al personal que pueda ayudarme, sea en faenas de mantenimiento o de limpieza. Esta moderna mansión enclavada en el barrio de Lugano, en la ciudad de Buenos Aires, es demasiado complicada para un hombre que vive completamente solo en ella, cargado de ocupaciones que, a veces, desarrollan, en otras familias numerosas, todos los miembros de un grupo.
Jueves 18 de Febrero de 1999
Acallada la fuerza de la pasión sexual, esta vez complicada con toda una serie de factores, desde los estéticos hasta otros que tienen que ver con la temática de Lolita, puedo retornar a mi mundo habitual, al diálogo conmigo mismo, y a la computadora, después de tanto tiempo. No deja de ser un poco frustrante comprobar que el verano se me ha escurrido sin "vivirlo", esto es, sin registrarlo temporalmente. Es como una página vacía en el libro de mi vida. Es como si después del 5 de diciembre pasado, todo, en mi cabeza, se hubiese puesto transparente y nebuloso. La terminación casi exhaustiva de tareas de mantenimiento exterior, ayudado por el fugitivo alumno, ha sido, empero, una de las cosas más importantes. Embellecí y di protección a esta casa en la que moro y que tanto amo. Luego, la limpieza interna. El comienzo a tropezones con la amiga cuarentona y finalmente el hallazgo de María, de psicología adolescente, en alguna faceta, y en otros aspectos, tan complicada. Lo que me acontece con ella no termino de comprenderlo. La situación se presenta como sencilla, y no obstante, no lo es. La trama de este vínculo ni de lejos ha sido agotada, en estos análisis que han llegado a tornarse compulsivos, en mi vida. Es la belleza de algunas formas y la inocencia, en un cuerpo juvenil, pero es muchas más cosas. Es la eterna compañía de la mujer. Es la ternura. Es la voluntad de servicio por el hombre, tan ausente en toda mi existencia. Es la corta edad, el mundo de los que tienen por delante un amplio horizonte: el de los niños y el de los muchachos y muchachas. Es también el carácter agreste de una personalidad por momentos rústica pero siempre sensible y sutil. Es la fuerza física y el trabajo tesonero que ha hecho del esfuerzo y de la rutina de los menesteres diarios, un culto. Es la posibilidad del cumplimiento de mis apetitos de paternidad no ejecutados. Es el deseo de gratificar a una "margarita silvestre" con cosas que para mí no son tan imposibles y para ella, en su pobreza y desamparo, constituyen un cielo. Es la comprobación de que aún en almas en cierto modo no roturadas, anida lo estético y la valoración de la belleza. Es la comprobación siempre enigmática  de la objetividad del valor. Es una nueva verificación de que en mí, lo imaginado como placentero, coincide con lo vivido como placentero. Es la ejecución de mi viejo y metafórico proyecto de "comprarme una chica", en el interior, o en los países limítrofes... Pero aquí, en este contexto, la palabra dura comprar ,no debe estar cargada de significación peyorativa. Es más bien manifestación de mi vínculo con lo femenino, después de larga cincuentena. Un símbolo de la mujer entendida como fiel compañera del guerrero, del hombre. Es el tierno y suave conejito cuyo objetivo en la vida es compartir los designios del ser al que acompaña. No es puro sadismo, porque junto al proyecto de superhombre con el que cohabita, está siempre la posibilidad abierta de que se convierta en una Walkiria. Es también el ejercicio respetuoso y maniático de seducción, en la parte más vulnerable para un hombre de mis años, la plena juventud, la adolescencia, con sus frescos racimos. Es encontrar que la poesía anida, o puede anidar, en las ciénagas de la necesidad, es decir, de toda la especie humana. Es el deseo de humanizar lo que todavía se halla en cotas demasiado poco elaboradas, y que permite al formador de almas que soy, toda su labor y su despliegue. Es la burla y la sorna contra toda la sociedad que vive como se debe y como se hace. Es inventar la vida, crear los nuevos caminos que la justifiquen, a través de la verificación de que la existencia humana, sin un marco poético, puede llegar a transformarse asfixiante. Es saber que, junto a la soledad esencial en que he vivido y en que debo vivir, me acompaña una mujer que atiende todas las necesidades de la casa y hasta mis más imperiosos y deleznables deseos. Es vivir como todo un hombre según el ideal del yo constituido en mi infancia, como la "peluquera", en  El marido de la peluquera. Soy esto. Un sencillo italiano del sur, complicado con multitud de elementos de la cultura occidental. Lo he sido siempre, pero ahora lo veo en los hechos, con absoluta claridad, después de haberlo presupuesto imaginativamente. Detesto a las feministas, ya bien lo sé. Detesto a las emancipadas, ya bien lo sé. Detesto a las mujeres que pujan por sus derechos, ignorando sus entrañas. La mujer es compañera y madre, aunque pueda ser todo lo demás. Un "animalito" tierno que, también, puede, si es su deseo, ser todo lo demás. Profesional, escritora, artista, modelo o lo que desee. Sobre todo, como ser viviente y humano, es digna de todo respeto y de toda consideración. Es merecedora de que se la complazca y de que se la premie, y de manera prominente, de que se la haga gozar con su cuerpo, lo que le es más próximo y propio. Esta es mi función, y así entiendo la función del hombre. Recibo, por esta condición, pero debo pagar con mimos y con caricias, lo que recibo. Mis altos fines no me deben hacer olvidar los merecimientos de quien me acompaña, para su ejecución. Gratificarla, de todas las maneras, con obsequios, con prendas de vestir, con besos y con felicidad erótica, que tan cercana le resulta a la verdadera hembra. Al fin, me he encontrado. Al fin he sabido que se albergaba en mí, un antiguo Pigmalión que nunca pudo ser ejecutado.
Lunes 1 de Marzo de 1999
Finalmente entiendo muchas cosas, porque un en-sí  se ha transformado en un para-sí, en el orden de las intuiciones y de los descubrimientos. La especie humana no trasciende por lo general lo que denomino la animalidad. Si la razón no nos distancia esencialmente de las bestias, como bien lo estableciera Scheler en  El puesto del hombre en el cosmos, la llamada, por tradición, definición del hombre, no nos saca del segundo reino. Las sociedades y comunidades humanas son complicadas, pero no están distantes, por esencia, de una colmena o de un hormiguero. Solamente los auténticos filósofos y los verdaderos poetas trascienden esta pobre condición y acceden a una esfera diferente. Es el asombro, la capacidad de maravillarse o de desesperarse, lo que concede la mirada filosófica. Esta es la genuina visión humana sobre los entes. Si un ser de la especie no se maravilla ante todo lo que es y si no se formula la pregunta fundamental de la metafísica, no transgrede la condición de bestia. Hasta hoy, siempre lo sospeché, pero no acerté a comprender que en ello radicaba mi soledad, mi incapacidad de vínculos de amor con mis congéneres. En realidad, lo que acontece es que no los experimento como a tales, y vivo resentido porque estoy absurdamente requiriendo de ellos conductas que no pueden ni siquiera sospechar. La estirpe de los filósofos es la única humana y es la única que piensa. El poeta, también piensa,  pero cuando  es profundo. Se queda, con frecuencia, como diría Hegel, en un nivel sensible y no pasa a la dimensión conceptual. El hombre es el único animal que puede ser metafísico, pero hasta ello sólo arriban muy pocos. Y como esa situación es la diferencia específica, y no la racionalidad, la mayoría se queda fuera de la especie. Toda la historia de la humanidad es el atropellamiento burdo de un infinito corral. En su interior se dura, se vive, se copula y se engendran hijos, pero no se accede a lo que nos distingue. Entre los griegos nace el hombre, y como bien ha dicho Heidegger, entre los griegos muere. El mundo del trabajo es el mayor orbe alienizante. Allí, cada denominado hombre, se transforma en lo peor que puede acontecerle: se transforma en un hombre práctico, y se aleja por entero de su esencial condición. Los humanos viven como bestias y se matan y aman como bestias: sólo en las situaciones límites bordean lo que en el fondo son. En la conciencia de la muerte se acercan a sí y se formulan la pregunta. Ya no hay tiempo, e ingresan en la nada sin poder haberse salvado. Los cementerios son la sumatoria de millares de fracasos. Los animales vivos se acercan a las necrópolis y tangencialmente rozan lo estrictamente humano...pero desde afuera, porque los que se mueren son los otros. No se sienten siendo para la muerte. Como "una estaca pampa" están bien clavados en la tierra. En esto, decididamente discrepo de Nietzsche. Quería al hombre bien aferrado a la tierra y al superhombre...pero el superhombre debe ser filósofo, y si no lo es, no es más que una raza distinta dentro de la humana. Nietzsche detestaba a los filósofos, porque hablaban de los dos mundos. Pero aunque se pueda acordar con él respecto de que tales dos mundos no existen, se debe postular la nada, como segundo orbe, intrínsecamente vinculada a la esencia humana. Nietzsche no tematiza la nada y el nihilismo no llega a acercarse a este problemática. Nietzsche también pertenece a la raza de los que se han olvidado del ser. Todo lo dicho, es el núcleo de mi antropología filosófica.
Luego de lo antedicho, sólo resta caminar la vida con una compasiva sonrisa entre los otros y con el volumen de algún auténtico filósofo que mitigue en algo nuestra soledad. El auténtico hombre religioso, no el sedicente cristiano, es mil veces preferible al ateo consuetudinario. Dice "ateo", pero tal palabra es en su boca un flatus vocis.
Viernes 5 de Marzo de 1999
Cuando hemos transitado lo bastante, de nuestro camino, los textos o libros nuevos no tienen mucho de esencial, para decirnos. Ya hemos pensado y sentido lo fundamental que a un hombre le es dado entrever en esta tierra. De esta manera, la relectura es más placentera que la lectura de nuevas bibliografías. Las novedades sólo pueden ser eso...Noticias de asuntos que se encuadran dentro de la esencial y antigua problemática humana. Coordenadas distintas de un mismo asunto, de una misma sensación, de una misma idea. Es bueno, por lo mismo, saber quedarnos a solas, y sacar, de dentro de sí, lo que está implícito. Sólo ello tiene validez y da testimonio de nuestro pasaje sobre la tierra. Dicho esto puede resultar comprensible el principio que expresa que la necesidad compulsiva de leer con frecuencia esconde el perezoso deseo de no pensar. ¿Qué puedo decir yo de nuevo? No es más que otra racionalización de la misma haraganería. El holgazán busca de mil maneras eludir la tarea de hacerse cargo de sí mismo, y, si es necesarario, rebaja su autoestima y se denigra. Una forma de arreglito con la cual queda justificado...
Sábado 13 de Marzo de 1999
Hay mañanas que constituyen toda una genial página de antropología filosófica. Sentimos que caminamos al borde del abismo, y cuando miramos hacia el costado, vemos. Entrevemos cosas maravillosas que estaban allí desde siempre, desde nuestra apertura al mundo y a las cosas, pero las atisbamos por vez primera. En la visión, estamos solos. Podemos intentar formular lo entrevisto en palabras, pero bien sabemos que nuestro discurso no tiene ni puede tener oyentes. Nos movemos en la sedicente evidencia, no tan evidente. Porque ser hombre es deambular en las tinieblas, y en las mismas tinieblas que esta palabra mienta. La luz adviene, y no sabemos de dónde arriba, pero nos atraviesa como un rayo en la tormenta. Intuimos con fuerza incontrastable, y entonces nos reímos del pensamiento deductivo. Cajitas escolásticas de los que nada ven y de los que se mueven en "el claro lenguaje de la ciencia", o de los tiempos medievales, cerrados para visiones nuevas. Solamente existe la revelación o el desvelamiento. La primera premisa. La segunda está en la primera. Y la última es el reconocimiento de una adscripción, de una mera pertenencia de clases. Vemos así  -también -, que nosotros, adalides de la "inmoralidad", debemos concluir por aceptar que los impulsos biológicos son por esencia poco éticos, porque nos arrancan de nuestra esencia y nos conducen al reino biológico. El amor erótico comienza por la dimensión estética y acaba en los dominios de la bestia. La libido, la vida, nos toma y nos transforma en juguete de sus apetitos, no de nuestros apetitos. Nos arrastra a conductas que jamás llevaríamos a cabo desde el centro de nuestra índole. El ello no reconoce límites. Y en él se diluye lo estrictamente humano. El ello está continuamente urdiendo arpones nuevos, con el hierro de los arpones viejos. Comenzamos con manos que acarician y terminamos arañando con garras. Mordiendo. Derramándonos en babas y hundiéndonos a cada instante en dominios salvajes de la concupiscencia, que deja atrás el origen casi angelical. La libido degrada la condición humana, pero, como decía Scheler, sostiene esa condición humana para que no se deprima, y para que no sucumba...Vemos, también -entre otras cosas -, de pronto, que la mentada negrura del cementerio, es la luz. Y que la luminiscencia de la vida y de las mañanas, es la mentira. Por definición, la noche es lo verdadero, y la claridad es el orbe de lo falaz. Del mismo modo, en el corazón de la soledad habita la certeza, y en la pareja anida el mundo animal. Sólo los animales viven en parejas, no los dioses auténticos. Los dioses son únicos y aislados y copulan cuando deben aceptar su bestia. El amor romántico es ya engañoso, porque siempre termina en pasión crasa, en pasión en la que los impulsos dominan. Allí donde habitan los instintos, termina el hombre. Somos cuerpo encarnado, pero lo estrictamente humano, la existencia humana, nada tiene que ver con el cuerpo. Salvo, en el incuestionable "aquí". El amor por una mujer amalgama fenómenos estéticos, instintivos, sociales, pero la esencia humana, mezclada en todo esto, por momentos aletea en sus escarceos, como una mariposa evanescente.
Viernes 2 de Abril de 1999
Toda esta situación convulsionada, que tanto me viene afectando en todos los niveles de mi vida, se inicia, ahondando bien la cosa, con la partida de Martha. La repercusión del hecho no fue inmediata, en su potencial aspecto deteriorante. La inercia de la vida la llevó -a ésta misma- por sus andariveles, durante algún tiempo más; por otra parte, yo no venía tan mal. Después vino la tensión implícita en las labores de pintura de la casa, ejecutadas simultáneamente con el intenso trabajo veraniego con alumnos. A esto, luego se agregó la inédita situación de María. Un fenómeno éste que recién ahora estoy aprendiendo a manejar, cuando quizá la pericia sea ya del todo inútil, porque no tengo cómo comunicarme con ella. Así, me fui alejando del proyecto de meter en los archivos -corregidos- todos los trabajos narrativos o en verso, anteriores. La presentación a una editorial, quedó postergada, y una vez más, se desdibujaron actividades que entiendo esenciales para mi salud mental y física. Lo que saco de todo esto es una gran aceptación de mis sentimientos y un rechazo por inercias improductivas, por relaciones vulgares que en su repetición no hacen otra cosa que desgastar lo mejor que tenemos. Involucro dentro de esto a la relación gastada con alguna mujer que no da para más. A la relación con sedicentes amigos carcomidos literalmente por la envidia y el rencor. Vida recoleta es lo que necesito, rodeada de un puñado de gente limpia de alma y de cuerpo; gente joven y llena de proyectos y de espontáneo amor a la vida. Alejamiento de la sociedad vulgar, que es tanto como decir, de la mayoría de la comunidad, de los medios como los periódicos, la televisión y la radio. Dialogar y crecer, solamente, con los genios, con los grandes hombres y dejar de lado el estorbo de las personalidades vulgares que vegetan como en un jardín botánico, o, en el mejor de los casos, como en un jardín zoológico. Vivir la vida de modo existencial, sobre el trasfondo oscuro y patético del devenir y de la pregunta sobre el ser, sobre el tiempo y sobre la eternidad.
Miércoles 14 de Abril de 1999
El reencuentro con el teclado de mi computadora y con las páginas personales archivadas en ella marca la finalización de la tormenta enajenante del verano. Fue un fenómeno no totalmente analizado el que me capturó y me tuvo literalmente a su disposición. Me dejé ganar, obviamente, para vivir, en toda su profundidad, la experiencia. Por esta razón salí de mí de manera inédita. El resultado, aunque  no muy importante, ha sido, no obstante, enriquecedor. Sé hoy más lo que quiero y sé, al mismo tiempo lo que no quiero y no puede ser. Me he acercado, de este modo, al Antonio esencial. El que siempre ha dormitado en mi interioridad, y que no termina de hallar su camino, por razones que no enteramente me son imputables. En pie se yergue lo mejor de mí mismo, y que es inclaudicable y que mucho tiene que ver con la soledad creadora. La presencia de otros a mi lado, ya no puede ser más que tangencial y si se pudiera dar no implicaría ningún distanciamiento de lo que me es amado. Sólo un alter ego femenino podría cohabitar esta casa. Un verdadero manojo de imposibilidades, teniendo en cuenta mi opinión o mi creencia actual sobre la condición del sexo femenino: una mujer relativamente buena y dócil por sentimiento trágico de la vida, comprensiva por la misma razón, exquisita, bella, arrobadora y de temperamento artístico con un mundo propio. Una mujer nada feminista que reconoce que cada día es un día robado al suicidio y a la desesperación. En fin: para que seguir. Creo que se trata de un ente inexistente. Y entiendo, por ello, que lo mejor es dejar de pensar en tales utopías y reencontrame con mi pensamiento, con mi escritura, con mi poesía y con mi filosofía. La intensa vida espiritual de Federico Nietzsche no hubiese sido posible con el adocenado matrimonio de sus amigos, como el de Franz Overbeck, por ejemplo. Y pensemos, además, en los grandes solitarios que han trabajado esta cuestión: Rilke,  Kafka y tantos otros. Para el artista nada es más importante que su obra. La mujer, difícilmente, pueda erigirse por encima de la situación de dulce conejillo tierno. La relación sexual siempre condena al fracaso la relación amorosa, al menos hasta donde yo he experimentado. La posesión del otro pasa a ser insensiblemente algo deseado y algo, al mismo tiempo, inconveniente, porque nos ata para el ensanchamiento de nuestras experiencias...Y yo no reconozco ningún límite en este orden. Vivir es poetizar y filosofar, y filosofar es esclarecimiento de esta única existencia que me ha sido dada y en la que me encuentro instalado de manera irrevocable. Ubicado en una situación familiar, social, geográfica e histórica, tengo que vivir, esclarecer lo que aparece, pero no distorsionar con limitaciones lo que aparece. La experiencia debe ser total y sin cortapisas.
La imaginación nos aleja de nosotros mismos y nos acerca a nosotros mismo. Pero la imaginación es el tejido inevitable en que se amasa la vida humana. Una vida exitosa, autosatisfecha, es una imaginación exitosa. No hay diferencias entre los conceptos de vida y de imaginación. Una vida enteramente fracasada -la vida siempre termina en fracaso- es la que no logra vincular los impulsos libidinosos a la imaginación creadora y la que carece del empuje necesario para plasmar, en los hechos, las formas de vida pergeñadas. Ser rutinario es carecer de las potencias necesarias para oponer a la vida comunitaria el diseño de nuestra vida personal.
Domingo 18 de Abril de 1999
"Las preguntas de la vida",  de Fernando Savater es un modo original de explicitar la ocupación y la problemática filosófica para los profanos y para los que no lo son tanto. Inaugura un modo vivo, desenfadado, de mostrar el quehacer y los contenidos de la filosofía. El empuje con que vierte la necesidad y las dificultades de esta tarea es inusual en los expositores habituales, siempre renuentes, cuando de esta disciplina se trata, a bajarse  del riguroso estrado académico. Así, se incursiona en la más concreta situación personal, social, o históricamente contemporánea. Los contenidos son tomados de los estantes o anaqueles de museo y entonces cobran nueva luz bajo la palpitante existencia que el autor denomina, menos retóricamente, vida. De este modo los asuntos distantes y los próximos, se aproximan y todo lo acontecido y lo que acontece se encuentran en un plano de igualdad. Estudiar esta obra, aun para aquellos que han caminado muchos de sus caminos, es provechoso. Enseña a hacer llegar el pensamiento de un modo palpitante a los que no yerran quizá al decir que la filosofía "no sirve para nada", pero ignorando que todo lo que hacemos y no hacemos, pensamos y no pensamos, se desarrolla sobre la trama sobreentendida de los misterios de siempre, los que de manera ineluctable nos han acompañado, nos acompañan y, lo que es mas terrible, nos acompañaran acaso eternamente. Dicho sea esto, desde el efímero punto de nuestra mirada y de nuestra voz.
Martes 20 de Abril de 1999
Existes. No eres una nada, y peregrinas en el ser como los peces abisales en el océano profundo y oscuro. Tu vida es como una linterna que ilumina los entes, dotándolos de estructuras significativas. Deambulas perplejo y angustiado entre los seres, sabiendo que a su vera, o por debajo, o por encima -da lo mismo- el no ser acecha. Martha partió y se sumió en el secreto, sin sumirse. A la existencia no le está dada la conciencia del viaje. Se está vivo, o se está muerto y en el medio no puede darse ninguna transición. Miras con desconcierto a los otros existentes que están enclavados en la tierra como una estaca eterna. Las floridas muchachas taconean fuerte cuando pisan. La vida y la sensualidad las apremian y las llenan de placer. Se sienten eternas. Porque la muerte es de los otros. Son. Y ni siquiera conciben o imaginan la posibilidad de no ser. Tú oscilas entre la animalidad y la condición humana. Por momentos tienes intuiciones patéticas, merecedoras de la autodestrucción y en otros instantes los senos romos de una muchacha te hacen palpitar de ternura. Te reclaman entonces las acalladas pulsiones, pero te horroriza la futilidad de los placeres: entiendes que todo está destinado a perecer. Divisas la historia como una larga ilusión, como un largo sueño de postas en que los unos van narrando a los que quedan una fábula de locos. Los protoplasmas humanos acceden escasamente a los niveles filosóficos y cuando no lo hacen las personas no llegan a serlo; vagamente intuyen su yo como una identidad que los golpea en un problematismo que se les escapa. Son pequeños animalitos del corral que viven apiñados en la colmena de la sociedad y de las urbes, y menos densamente en las zonas rurales. Aquí, la sociedad es la aldea, o meramente la familia. Cuando el crepúsculo vespertino acaba, cuando los menesteres obligados que los reclaman concluyen, se recogen en consabidos hogares en que se reconocen y se sienten próximos. El afecto y el cariño les da descanso y sosiego y al apoyarse los unos en los otros se sienten menos contingentes. El milagro del otro y su consistencia aparecen como cosa sólida y por analogía, cada uno se siente fuerte e insustituible. Yo te necesito y tú me necesitas. No estamos de más. No somos residuos sobrantes o excecencias merecedoras de la extinción. Nos apiñamos, nos reunimos, para aturdirnos, porque en la soledad la muerte siempre está presente. Por los otros somos humanos. El entorno gregario nos humaniza y por los otros no pensamos con frecuencia en el suicidio. Todo esto está estudiado, pero mis tiempos, o mi necesidad  de ganarme torpemente el pan, a lo largo de una vida enajenada, me han impedido agotar las más importantes bibliografías. Sólo me resta la sinceridad de expresar fenomenológicamente lo que veo, no teniendo otras pretensiones que la poesía, que puede prescindir de los aparatos de la erudición. El objetivo es ver, y decir lo que se ve. Cuando esto acontece es frecuente que plagiemos a muchos sin saberlo, pero en ello no hay ninguna culpa. Las evidencias son de todos. Y un muchacho de veintitantos años, ya decía, en un libro que se denominó Fervor de Buenos Aires, verdades intuitivas que habrían de ocupar a filósofos del siglo. Savater está en lo cierto, o al menos pensamos lo mismo: no siempre la filosofía se da en tratados. Y ello por la elemental y olvidada razón que dice que "por el simple hecho de existir el hombre acontece el filosofar". Taxonómicamente hay una vida vulgar en todos los tiempos con marcos diferentes. Hay una vida científica, que no termina de cabalgar entre la vida vulgar y la auténtica. Y hay una vida filosófica con oscurecimientos largos. A veces, de una magnitud tan grande que llenan toda una civilización. En este sentido no puedo dejar de pensar como Heidegger: desde el período clásico griego, desde Platón y Aristóteles, ya se desoyó a Parménides.
Jueves 22 de Abril de 1999
Toda mi vida ha sido -por momentos lo veo con diafanidad- la pertinaz traición de mi destino de escritor. Tempranamente se despierta la vocación y se bosquejan trabajos y centenares de páginas. Se escribe y se logran algunos escritos menores, cuentos y poemas, no siempre malos. Pero se descree de sí mismo y se vive en la autodestrucción. No de los manuscritos, sino de la autoestima. Por ocultas razones me combato y me desgarro, impidiéndome dar continuidad y gozo a mi trabajo. Para no componer uso todos los subterfugios, entre ellos, el de negarme destinatarios posibles de mi mensaje. Y no es así. Y si pudiera comprenderlo sabría que tal es la comunicación que me está dada. Un grupo escogido de lectores que sientan que lo que digo tiene algo que ver con sus miradas derramadas sobre el mundo. Un escritor es el  hombre que permite a otro no sentirse tan solo. Un escritor es el intelectual que ha concluido por aceptar que su mensaje no está en la trajinada calle y en el disperso diálogo de los cafés, de los lugares de trabajo. Un escritor es el hombre que se sabe condenado a la soledad, pero que también presiente que las palabras son un salvavidas y a un tiempo, una botella echada al mar. La escritura es la manifestación de un fracaso, el de la comunicación fácil en la vida de todos los días. La cotidianidad no sirve cuando lo que debemos manifestar va más allá de "la condesa tomó el té a las cinco"... Aunque, en este sentido, no debo dejar de tener presente que el lenguaje desprovisto de lugares comunes, de ciertas frases hechas o palabras amonedadas, es un lenguaje imposible. Pretender escribir en la elusión de todo esto torna el discurso tortuoso e ilegible. Y el deber del que se vale de las palabras es ejercer un oficio como ha hecho Borges: extremada responsabilidad y cientificidad en la construcción de un habla. Así, ese escritor educa a los otros en el manejo de una lengua, que en el caso de nuestro autor excede a la de los argentinos, para pasar a ser la de todos los hispano-hablantes.
Dos objetivos debieran ser los cometidos de mi vida. Asimilar mi mayúscula biblioteca o releerla y trasegarla en trabajos que significasen la simbiosis de la experiencia de los otros y de la mía. Para ello necesito de dos cosas: todo el tiempo para mí mismo y soledad. Una casa en la que no entre el barullo y en la que muy pocas personas se muevan. Silencio y desesperanza. El contacto humano es un don que no se pide. Se recibe como una gracia.
La partida de María, la niña paraguaya, rústica y elemental como la tierra guaraní, hacia su país, marca el fin de un interregno. Señala el reencuentro con aspectos míos muy amados. De modo ostensible, para los otros, hay una desproporción entre la "pequeñez" de su figura y los descalabros emocionales que me provocó. No interesa. Esto vale para los otros, pero no para mi mundo interno, y menos para los símbolos inconcientes implicados y que no acierto a ver con claridad. Me emociona la motivación que la ha movido a partir, y que los otros desconocen. Me ha dicho que quiere estudiar, porque ello la hace sentirse próxima a mi persona, la hace sentir que las inconmensurables distancias se acortan. Al margen de pensar que esto pueda ser lógicamente descabellado o no, el designio revela a un alma que descubre dos mundos: el propio, reducido y pobre, y el otro, más pleno y dotado de atributos que lo tornan apetecible. Esto es, exactamente, querer ser más. Y ello es encomiable, por más que elementos sociales, mezclados con la asquerosa cuestión del dinero y de las clases sociales, lo desmerezcan un tanto. Me alegro por ella y me alegro por mí. Siento que una vez más he cumplido con la función que me he asignado en la tierra. Buscar que los seres humanos lo sean cada vez en mayor medida.
Un motociclista anda por una ruta conciente del gran riesgo que corre. No lleva casco y los autos que pasan a su lado a gran velocidad no respetan para nada su endeble condición. Teme que lo embistan. Teme que lo aplasten. Y entonces imagina la tragedia. Sale de su andarivel un automotor, por razones desconocidas. Vuela el motociclista por los aires y con el último pensamiento se da cuenta de que está perdido. La caravana de vehículos que viene por detrás lo destrozará. Así acontece. Para el motociclista, la conciencia se apaga. Como en el sueño nocturno. La existencia se cierra como en millones y millones de casos a lo largo de los tiempos milenarios. Más allá de la clausura de la luz, no hay nada...nada . Y entonces la angustiada pregunta que paraliza la vida....¿Qué es esto?
Domingo 25 de Abril de 1999
Viajar. Fastidiosa insignificancia de los lugares. Nada puede decir el Coliseo, al alma. Sólo el alma llena de contenido esas reliquias. El estímulo, es insignificante. Los sitios, los lugares, nada tienen que comunicarnos, porque solamente la existencia humana individual es portadora del lenguaje y posibilita que las cosas nos hablen. Lo que sí vale, acaso, es el encuentro con personas. Otros mundos y otras cosmovisiones. Psicologías sociales diversas, ajenas a la que nos ha conformado. Ajenos esquemas axiológicos, y distintos temples de ánimo...Otros Volkgeist. La lengua es el instrumento indispensable para el que quiere viajar, pues de lo contrario, luego del viaje regresará  con la mima identidad espiritual con la que se fue. La verdad de Heráclito es muy pertinente en estas cosas: en cualquier sitio, por insignificante que sea, se presentan los dioses. O no se presentan - pero esto no es responsabilidad de los dioses.
Nacemos verdaderamente cuando finalmente descubrimos que en general fuimos siempre, en ciertos aspectos esenciales, más brillantes que nuestros "padres". Cuando los años, las lecturas, los escritos y la reflexión nos han ido tornando en personas cada vez más inteligentes, mucho más profundas que la de nuestros educadores y predecesores. Aunque la desventaja pueda radicar en uno o más autores desconocidos.
Cuando todo el andamiaje inevitable de la imaginación cae de modo acerbo y con estrépito, todavía quedan cosas en pie: la belleza en general, las jovenzuelas imposibles -las de Nabokov o algo mayores-, y el misterio y la muerte. Para la comunicación ya no restan entonces las personas, porque todo filósofo es exótico e intempestivo. Se incurre en locura cuando se busca diálogo con seres vivos. O en la calle. O con una mujer común.
Mi decisión de ahondar mi aislamiento no requiere mayores elucidaciones: los otros, los que potencialmente me rodean, persisten en su conducta inerte de continuar en un mundo banal. Yo no quiero eso para mí. Yo no quiero que me sigan contagiando y deprimiendo con sus jornadas ganadas por el hastío y la vacuidad, con sus charlatanerías fastidiosas dignas siempre del parloteo de este gigantesco zoológico humano que es el planeta.
Lunes 26 de Abril de 1999
Este es mi tiempo. Esta es mi hora. Mis escritores han partido para siempre. Mis filósofos también. Lo mismo ha acaecido a muchos de mis seres más queridos. Permanezco en la tierra y debo buscar, para que opere de modo continuo y espontáneo, un motivo por el que vivir, un sentido de la vida.  Depositarlo en personas, o más específicamente, en el amor, es locura; porque al hacerlo ya enajenamos nuestra libertad. El cometido vital debe estar referido a cosas, a seres inanimados, a actividades que dependan de nosotros, de nuestro arbitrio cotidiano, como el arte -por ejemplo. Los entes intervinientes en este menester somos nosotros mismos y los elementos con que ejecutamos nuestros artificios. No son libertades, no son personas, siempre independientes y ajenas a nuestras decisiones.  Así, los objetos, no nos hace sufrir y  si corresponden a nuestro espíritu lúdico, nos deparan placer...Ahora bien. Del mismo modo en que resolvemos cifrar nuestro gozo en la manipulación de entes no personales, debemos no cifrarlo en la consecución de reconocimientos externos, que dependen de personas. Los que evalúan lo que hacemos o no hacemos, son seres humanos, los que a veces se llaman jurados. Si dependemos de ellos, estamos perdidos. Ficciones estuvo por encima de su tiempo argentino y de su entorno y pasó sin ser percibido por las "masas" (reducidísimas en esos tiempos). Si Borges se hubiese juzgado por la repercusión de sus obras entre los suyos, debiera haber abandonado prestamente la pluma para siempre, ya desde Fervor de Buenos Aires. Pero Borges, con todas sus dolencias psíquicas tenía dos cosas positivas a su favor: la literatura como juego deparador de placer, y confianza en sí mismo, aunque esto último-de seguro- fue un aspecto secundario de su vida y de su productividad. La desmesurada fama de este hombre ha dependido de diversos factores cargados de azar: la traducción al francés, que le abre Europa, de Néstor Ibarra y de Roger Caillois, de su libro más importante, y la tendencia de sus connacioneles a crear mitos sobre lo que tiene prestigio ecuménico, o, al menos, europea...(Gardel, el tango, Maradona, Evita). Argentina, a diferencia de otros países hispanoamericanos siempre miró a Europa para autoevaluarse. Nuestro dictamen interno siempre estuvo supeditado al externo, como bien lo puntualizó, entre otros, Murena, en El pecado original de América. Hoy, estas cosas se han revertido, en alguna medida, debido a la llamada globalización. Este fenómeno complejo, que descansa sobre las comunicaciones, sobre la informática y sobre la crisis del socialismo implementado desde la URSS, y, parejamente, sobre un redistribución de la división del trabajo nacional del capitalismo, ha dejado atrás el europeocentrismo. El viejo continente ha tomado conciencia de que no es el centro y los países periféricos ya no son convidados de piedra en el banquete de la vida internacional. Así, Borges, que antes fue la excepción, es hoy un escritor del mundo. Como tal, siempre escribió. Pero sus tiempos no daban para ello. Escribir de  este lado del Atlántico o del otro, hoy da lo mismo. Las traducciones corren como regueros de pólvora y escribir una gran obra en Buenos Aires o Bogotá, da lo mismo que escribirla en París. O a veces, es mejor.
Viernes 30 de Abril de 1999
De modo urgente debo aislarme de todas las chabacanerías  que por desesperación y soledad, me han capturado. Debo reencontrarme con lo mejor de mí mismo, con mi biblioteca, con mis sueños. Escasas o nulas amistades dignas de mí, tengo. Gente superficial que vegeta sobre la tierra. Que no sospecha siquiera las cualidades o características del mundo en que vivo. Este aislamiento completo puede llegar a ser enloquecedor. Es como vivir encerrado en una isla, sin ventanas y recorriendo el curso de un oscuro y lúgubre río de desenlace conocido. Los grandes amigos están en las páginas de los libros, pero están muertos. El mundo de hoy, por lo general, nada sabe de la tensión de almas que alcanzaron, en otros momentos, alturas tan prominentes. No hay sensibilidad para lo egregio. Todo es chato y las masas han arrasado con todos los desniveles. Todo es llevado a la medida de los pequeños. Y esto no es nietzscheanismo de baja calidad. Es la mera mención del estigma de estos tiempos apocalípticos del ocaso del milenio. Estas consideraciones me conminan a expresar que debo ser cuidadoso en todos mis diálogos y en la elección no sólo de las palabras que utilizo sino de las personas con quienes las cruzo. Vivir adherido a esta pantalla, conversar con ella de continuo, no es una solución fácilmente desechable. Todo intento de salida, pagando el precio del abandono de la excelencia, nos veja, nos aplasta, nos humilla. Rilke y todos los grandes solitarios sabían muy bien estas cosas que constituyen un lugar común en el espíritu de los más nobles. Resolver las dificultades de la vida concreta y crasa de todos los días, para un hombre sin fortuna como el que soy, se hace difícil. Pero es preferible morar en una casa no especular por su limpieza, a estar tratando con oscuros desclasados que todo lo enlodan con su presencia, con sus negras manos, tan sombrías como sus enfoques morales. Y no hablo desde posiciones de moralina, sino desde una posición más alta: desde el mundo que acepto y que ya ha sido denominado de "los señores". La aristocracia es una condición de las almas y no del dinero. Es la búsqueda, es la actitud filosófica. Es la apertura, la posición respetuosa que desconoce todos los dogmatismos. Yo sé ya muy bien que toda esta confusión, que toda esta ansiedad, se desató en noviembre, con la muerte de Martha. Allí, empecé a sentirme perdido en el planeta. Había dejado el cascarón al casarme, y su presencia en el ser, me mantenía cobijado y alejado de esta permanente sensación de contingencia que no me da sosiego. Pido ternura, pido amor, y solamente encuentro torpes mujeres que buscan erotismo, alambicado -presuntamente-, pero erotismo al fin. La solución, por millonésima vez debo estar diciéndolo, debe estar en ver la realidad como tal, y en el hecho de instalarse en mundos genuinos, pero que por serlo, sólo  pueden ser vislumbrados desde la actitud  imaginativa, por más que esta expresión sea claramente paradójica.
sábado 1 de mayo de 1999
Tantas dudas y tantas vacilaciones para llegar a descubrir, al leer a los narradores de oficio, que yo lo he sido desde los orígenes, como de ello diera testimonio, aquella lejana vez, Blas Matamoro, luego de consumir con generosidad inusual -y desconocida por mis amigos cercanos- mi dispersa y temprana producción de relatos. El alma de un niño pobre que no creyó en sí mismo, que no se amó lo suficiente, le restó un escritor -hasta el momento, maldito sea- a nuestras letras. A fuerza de tanto medirme con el desmesurado Borges, terminé despreciándome y teniendo siempre en menos la fogosidad espontánea de mis palabras. Hoy comprendo que las páginas de Borges son la hechura de un orfebre, de un hombre de pensamiento insólito en la literatura, pero también sé que cuando desciende a la liza, se transforma en un narrador mediocre, que agota con la morosidad de una prosa que elude el habla coloquial. Además, la poca disposición de los próximos y mediocres. Los menguados premios que no solían ser el primero y que competían con otros escritores menores y de baja densidad. Mi prosa fue fluida  y locuaz, desde un principio, y los estudios, definidamente filosóficos y científicos, le fueron concediendo una riqueza siempre ausente en los hombres que se han movido, casi exclusivamente, en el campo de la "literatura". Esto distingue a un Sábato o un Borges. Pero a ambos, la gran cultura, el cultivo de las obras de los grandes genios de la humanidad, los paralizó y de esta manera -la misma en que yo fui detenido, pero por ellos- no llegaron a ejecutar obras vastas. Borges llegará a cuatro o cinco tomos y cosa parecida acaece con el autor de "Sobre héroes y tumbas", libro éste que la melancolía consustancial con su autor, estaba destinado a la incineración,  al fuego de que fue arrancada por casualidad por los allegados. Y así quedó con tres novelas. Y Borges con un puñado escrupuloso de cuentos, ensayos magistrales y poemas que son pequeños tratados de filosofía, a veces.
La totalidad propugnada ayer es correcta, pero es insuficiente si no acaba en un orbe de cuidadas palabras. Con la conciencia de que cada uno, de que yo mismo, soy uno más en este arte infinito sobrecargado de seguidores millonarios en el planeta. Es bueno -a esta altura de mi desconcierto y de mi ánimo abatido- que yo pueda hallar mi placer de continuo, en tal forma de vida. Todos los otros gozos no son independientes, cuentan con la libertad ajena o con las cosas que por su naturaleza, no dependen de mí. No olvidar el principio estoico, y no olvidar a la vida y a sus apetencias(Nietzsche).
Debes saber, Antonio, que cuando te has sentido singular y único, no te has equivocado. Al mismo tiempo: cuando deprimido te has divisado como una nada sobre el planeta, o en el universo, tampoco te has equivocado. Crea, con sabiduría, un trabajo de fuerzas que interactúan entre ambas posiciones. Desde el vacío o el anonadamiento, no te sientes instado a producir. Instálate, entonces, de manera metódica,  en la mentira del polo opuesto. Desde la singularidad, el artista crea. Desde la fría captación de los espacios infinitos, el brazo se mueve, pero en la búsqueda de una pistola que pueda concluir con este protoplasma que se agita medianamente lúcido.( Y ésta sería una buena definición de la existencia humana:  Fragmento material efímero, relativamente, de protoplasma, abierto al mundo, que se agita y se contorsiona en movimientos de gozo y de desdicha, de alegrías y pesares, de ideas más o menos turbias y que concluye, de manera irrevocable, en una catástrofe).
Martes 4 de Mayo de 1999
Poco a poco se ha ido presentando la fórmula. Y de esta manera, aun cuando mi solvencia económica no es muy grande, puedo - hasta ahora- pagar los servicios de personal doméstico, de jóvenes mucamas que están dispuestas a cuidar de la casa, y a asistirme en las necesidades caseras elementales. Esto deja de lado la preocupación de habitar una gigantesca casona, en condiciones merecedoras de lamento, por el desorden y la falta de higiene. Comer con alguien, charlar con una muchacha llena de sonrisas y de vida, me lleva a olvidar mi lamentable situación de divorciado, que desde la muerte de Martha se me ha hecho intolerable. Su presencia en el ser, su existencia, no me hacían sentir tan solo. Desde noviembre del año pasado, todo cambió. Con el hogar de la infancia ya muy lejano, sin amigas entrañables, la tristeza me fue ganando lentamente. María fue una niña que me brindó cosas nuevas, vivió y atendió esta casa y me atendió a mí: pero era muy chica, y en muchos aspectos, rudimentaria. La comunicación, por razones de edad y de formación cultural, era limitada y trabajosa. Después pasó Erminda, muy golpeada por la vida, cargada de trastornos emocionales severos, de soledad y con su espíritu pesado nada podía brindarme. Ayer, apareció Sonia. Quedó en empezar hoy. Tiene diecinueve años, es muy agradable y hasta bonita. Rezuma alegría de vivir, y lo que los chicos en su actual jerga denominan "buena onda". Produce la sensación de que convivir con ella puede resultar agradable y sin tropiezos. Aunque no tengo suficientes experiencias en esto, y menos, experiencias negativas, todo me hace pensar que debo manejarme con tiento. Con la cautela que se ha tornado indispensable y hasta obligada en los graves tiempos que corren, en Argentina, respecto de la seguridad individual, de los bienes personales, y de la integridad física. No es esto un tema que me preocupa, porque Sonia Samaniego parece ser una muchacha centrada y tan transparente como sus ojos, que oscilan entre el celeste y el gris.
Domingo 9 de Mayo de 1999
Objetivamente, ya no hay razones para que toda mi actividad diaria no sean más que trabajo con la docencia y - lo fundamental - trabajo intelectual. María se ha de ocupar de mantener decente o más que decente, la casa. Y con Azucena nos arreglaremos para la comida y la ropa. De este modo, la casona deja de ser un elemento gravitante, sobre mí. Se introduce, al mismo tiempo, un elemento "hogareño" en su ámbito y la vida en ella se torna menos intolerable. Así, biblioteca y computadora, pasan a ser mis herramientas...En cuento al jardín, bien puede quedar, como en el verano, en manos de María, por más que la época invernal hace necesario un esfuerzo menor. El derrotero de Azucena, ya está marcado por ella misma y el de María debe quedar a mi cuidado: sin engaños debo hacerme cargo de que deberá ser, en lo fundamental, la formación de una autodidacta.
Con los elementos formativos que mencioné, no he ejecutado en su totalidad las posibilidades que me brindan. Las necesidades de la casa han estado requiriéndome, de un modo directo y consciente, o desde las penumbras de la inconsciencia que no accede al lenguaje.
La presencia de Diego y Marina pueden poner más calor todavía. Y así puede reconstituirse la familia que perdí en el 87, con otras características, con matices distintos y no tradicionales, pero que, independientemente de esto, no molestan para que esto sea un grupo, incluso, con caracteres de perdurabilidad. Una familia, digámoslo así, creada por mi imaginación, por la inteligencia, más que por los irrevocables lazos de sangre.
Miércoles 12 de Mayo de 1999
Nuestros días se deslizan teniendo apenas un poco de lo que queremos, pero aun en su insignificancia, eso es mucho. Peor es nada, la soledad total y sin trascendencia en ningún esencial. Creo no equivocarme si digo que lo poco que tengo es lo mayor que he tenido, acaso, en toda la vida. Alguien que hace de la pureza esencial un modo de encarar la vida. Así se tiene una hija que no es hija. Y que al mismo tiempo lo es, violando el principio de contradicción.
Primeramente nos entendimos con cierto grado de dificultad, pero hoy eso se va diluyendo. El futuro es incierto, aunque siempre alto y tempestuoso. Sobrecargado no obstante, de desconfianzas y miedos comprensibles. Desconozco si ello podrá alguna vez ser diluido.
Viernes 14 de Mayo de 1999
En general estamos insertos en atmósferas que no reconocemos como tales; respiramos aires mefíticos para nuestra personalidad, para nuestro estado emocional. Vivimos tensos y hasta angustiados, y no lo sabemos, y no sabemos por qué. Una circunstancia fortuita cancela un elemento de nuestro mundo habitual, lo reemplaza, o lo desvancece, y de pronto nuestro estado anímico se modifica: donde estaba la desdicha y el desasosiego vuelven a imperar la alegría y la distensión. Solamente entonces caemos en la cuenta de la ausente presencia de lo que nos ennegrecía la vida. Reconocemos por la nada de lo que era la potencialidad dañina de la situación que como perniciosa no había logrado acceder al nivel de la conciencia. Esta situación no tiene contornos banales y esta provista de las mayores significaciones para la conciencia, para la psicología, para el psicoanálisis y en términos amplios para toda forma de psicoterapia: no se puede reconocer como bueno o como nocivo sino lo que como tal aparece al yo, pero el yo sólo se enfrenta cuando lo otro que es permite el desvelamiento. También la literatura, el cine y la ficción se relacionan con todo esto: esos mundos ficticios nos arrancan de nuestras frecuentadas cosmovisiones y nos instalan en otras que tienen la virtud de ser más gozosas o más entristecedoras que la nuestra. En el reconocimiento de los elementos específicos que la constituyen caemos en la cuenta de una confrontación o comparación que nos habla de lo nuestro. Y esto se produce de suerte tal que lo que estaba inconciente, deviene conciente, y posibilita entonces, los cambios de conducta.
Con asombro, pero al mismo tiempo con alegría, voy encontrando que muchas de las cosas que escribo se hacen incomprensibles para la mayoría de las personas que me rodean: estrictamente... "no entienden". Sé perfectamente a qué se debe ello. Sé perfectamente que hay un abismo entre mi inteligencia y la del común de los mortales, la que posee la gente de la calle. Caigo entonces en la conciencia de que pido demasiado de mí: sentirme bien, cuando soy el único ser humano en una desmesurada jaula de jardín zoológico. Esto es Buenos Aires hoy. O al menos, el Buenos Aires en que culposamente estoy viviendo.
Sábado 15 de Mayo de 1999
Son las tres de la mañana. Aparentemente la noche y el sueño han concluido para mí. Abajo, en el living, suena Beethoven en la eterna Quinta sinfonía, que ha taladrado mi alma centenares de veces. No estoy ya definitivamente virgen, para ella. No puedo olvidarla y gozarla como en la primera vez. Pero todavía me sigue hablando y me cuenta de su autor. De su vida desdichada. Existió y yo estoy existiendo. Frecuentó los seres. Fue huésped de la tierra, del cielo, de la Belleza y de la luna. Del sol y de las estrellas, Del amor y de la mujer. Tuvo su morada en Bonn y luego en Viena. Lo bello lo capturó y lo tuvo entre sus manos, como la vida, hasta que la muerte lo dejó de lado. Sí, Martin Heidegger: existir es tener una transitoria morada en el ser, o lo que es lo mismo, debido a la finitud extrema de la existencia, a ser "huésped"del ser y de la captación de  los seres. Lo definitivo es la piedra. La roca y la luna. Lo transitorio es la vida, y lo más transitorio es la existencia, porque sabe de la muerte. Peregrinos temporarios del ser. Pasajeros del ser. O huéspedes del ser. Todo es lo mismo. Son expresiones tautológicas. La luna está allí, pero muy cerca, porque es un paisaje del mundo humano. Lo incomprensible son los espacios infinitos, que a pesar de ser inconmensurables e inimaginables siguen integrando este mundo humano que tanto se mueve en lo limitado como en lo infinito, en lo profano y en lo sagrado. Todo es humano, incluso "lo que no lo es." La cultura y la naturaleza. La música que ahora me conmueve y el astro del cielo abandonado por las horas de sueño de  este hemisferio en sombras. Soy un latido que se ha prolongado más de medio siglo. Mucho de lo amado ya no está. Se ha ido, ha sido deglutido por la nada y yo tiendo a ser tomado por la mentira de la vida, por la intemporalidad de la piedra. Vivir es confundirse con la eternidad de lo inorgánico, que nos presta falazmente su solidez. Camus bien lo sabía, y se estrelló contra un árbol. Y Sartre contra la vejez parisina y ciega que lo arrojó a los setenta años. Y la larga vida de Heidegger se extinguió en su Selva Negra, pocos meses después que  se extinguiera Hanna Arendt, esa mujer que otrora fuera tierna muchachita bella y judía en sus  brazos asustados de campesino adúltero. Todo pasa y nada queda, diría yo a Machado. Borges bien lo sabía, cuando miraba a los hombres como sombras transitorias, ya muertas. Somos un sueño que en la mayoría se ignora. Lo lamentable es que para el ensueño de la vida no hay voces, porque los medios y las cajas mágicas que son los televisores juegan la falacia de la eternidad de la vida. Los cementerios son la verdad, pero son sitios urbanos o rurales silenciados y abandonados. La vida no quiere saber de la muerte, y "los corrales de muertos" de Unamuno yacen olvidados por los vivos, incluso por los que hacen el amor y engendran a pocos metros de los muros gruesos que los enmarcan desde la periferia. El hombre quiere vivir en el ente y nada quiere saber de la nada, aunque la nada sea lo inconmovible de la vida, ahora y siempre, eternamente. Somos fraternos y solidarios con nuestro terruño, pero ello es ilusorio. La hermandad con las cosas está destinada a diluirse como nuestros amores humanos. Mi hija conserva la colección de poemas recopilados por su madre, que ya no está. Sus grafismos y el contenido de los poemas ya no le hablan. Nos hablan transitoriamente a nosotros, pero alguna vez dejarán de hablarnos y hablarán, o no hablarán a otros. Acaso se pierdan, en un vacío conmovedor, como las cartas del amor  intenso en el final de "Boquitas pintadas", de Puig. El sol y su luminosidad son amigos de la mentira, y la noche, con su soledad, son amigos de la verdad. Pero...¿Qué es la verdad?
Viernes 21 de Mayo de 1999
Despaciosamente voy cumpliendo con experiencias pendientes o programadas. Y así me voy liberando de creencias respecto de lo que me es necesario para tener una vida satisfactoria. Dimensión social le falta a mis días. Contactos altos y de nivel. La solución que yo denominé, en mi fuero interno, del "conejillo tierno", no funciona. Necesito algo de lo que encuentro en los libros, algo de lo que acaso un profesor de empinado nivel, encuentra en sus alumnos. Mis posibles seguidores no son reflexivos, ni tienen la edad o la disposición para serlo. Y las personas adultas que me rodean son aun más lamentables que las de los jóvenes, Algo es indudablemente cierto: debo disponer  de todo mi tiempo para mí, y debo encontrar conversaciones o diálogos densos, es decir, de mi nivel. Las niñas guaraníes solamente sirven para gratificar mi costado gregario y bastante animal, pero mi espíritu queda solo e intocado. O lo que es más grave: con escoriaciones.
La búsqueda de la gloria. En modo alguno pertenece al espíritu romántico. Es, así, sencillamente, un componente de la existencia auténtica, con raíces en la certidumbre de la fugacidad de la vida. La perduración del nombre en la conciencia amplia o reducida de los seres de nuestra especie, o, más precisamente, de la historia, es un reaseguro que nos quita la insufrible sensación de contingencia.
Martes 5 de Mayo de 1999
La solución para el problema de la soledad, no está en las personas, sino en la actividad creadora. Si logro hacer de la escritura mi gozo, no sólo que podré prescindir de toda compañía, sino que llegaré a sentir cualquier presencia como un estorbo, como una posible distracción y perturbación en el sosiego absoluto que requiere la vida del espíritu. Vistas las cosas así -y este modo es el único en que debo verlas- la soledad es una bendición. Grabar este pensamiento, urdido a la luz de experiencias últimas enajenantes, debe ser un principio definitivo de conducta. Otro debe estar dado por la sólida convicción de que  el marco vital en que nuestro mundo personal se mueve, debe estar constituido por componentes personales motivadores. La mediocridad no espolea, ni favorece el espíritu imaginativo. La fantasía se desarrolla, en lo subjetivo, desde la alegría y en lo objetivo, desde la frecuentación de personas no entregadas a las banalidades de una vida inauténtica. A esto hay que agregar la necesidad de erradicarse del chato barrio en  que se vive. De los paisajes urbanos mostrencos y sucios poco propicios a la ensoñación. Estos pensamientos surgen del pispeo de la obra de Bradbury que ayer adquirí, por casualidad: "El zen de la escritura", o algo así. Abierto al azar, me impresionó el énfasis colocado en la pertinacia del auténtico escritor, en la cuestión de la "garra" y del "entusiasmo".  Asimismo, me resultó reveladora la importancia asignada a la pasión como fuerza de la creación, como detonante del espíritu creativo. Yo sintetizaría todo esto en una expresión que siempre me ha perseguido como mi gran carencia: se debe crear desde la "creación de un mundo previo", en que lo insulso, lo anodino de la experiencia cotidiana, se hayan diluido en beneficio de la inventiva, de la actividad creadora, de la imaginación y de la mirada intuitiva, capaz de atisbar más allá de las distorsionantes apariencias del espacio, del tiempo, de las noticias, de la mirada de los otros, que todo la vulgariza. Esa mirada no está solamente en los ojos de la cara: se encuentra en las revistas, en la televisión, en la radio, en los libros de pacotilla que atiborran los estantes de las librerías y de las bibliotecas. Está en cada palabra que debemos encontrar en los murales de la calle, o que debemos escuchar en el tráfago callejero.
Lunes 7 de Junio de 1999
En el domingo de ayer, muchísimas máscaras cayeron. La más importante: he sido un hombre que ha vivido envuelto en su propia imaginación. Todas las otras son dependientes de esta. El motivo: no poder aceptar la pobre realidad de la que he partido y a la que luego me fue arrastrando una espiritualidad convulsa y hasta patológica. He realizado algunas cosas y no soy una nulidad absoluta, pero me lo he pasado cercando mi mundo, para que en el corral fuéramos pocos, y para que en la confrontación no perdiera mi valía de modo muy señalado. La soledad es indispensable, pero a veces nos lleva insensiblemente a descubrimientos tales como la "rueda", o el "fuego". Esta circunstancia se fue generando por una multitud complicada de hechos. No soy enteramente responsable de la situación. He trabajado con lo que tenía, como Robinson Crusoe en la isla. Y lo que tenía ha sido excesivamente pobre. Soy, sí, absolutamente culpable de no haber sido lo suficientemente arrojado como para poder, en determinados momentos, abandonar la isla y ve lo que había más allá.
Miércoles 9 de Junio de 1999
Martha, la tarde es fría y pesados nubarrones penden en el cielo. Acaba de llegar Marina, y muy rápidamente despachó su penúltimo final. Como siempre, sacó diez, Martha. Qué orgullosos hemos estado siempre de ella. Esto prueba que tu paso por la tierra y el que aún sostengo, no ha sido inútil. Martha. Hemos sido buenos padres y buenas personas. Tenemos dos hijos maravillosos. Estoy seguro que en su corazón ya te ha comunicado este resultado. Y estoy seguro que habrá llorado, con lágrimas o sin ellas, por tu ausencia, ante un nuevo éxito en su carrera. Si no ha hablado, por falta de tiempo, ya lo hará...Martha, los chicos y yo, estoy convencido, aun cuando ellos no lo digan en estas palabras, no odiamos a Dios. Odiamos, más bien, el hecho de que no exista. Porque si así no fuera, el dogma de las religiones acerca de la inmortalidad del alma sería comprensible y lógicamente coherente. Como bien decía Unamuno: la existencia de Dios, y la inmortalidad del alma, son hechos conexos. Y acaso necesitemos, como él sospechaba, a Dios, para saber que cuando morimos no lo hacemos enteramente. Martha. Estás muerta, y estas palabras son estúpidamente vacías. ¡Qué difícil es ser religioso! ¡Qué difícil es pensar que esta tosca caña endeble en que consistimos y las Sagradas Escrituras, u otras escrituras, puedan descifran el Universo. ¿Cómo puede haber todavía papas y sacerdotes? Como lo decía Nietzsche: no se han enterado que Dios ha muerto.
Reapareció, todo vestida de negro, Sonia Samaniego, paraguaya de diecinueve años. Cabello teñido de color zanahoria, subido. Lo positivo: recuerda con callado pero manifiesto placer los momentos vividos en la casona. También, con espontaneidad, evoca momentos vividos en la casona, y hechos y palabras dispersas...Es notorio, aunque no a una primera mirada, que su pasaje bajo este techo, la marcó. Habló de él con su tía. Yo también quedé impactado, y extrañaba su voz singular y sus movimientos y su sonrisa no tan transparente en su transparencia. Arribó en el momento justo, el de mi marcada depresión después de haber reconocido que muchas posibilidades se me han ido cerrando. Guardo claros recuerdos de posibilidades y paseos no ejecutados. Ella también. Y a pesar de la distancia y del tiempo transcurrido, me tuvo siempre presente, con alguna no omitida "nostalgia". Sonia me entusiasma, me arranca de la melancolía, y aunque no se me escapa que es algo así como una "tramposa", la prefiero a ella y no a la nada. Me complacen sus movimientos en casa, su ágil desplazamiento hacia la cocina, para preparar un café y para refunfuñar quedamente porque las cosas no se encontraban donde las había dejado. Entró y se fue derecho a la alacena, como el cautivo niño de Borges en busca del cuchillito de la infancia. Con María la pasión sexual era muchísimo más intensa. Con Sonia es diferente. La relación se desliza hacia un plano lúdico y de amistad. La pasión, por ahora, no es ni siquiera un capullo, en este vínculo. Más bien, la siento como a una amiga, pero más por inhibición que por manifestación espontánea, creo. Sonia no da lugar. Está y no está presente. Está a mi lado, pero también  está con otros, con la múltiple vida, y con relaciones personales que cuida mucho. Tramposas son todas las mujeres y ella lo es de un modo especial: está en el límite de la franqueza y del engaño. No miente, del todo; pero tampoco es del todo veraz. Me divierte mucho su desparpajo y ese dejo de irresponsabilidad al que me arriesgo, porque no lo veo como enteramente peligroso. Dice que el lunes se reincorpora para atender esta casa. Dice que irá de vacaciones conmigo. No sé qué saldrá, en verdad, de todo esto. Una virtud femenina fundamental para mí, tiene: es bonita. Y sobre todo, tiene una sonrisa brillante, y rezuma amor por la vida. Entiendo que puedo vivir muchas cosas con ella, si procedo con tino. Si no me entusiasmo. Si no la acoso. Para equilibrar la balanza de esta relación cronológicamente tan despareja -y otras no puedo permitirme- debo no vivirla como lo único. Debo entregarme a todas mis cosas y atenderla como otro elemento más de los que componen mi existencia. Así, puede darse sin sufrimientos, una aventura emocionalmente positiva.
Heidegger estrecha la unión entre ser y hombre. Considerado el ente humano como animal  racional, esto parece un disparate. Pero Heidegger se cuida de negar la animalidad y la racionalidad del hombre. Ambas abstracciones son elementos inscriptos en algo que les es anterior y los excede infinitamente: el Dasein.
Todo lo que no requiere un gran esfuerzo, no debiera ni ser escrito ni ser leído. Para apartar la mirada de lo banal, es preciso forzarla. La poesía, la buena poesía, es por esta razón, superior a la prosa estereotipada. El lenguaje informativo o discursivo trata de ensartar en una retahila contrahecha, intuiciones dispersas, o fogonazos desperdigados de la vida espiritual. A golpes contundentes de visión íntima, crece el alma. El uso descarnado de la razón es un juego vacío de la inteligencia. (Pensemos en Nietzsche: era muy malo para las matemáticas y lógicamente contradictorio. Su genio está tallado a golpes de martillo, como una prosa estatuaria. Los hilvanes son débiles y no constituyen su fuerza)                   
Dominar miles de vocablos no es anodino. La palabra dice el ser y el fenomenólogo se adentra con mayor felicidad y facilidad, cuando usa con propiedad los vocablos. De lo que se trata es de describir. Antes y ahora todos hacen fenomenología, pero de Husserl, en estos tiempos, nadie se ocupa. Tampoco del problema de la conciencia
¿Qué valor tiene toda la obra de Sade si un hombre, que de él se ocupa, se entrega a los vicios solitarios, como se decía? ¿Qué valor tiene conocer todo el planeta, a la manera de Kant, si nunca se ha traspuesto la muralla de Königsberg? Es cierto que en la actitud metafísica no se hace imprescindible viajar,  como bien lo ejecutaban los griegos -no Platón-, el mismo Kant que copia a Sócrates y el mismo Heidegger, que los copia a todos...(Según el imbécil inglés que escribió La verdad sobre todo, nunca habría dejado su barrio). Esto, en el plano metafísico. En el plano meramente vital, antropológico, psicológico, los viajes son necesarios para sacarnos embustes y telarañas que no nos dejan ver con claridad. La pura fantasía no alimenta con intensidad, ni la vida, ni a la imaginación misma. Como la razón pura, que es inhábil desde Kant, para alimentar a la razón. La razón librada a sí misma no nos da conocimiento cierto sobre la última realidad del mundo, del alma, o de eso que se ha denominado Dios. En lo esencial, la actitud de ir a las cosas mismas, que es la metodología fenomenológica, es irrebatible. Y esto es dicho aun en la conciencia de que la conciencia no se alimenta a sí misma, y de que por lo mismo, no puede prescindir de lo otro. La soledad, es un arma de filo doble: nos enriquece como instrumento y nos empobrece como experiencia
Es cierto que mi desbordante biblioteca es un espejo del cosmos, pero callado. Se necesita mucho entusiasmo, mucho amor, mucha pasión, para que cobre vida y diga lo que encierra. Si así no acontece, las palabras son meras manchas de tintas, o significantes sin significado. Scheler hablaba de los instintos como alimento de la vida espiritual y nosotros amplificando la cosa podemos hablar de mundo de la vida. En Heidegger también se mantienen los dos niveles. Lo primordial es lo que los griegos llamaban "prágmata", los entes a la mano, según la traducción de Gaos. Los entes que se presentan a la vista -en la actitud teorética- son secundarios y derivados. Si yo no vivo, en sentido intenso, comprometido, existencial, los libros nada tienen que decirme. Son mudos. Hablan, pero no los entiendo.  En varios idiomas hay una red silenciosa, una realidad virtual que no acierta a corporizarse. Del mismo modo, podemos decir que cuanto más pobre, vacía y torpe es una vida, menos libros necesita para el esclarecimiento profundo de sí. El vínculo entre vida y cultura es una relación de alimentación recíproca. Como Ortega decía: la cultura tiene significado cuando viene a llenar un agujero de la vida vivida. Cada libro habla infinitos lenguajes, tantos como hombres los leen efectivamente o en el marco de la posibilidad. La comunicación nunca es unívoca y es siempre un intento de comunicación. Este problema, ni de lejos, ha sido agotado.
Jueves 10 de Junio de 1999
La plataforma desde la que podemos alcanzar un espíritu creativo, debe ser edénica. El alma debe encontrarse satisfecha con el hábitat, con el entorno, para que el espíritu se despliegue, para que vuele sin limitaciones, para que sea posible que lo imaginario se establezca en un primer plano. Pensemos en un gran ventanal, mirando desde lo alto, la totalidad de la ciudad, hacia el este: en un amanecer, o en la noche poblada de luces. Pensemos en un gran ventanal abierto a un lago, con un fondo de montañas nevadas...Pensemos en una enorme ventana vidriada con un paisaje de costa marina, con el océano a lo lejos, con la bruma sobre las aguas de otoño, con las olas rompiendo sobre rocas amarronadas o rojizas. Pensemos en el invierno frío, en las noches, más allá de nuestra habitación, y en la misma habitación, cálida, acogedora, amiga. Esto es lo que yo denomino situación paradisíaca. Esto es lo que juzgo necesario, para permitir el sosiego y el no quebrantamiento del alma por las situaciones cotidianas. La ciencia me dice que todos estos panoramas son una mentira. Que no hay un más allá de ellos  y que toda sugerencia simbólica del cielo o del mar o del lago o de la montaña, no es más que una proyección anímica sobre parajes meramente terráqueos, de una esfera minúscula perdida en el incomprensible espacio infinito. Es cierto. Pero el poder sugerente, para la vida cotidiana, de estos sitios, es innegable. Más allá de las verdades de la ciencia, un bosque nos hace pensar de otra manera que la que experimentamos en la sucia vereda de nuestra casa, tendida a la vera de una calle de la ciudad, ruidosa y pestilente. Es así. Quedaría la consideración del paisaje interno. Los llamados mundos imaginarios...Pero entonces acude Husserl y nos señala: todo intento de escapar a la inmanencia, es vano. El espíritu se mueve entre palabras y estas mismas voces encierran, solamente, conceptos. Si los cargas, entras en el plano de las imágenes, pero estos, aunque más sensibles, no te salvan. Son tuyas. Son tu creación. ¿Qué es lo que queda? Bueno, yo diría que queda el juego de la pura inteligencia. Allí no hay mentira. El pensamiento se mueve dentro del propio círculo y no trata de engañarse o de engañar. Nos quedamos encerrados en el cogito, pero a sabiendas. Tratando de exprimir todo el jugo posible a esta limitación en que la mentira y la verdad -simultánea y contradictoriamente- de lo otro y del tú, pueden tener algún movimiento. Para el concepto heideggeriano de existencia, esta posición es inadmisible. Yo quisiera que me explicasen cómo podemos soslayar la realidad de la inmanencia. El ser -se dice- se revela al hombre en su Dasein, y es trascendente. Yo no atino a encontrar el camino que me abra a esa trascendencia. En el pensamiento ajeno a mi postura, hay algo que no entiendo, pero no acierto a descubrir, qué es. Y Heidegger no tenía nada de ingenuo, lo sé.
Acaso sea el amor intenso y total lo que pueda arrancarnos de la asfixiante jaula y del encierro. Allí el tú nos invade y no somos capaces de poner en duda la vigencia del otro. Son unos ojos, una larga cabellera, una voz, una sonrisa. Hay muchos elementos materiales y palpables que nos impiden sentirnos en soledad.
martes 22 de junio de 1999
Acaso la decepción comenzó cuando hace unos domingos la revista del diario Clarín  publicó cien anécdotas sobre Borges, recopiladas a través de amigos, de parientes, de escritores, de multitud de personas que lo conocieron. En esas anécdotas el escritor mostró su humor fino, inteligente, pero excesivamente corrosivo, y lo que es hiriente, demasiado cruel. No puedo negar que me reí, no puedo negar que festejé la salida inteligente, pero al mismo tiempo, por momentos, me horroricé: una total falta de piedad y de afecto y de amor, presidía los dichos y los sucesos. Sabía algo de estas características, pero jamás las había visto de tan cerca y con tanta patencia. Provocar dolor, gratuitamente, o tomar al otro como objeto de burla e ironía, es algo que me espanta.
A todo esto se agregó la nota que sobre la posible repatriación de sus restos preparó el mismo periódico, y que apareció hace dos días. El espectáculo de una siniestra María Kodama y de unos familiares, tironeando, juntamente con abogados y algunos amigos, del cadáver sepultado en Ginebra, torna este asunto demasiado tétrico. Bien podría decirse que Borges nada tiene que ver con estas situaciones ridículas, aunque también es cierto que los equívocos fueron creados por él, o por su debilidad personal. De esta manera, una figura que había llegado a ser muy querida durante mucho tiempo, se me fue desdibujando y se fue presentando demasiado carnal y -sobre todo- demasiado "arbitraria". Tomar para la chacota al otro, es siempre despreciable, porque un hombre pasa a ser objeto, dejando de ser sujeto y persona, para el que urde la broma. Un hombre de genio puede hacer gala del humor que caracteriza a los inteligentes, pero debe guardar ciertas normas de seriedad que surgen del ánimo dramático que es la normal consecuencia de la condición humana.
El resultado de esta situación llegó a su colmo anoche. Me sentí hastiado de tanta banalidad en seres de los que se espera un nivel más elevado. Nuestro pueblo está sufriendo mucho y son muchas las penurias por las que atraviesan los argentinos, como para que se toleren estas situaciones.
El resultado fue una situación de alivio y de liberación. Ya no me interesa esta divinidad literaria, porque sus pies son de barro y se rompen o se hunden, con el menor movimiento.
miércoles 23 de junio de 1999
Los mecanismos por los que no crecemos, pueden ser múltiples. En mi caso me tengo que detener, por ahora, en esta infundamentada, o irracionalmente fundamentada, adicción a un único escritor: Jorge Luis Borges. Su figura no ha sido más que un símbolo de la totalidad imposible. Se acota el todo en una persona, o en una región de entes, y luego se entiende que en el conocimiento de ese todo fraguado, se da, realmente, la totalidad. La angustia de lo infinito, que siempre ha de sobrepasarnos, se atenúa y vamos desarrollando una personalidad intelectual coja y culpable. Nos movemos así en un orbe provinciano y carente de amplitudes posibles -por más que siempre sean parciales- en los que las mismas cosas y las mismas experiencias nos van hastiando, día a día. No quiere decir esto que abandonemos la concepción de la subjetividad, o del Dasein. Quiere decir, sí,que la trascendencia que evidentemente nos es dada en este encierro, nos la negamos. Es una inhibición de la vida espiritual, y cabría indagar en qué medida no es la correspondiente a inhibiciones emocionales, afectivas o instintivas, más infraestructurales. Así como nos comportamos en la vida, nos comportamos en el orden del pensamiento y de la creatividad. Yo también he obrado escamoteando mis razones inconfesables. Como aquello a que aspiro es inalcanzable, debo sustituirlo por un remedo. Olvido que lo es, y acallo la angustia de la limitación, de la finitud y de la muerte. Vivir se debe de tal manera que, en todo momento, sepamos que no existen los logros definitivos, sino los contumaces esfuerzos. Los desesperanzados esfuerzos de los límites que en todo instante tienen conciencia de los límites, pero que no dejan de batallar, por ello. Es una rebelión. Es una heroicidad de pacotilla -seguramente-, pero es una heroicidad, al fin.
sábado 26 de junio de 1999
Fue siempre una tendencia fóbica de mi personalidad, la que me impulsó a restringir el área del mundo vivido, de las experiencias, de los viajes, del conocimiento de nuevos autores; cierta justificación -racionalizante- ha dicho, habitualmente, que el universo del filósofo no necesita ser muy expandido. Para plantear, en verdad, todos los problemas metafísicos, no necesito viajar a Europa, y ni siquiera necesito dejar mi casa. Pero el alimento del espíritu se resiente, en un cierto orden  esencial que nos permite, soslayando el ánimo depresivo, evitar las melancolías improductivas. En la tristeza no se crece. El alma se desarrolla en el entusiasmo. Yo entiendo que cuando se ha logrado un marco social o una resonancia y reconocimiento comprobados, un Heidegger no está nunca solo cuando escribe en su casa hundida en la Selva Negra. Un Sartre tampoco se siente solo escribiendo en un café perdido de un perdido país del mundo. Sistemáticamente he rehuido la búsqueda de todo reconocimiento exterior, y me he quedado sin él. Como consecuencia, todo lo que hago es ejecutado en una soledad sin trascendencia y sin ecos. Los que me circundan, no son los personajes adecuados, porque carecen de las herramientas necesarias para aproximarse a la índole de mis preocupaciones. El resultado es el aislamiento total. Deprimente. Aplastante. Segregación de lo otro y de los otros que hace pensar en las locuras últimas, como el suicidio. Desde "el mundo de la vida", podemos dar vida a los libros. Sin dicho mundo, los libros son letra muerta. Ya lo he dicho y pensado muchas veces. Scheler bien sabía -y esto es también un tópico repetido- que el espíritu no se alimenta de espítitu. Y si lo hace, el producto de esta situación es una creatividad escuálida, pálida y marchita. Toda  gran obra, incluso la más abstracta, echa sus raíces en la vida y cuando esto no acaece es la misma pasión del alma la savia en que el trabajo se nutre.
lunes 28 de junio de 1999
Hasta aquí, hasta este hoy concreto y puntual, hemos llegado y ahora mi vida se ha tornado ostensiblemente insatisfactoria. Repleta de libros desordenados y caóticos, de alguna escritura indecisa y descreída, y de reflexiones y pensamientos, se muestra carente de sustancia, de nivel inteligente de sociabilidad. Con la muchacha de la óptica, me atreví, finalmente, y el rechazo de la invitación es otra vuelta de tuerca en mis imposibilidades. La contestación, fue, más o menos, la de Silvana. "Estoy muy ocupada". Pero hubo alguna diferencia, el agradecimiento repetido. Una esperanza más, largamente aguardada y mantenida en suspenso, por temor al fracaso, se ha terminado y con la más que sospechada frustración. Con ella, se desata, empero,  la rebelión: de mi debilidad, debo generar mi propia fuerza. Estos fines de semana, y estas vacaciones sin intentos, carecen de sentido. Basta de encierros. Trabajar intensamente, en todos los órdenes, durante los días que van hasta el sábado, y luego intentar algo. A sabiendas -claro-  de que solamente un milagro puede suministrarme una experiencia plena, con una mujer. Lo definitivo es esto: cansado estoy de vivir totalmente solo, sin amistades entrañables y de mi aproximado -si no exacto- nivel. Cuando estuve casado, la experimentación era difícil y después no lo fue; pero los hábitos de enclaustramiento persistieron. Y también la baja autoestima y el autodesprecio en todo cuanto respecta a mí y a mis apreciaciones sobre mis valores y ausencia de valores. Todo esto debe concluir. En un programa de tareas, deben estar las salidas, las exploraciones y los tanteos, sin muchas expectativas. La ciudad de Buenos Aires es grande y hermosa y merece incursiones y aventuras diversas, que nunca efectué. La computadora -entre otras cosas-, me tiene a su lado demasiado poco tiempo, y asimismo el "gimnasio" posible, que se puede dar en múltiples formas. La vida debe ser vivida como experimento, y no se la debe recorrer de tal manera que únicamente se aguarde arrancar todo lo que necesitamos para nuestro placer y para nuestro sosiego, de la hermética subjetividad.
En lo concerniente al trabajo se ha de tener claro lo que decidí ya en repetidas oportunidades: debo ejercitar mi consabida y desgastante profesión, para ganar el dinero necesario para vivir, sin concederle ni un minuto más. Yo debo asumir la consigna que muchas veces declaré, pero que el entorno se empeña en no permitirme asumir: "el llamado retiro efectivo". Debo estar presente en los lugares, en un establecimiento escolar, y en mi casa; pero sin poner de mi alma más que lo necesario. Educar ha dejado de ser en la Argentina, una posibilidad y una actividad creadora. El país, y la juventud argentina, son  irrescatables por ahora: cada uno debe salvarse por sí mismo. La apertura de la existencia, es un hecho, al parecer, para mí sólo teórico. He querido vivir, a lo largo de décadas, sin riesgos, y en el presente me encuentro quejándome de las pocas amistades importantes que necesito. Algo grueso de mi personalidad ha hecho esto posible. Quizá excesivo celo. Acaso dificultades infantiles de complicada resolución. Esto último, sería disculpable.
El libro de Dardo Scavino, La filosofía actual, apenas hojeado, me ha abierto innúmeras posibilidades, no distantes con pensamientos míos muy arraigados. Se señala allí, como signo de los tiempos, el pensar como "hecho lingüístico". El lenguaje, como trama y estructura que constituye el verdadero mundo del los hombres. Las cosas y la verdad, están mediatizadas por los símbolos y estos son los supremos estructurantes de la realidad. Ahora, paralelamente, debo trabajar el problema en todos los autores citados. Y volver a un libro que nunca encaré con seriedad, el de Jaime Rest, sobre el "nominalismo" de Borges.
Algo en mí me grita el estancamiento. Me dice que estoy varado, a lo largo de los días, como un barco en la playa, y no acierto a desengancharme, para emprender una marcha segura y sin interrupciones. No sé a qué se debe, pero la desangrante soledad no es ajena a esta situación. Por otro lado, la captación de lo grande y gigantesco, con que jamás dejo de  castigarme. La persecución de imposibles en el no reconocimiento de los límites. Un caprichoso "todo o nada", que nos lleva a una total esterilidad.
Todo es gigantesco. Todo es plural e infinito. Todo es absolutamente ingobernable, e incontenible, como esta computadora -herramienta prodigiosa que tan tardíamente ingresó en mi vida-, que me excede totalmente y para cuyo dominio debiera invertir horas enteras de mi preciosa vida. Así, mi ciudad. Así mi país. Así cualquier país. Así la historia y cualquier región, y el mundo, y la cultura, y el decurso de las artes, y el devenir del pensamiento, y las ingentes bibliotecas, y las enormes librerías...Somos ínfimos y el error acaso consista en no saberlo con total certeza y en no renunciar de una vez por todas al afán de totalidad. El hombre deja atrás una cloaca buscando siempre un infinito que lo hostiga y lo lleva de continuo a la insatisfacción. Empiezo mis días con entusiasmo, cargado de libros, de proyectos, y lo concluyo siempre en la amargura y en la depresión, con las manos vacías. Araño algunas páginas, entreveo ciertas verdades, pero siempre está el telón de fondo aullándome todo lo que no he hecho, todo lo que no estoy haciendo. Quizá sea esto lo que hace de mi sueño nocturno una experiencia tan imperfecta y tan desdichada. Vuelan las horas, y entre la aurora y las oscuridades de la noche media un segundo, en el cual, a pesar de hacer muchas cosas, siento que nada he hecho. Entreveo que esto se debe a lo que alguna vez se ha denominado, por algunos psicólogos, carencia de "experiencias cumbres". Sin ellas, los días transcurren sin huellas o cataclismos esenciales. Y así no puede crecerse, o al menos, no puedo crecer yo. Vivir debe ser transformar el mundo en que nos sentimos instalados. Si el mundo no "cambia" -esa cosa tan frágil y tan dura al mismo tiempo que es el mundo- es porque no nos estamos desarrollando, es porque nos estamos quedando anquilosados...Algo sé de manera cierta, y debo puntualizarlo de modo contundente. Las horas tranquilas y solitarias de la noche me son más propicias para dejarme arrastrar por el vuelo de la imaginación y del pensamiento. La conciencia compartida de los otros que velan, no me deja sentir ni me deja ser yo mismo, en sentido hondo y con autenticidad completa.
martes 29 de junio de 1999
Para el descubrimiento de las necesidades de nuestra alma, no es indispensable, en ocasiones, vivir efectivamente ciertas experiencias; basta que lo hagamos en el plano de la fantasía y de una abierta posibilidad, con cierto grado de certeza. Hoy, me he sentido solo todo el día, carente de motivaciones, hasta el momento en que llamó esta inocente muchachita paraguaya: Sonia. Se disculpó, por no haberse puesto en contacto conmigo, y sus palabras contemplativas y afectuosas me allegaron algo de esa consideración por mí, que hoy nadie me demuestra. Soy un hombre desbordante de afectos, y no encuentro una mujer digna de que tales sentimientos estructurados en proyectos encuentren su cometido. Yo lo he analizado suficientemente: no puede ser una mujer divorciada con hijos. Necesito una muchacha con el alma vacante y virgen de maternidad. Sonia lo es y aunque es riesgoso encariñarse con sus veleidades y con su versatilidad consabida, es un símbolo claro y esclarecedor de lo que pretendo. Una mujer desenganchada. Solamente unida a su  existencia y a su gran espectro de posibilidades, en virtud de la juventud. No sospecho, siquiera, cuánto puede vivirse con ella, pero sí ya sé que eso es lo que anhelo. Todo lo otro, es pérdida de tiempo. Estoy solo. Y quiero tener a mi lado a una mujer sola, para protegerla, para darle cariño. Esta condición inmigratoria de las muchachas paraguayas, me llena de ternura. Tienen a muy poca gente a su alrededor, y todo lo que constituye su patrimonio, es lo que hacen con su trabajo. Dependen de sí, y viven enteramente a la intemperie. Si tienen un techo, es porque se lo ganan con duras horas de labores no siempre sencillas y no siempre bien remuneradas. En su medida, pequeña para los burgueses, hay más heroicidad en ellas que en tantas jóvencitas argentinas de familia y de techo asegurado. Desde su llamada telefónica, mi ansiedad se aquietó. Un nuevo camino se abre en la ciudad, un nuevo sendero que conduce al "sahara" de un restaurante árabe, al parecer, de categoría. Allí está Sonia de camarera y allí estaré yo, pispeando una de mis primeras aventuras en esta ciudad gigantesca que me es -increíblemente- desconocida, casi por entero
jueves 1 de julio de 1999
Desde las pesadillas de anoche, desde la acentuada angustia y confusión mental de esta mañana, estoy preocupado... Hay a la base de mi funcionamiento psíquico una perturbación estable y continua, que acaso como subsuelo, subiste desde hace muchísimos años, y que aflora, cuando los paliativos no son suministrados -por olvido. Tales estados emocionales, me son conocidos y evoco que fueron constantes en mi desgraciada vida matrimonial. Depresión larvada pero continua que empantanó, seguramente, todo vínculo positivo con Martha. Un hombre como yo, en tales condiciones, debiera haber rehuido el matrimonio. Entiendo que no me asistía el derecho de llevar a la convivencia tal ánimo sombrío, que, seguramente, llenaba de tinieblas, inexorablemente, la vida de la mujer que debía compartir las jornadas. En tales circunstancias, un varón no puede ofrecer nada a una mujer, porque la vida, no solamente deviene un tormento para él, sino para todos los que lo rodean, incluyendo a los hijos, que crecen con un desdichado "sentimiento trágico de la vida". Poco a poco, y con la tranquilización de fuente externa, fui acallando la tormenta, aunque no dejé de estar, todo el día, ligeramente ofuscado. Gran irritabilidad y confusión y reacción nerviosa y hasta histérica ante los sucesos más menudos. Episodios severos, en este orden con mi hija Marina, que no está pasando, tampoco, por un buen momento. Distancia con Diego, que no puede acortarse. Sonia, que dejando de cumplir lo prometido no llamó, haciéndome tomar conciencia de que toda ilusión depositada en ella es irresponsable y delirante. Es el arquetipo de la muchacha casquivana y frívola.
La lectura del diccionario de la Real Academia, prosigue, y aguardo obtener de ella  una desinhibición en el orden de las palabras. La máxima autoridad, me va soltando la lengua y de una manera no explícitamente declarada me va "autorizando" de manera paulatina. Descuento que todo el diccionario, no está para usarse. Pero no es vano constituir, con él, grupos y familias de palabras a partir de las que constituyen formas esenciales en las hablas ya conformadas. En torno de esto puedo expresar: me resisto a todas las formas académicas,  pero de igual manera rechazo el habla coloquial, que deposita en "lo dicho", el eje de la escritura. La narrativa no debe despojarse de la forma si aspira a ser una actividad artística. La imaginación pura no deje de ser más que un manojo de fenómenos psíquicos.
jueves 1 de julio de 1999
Los libros esenciales del pensamiento universal, aquí no faltan. Lo que no está presente, en cambio, es una persistente labor, sobre esos libros esenciales, sobre los textos y autores primigenios. Hay muchos libros, es cierto: pero los libros sin vida y sin imaginación son libros muertos, o ciegos... Pienso, no obstante, que al decir estas cosas soy un poco injusto conmigo. Nada de lo fundamentalmente humano, me es ajeno, y la naturaleza, por más bella o singular que sea, poco tiene que decirme desde que Armstrong puso sus pies en la luna. Los elementos que siempre nos son extraños son los sobrehumanos, todo aquello que no existe efectivamente. Lo que es mera virtualidad o imaginación.
El mundo es una ficción enquistada en nuestro espíritu y en nuestra personalidad, más o menos enquistados, a su vez. Cada existente es responsable de lo que ve, de lo que imagina o de lo que no imagina. La literatura pareciera ser la única escapatoria para este encierro. Un juego de combinaciones originales y no estereotipadas por los ambiciosos tratados filosóficos o científicos. Dentro de este orden de cosas, Borges sigue siendo para mí un modelo.
sábado 3 de julio de 1999
En breve lapso, infinidad de experiencias. Cúmulo que sobrepasa todo intento de referirlas por escrito. Una sola alternativa: los apuntes. Los nombres señaladores, a manera de índice o de instrumento recordatorio. Diálogos telefónicos múltiples con mujeres desconocidas. Intromisión en las tramas de otras vidas. Nuevo ejercicio con lecturas de libros, a la manera en que se consulta -de modo abierto- un CD Rom. Descubrimiento del valor de la confianza en sí mismo, en alternancia con el desprecio de sí mismo. Evocación, al respecto, del ensayo de Franciso Romero. La virtud del filósofo es la conjunción y alternancia de la máxima soberbia con el máximo autodesprecio. Sócrates, como arquetipo, ejecutaba esto con su conducta y con su proverbial filosofema: "Sólo sé que no sé nada". Trabajos sobre la tan cacareada inteligencia emocional...Un engendro o refrito yanqui de aportes psicoanalíticos consabidos con materiales suministrados por la fisiología pavloviana, conductista y cognitiva. Liberación de Borges: al respecto, es recomendable contactarse en el escritor  temprano. Es el más literato -en el peor sentido de vocablo-, el más cajetilla, como diría Funes, y el más insospechadamente pedante. La genialidad, queda fuera de toda duda. Se pasó la vida puliendo el instrumento y escribió dos libros "fuera de serie". Eso es todo. Ensayos inteligentes, eruditos y barrocos. Gran economía del lenguaje...(no olvidemos que escribía de manera manuscrita, en pequeños trazos de lectura legible, en cuadernos escolares de hojas cuadriculadas). Poesía declaradamente cerebral, para nada ajena al ritmo, a la mesura, a la belleza formal. Poetizó lo filosófico y se ubicó en la filosofía poética... como parecieran exigir muchos en el pos-modernismo. La construcción de un habla es infinita y su prosa es un elemento más que valioso para todo el que quiera ser escritor: ahorra mucho tiempo y esfuerzo, asimilarlo. Luego de incorporado, todo joven debe dejarlo atrás y apelar a su propia voz, a su propio vocabulario y a sus propias formas.
martes 6 de julio de 1999
En  el capítulo cuarto de  Sexo y carácter, Weininger se ocupa temáticamente del genio, confrontándolo con el hombre de talento. Estima que la diferencia entre ambos conceptos no es de grado, o cuantitativa. Son entidades diferentes. Talentos para diversas actividades, hay muchos y son hereditarios. El genio es universal, único, creativo y es único. No proviene de una transmisión genética. El hombre superior es abarcativo y su potencial se desenvuelve sobre la totalidad de las cosas. Se trata de un alma "multitudinaria", capaz de albergar las más diversas psicologías, maneras de ser, pasiones aceptadas o incluso perversas. Al genio, nada le es ajeno y por ello puede comprender a todos los otros hombres. La relación inversa, no se da. La genialidad, que caracteriza a este tipo de hombre, es típicamente masculina. Las mujeres son tanto ajenas a la condición genial, cuanto extrañas a la capacidad de comprenderla. La conciencia extremada y aguda define al genio, como la conciencia normal define lo masculino. Lo femenino, como contrapartida, está caracterizado por la falta o debilidad de la conciencia. En el genio, aunque ciertamente hay un proceso de desarrollo, hay también discontinuidad de este proceso. A períodos exaltados y de creación suceden otros abúlicos y empobrecedores. El hombre egregio lo advierte, y en la confrontación entre la exuberancia espiritual y la indigencia, suele verse arrojado a estados depresivos. Tanto estos últimos cuanto los momentos extáticos de creación, son acentuados y se traducen en cambios fisonómicos ostensibles. Los rostros de los genios no son estables, y tampoco lo son sus personalidades. Cuando se halla en períodos de bajamar,  acostumbra autodespreciarse e interpretar que su sol se ha eclipsado. La idea de suicidio, en tales ocasiones, no resulta infrecuente. La mente del genio abarca una multitud de hombres, y por no serle ajeno ninguno, puede entenderlos a todos, y literariamente, puede dar vida, en sus creaciones, a una pluralidad inabarcable de personajes.
domingo 11 de julio de 1999
La soledad es fundamental para la vida del espíritu, cuando nos la autoimponemos. Pero es improductiva e insostenible, cuando no encontramos el modo de salir de ella de una manera digna, sin concesiones a lo menor, y a la mediocridad que arrasa con lo mejor. Mi vida ha llegado a un límite más allá del cual no se puede pasar sin forzar grandes cambios, en este sentido. Los pocos vínculos que tengo son inadecuados y los otros, que prodrían ser inadecuados en mayor medida, y en cierto sentido -muchachas de servicio o chicas entregadas al "comercio infame"- están ausentes, porque yo también así lo he determinado. El resultado es un encierro carcelario que refuerzo al no querer tener caricias con excelentes mujeres divorciadas, que no amo. Alguna vez en la vida, quiero tener una compañera que sea eso. Una mujer que comparta mi vida. Dudo con fervor de que ello sea posible. Debiera valer mucho más que Martha, y ello es improbable.
martes 13 de julio de 1999
Buena parte de mis días los paso midiéndome, inadecuadamente, con personas no convenientes. No son, ni más grandes que yo, ni más férreas en lo moral, en el coraje, y en el modo completo en que debe aceptarse la vida. Así, me castigo por faltas que no he cometido y me someto a una inferioridad que no merezco y que en los hechos no tengo. Viejo resabio éste de un mal infantilismo. La pobreza primera, la de los tiernos años, me ha impresionado mucho y nunca he logrado zafarme de ella, de la sensación de valer menos que me ha estado acompañando a lo largo de toda mi existencia. En buena medida, el sentimiento de desdicha que suele acompañarme, tiene su fuente en esta situación que ahora puntualizo. Creo que ha llegado la hora de arrancar de mí esta molesta y grave circunstancia, que me ha transformado en una piltrafa, en un ser desaprovechado y autopostergado. Está bien no mostrarse, pero no está bien educar párvulos cuando nuestra  palabra debiera resonar en ámbitos un poco más complicados, acaso, universitarios.
No existe una sola o única forma de trabajo intelectual. Los caminos son diversos y todos, de una manera o de otra, tienen su validez y su significación. No puede establecerse la superioridad de ninguno, respecto de los demás. En cada sendero espiritual hallamos virtudes y defectos. Esa cosa que se denomina "realidad" puede abordarse desde vastos puntos de mira. Hay aquí, implícito, el problema del perspectivismo, en lo individual, y del historicismo, en lo colectivo.
El trabajo obligado. El trabajo alienado. El que ejecutamos para conseguir el sustento, es el sitio en el que ineludiblemente -en la generalidad de los casos- se apaga la llama sagrada. La mirada de los otros nos perturba y nos distrae. Y nos transforma en lo que no somos. Esa mirada nos ignora, nada sospecha de lo que llevamos dentro y escondido, arrasando con todas nuestras pequeñas, medianas o grandes alturas. Esa mirada nos cosifica (Sartre): nos traslada, en su acto, a la vacuidad que con frecuencia aporta su percepción.
Un error que de continuo ha perdurado: creer que los otros tienen algo que ver con la realización de nuestro destino personal. En verdad, los otros son el ocaso del alma -casi siempre- y un sabotaje persistente a nuestras más genuinas posibilidades. Da tristeza pensar que casi nadie se ocupa de nadie ni se interesa por nadie. Por esto es un mandato ético ocuparse y cuidar con esmero de sí mismo. Todos dejaron a Martha sola, en la vida -en sentido amplio- y en la aproximación a la muerte. Eso no deja de sublevarme, día a día. Supe siempre y sé con persistencia, que es así. Los ojos del que se va se cierran, en medio de la total indiferencia de un universo atroz que prescinde de nosotros, como si se tratara de un ínfimo y desechable insecto. La comunidad sigue con sus vidas, como los animales en el jardín zoológico siguen con las suyas. La especie humana pareciera no querer enterarse de lo que es la muerte de un congénere.
Cuando los demás nos tratan de manera inadecuada o desconsiderada o desvalorizadora, no son los responsables. Cada animal, en estado natural, se manifiesta con los gestos y los mecanismos de su especie. Así, el gato maúlla; el perro, ladra; la vaca, muge... Cuando nos aproximamos a los animales, no podemos aguardar que otros sean los comportamientos. Nos equivocamos mucho al alternar con perros, gatos y monos, esperando que se comporten con el tino de filósofos y con la delicadeza de los poetas. Borges lloró nueve años en el sórdido antro de la biblioteca municipal Miguel Cané, donde era ignorado por entero. En lo que a mí concierne, mi llanto es superlativamente más extenso y más grave: Borges podía, a pesar de la desgraciada circunstancia, ignorarla, y realizar puntillosamente su obra, con mano de aplicado amanuense, en hojas cuadriculadas de cuadernos escolares. Esa es su tenacidad y su mérito.
La muerte de Martha, atroz, silenciosa y solitaria, es un símbolo completo de la muerte humana. En su caso se agrega el estoicismo con que asumió su enfermedad. El silencio sin aspavientos en que aceptó las crueldades de su destino. Su existencia y el final de su existencia son dos vicisitudes que han pasado a ser dos grandes lecciones para toda mi vida, determinantes de ella, de aquí en más. Terminaba mordiendo los labios y encerrándose a solas, para no llorar ante sus hijos. Este hecho es de una importancia conmovedora y ante él todas las palabras -incluyendo éstas- están de más. Hablar sobre el desenlace de una vida humana, asquea siempre, o debiera asquear siempre. Es una insolencia injustificable del que sigue viviendo. El hombre es el único ser, entre todos los entes, que conoce su desenlace, pero transcurre todo su tiempo en la ignorancia de este desenlace cierto. Desde la prehistoria, desde la antigüedad...Siempre. Incluso hoy, cuando el acuñado concepto de "existencia como ser-en-el-mundo", debiera llevar a los que en él se mueven a tener otra visión, mucho más trágica y misteriosa, de esta condición de estar abiertos y de cerrarse -de pronto- en la noche insospechada de la muerte.
miércoles 21 de julio de 1999
Si queremos, de modo definitivo, aligerar el vuelo de los aspectos imaginativos y creadores debemos arrojar el lastre de todo cuanto nos encadena a la tierra "pedestre", o lo que es lo mismo, a la mentira de la tierra. Nada en el hombre deja de ser imaginativo, jamás. Pero hay, claramente, dos clases o categorías de fantasías. Las  estrictamente personales, que provienen de nuestra alegría espiritual y de nuestros mejores momentos, y las mostrencas, provocadas por la presión de estímulos de elementos azarosos y  extrínsecos, como el trabajo, los contactos sociales, los estruendosos y banales medios de comunicación, los periódicos, el barrio incoloro y poco sugeridor que habitamos, la propia y consabida casa con su chato relieve y su apagado paisaje. Todo esto, en un orbe de utopía, podría favorecer la creación, pero es el caso de que debemos trabajar junto "a doña Rosa", morar en una vivienda sobrecargada de recuerdos dolorosos y en el barrio de Lugano o Mataderos, que es lo mismo. El mugido del ganado ya no nos llega, y lo que queda en su reemplazo, promovido por el viento norte, es un efluvio desagradable -por más campesino que sea- que afecta el sentido del olfato menos líricamente.
Una primera solución sería acaso trabajar en las horas de la noche; en ellas se diluyen los contornos exteriores, predominando los subjetivos. Se acalla la luz y se amortigua la gravitación de los conjuntos perceptivos. El cosmos hundido en sombras favorece la entrega al mundo de los sueños y del descontrol, tornándonos así espontáneamente extáticos y místicos. Pasa aquí como en las horas escogidas como propicias para el amor. Los grandes deleites no quieren ser perturbados y buscan un paladeo saturado por la concentración en el mundo interno. Es sabido que son cuantiosos los escritores que no han podido plasmar su obra fuera de las noches compactas y unánimes, con los rumores del "mundo" ya silenciados. Picasso, incluso, trabajaba toda de esta manera, sin variaciones. La hora de los duendes, de los seres mágicos, de las hadas y del terror, de la pasión, de la imaginación más auténtica.
Cuando era muchacho, esta necesidad apuntada de las tinieblas no me acuciaba de modo perentorio; pero vivía total y saludablemente enajenado, encerrado en una habitación, ignorante de todo lo "otro", sin mayores compromisos, y sin tener que lavar la vajilla, atender la higiene de la casa, pagar los servicios, cuidar del equilibrio emocional de mis hijos, atender las filtraciones de humedad de tal sector de la medianera...Y vivía, sobre todo, con el amplio espectro de toda la vida por delante, con la completa entrega a mis esperanzas y a mis ambiciones. Me podía equivocar con reiteración, porque siempre habría otra posibilidad que nos aguardaba para rectificar el yerro. El tiempo -esa cosa que aun siendo ignorada eternamente en su esencia, nos atormenta sin cesar- tenía otro ritmo y no era nuestro enconado enemigo. La madurez vivida relativamente en la pobreza me lleva a estar tironeado por los infatigables perros de las obligaciones y por sus mordiscos cotidianos e insaciables, aun cuando mucho no me quejo, porque a muchos otros les va peor, ya sea por su propia culpabilidad, o por las tristes limitaciones objetivas que se van deglutiendo, a cada momento, lo mejor de la persona, arrojando los despojos a los costados.
lunes 26 de julio de 1999
En el primer enfrentamiento con el libro de Pedro  Mairal, premiado con cincuenta mil dólares por "Clarín", en el 98, digo: que Bioy Casares, como jurado, como opinante, pocos  meses antes de morir, mostró toda la senilidad y toda la indignidad de considerarse escritor serio y amigo de Jorge Luis Borges. Se trata de un libelo de ínfima categoría, que, seguramente, fue apreciado bajo la intimación del periódico..."Conceder el premio a algo que sea legible para las multitudes, que deben sentirse atrapadas..." Claro: la obra debía ser comercial y estar dotada de un gran poder de venta. Las presuntas aspiraciones del diario, y la presunta obsecuencia de los jueces no se vieron satisfechas, porque el asunto de "Sabrina Love" ha pasado sin resonancias en la literatura de nuestros días. Lejos, muy lejos de todo lo que se ha considerado digno de ser editado, en nuestro país.
Mi programa de trabajo incluye la totalidad imposible, esa totalidad ante la que inevitablemente hemos de sentirnos fracasados e incompletos. Todo el mundo natural y todo el universo de la cultura. Todo el universo presuntamente sobrenatural. Todo lo que se ha denominado en la historia, Dios. O su ausencia. Todo lo que conmueve porque llega al plano de las emociones, todo lo que nos deja fríos, como la demostración de un teorema. Todo lo profundo y todo lo banal. Al final, son formas en que valederamente se manifiesta la existencia humana. La entrega al mundo de todos y el rescate del propio mundo. Los mundos privados y atroces que con
frecuencia terminan en suicidios. El infinito como idea, y como realidad trascendente, ajena a la conciencia. El infinito como ente que abarca la misma idea de infinito. El rastreo de todos los fundamentos y de la misma necesidad de buscar los fundamentos. La pintura de todos los mundos históricos, en un sentido diacrónico y la pintura sincrónica de nuestro tiempo, ganado por aspectos no siempre consistentes. La línea del tiempo, hasta nuestros días, hasta el segundo actual. Con todo lo importante y con todas las fruslerías que determinan una época ganada por la tecnología y por el olvido del pensamiento.
sábado 31 de julio de 1999
A medida que transcurre el tiempo y las páginas de este libro electrónico que antes se denominaba "diario" -hoy también se podría denominarlo así- va creciendo, mi entusiasmo por él aumenta, y al mismo tiempo, mi tristeza por no haberle dedicado más horas y más páginas. Lo principal ha quedado asentado, de manera manuscrita, en mis cuadernos habituales -siempre los mismos-, que están de continuo al alcance de mis manos, esté donde  estuviere. Por una fuerza  inercial que afortunadamente ya no me retiene, me quedaba en la planta baja, o en mi dormitorio, echado en la cama, leyendo y escribiendo en el mencionado sitio. El enfrentamiento al monitor, era secundario; todo lo escrito en él, no era lo primordial, aunque fuese más veloz, y por momentos, más explícito y cuidado. Pero obrando de esa manera he perdido la posibilidad de ampliar, y de acostumbrarme a ampliar, debidamente las ideas. El mundo del espíritu, en las personas reflexivas, es muy analítico, y cansa tener que volcarlo de modo manuscrito. El teclado sigue al pensamiento de manera imposible para una lapicera o un lápiz. La revisión jamás acontece, en mi caso, sobre un texto ejecutado de puño y letra. En la pantalla, es distinto. La estructura total se visualiza de forma sinóptica, y basta una lectura y una relectura para descubrir la pobreza, la incongruencia del discurso, las repeticiones, la falta de adjetivación adecuada que enriquece de una manera bien específica e insustituible, a los nombres. Siento la computadora como el mejor aliado del trabajo intelectual. Es una herramienta infinita para aquellos que como yo han hecho de la vida del alma- o de la vida a secas y en sentido amplio- su mayor preocupación. Y hay, además, otra cosa: el carácter efímero de la vida, al menos en la imaginación, puede ser vencido. Dejamos el rastro, en forma escrita de nuestro paso sobre la tierra. Nos solidificamos de esta suerte, un poco, y le quitamos el carácter evanescente a los pasos "que tejen y destejen nuestra vida"... Trasegamos en palabras este carácter contingente, inevitablemente contingente, de la existencia, y le damos una perdurabilidad, que ha de permanecer, al menos, para nuestros hijos.
domingo 1 de agosto de 1999
Que todo lo que se publique hoy en la Argentina, en torno de Borges, tenga público lector o comprador, es un fenómeno significativo. No es la figura del gran escritor, solamente, lo que promueve el insólito fenómeno editorial. Hay en él, también, motivaciones provenientes de otras áreas. En primer lugar encontramos, en el análisis, un factor sociológico. Los argentinos son incapaces de moverse, en ningún sentido, fuera del influjo de los personajes míticos. Siempre se dirá que tenemos en Gardel al mejor cantor popular del mundo, y en Fangio, al más grande corredor de autos de Fórmula uno que haya existido. Así con todo, no dejando de lado al río más ancho y a la calle más larga. Para llegar a ser mito no es indispensable ser persona o ser entendido. Basta que alguien lo lance  "mediáticamente". Y todo el pueblo irreflexivamente corre tras lo que se dijo que tiene la soberanía de la importancia o de la trascendencia. No se juzga, ni se evalúa de manera racional... Se aprecia "patrióticamente" y el que opina en contrario está obrando como "mal argentino". El país, ya no es nuestro. Las compañías internacionales se han apoderado de él, tajada tras tajada. Solamente queda en pie el orgullo.
De estos mitos se aprovechan todos los que pueden. Los políticos en primer lugar y los que lucran económicamente después o viceversa. Allí encontramos la fácil demagogia del que quiere ascender escaños en la consideración de los votantes o mantenerse en las alturas ya encontradas o al empresario que no mira el valor del libro que saca, sino la posibilidad de que se venda, para lucrar, tal como es su objetivo... Un símbolo de esto último está representado por el último volumen arrojado por Sudamericana. Se toman clases de Pezzoni, dadas en la década del 80, en la Facultad de Filosofia y Letras de Buenos Aires, se hace una introducción a esas clases que toman algunos cuentos de Borges, y la consideración general de la obra, y se lanzan tres mil ejemplares. Como apéndice: una entrevista promovida en el aula por el mismo profesor bienamado por Victoria Ocampo. En lo personal, no estoy en contra de esta obra, más importante que tanto volumen conteniendo "charlas" con el escritor, patrocinadas por figuras de cuarto nivel. Al menos, en este caso, nos encontramos con una cátedra universitaria en manos de un profesor que he conocido bien, por haber sido su alumno en la escuela media y en la universidad. Su dedicación al fenómeno Borges ha sido desde siempre y muy anterior al "boom". Y realizada, además, desde una sólida posición humanística, de traductor, de crítico, y de estudioso abierto a campos diversos. Por un fenómeno algo extraño, nunca intentó de modo consistente, editar. Aparece ahora, movido por la ex -alumna, doctora en letras y profesora en Francia. Encontramos todo este fermento social, por un lado. Por otro hay una motivación filosófica y hasta sagrada, que se halla a la base y como fundamento. Se necesita del mito para existir. Cuando todos los valores están en crisis, cuando la patria misma ha sido enajenada y nada nos queda en nuestras manos, se necesita, de todas maneras, salir de la contingencia insoportable: la existencia busca sentirse justificada y para ello pretende deificar y adorar. Si un argentino se salva, con él nos salvamos todos. Si un argentino es sacralizado, ya no estamos sin la presencia cierta de lo divino. La figura de Dios, ausente, debe ser llenada a cualquier precio. En el peronismo era el mismo líder y la "nueva Argentina", o "Gatica", o "Gatica y Prada". Ahora es "Maradona", o "Borges". Antes fueron Guillermo Vilas o Gabriela Sabatini o el Reutemann que no podía triunfar en ninguna carrera. No importa. No se atiende a valores disímiles o incuestionables, y todo es puesto en un mismo nivel. Se trata del fenómeno inmortalizado por el tango: la Biblia junto al calefón. Lo importante es que haya personajes importantes a través de los cuales sea posible salvarnos y "redimirnos" de la insoportable "levedad del ser". Yo contribuyo a exaltar al mitificado y soy uno más, de modo inconciente, en la beatificación, participando luego, también de modo inconciente, de los dividendos de la misma. Porque yo también me salvo a través del mito, dejando de consistir en una insignificancia. Yo me sumo a la exaltación para recibir el boomeran y ser exaltado a mi vez. Doy para que me den. Acaso, para los más ambiciosos, el hecho de que haya mitos asegura la posibilidad oculta de que yo, que me muevo en los medios y las influencias, pueda constituirme a mi hora, también, en un mito. Y pasar al panteón de los consagrados. Es la persistente búsqueda de ser, de que ha hablado Spinoza, y remarcado de continuo, Unamuno
domingo 1 de agosto de 1999
Considerar la vida como experimento único, más que valioso, e irrepetible. Sobre todo esto: irrepetible. Tenemos un cielo único: es éste. Tratar de ver hasta dónde se puede llegar, con lo que disponemos. Intentar esa vana cosa que se llama comprensión de sí y comprensión del mundo. Cultivar todas nuestras habilidades en el enclaustramiento insalvable de nuestra inmanencia. Aceptar todo impacto estimulante de las "trascendencias" posibles: por ejemplo, la belleza y el amor auténtico. Interpretar, en general, siempre a los otros como la oscuridad y el eclipse. Observar con sonrisa irónica los designios de fama, de riqueza y de poder, por los que se desvive la mayoría de los hombres. Esos propósitos se devoran la vida de los que los atienden. (Tardíamente comienzo a recordar a Lin Yutang). Preguntarse todos los días cómo vivirlos, cuando se es distinto de la comunidad que nos rodea. Entender la vida de las multitudes, como vida casi simiesca. La vida humana, el mundo, esos misterios infinitamente desatendidos. Ver con desdicha el planeta como un zoológico lamentable y triste. Preguntarse cómo debemos hacer para no suicidarnos. Tratar de no sufrir demasiado ante los amores no correspondidos. Resignarse a una vida sin la pareja que se hubiera deseado tener
Estar trabajando en el innombrable lugar en que lo hago es para mí, por fuerza, un irrevocable fracaso en la Argentina de la desocupación en que vivimos. Recordar -a cada momento- a escritores como Henry Miller, y otros artistas que lucharon con la pobreza, y consolarse. A pesar de la aceptación que estas evocaciones traen, debo "negar" psicoanalítica y neuróticamente esa realidad. (Borges lloraba todos los días, durante ocho años, en la biblioteca de Almagro). Tomar todos los recaudos y tratar de no hablar con nadie, en el entorno cotidiano. Retirarme a mi salón. Recluirme con mis alumnos y con mi pensamiento y con mis libros. No intercambiar palabras con otros miembros del personal. No mantener diálogos anodinos. Omitir -y ello se puede- toda esta "consistente" realidad de mi conciencia. Esta realidad, a todas luces, es ignominiosa. Rompiendo toda "atadura" con los llamados directivos, la desvinculación se verá facilitada. No de otro modo se puede restaurar y preservar el espíritu creador. Todo el horror de la vida de los mediocres que nos circundan debe ser erradicado de nuestra vida. El infierno de la opacidad, está en sus ojos, en cada una de sus palabras, en sus gestos, en su fealdad y sus movimientos burdos. Esta máquina y los escritos que en ella urda, deben ser mi salvación y mis compañeros. Y esto, de modo progresivo, como lo ha venido siendo, en las últimas jornadas. Como siempre ha dicho Borges: no tener mayores dichas que las de lees y escribir, cuando las otras, que no dependen por completo de nosotros, nos están vedadas, por las razones más diversas.
Resentido por la falta de amor a mi medida, en los últimos años intenté transformarme en un marrano erótico. Con asombro compruebo, desde hace algún tiempo, que eso ya no funciona y más bien me repele. Acepto mi soledad, y no desciendo al nivel de los cerdos, o intento hacerlo, en la medida en que mi cuerpo lo reclame con perentoriedad. Hay fenómenos "químicos" del alma que se van gestando como reacciones que escapan a nuestros propósitos concientes.
El problema a resolver en mi vida es la falta de un grupo de amistades calificadas que tornen más soportable esta situación de estar solo sobre la tierra, en un trabajo intelectual que, sin vínculos, se va descargando de sentidos. Somos con los otros, y las relaciones interpersonales son las que acuerdan un sentido a nuestras horas. Las labores del trabajo para la mera subsistencia, ya tienen que ocupar una parte mínima de mis preocupaciones y de mi tiempo. Las carencias económicas que están golpeando a la mayoría de los argentinos, también me golpean a mí. El caudal de alumnos que atendía en otras épocas, ha desaparecido y con ello se redujeron marcadamente mis ingresos mensuales. Los servicios, en Argentina, se llevan casi todo el dinero de un sueldo magro, y lo que resta, es muy poco. La desazón existencial no proviene tanto de la pobreza, cuanto de la carencia de personas a las que por sus valores se pueda amar, y de las que sea estimable recibir afectos. Por todo esto, creo que es atinado privilegiar el restablecimiento de contactos con la Facultad. Ya lo hice una vez, y no funcionó, pero mis expectativas eran otras. Hoy, nada tengo que perder, y la experiencia puede llegar a ser fructífera en tanto no se depositen en ella muchas esperanzas. En tiempos de severas crisis mundiales o nacionales, con componentes señaladamente económicas como en los tiempos que corren, los vínculos, las relaciones personales, pasan a un primer plano, para asegurar una sobrevivencia digna y no animalizada. Un hombre de mi edad no podría encontrar ningún trabajo, si lo requiriera de modo perentorio y pasaría a ser un desocupado total  si perdiera un humillante empleo como el que tengo. Me refiero al trabajo que ya he bautizado como innombrable, en párrafos anteriores.
martes 3 de agosto de 1999
Leer poco o leer mucho. Este dilema es el que debe ser resuelto por cada uno de nosotros mismos. La segunda opción nos lleva a la pasividad ante los temas leídos, y de eso no puede salir nada importante. En tanto que la primera puede arrastrarnos a una falta cerril de conocimientos y de información. La solución puede estar en el "leer mucho", si y sólo si lo leído es perentoriamente necesitado por nuestro espíritu. Lo que requerimos funciona y se asimila, transformándose en el alimento que necesitamos. Muchas veces lo que se requiere es internarse en un arroyo, porque ello ha de servirnos, y entonces se debe desechar el mar, porque ello será inoperante. Cada individuo, en cada momento de su vida, tiene que tener conciencia de hasta dónde puede llegar con sus lecturas. La receptividad, cuantitativa y cualitativa, cambia día a día. La alegría y la confianza en nosotros mismos nos tornas más sensibles y más receptivos. El ánimo sombrío o melancólico ejerce un efecto repelente sobre la mayoría de los asuntos. Leer para conocer como marcha el mundo se ha hecho ya realmente innecesario. Hay otros caminos para enterarse de cómo discurre la historia en el presente; la televisión y los videos y los documentales nos ponen en contacto más estrecho con los sucesos. La reflexión sobre esos sucesos es lo que en verdad importa, y ello no lo dan los hechos mismos. La televisión -y en realidad todo lo que llega hasta nosotros- debe ser material de pensamiento personal. Los hechos y las noticias se agotan en sí mismos, y son mudos de significación, hasta tanto se los integre en un enfoque sistemático, histórico y filosófico. Si se sostuviera que toda filosofía de la historia ya está perimida, tenemos en ello un gravísimo motivo de reflexión: el hecho da que pensar, y constituye de por sí, ya un excelente motivo para hilvanar, justamente, una última filosofía de la historia. Un soberbio nihilismo.
miércoles 4 de agosto de 1999
Intento, casi desesperadamente, mantenerme sustraído, distante, de los entornos mediocres, y no lo logro. La grandeza siempre se mantiene lejana y la gente vulgar que día a día se mueve a mi alrededor, me absorbe, me anula, y me lleva todas las noches al autodesprecio. No sé qué hacer. Debiera permanecer absolutamente callado y sordo, pero tengo miedo: la tensión por momentos se hace intolerable. Debiera hacer votos de mutismo y golpearme y flagelarme toda vez que cayera en falta contra él. Cada palabra burda que expreso merecería un castigo. Quiero no ser percibido, quiero no pronunciar frases, y termino claudicando cobardemente ante la propia soledad, ante el miedo de la locura... Van a ser las dos de la mañana. Reina el silencio en la casa y en todo el barrio, y los "justos" duermen. Crecen los duendes y los genios y los buscadores de un sentido; la propia vida se torna insustancial y me llena el miedo de la muerte y la extinción. No por la muerte misma, sino por la imposibilidad de cumplir, aunque no más que imperfectamente, con una parcela de mi destino. ¡Qué poco recibió en su cuna esa criatura tímida y llena de miedos que fui en mi primera infancia!¡ Qué poco me fue dado en un hogar sin libros y sin cultura, sobrecargado de penurias económicas y de enfermedades! Voy a cumplir sesenta años y tengo todo por hacer. La mayor parte de mi vida se ha destinado a luchar contra las dificultades internas y externas de esta vida misma... Y lo mejor ha sido otorgado a los otros, al intento de transformar vidas de muchachos a los que siempre quise mostrarles una forma de existencia más alta que la que pone por delante la indigencia y la humildad de origen... Quisiera tener "cien ojos" y días de infinitas horas para acercarme a todo cuanto es, a todo cuanto fue, al universo entero, en su totalidad y en cada una de sus partes. La sed de infinito me impide el sosiego...Me impide la calma. Aborrezco la finitud y quisiera poder plegarme a cualquier forma de absoluto. Acaso esté en la renuncia misma, en la captación de que todo intento es vano y de que el fracaso es consustancial a todo proyecto humano. Si al menos pudiera rezar...
miércoles 4 de agosto de 1999
Es posible que haya en mí un temple de ánimo melancólico; pero no es menos probable que las circunstancias de mi vida, desde la infancia, hayan sido poco propicias para tener espontánea y duraderamente un estado de ánimo levantado. La infancia fue solitaria, castigada y dura. La adolescencia, pobre y angustiada. La juventud y la madurez, estuvieron cargadas de "complejos" y cuando a través del matrimonio entendí que el infierno podía llegar a su fin, ni la personalidad de Martha, ni la mía, estuvieron capacitadas para hacer de esa pareja, un vínculo exitoso. La pasión total la descubrí con Silvia, pero con todas las culpas del que queriendo salvar el amor, tiene que apelar a la disolución del hogar. El período posterior al divorcio no resolvió nada. Yo me quedé enganchado al pasado, a los hijos, al antiguo marco hogareño, a la creencia de que algo dentro de mi esposa, me quería. Su final atroz dejó todos estos problemas sin resolver y todas las incógnitas se eternizaron sin respuestas. Martha se llevó consigo su visión de las cosas, su percepción de los otros, su visión y su ceguera, de sí misma y de los demás. Entre estos últimos estoy incluido yo. Pruebas dio, sin dudas, de que no le interesaba de modo esencial...Pero acaso, no le interesara como "hombre", y sí como persona. Como espíritu, lo que no es poco...Muchas situaciones y muchas sonrisas, cuando de mí hablaba con Diego, así lo hacen pensar...Tal vez, tal vez, la separación le era necesaria para recluirse en un ámbito materno y familiar. Un modo de restaurar los tiempos idos. Del mismo modo puedo decir que con Silvia yo busqué -en la cuarentena- regresar a la adolescencia, o a la primera juventud, para arrancar de nuevo. Martha no pudo alcanzar su cometido. Yo tampoco. Su vida se fue enteramente irresuelta y la mía está como a la espera de un prodigio. En verdad, no sé lo que es un período más o menos prolongado, de felicidad. La dicha siempre me esquivó y la robé por momentos a las horas, a los días. Un poco en las fiestas navideñas, cuando chico. Un poco en los enamoramientos adolescentes no consumados. Un poco en el noviazgo demencial con Martha, y en los tramos más recoletos de nuestra vida en común. Un poco en la pasión que antes mencioné, por la juventud y la frescura de Silvia Gandulla. Un poco al concluir con éxito mis estudios. Siempre...un poco. La continuidad, nunca. Ahora, cuando esperaba encontrar algo de sosiego, amenaza llegar el alejamiento de los hijos. Marina está preparando todo para partir y Diego dice que se va del barrrio. En el horizonte me veo viviendo solo en esta gigantesca casa que fue hecha para un hogar y un nido del que no va quedando nada.(Escribo estas palabras, llorando). La antigua casa se va deshaciendo en ruinas y de todo aquel esplendor sólo quedan recuerdos en esta subjetividad mía, finita, endeble, efímera, que no puede entrar -porque es un tanto inútil- en confidencias, con nadie. Buscar una salida es mi deseo. Pero me siento como un animal golpeado y objeto de desprecios, por todo aquello que me siento inclinado a amar.
No siempre donde hay brillo, hay oro. Como era presumible, Borges no leyó ni se hizo leer nada de Sartre, ni de las corrientes "existencialistas". Su formación literaria y filosófica era tan arbitraria e insuficiente como puede serlo toda formación hedonista. Borges ha sido un literato genial, pero seguramente, un mal profesor universitario, de erudición densa en lo que a él le interesaba. Esto no es vituperable. Lo que sí lo es, es la demanda de ser perfectos o informados en la mayor cantidad de cosas -a la que nos sometemos con dureza -, para "valer". Los consagrados no lo leen ni lo estudian todo. Los consagrados se entregan a su obra y mediante ella, sin ser reflejo del universo, llegan a su público, tienen sus lectores, editan sus libros, y, como el menguado literato Darío Fo, alcanzan el premio Nobel. En la charla con los alumnos en el 84, en la cátedra de Pezzoni, muestra muy valientemente sus múltiples ignorancias. En una anécdota conocida se lo ve en las vidrieras del Ateneo, en la calle Florida, demandando que lo atiendan fuera de hora, con María Kodama, porque ha sido ganado por la ansiedad de saber qué es lo que designa la palabra "informática". Esto, hecho por Borges o por cualquiera, es un comportamiento loco.
jueves 5 de agosto de 1999
Transmutar en notas todo lo esencialmente vivido y pensado. Todo lo leído o estudiado. Todo lo que es digno de memoria y de fijación. Un ejercicio que realicé toda mi vida, pero no en la PC. Aprovechar las virtudes de celeridad, y de perfección, que este instrumento brinda, para ser más preciso y más extenso.
Henry Miller vive alternativamente en Estados Unidos y Francia. Su primera dedicación a la tarea de escritor se efectúa mediante la entrega de dinero de una prostituta -su amante-, que quiere que se dedique a lo suyo, a escribir, dejando de lado oficios no creadores y frustrantes. A veces llega a su casa y la encuentra con un cliente en la cama, y entonces debe aguardar, merodeando en los alrededores, para penetrar en su vivienda.
Esta mujer lo va a dejar por otra mujer, y con ella se irá a París. Las sigue luego, y se involucrará con ambas. Su vida fue vivida de este modo, confuso y promiscuo, y llegó - revolucionando la pacata sociedad norteamericana poco dispuesta a editar, al principio, sus obras -, hasta los noventa años. Su última novia fue una muchacha a la que le llevaba sesenta.
No es mi escritura lo que se encuentra encallada, como un buque en la orilla, sino la propia vida, que, disgustada contra sí misma se niega la alegría de la creación. Nada se puede ejecutar desde una existencia aturdida que debe insuflarse energías en cada mañana, para atravesar el día; para sentir que no se es una molestia o un estorbo para alguna de esas mujeres que a lo largo del tiempo me han interesado, sin éxito. El escritor está solo, decía Hemingway, y cómo lo siento en mis horas de lector, de estudioso, de bosquejador de proyectos. Me encuentro inmerso en un océano que nada tiene que ver conmigo. Y cuando quiero realizar mi vida en una pequeña laguna que reduzca significativamente la inmensidad del océano, observo hacia alrededor, y lo que veo, nada -tampoco- tiene que ver conmigo
jueves 5 de agosto de 1999
Sertillanges, en su clásico libro dedicado a La vida intelectual postula, en el capítulo que se ocupa de la lectura, la necesidad de "leer poco". Anuncia, concientemente, que su principio puede atribuirse a un troglodita, pero de inmediato esclarece de manera adecuada, y a mi entender, correcta, lo que quiere decir. Más bien, la  expresión, de modo claro, debiera referirse a lo cualitativo, y no a la apariencia de lo cuantitativo. Lo que salva al proceso es la calidad del empeño con que se efectúa, sea poco o mucho, lo que se esté leyendo. Aclarar, como lo hace, que se debe leer sólo lo que es meritorio, también es convincente, como lo es denostar las novedades, los periódicos y todo el fárrago de cosas referidos a informaciones sobre asuntos de "último momento". Como se trata de la formación del intelecto del sujeto, es más que adecuado, como siempre lo han establecido nuestros mejores escritores, mantenerse lejos de los diarios. Sertillanges habla de otras maneras menos reiteradas como bisemanarios o entregas mensuales. Nosotros podríamos hoy invocar una serie de noticias radiales, o un breve "telediario". El mundo es hoy ya una red de informaciones y se nos mete en caso desde todos los rincones. Los hechos nos aplastan y su significado se nos escapa.
Lin Yutang, en  La importancia de vivir  destina un parágrafo "al único cielo". Establece allí la  intuición fundamental  que trabaja de manera intensa mi espíritu, en los últimos meses, especialmente, -claro está- después de la catástrofe de Martha y en conjunción con la edad que hoy tengo, y no con la que tenía cuando falleció mi padre...(La otra gran muerte de mi vida). Sin hacer tema específico, allí se habla solamente de la nada como dadora de valor a la vida. Del carácter efímero de la existencia como responsable, a su vez, de su carácter poético
viernes 6 de agosto de 1999
Borges se ocupó en el breve ensayo "La biblioteca total" de la historia, la génesis, la significación y el decurso de este concepto. En "La biblioteca de Babel" enmarcó dentro de una alucinante ficción, la misma idea, que, a su vez, ha dado lugar a un brillante CD-Rom preparado y ejecutado por la Secretaría de Cultura y que fue editado por el diario "La Nación". Yo, ahora, tomo ese concepto, y lo circunscribo a las paredes de esta casa y a los diez millares -aproximadamente- de volúmenes que constituyen mi biblioteca personal. A partir de este hecho, imagino una subjetividad que va tejiendo, con lecturas, análisis, relecturas, momoria, reiteraciones y retenciones, y aplicaciones escritas -ensayos, poemas o ficciones breves- una complicada red conceptual, terminológica e imaginativa, que presta vida a símbolos ciegos e inertes que no la tienen. La telaraña de ideas, de fantasías, de palabras, de nombres y de fechas se irá desarrollando día a día y se ha de ir integrando en un refuerzo recíproco, entre un elemento y otro. Así se ha de ir constituyendo un gigantesco ente espiritual dentro de una existencia única -no hay otra forma de existencia- que gratuitamente y con motivación lúdica, desafía al no-ser. Un casi infinito microcosmos potencial, encerrado como un gigante, en una ingente cantidad de libros debe ir naciendo en el único sitio en que puede hacerlo, una subjetividad finita. El verdadero universo -¿qué es?- se halla por completo distante y ajeno a esta trama que se urde en secreto y en mi domicilio. Es una partida que día a día ya se estuvo ejecutando, aunque de manera no muy conciente y poco deliberada. Ponerle definitivamente un nombre, un símbolo que la designa, es un acto que la constituye en cometido de vida. Ahora, minuto a minuto, se tiene que ir cumpliendo, con un final imprevisible e innombrable. Mi PC me acompañará en esta labor que trata de justificar la "estadía en el ser" de este hombre que fue niño y que en una soleada mañana, a los nueve años, le dijo a su madre "que quería ser sabio". La madre, escuchando al hijo, le preparó una mesita en una pequeña habitación del fondo de la casa. Cerró la puerta y permitió que la luz penetrara por un pequeño ventanuco. Dispuso sobre una mesita, al lado del aprendiz de "genio" los escasos ejemplares viejos que halló en la casona, y dio inicio a una vida intelectual con múltiples altibajos, pero vivida con tensión constante en la persecución de un predeterminado objetivo, que de una manera o de otra, nunca se eclipsó. Hoy se denomina y para siempre, en mi lenguaje interior: "La biblioteca total". (Cuando un hombre muy afectuoso desespera de encontrar el diálogo con la mujer de los sueños, con la mujer amada, acaba dialogando consigo mismo, en estos juegos, para tornar tolerable los días...)
sábado 7 de agosto de 1999
El taller de pensamiento, que ya tuvo -si la tuvo- una primera versión el año pasado, estaba anunciado para todos los sábados de agosto, a las trece, en la sede de Puan 470, de la Facultad de Filosofía. Con desaliento y sobrecargado de escepticismo, me acerqué. Encontré las aulas vacías, los pasillos helados, algunos muchachos y muchachas dispersos pintando pancartas coloridas y revolucionarias, como siempre, como en los viejos tiempos. Las paredes llenas de inscripciones. En el hall de entrada, la nómina de todos los jóvenes alumnos y alumnas, caídos durante el "proceso". Las puertas de ingreso a los salones, con los nombres, en placas de cristal bronceado, de alguno de los mártires. El "Che", por todos lados. Consignas en contra de algunas cátedras reaccionarias. El divorcio de siempre: una juventud que sueña en un mundo que camina enteramente en sentido contrario. Pensé que estos chicos tienen ilusiones, como alguna vez las tuve yo. Y me sentí distante. ¿Quiénes están en la realidad? ¿Yo, que veo "lo que es", o ellos que sólo ven lo que desean? No supe, y no sé, si estas preguntas son arrancadas de la depresión o del desengaño, de los muchos años vividos de una historia argentina que ha entrado en vertiginoso declive de desintegración. Hace cuarenta años el horizonte, aunque siempre tenebroso para mí, se me mostraba abierto, luminoso en los proyectos, cargado de ambiciones. Todo eso no existe ya. No soy un estudiante, sino un egresado que ha trabajado mucho su vida espiritual en el campo de varias disciplinas, pero al mismo tiempo, soy un hombre gastado por esta cosa -que no es cosa - que es la vida, maraña de ilusiones y desilusiones, esperanzas y desesperanzas, placeres y dolores...Creencias y nihilismo...Salí. No tenía ganas de seguir entre las gélidas paredes sin calor y sin alma, descascaradas, sin alumnos y sin profesores. En realidad, me sentía absurdo. Mi vida, sin resolver, en lo esencial. Solo, como antaño, como siempre. Como lo estaba en el noviazgo, en el matrimonio con Martha. En las escaramuzas con Silvia. Solo. Siempre solo. Paseando mi angustia por el ámbito cambiante de estos edificios múltiples que arrancan en Viamonte, en el 58. Me lancé a la calle, con la sensación de siempre: jamás podré aceptar la vida académica. Jamás podré identificarme con los ceñudos hombres que "investigan" y siempre estaré de lado de los artistas, de los hombres que bordeando el filo de la vida y de la muerte, intentan dejar su testimonio desesperado. Yo pertenezco a la clase de los hombres a los que les cuesta vivir, a los que les cuesta un esfuerzo cotidiano decirle no al suicidio. Y a veces, tantas veces, he pensado que bastaría tan poco...Acaso, el amor de la muchacha  hermosa y buena que nunca tuve. Cuánta vida y cuánta muerte hay ya en la memoria de mi vida.
El pasado, todo lo vivido y lo no vivido, es inmodificable; abierto está el presente y el momento extático del futuro. Lo que hemos sido está cerrado y en torno de ello lo único que puede cambiar es la valoración actual que efectivecemos. Puede ser un pasado ganado o malgastado y ello es irrevocable. Si hemos de salvarnos, contamos con la hora presente. En realidad, ni contamos con la hora futura. Nos salva o nos pierde, a cada momento, este instante, este segundo. Nuestra vida es un libro y la línea de este ápice es la que decide el destino de todo el libro. Futurizarse, vivirse en el plano ilusorio, sirve como móvil, como vector impelente, pero no como realización. No es lo virtual o lo potencial lo que nos quita de la ruina. Es lo real. La situación presente, la circunstancia, el entorno más o menos rico, el diálogo que hoy tenemos o no tenemos, la emoción que sentimos o no experimentamos, el amor que nos arroba  o la soledad que nos desintegra. Aunque tampoco lo real nos sustrae de la ruina, porque la existencia es siempre un fracaso. No verlo es lo que hace posible que vivamos, y que no nos autodestruyamos. El reconocimiento, la fama, la gloria grande o pequeña, no salvan al hombre. Tampoco las riquezas del hombre más afortunado del planeta, Bill Gates. La muerte lo aguarda, escondida, agazapada, en cualquier esquina, en cualquier calle, en cualquier avión, como al más miserable habitante del más pobre de los tugurios de la más abandonada de las villas de Buenos Aires...A veces me pregunto por cuáles son las razones por las que Epicteto, Marco Aurelio y el Eclesiastés, no son de lectura obligatoria desde los años más tempranos de esta manía educativa que desde siempre ha ganado a la especie humana.
domingo 15 de agosto de 1999
Todas las bibliotecas nos pueden movilizar para cambiar la vida, pero no son, tomadas en sí mismas, más que un cambio virtual de la vida; ésta se modifica en un intercambio con las cosas y con las otras personas. Allí se verifican las transformaciones duraderas, las que abren o cierran horizontes. El libro y nosotros, figuramos una modificación, pero insatisfactoria, porque no nos pone más allá del plano de la fantasía. La imagen puede transformar, pero deja el cuerpo de lado y es con el cuerpo como la visión del mundo, y el resultado de los intercambios con el mundo, arriba a trascendentales reestructuraciones. La felicidad, puede darse como un atisbo en el plano de la imaginación, pero acaso no pueda competir nunca, cuando es solitaria, con el placer que nos depara la visión de los ojos de la amada, o una caricia de ella sobre nuestra piel. Dicho de manera gruesa: es una forma aislada y frustradora de autoerotismo. Así, debemos dejar establecido que, casi con frecuencia constante, el intercambio interpersonal más banal, puede llegar a ser más enriquecedor que numerosas horas de lectura que no nos arrancan de nuestro solipsismo. Acaso, la "habladuría" tampoco lo haga; pero la magia de "trascendencia" que encierra, sí puede hacerlo. De hecho, existir es estar siempre más allá del encierro. Lo otro nos constituye. Pero vengo sospechando diferentes niveles en esta alteridad. En el enclausatramiento, lo otro es la estructura de "mundo" que nos conforma. En el "viaje" hacia lo externo -Husserl diría que es un viaje imposible- hay diferentes niveles. Ver la calle de mi barrio no es la misma cosa, en mi "mundo", que la que experimento, pongamos, delante de "El Partenón", o "El Coliseo". En todos estos casos la existencia está dentro de sí, pero el impacto de los fenómenos es totalmente diverso. Acaso sean todas estas formas de trascendencia manifestaciones de una única. Acaso haya que concluir con el último Heidegger: no es la existencia en sí, lo revelante, sino el mismo ser , que se abre y se desoculta en el hombre.
Pensaba días pasados así. Y creo que pensaba bien: "Me salva una sola línea y no un millar de líneas. Me salva un minuto y no todas las horas de un año. Me salva una aislada intuición profunda y no el conjunto de todas las intuiciones posibles. Me salva una buena palabra proferida y no todas las contenidas en un renglón; o todas las contenidas en una página; o en un capítulo; o en un volumen entero...Me salva -acaso- un solo poema, y no una antología. Me salvan los silencios, y no las palabras dichas. Me salva la soledad, y no las indeseables compañías, o las personalidades ínfimas. Me salva el engolfamiento y no el rebaño. Me salva un versículo del Zarathustra o de la Biblia y no la lectura de las obras enteras a que pertenecen. Es siempre un elemento lo que nos rescata, y nunca el todo. Porque la totalidad es puro conjunto ilusorio y lo realmente ente es el ápice. Una obra importante y una obra genial están constituidas por adición de ápices, de algo menos que instantes puntuales laboriosamente urdidos en una trama de paciencia infinita. Los otros, después, superficialmente, hablan de "obra". Un autor siempre debe reírse de esta palabra. No existe esa entelequia. Solamente  existe el instante en que el escritor se autodesprecia metódicamente".
Los libros no existen. Sólo existieron o existen o existirán como cosas inertes y exánimes, aunque no acontece lo mismo con quienes los hicieron, los hacen o los harán. Pascal, Platón, Virgilio, Kafka, Borges...Son meros nombres asignados a una nada impenetrable e infinita. Tanto esa nada, como el ente omnipresente, son los mismos que siempre fueron, porque Parménides -que debía ser explicado desde la escuela de párvulos-, no se equivocaba. Los libros son aleatorias combinaciones de signos que hablan a una sola conciencia, en idiomas múltiples que pululan en el planeta más allá del número de las naciones. Nuestra existencia se enfrenta a esas combinaciones y de allí proviene el resultado de la presunta comprensión en que dos  existentes, dentro de uno solo, creen  alcanzar. No existe el pasado ni existe la historia. Solamente existe la existencia misma, singular, desesperadamente sola. Con su fantasía de que existe el pasado y de que existe la fantasmagoría de la historia. ¿Qué queda de los personajes históricos y universales? Nombres que nos endulzan y nos atormentan la vida. La existencia se autodefiende de la desesperación no permitiendo que estas verdades se transformen en fenómenos.
jueves 19 de agosto de 1999
Después de varios días amargos y de rumbo perdido, me reencuentro conmigo y con antiguos valores, ante la sola visión se José Saramago, en un programa muy importante de televisión. Puedo ver, así, por primera vez, a un hombre concreto en "carne y hueso", con todo lo que deja traslucir el fenómeno de una presencia humana. Capto en lo que irradia, una sencillez, una humanidad generosa y una ideología que sigue siendo la mía a pesar de todas las crisis que me han golpeado y que golpean al mundo. El socialismo sigue en pie en el escritor portugués, y seguirá, según lo manifiestan sus palabras, hasta la muerte. Un socialismo que él, equivocamente, a sabiendas, denomina "comunismo", sin dejar de decir que nada tuvo que ver a lo largo de toda su trayectoria personal, con lo que los soviéticos intentaron llevar a cabo, desvirtuando a Marx y al humanismo que el pensador propugnaba.
Esta experiencia inesperada e imprevista me tranquiliza, me llena de dicha y me instala en lo más central de mí mismo. Aceptar quien se es, manteniéndose en un plano que por tener un carácter estético muchas veces llega a ser considerado como enemigo de los altos valores del enfoque marxista. Saramago tiene todo el poder para decir lo que siento en un nivel internacional, y en cierta forma se constituye en vocero de todos cuantos tenemos las mismas opiniones, pero sin ámbito y sin oyentes. Hombre sereno y de orígenes modestos que ha dedicado su vida a la creación de mundos, sin alejarse de este pantano en que se desarrolla la vida en este fin de milenio; época en la que tendríamos todo para ejecutar una vida racional, y en que solamente tenemos el caos, la injusticia, y el grito de vencedores estúpidos de un neoliberalismo que se juzga victorioso por el mero y extrínseco desastre de la Unión Soviética. Los ideales de un mundo en el que los hombres puedan ser libres y no explotados, siguen erguidos. Gracias doy al escritor de Lanzarote por haber mostrado ante millones de espectadores estas verdades que muy pocos se atreven a sostener y a mostrar, en este mundo de cobardes. Gracias por haberme mostrado que sigue siendo digno pensar con la propia cabeza, "cuando todos la pierden" en los tumultos, y en los disparates que se dicen o que acontecen, todos los días.
viernes 20 de agosto de 1999
Por primera vez en mi vida hago una llamada telefónica a una editorial. "Alfaguara". Pregunto sobre los modos en que se opera la recepción de originales. Paso desde el conmutador, por muchos empleados y empleadas. Finalmente, acabo donde corresponde. Me explico. Me atienden con gentileza y la puerta queda abierta para presentar una serie de cuentos, por mí definida básicamente, como fantásticos. Se me dice que hay un equipo de lectores. Se me habla de que lleve todo ensobrado y una carta, a manera de presentación. Siento, en primer lugar, cierto entusiasmo, y luego, lentamente, me va ganando el pánico. La emoción es confusa y sus raíces no resultan luminosas para una primera y rápida mirada. Resuelvo no hablar con nadie de estas cosas. A las pocas horas, me va ganando el asco y el pánico. Puedo ser rechazado, y eso no es tan grave, pero también puedo ser aceptado, y ello me asusta, porque no estoy escribiendo "en acto". Escribí, pero yo no escribo. Gocé creando, pero tales dichas han  quedado, desde hace mucho, lejos de mí. Y pienso: un hombre que no sabe qué hacer con su vida, que siente vacía su vida, no merece ser leído ni editado. Porque ni siquiera ha pergeñado "este" mismo mensaje en últimos trabajos. Me pregunto qué hacer. Sigo en la inercia o me muevo, tal es la disyuntiva. Me lo pregunto y me contesto: hasta que no vuelva a mi inventiva, hasta que no encuentre mi rumbo, no he de desplazarme. No quiero ser un "hombre que escribió", sino uno que "escribe". Moverme desde cualquier otra posición es desplazarse desde la impotencia y desde la impostura. No me interesa ser un Banchs de pacotilla. No me salva lo hecho, valga lo que ello valga. Únicamente me justifica el presente, y en este tiempo nada está aconteciendo. Lo que creo que Sartre dice en los comienzos de su primera obra monumental hoy se me presentó con crudeza: un autor es la suma de lo que ha producido y no de lo que potencialmente puede producir. No hay un genio escondido detrás de una obra manifiesta, sino la suma de las producciones efectivas de un escritor. Sartre manifiesta esta cuestion parangonándola con el problema del fenómeno y de la cosa en sí. Así como la ontología fenomenológica ha reducido el ser del ente a sus manifestaciones, del mismo modo un escritor es la adición de sus producciones...Y nada más. Si sólo nos sentimos ricos con lo que leemos, somos lectores, pero no somos autores. Escritor, es el que escribe, no el que sabe más o el que tiene una enciclopedia en su cabeza. Me he pasado la vida preparándome para una función no ejecutada. Y cuando se tiene mi edad, esto es catastrófico. De ahora en más me voy a enfrentar, en silencio, con mi creatividad o falta de creatividad. Y marcharé solo y sin palabras, mordiendo mi frustración. Ahora me interesa descubrir la clave de mi impotencia artística, la conciencia de que algo ha querido surgir, pero no ha surgido. El que ha creado alguna vez, queda "cebado" y ya no puede olvidar esa situación. Acaso encuentre la llave que me abra la puerta cerrada. Pero si no la encuentro, muchas mentiras que me digo para negar la esterilidad, dejarán de importarme. O vuelvo a ser una máquina de originar historias, o toda la cultura literaria dejará de atraparme, incluyendo todos los bagajes de conocimientos, de diccionarios y de enciclopedias...En esta tarde de viernes descubro con lucidez el sentido de tantos libros a mi alrededor. Inhibido para gestarlos, me acomodé a la idea de que los ajenos, eran como míos. Leer y leer, ya lo sabemos, es una forma de no pensar, de no escribir, de no vivir. De aquí en más, deben valer las palabras que yo diga, buena o malas, altas o bajas. Trascendentes o anodinas...Es triste. Cuesta mucho ver tantas verdades juntas en un fin de semana. Pero es bueno que esto haya ocurrido.
domingo 22 de agosto de 1999
       Vivir en soledad completa, como lo vengo haciendo, cada día se me hace más intolerable. Especialmente, cuando de modo inesperado, un malestar orgánico me toma desprovisto de toda ayuda y de toda compañía. Corren entonces las horas de la noche en el insomnio que provoca el dolor físico y el anímico, y miramos alrededor: y no encontramos a nadie, y no oímos una palabra de apoyo o de consuelo. En tal ocasión nos sentimos desamparados y víctimas de un castigo que no creemos merecer...Pensamos entonces en Martha, que se fue. Tan  sola, tan castigada también por la vida. Y no creemos encontrar una razón para aceptar todo esto con una sonrisa y con mansa pasividad...Llega el domingo. El día de la familia reunida. El día en que todos, padres e hijos, gozan con las presencias recíprocas. Y me pregunto...¿Qué tengo?...Voy a buscar el diario, como siempre, y muy temprano me encuentro solo en la esquina. Todos los demás tienen el calor de sus nidos. Yo no tengo nada, y solamente he estado sobreviviendo a fuerza de una imaginación que insensiblemente me ha estado llevando por caminos equivocados. Una fantasía que me ha dicho que se podían salvar los agujeros de la soledad, con "realizaciones personales". Es una completa mentira. Nada puede sustituir la calidez de la compañía de los integrantes de un hogar, de parte de ese hogar. La calidez del amor...¿Cómo he tolerado que mis hijos se separen de mí? ¿Cómo he aceptado que ellos se equivocaran tanto conmigo y con ellos mismos? Estamos solos en la tierra, y dispersos. ¿No se dan cuenta de que esto que está en la memoria y en nuestras manos, aunque poco, es "nuestra familia"? ¿Cómo  he aceptado que no se reúnan un domingo para celebrar lo que escasamente nos resta de una familia que intentamos armar con Martha? ¿Por  qué no reflexionar y torcer algo que no está dictado por el destino, sino por el error al  que hemos sido llevados por una desgraciada separación? Que mis extraordinarios, mis buenos hijos, estén distanciados y casi no se hablen, me resulta intolerable. No aciertan a pensar qué hermoso homenaje brindarían al recuerdo de su madre, y a su padre todavía vivo, si se comportasen de otra manera, y si se perdonasen mutuamente los errores cometidos. Todos los hemos cometido. Vivimos ejecutándolos inconcientemente y sin querer, y la inteligencia no se demuestra, de modo emocional, sabiendo mucha filosofía, o matemática o ciencia política. Se demuestra corrigiendo errores vitales que nos disgregan en este breve y único paso por la tierra que nos ha sido concedido. En este breve paso más allá del cual no habrá nada. Porque nadie se ocupa ni se ocupará de nosotros y porque no es el cariño de una sola persona lo que nos salva. Está la sangre. Para los mayores, el entendimiento de esta cuestión, es más fácil. Para los jóvenes -para mis hijos- no lo es tanto. Ellos están enclavados en el mundo, para siempre... Los escasos años conceden una falaz creencia en la inmortalidad. Para una persona de mi edad y de mi trayectoria vital, que ha perdido -de modo obviamente definitivo- a su padre y a la compañera con quien deliberadamente engendró dos hijos, todo es distinto.
martes 24 de agosto de 1999
Borges: Hoy es el día de los cien años del nacimiento de Borges. El bombardeo de los medios, de la prensa, de los semanarios, ha sido intenso; pero lamento no haber encontrado ninguna voz que intentara explicarlo. Cuando un fenómeno rebasa los moldes habituales, responde siempre a algo que excede lo que aparentemente manifiesta, y requiere ser interpretado. Eso, no lo he visto en ninguna parte.
viernes 27 de agosto de 1999
Vida: La exigencia ha estado operando en mí desde siempre, pero su descubrimiento es atributo de la presente jornada. Así, veo con claridad que la justificación de mi tendencia a la formación cultural, ha tenido, constantemente, dos motivaciones: la educativa, a través de mi profesión, y la escritura. De alguna manera, todo lo que yo hacía, a lo largo de las horas, respondía a dos preguntas, que intentaban saber si el esfuerzo redundaba en beneficio de eventuales alumnos o de un texto posible. Si la respuesta era afirmativa en cualquiera de las dos opciones, el trabajo concreto quedaba justificado. Ahora bien: cada vez tengo menos alumnos particulares, y los que quedan, son demasiado pequeños. El aula universitaria, se ha escapado ya de mis manos, de manera casi definitiva. Sólo resta la escritura. Y esta actividad se cumple escribiendo. Los fantasmas de la imaginación que me hablaban de un futuro momento de escritor, ya no existen. Solamente existe el presente. Lo que en cada segundo hago...Por más que también es descubrimiento muy reciente, saber, que no es tanto el libro o la cultura, lo que motiva y promueve el cuento, o el poema. Sino la vida misma. Las esperanzas, las ilusiones, la felicidad, el alejamiento del horizonte de la guadaña de la alegoría de la muerte. Cuando nos instalamos en la vida, ésta nos gana. Resurgen los deseos y los apetitos, y tiene un sentido la lucha. El escritor que a mi edad es un consagrado, sabe que muchos lectores lo esperan...y escribe para ellos. Pero el creador inédito no esta compelido por estas expectativas. Si yo fuera el último hombre en la galaxia, no escribiría. Porque mi mensaje, carecería de oyentes, de lectores o de receptores. Y otra vez recaigo en el tema de mi viejo cuento, de mi querido cuento que, a despecho de su brevedad, está cargado de concomitancias y connotaciones.
sábado 28 de agosto de 1999
La noche: En la alta noche, cargada de oscuridad y de silencio, vislumbro con más entusiasmo y con menor distorsión, las cosas. Sé con mayor prolijidad, del infinito y sé también de la vanidad de todo empeño humano de medirse con ese infinito, de intentar apresarlo; la desesperanzada captación no desconoce, empero, la validez y la grandeza de los propósitos humanos, tan meritorios. Y así, comprendo, al punto, asimismo, lo que se conforma como la esencia de un escritor: la de un hombre débil como todos, que se yergue con coraje para constituir un habla sobre una lengua mostrenca, o un "cosmos" sobre un caos original que sin "darse", a todos nos es dado. Las noches son propicias, en este sentido, para mí. Me quitan el engaño de los ordenamientos asignados con falacia y me desnuda los objetos, mostrándome que todo ordenamiento es propio  y personalizado y por ello estimable. No hay otro modo de vivir una existencia humana. A diferencia de los días que ofuscan, las noches y sus tinieblas nos confiesan siempre sin palabras que todo orden y desorden, son nuestros. Toda luz y toda penumbra, toda estructura, toda descripción acertada o impropia, todas las inferencias felices o erróneas... Nos ocurre lo contrario de lo que acontece en el mito de Penélope. Urdimos nocturnamente lo que las jornadas indefectiblemente, destejen.
Objetivo: El objetivo se me aparece claro, esta  mañana, y no imposible. Se necesitan sí mucho trabajo e  investigaciones  exhaustivas en áreas  que no domino totalmente. Es un designio que cierta vez leí como panacea, entre otros, contra la depresión, en un libro norteamericano -conductista. La escueta caracterización podría ser establecida del modo siguiente. "Partir de la máxima conciencia posible de los tiempos que vivimos. Efectuar una o varias filosofías de la historia, probables a partir del estado de cosas. No embanderarse con ninguna e instalarse, sobre todo, en la que opera como cosmovisión en la psicología, no ya de los pueblos, sino planetaria. Desde esa globalización tejer historias que signifiquen, desde cualquier procedimiento, incluyendo los surrealistas, un compromiso con la salvación del hombre. No tomar partido jamás, y buscar que los planteos queden abiertos para la reflexión de los lectores. Como la hora y mi propia cronología -me refiero a mis años- no permite pensar en una nueva comedia humana, se deberá trabajar en los cuentos. La crítica, el espíritu crítico, no se reconcilian muy bien con la poesía".
lunes 30 de agosto de 1999
Insomnio: Son las cuatro de la mañana. Me desvelé y no tengo sueño. Podría intentar retornar al opacamiento consuetudinario de la vigilia, para así buscar encontrarme despierto en la mañana, y descansado. Pero me golpean los últimos descubrimientos. Siguen cayendo vendas que obnubilan mi mirada y sigo entreviendo más verdades, más errores en mi vida, más locura en mis designios. He estrechado demasiado el cerco. Y he vivido en un imperdonable coto cerrado. La tendencia a la existencia no comunitaria me arrastró a ello. La absurda inercia de dejarse arrastrar por los designios que se sobreponen a los fenómenos de ser, que pugnan por revelarnos las cosas. Ese inmovilismo, digamos, ha sido responsable de estas barbaridades que me vengo perdiendo: magníficos programas de grandes biografías, en "People and arts", de una hora, casi todos los días. Así, anoche, en una rígida secuencia de ciento veinte minutos, pude ver dos extraordinarios filmes documentales sobre Saramago -repetición para mí- y Borges. Otro descubrimiento se verificó en la tarde vacía del domingo que se fue: todo Onetti. Tiempo después, hurgando en mi biblioteca gigantesca, me topé con la antología de Sartre y su pensamiento político. Momentos después, con la antigua edición de Omar Kheyyam, que me viene aguardando desde siempre, y que ha comenzado a revelárseme con maravilla. Y sobre todo: el pleno hallazgo de mi soledad espantosa y de mi sofocante infelicidad. De mi vida vivida inhumanamente, repleta de imaginación que tiende a obturar los canales por los que los llamados de la verdad puede alcanzarme. Vivir es vivir en la mentira y en la búsqueda continua de acabar meticulosamente con ella...Cientos o miles de estos desvelamientos me aguardan y se hubieran ido abierto en mi vida, si no hubiera sido tan débil y tozudo en la debilidad. La vida no es el libro leído, solamente, ni el camino recorrido ya varias veces. La vida es destrucción sistemática de esquemas y coraje para nuevos emprendimientos, hora a hora. Tomar como primer atisbo la experiencia de ayer, y de esta madrugada. Y saber que el infinito nos está aguardando y que en las mínimas cosas acaso podamos encontrar el alimento que nos permita seguir cabalgando por este camino que nos arranca de las tinieblas del no ser, paulatinamente. Releo lo escrito brevemente y entiendo que debo precisar, para no ser contradictorio, el papel de la imaginación: es un rol doble. Sirve para la apertura de horizontes y también para la clausura de los mismos. Nos alimenta, cuando nos da fe, y nos pierde cuando nos obceca impidiéndonos ver lo que es la realidad, a fuerza de querer poseer lo que ella nos prefigura. Es como un caballo que debe ser domado por nuestra razón. Debe conducirnos, pero bajo la luz de la inteligencia. Cuando la imaginación se desboca, estamos como seres humanos, perdidos. Lo veo claramente en mi hijo Diego, que más gruesamente -o no- está repitiendo los mismos errores que me tuvieron apresado durante toda mi juventud...No está todo perdido, porque estoy vivo, y esa es la ventaja enorme que me distancia de manera positiva de todos los genios muertos. Palpito en la existencia, y la existencia sigue abierta para mí...Lo que importa es que los manjares que ella nos ofrece, aunque modestos, no sean desatendidos. Todo tiene su sitio y su significación. Cada diálogo, cada color, cada experiencia, cada matiz. Saber mezclar todas estas cosas con mi ingente biblioteca puede producir grandes resultados, a poco que se acceda al desapego de la persecución y a los esquemas rígidos que no descreen, como se debiera hacer, del éxito y del fracaso. Tener éxito en la vida, es vivir la vida. No esperar reconocimientos acerca de que la estamos viviendo con valor, y de me manera pertinente. Vivirla con hondura, aun cuando ninguno a nuestro alrededor o en el planeta, así lo reconozca. Nuestra conciencia debe ser la única indicada para martillearnos, para aplaudirnos o para castigarnos. Todos están demasiado ocupados en sí -como corresponde- para hacerse cargo de éste, me deleznable destino. Su realización es esfera de mi competencia. La amistad de la computadora ha pasado a ser en los tiempos de la informática, el nuevo confesionario. Día a día nos damos cita en él y descargamos nuestras cuitas, las que nadie tiene interés en escuchar...Ya son las cinco de la mañana, y entiendo que me corresponde, antes que presionar para retomar el sueño extraviado, internarme en el filósofo-poeta árabe, que me aguarda como millones de almas, desde el caos informe del ente ni siquiera entrevisto.
El universo: El universo me aguarda. La tierra y todo el pasado y el presente del hombre vividos sobre ella. Las galaxias infinitas, que no se contaminan con nuestros cuidados y agitaciones. Nuestra soledad y nuestra nada, que acecha continuamente, pero sobre la cual todavía nos estamos sosteniendo. Vivamos con sosiego, y así la noche definitiva deberá seguir aguardándonos. Acaso todavía podamos ver muchos rostros de muchachas bellas. Aunque para ello debamos desoír a las miradas, a  las voces biempensantes de los especímentes eternos con los que inevitablemente debo compartir esta cosa  en ocasiones repelente, de estar instalado en el género humano.
Abelardo Castillo: Cuando Abelardo Castillo declara en un descuidado ensayo, misceláneo, y difícil de justificar, que "en mi adolescencia no quería ser escritor", bien sabemos lo que con sorna le hubiese yuxtapuesto Borges. En las declaraciones de este intelectual, a propósito de la mayoría de sus escritores compatriotas, encuentro demasiado veneno. Palabras inteligentes, sí, pero deletéreas. Jamás pude tolerar la vocación de la escritura a partir de la mera manifestación del deseo: "quiero ser escritor". Si esta actividad no es imprescindible para la vida, no encuentra justificación. La vanidad es la última de las motivaciones que debieran estimular al futuro creador. El deseo de "eternizarse", aunque fútil y gratuito, a la manera unamuniana, es otra cosa.
       Cuando Castillo declara que su biblioteca no contiene sus libros, no hace más que declarar que está copiando a Borges. Éste decía que por querer tener un buen y seleccionado grupo de libros, debía prescindir de los propios.
La poesía: Ya lo sabemos. La poesía es primigenia. La prosa es derivada. Mal escritor es -claro está- el que no haya empezado escribiendo versos. La novela tiene más de periodismo que de literatura. José Edmundo Clemente se preguntaba cómo hubiese podido hacer Borges para sostener, con su estilo, más de docientas páginas de la más breve novela. Pensemos en Stendhal, quien decía que el "desideratum", para escribir novelas, era el estilo del código civil. El lugar de la poesía es otro y el origen de la misma, también es otro. El asombro puede ser el entrevisto origen de las dos actividades, de la filosofía y de la poesía. El enfoque o la manera de ver el mundo es semejante en ambas actividades. Los entes no nos dicen sus palabras en la prosa, que es manifestación de la caída vida cotidiana, inauténtica o impropia. Los entes se abren a la mirada poética, y pueden terminar, por una cuestión de géneros, o de constitución histórica de los géneros, en la prosa. Pero la filosofía presocrática no concluyó de esta manera. Bien decía Unamuno. La filosofía tiene más que ver con la poesía que con la ciencia. Los neopositivistas no están de acuerdo con esto, pero acaso, lo que ellos hagan no sea filosofía, sino teoría de la ciencia.
Libros: Como buen amante de la vida, Nietzsche desconfiaba de los libros escritos por hombres ganados por la voluntad de escribir libros. La literatura se justifica cuando es un hecho ineludible para un hombre. Sócrates y Jesús fueron lo que fueron sin escribir. La idolatría del libro o de la palabra escrita, es peligrosa. Basta echar una mirada en las librerías de viejo para caer en la cuenta de que la mayoría de cuanto se escribe, está de más. Todo buen preceptista, lo sabe. Por ello, instintivamente, tiendo a seguir el consejo de Borges, al no leer sino libros consagrados. Cien años, para una obra, no sería, según este autor, que en esto seguía a Schopenhauer, una medida inadecuada. Lo que no vale se pierde, a diferencia de lo que por sus valores, perdura.
domingo 5 de septiembre de 1999
Tema: Escribir diariamente. A manera de  diario, pero sin fecha. Tomar toda la experiencia de occidente a fines del milenio y avanzar al dictado de las propias reflexiones con una trama subjetiva, con muy escasos personajes. Dar tensión progresiva y dar un testimonio que permita reflexionar a los demás, en ocasión de enfrentarse al texto. "El huésped" es el nombre. Y para ello debo ir tomando prolijas notas. Son los años previos a un suicidio(este sería el "tiempo" de la trama). Es el registro de una vida, antes de su disolución definitiva, y de ello -en lo personal- "no ha de hablarse con nadie"(como prescriben muchos escritores ,sintomáticamente). El testimonio escrito del único personaje protagónico quedará en un disco rígido y será recogido por un amigo , quien a su vez pasará a ser el huésped. El manuscrito será enviado a una editorial y quien lo envía, desaparecerá. Todo hace pensar en su muerte anónima. Las palabras de presentación deben ser de los editores. El lector debe asumir su propia condición perecedera(la de huésped).Tal es el cometido fundamental.
miércoles 8 de septiembre de 1999
Cultura: Con serenidad y con amarga tristeza voy tomando conciencia de que los muchos libros, leídos o consultados, no tienen tanto que agregar a mi ya denso bagaje de sedimentados conocimientos, de ideas, de sentimientos y de experiencias. Con serenidad, porque este reconocimiento se ha introducido de modo larvado, muy lenta y suavemente en mi persona, no tomándome ahora -por ello- de sorpresa; con tristeza, por no haber propalado con aplomo, o difundido, mi propia palabra, en ciertos asuntos sobre los que con certidumbre no desprovista de modestia, tengo algunas cosas diferentes de los denominadores comunes, para decir, y que acaso no están prodigadas en los volúmenes de las presentes bibliografías más frecuentadas. A esta altura de mi existencia -ya bien empinada la cuesta da la montaña-, y dada la modalidad con que voy ejecutando mis pasos, creo que no es muy desencaminado decir que no me interesa la denominada fama, pero sí la gravitación educativa (palabra ésta que me displace pronunciar) sobre los que están, en algunos aspectos, "equivocados", olvidados -sería mejor decir-, o muy distantes de la siempre problemática "verdad". La conciencia acabada de este último fenómeno conlleva como lastre ineludible, cierta culpa: pues entiendo que es muy cómodo jugar al "hombre invisible", pasar inadvertido entre la gente y vivir pendiente del deseo de no ser rozado por los otros. Si la generalidad de las personas obrara como yo, a nivel mundial, no habría artes, ni esforzada cultura, ni valores excepcionales, ni siquiera la elemental memoria que va configurando la  historiografía, que es la memoria existencial del devenir del hombre, en su siempre singular temporalidad. La humanidad, poco a poco se iría animalizando y los milenios de civilización se perderían en un zoológico más gigantesco que el que hoy ya nos circunda, con sofocación que se acrecienta en el crepúsculo simultáneo del siglo y del segundo millar de años de la era cristiana.
Televisión: Algunas cosas me van saliendo bien en esta vida mía plagada de barquinazos. Encontré, finalmente, un canal altamente importante -que a su vez descubre o redescubre las bondades de otros- para mi formación artística y personal, en televisión: "People & Arts". Los videos de una hora atacan exhaustivamente, con despliegue musical y plástico de grandes valores, figuras como las de Saramago, Octavio Paz, Borges, Piet Mondrián, Isamu Noguchi  y muchísimos más que lamentablemente se me deben haber escapado en este tratamiento mío tan arbitrario y  desconsiderado para los programas de TV. Todo un documental exhaustivo me introdujo al mundo de  Antoni Tàpies, tan sugerente, tan sincrético de filosofía occidental, oriental, e incursiones informales en las más variadas técnicas plásticas. Este último personaje se ha constituido en todo un modelo interno de la desinhibición ancestras y subjetiva, en lo que respecta a  mi concepción de la creatividad literaria.
       El resultado más evidente de estos desvelamientos ha sido la caída de la experimentada opresión de mi casa. Los muros se han derrumbado y la trascendencia -esa especie de siempre falsa trascendencia- se ha metido en mi hogar. Una suerte de biblioteca infinita o de universidad inacabable puede visitarme entonces, a diario, o cuando lo desee; puede darme compañía, y puede hacer el tiempo del planeta que me toca, más digno de ser habitado  y menos asfixiante.
jueves 9 de septiembre de 1999
Vida humana: Existe el tiempo, como misterio. Existen los átomos. Existe la vida. Existe el amor y la sexualidad. En cierta ocasión, no éramos. Todo existía sin nosotros. En un encuentro de los muchos, nuestros padres se abrazaron. Dos células cualesquiera acabaron encontrándose. Dos ciatoplasmas de carbohidratos, proteínas y lípidos...Y fue la cigota. Y fue la mórula. Y fue el embrión. Y fue el feto, esa oscura penumbra silenciosa...Y entre ansiedades de existentes, fue el nacimiento. Fue el llanto y la primera respiración. Fue la calma de los padres. Fue un acontecimiento social e íntimo. Se agitaron varios en la familia. Y un niño empezó a crecer y a interactuar con las cosas. Se fue constituyendo, lentamente, un mundo, que era posible porque la estructura de vinculación con los objetos, ya estaba predeterminada. No era un mero medio ambiente. Era un mundo infinito,  poblado de dioses, de cielos, de paraísos y de infiernos...Y de preguntas, y de textos sagrados milenarios y de demandas angustiadas y sin respuesta...De fe o de carencia de fe. De suave amor o de cruentos Auschwitz. El ser, siempre estático, como de modo definitivo, estableció Parménides. Y el devenir, ineluctable, como siempre estableció Heráclito... La persona se fue constituyendo con laboriosa atención de los padres y de la sociedad orquestada en sistemas educativos, en libros, en elementos culturales, en radios, en televisión, en computadoras...Los aviones poblaron el firmamento en el siglo veinte. Y perduraron los milenarios restos de civilizaciones y organismos desaparecidos. Las pirámides, los templos griegos, el Partenón, el Coliseo, como siempre, en el decurso de los tiempos. Las ciudades fueron creciendo y se transformaron en monstruos gigantescos de desmesurados rascacielos que provocaron vértigo. La luz pobló después de Edison las calles y las casas. Las ciudades se transformaron en la noche, en luciérnagas no intermitentes, que sólo se apagaban con la llegada del sol...Y los cohetes alcanzaron la luna. Y un hombre llamado Armstrong pisó el satélite mientras los terráqueos lloraban. Dios parecía estar al alcance de las manos humanas. Dios estaba allí, muy cerca y no tardaría en ser entrevisto, después de cientos y cientos de años...Pero fue inútil. Los meses pasaron y los brazos fueron cayendo, desalentados. La divinidad seguía ausente en su habitual indiferencia, o inexistencia...Los hombres dejaron de visitar la luna. Se quedaron en sus casas de América. El primer hombre que se posó sobre ella, entró en largos silencios y guarda hoy con secreto las primeras imágenes de la tierra vista desde  la no tan lejana blancura. Con él se perderá un milagro. Pero su portento no ha resuelto nada. La esfera geoide sigue rodando sin consultar al hormiguero que la habita. La vida social va entrando en un caos y se desdibuja el amor. Hombres y mujeres se entregan al frenesí del erotismo, angustiados por un cosmos sin respuestas...Y se acude a los supermercados. Y se abarrotan de cosas los carritos. Y se fabrican coches cada vez más brillantes. Y las vidas humanas se sucedieron y se suceden en medio de la oscuridad de la nada total. Cada vida es una chispa efímera. Y mueren milagrosamente, seres queridos. Y queda un hueco irreparable. Y la vida puja por seguir por su sendero. Titilan en los que quedan, las luces de las estrellas, del sol, de la luna y de los demás astros. Una amenaza pende sobre estos centelleos condenados, con la angustia  desesperanzada de encuentros imposibles con los que ya se fueron...Cada familia es un gran candelabro, en el que cada vela individual arde por separado, se quema por separado y se extingue por separado, como alguna vez, apuntara genialmente Jorge Luis Borges.
Hemingway: Por alguna razón que me es desconocida, su prescripción a los escritores, en mí tiene una total vigencia: no hablar. En general, todo diálogo ejecutado desde fuera de mí mismo, me anula, me extingue...Es como si me borrara,  el desconocimiento del otro, o la posición de su conducta en un mundo enteramente ajeno a lo que me place o me atormenta.
domingo 12 de septiembre de 1999
Funes :El relato de "Funes" admite como se ha practicado, y como es sabido, numerosas interpretaciones, pero aún no se ha bosquejado, entre ellas -que yo sepa- la que entiende que la ficción es una mera realización de deseos del propio autor, hambriento siempre  de lo absoluto, de una totalidad imposible que siempre ha sido atributo de la divinidad. El lugar de Dios, en la agnóstica o atea actitud borgiana, lo ocupa el universo inconmensurable e indescifrado, por entero distante de las magras posibilidades que nos han sido asignadas: el pensamiento y el lenguaje. Las palabras son una trama que dispone de estructura propia, entiende Borges nominalista, y dicha estructura no tiene mayores razones para coincidir o para pretender la aprehensión de la realidad. Por eso, la escritura es un bosquejo que nos acompaña durante toda la vida, tejiendo un dibujo más o menos arbitrario que, con la conclusión de la propia vida, sólo puede pretender ser el reflejo de nuestro propio rostro. Nada más existencialista que esta interpretación, aunque el mismo Borges siempre la desconociera o la filiara, como tal. Desde "Fervor de Buenos Aires", Jorge Luis Borges ha sido un poeta intuitivamente adscripto a la filosofía de la existencia.
lunes 13 de septiembre de 1999
La voz. Desde el sábado lo estoy pensando. Si mi "voz" -por las razones que fuere- me disgusta, puedo tomar otra voz, prestada, para escribir. No para copiarla enteramente, sino para salir del pantano del autodesprecio. En esa voz, ajena, puedo ir introduciendo, escamoteándome a mí mismo, mis propias preocupaciones, mis propias ideas, mis propios sentimientos, y mi personal visión de las cosas...hasta que finalmente escampe, y aclare. Nunca será una sumisa transcripción, porque los impulsos internos son fuertes y siempre pujan. Lo que otra voz puede hacer, es quitarnos la ansiedad de la composición, de la que sí está teñida nuestra palabra interior y nuestro soliloquio, generador inevitable de la escritura.
sábado 18 de septiembre de 1999
La vida: La vida vivida se va autoclarificando. Va poniendo de manifiesto lo que necesita, lo que es imprescindible y lo que es indiferente. En el decurso de los días la mirada va captando lo que nos es esencial para tolerar su peso y lo que es, en cierto modo, desechable. Esto no se da, de esta manera, en la vida aturdida, entusiasmada o perseguidora contumaz de objetivos. Aparece, más bien, en esos días y en esas horas en que en medio del sosiego, nos lo replanteamos todo. Así, de pronto captamos que los vínculos humanos, los contactos interpersonales placenteros y espontáneos son suficienates para arrancarnos de visiones pesimistas de la existencia. No es que olvidemos que vivir es doloroso. No. Ocurre  que en tales circunstancias, como a la mayoría de los mortales se nos hace más soportable el sentirnos arrojado de manera irrevocable.
martes 21 de septiembre de 1999
       Unamuno es vasco. Nace, precisamente, en Bilbao. En l89l. Duro será el camino para acceder a la cátedra de Salamanca, a través de oposiciones y concursos exigentes. Entre l892 y l896 se acercará al socialismo y será un devoto partidario. Habrá un posterior alejamiento y una paralela crisis religiosa que lo acerca agónicamente al cristianismo. Hacia l900 será rector de la Universidad en la que profesa. Durante la dictadura de Primo de Rivera ha de ser deportado. Su credo fundamental es el españolismo. Y en esto dicrepará con Ortega y sus seguidores, europeístas. Su pensamiento filosfófico, ensayístico y asistemático, se hallará en todas sus obras, en todas sus novelas o nivolas, en sus poemas... "Del sentimiento trágico de la vida" es su obra teorética más densa. Allí discute con muchos filósofos, desde su credo existencial, avivado por el estudio directo de Kierkegaard, el danés, en su propia lengua. Su ideario esencial puede encontrarse en el famoso ensayo ya mencionado y en "Vida de don Quijote y Sancho", y, asimismo, en "La agonía del cristianismo". Muere de una crisis cardíaca al iniciarse las acciones de la guerra civil.
Proust. Su vida se desenvuelve entre l87l y l892. Su trabajo literario, denso, y de gran extensión puntillosa, llena dieciséis volúmenes. Sus libros están cobijados bajo el nombre genérico de "En busca del tiempo perdido". Comenzó en su mocedad la carrera de derecho y bien pronto la abandonó. Pertenecía a una familia adinerada y estaba vinculado a grupos sociales esclarecidos. Hombre elegante  integrado a lo mejor de la élite parisina. El asma lo tomó temprano y fue duro con él, recluyendo su existencia en un cuarto de enfermo crónico. Vivió enclaustrado tejiendo su largo monólogo interior a través de la búsqueda y adentramientos de sus personajes morosos. Bergson y el problema del tiempo, están presentes en su producción. Gran parte de sus trabajos, son obras póstumas.
San Martín: El combate librado en San Lorenzo, es sabido, es la primera prueba a que fue sometido el cuerpo de Granaderos a Caballo. Ya estaba por entonces casado con la joven Remedios de Escalada. El encuentro tuvo lugar el 3 de febrero de l813 en las costas del río Paraná, lugar elegido por los españoles para sus pillajes de entonces. Actuó desde el convento, abriéndose en la aurora en dos alas desde detrás de los muros, con ciento cuarenta hombres. El enemigo estaba constituido por un cuerpo de trescientos. La refriega, observado por el inglés Robertson, amigo de San Martín, desde la parte superior del campanario, duró apenas unos cinco minutos. En ese lapso el joven coronel estuvo a punto de perder la vida. Fue salvado por Cabral, quien murió poco después del encuentro de armas, y por Baigorria, que lo arrancó de debajo de su caballo volteado por un disparo de cañón. Con la mano herida, el jefe escribió el parte, para las autoridades de Buenos Aires, desde debajo del pino histórico.
Borges:  "Los católicos -dice- creen en la vida ultraterrena, pero jamás piensan en ella. Yo siempre pienso en ella, y no creo".
Mondrian:  Estima que debe practicar la continencia y no malgastar una gota de semen, porque en cada gota se encuentra la semilla de una obra de arte. El reportaje o documento de la televisión, no dice más. Yo pensé en los conceptos de sublimación de Freud y en el "Taoísmo del amor", de milenario origen chino.
Leonardo: Constituye su propio vocabulario, de nueve mil voces, en cuadernos laboriosos que tienen la intención de incorporar las voces que no conoce, o que, conociéndolas, no usa en su lenguaje. Hay un momento en que estima que su léxico es cuantioso, y ello lo lleva a reflexionar en el sentido de que ya dispone de todas las palabras, pero no de todas las verdades. Cuando Borges critica el palabrerío de Lugones ha llegado a decir que para el olvidado escritor, escribir bien era escribir con todas las vocablos del diccionario. Si la palabra es el nombre de "una experiencia compartida", como reitera Jorge Luis Borges hasta el cansancio, "La guerra gaucha", aun con apéndice de vocabulario, es ilegible. Este problema de las palabras y la escritura no es banal. Si un escritor debe escribir "como se habla", sus trabajos son transcripción de coloquios. Y la palabra, herramienta del que escribe, deja de ser un elemento de la técnica del trabajo. Lo que yo denomino textura, en la estética literaria que he bosquejado en papeles dispersos, y a la que todavía no he  dado forma, está dada por las palabras, fundamentalmente como significantes, pero también como significados. Sabemos que la palabra es esencial en la poesía, y menos esencial en la narrativa. Esto es lo que se dice, pero es también algo con lo que no estoy con mis gustos, completamente de acuerdo. Las palabras son la paleta del escritor. No meramente medios. La obra literaria también descansa en las letras y los espacios que separan a las letras. La obra literaria no es un fondo -de carácter meramente imaginativo.
Inteligencia emocional: Este concepto ha pasado a ser un lugar común en el mundo mediático y libresco de hoy. Dentro de las obras que lo desarrollan encontramos de todo. Básicamente nos topamos en él con el control inteligente de la vida emotiva. Con el manejo lúcido de las pasiones y de los sentimientos.
Isamu Noguchi: reúne en sí sangre japonesa e inglesa. Vive en Estados Unidos, y también en Japón. De la escultura, que llena casi toda su vida, termina pasando a una concepción estética en la que lo bello se desenvuelve en los "espacios abiertos". Hacia sus últimos años se obliga a trabajar en piedras de excepcional dureza para oponer una resistencia material a su facilidad de ejecución, para desacelerar los modos de su creatividad.
Bill Gates: Es sabido que es el hombre más afortunado de la tierra, o el más rico. Pues bien. Cuando me entero de que hace unos años pagó casi veintiún millones por dieciocho páginas del diario manuscrito de Leonardo, me siento llevado a simpatizar con su inimaginable riqueza. Además. Haber dotado a la vida espiritual, al desarrollo de las comunicaciones entre los hombres y las culturas y las civilizaciones, me lo hacen un hombre respetable. La enciclopedia de Microsoft, la famosa "Encarta", es una obra maravillosa para todos aquellos que como yo tenemos voracidad pantagruélica de saber. Aristóteles no hubiese pensado de otra manera. Y ninguno de los filósofos occidentales tampoco. El siglo XVIII  inicia con Diderot esta gigantesca aventura que hoy puede estar contenida en un mágico CD.
Literatura fantástica: Dice Borges que la literatura fantástica bien puede apelar a multitudinarias rarezas: es cierto. Pero agrega que no menos fantásticas son las ideas de Trinidad cristiana, y del Cielo, el Infierno y el Purgatorio.
Borges: Hay una nota temprana de Borges en una carta dirigida a su amigo judío de Ginebra, en la que le refiere su experiencia en una corrida de toros, su primer encuentro con ese espectáculo de la tradición española. Caracteriza los hechos como crueles y bestiales, pero sin dejar de reconocer un componente ético y un manifiesto coraje del torero. (Una vez más, la exaltación del valor físico, que, en Buenos Aires, llenarían, después, los malevos y los compadritos).
Fracaso: El autor de "Ficciones" siempre manifestó que descreía de la fama, de la gloria y del fracaso: declaró, igualmente, que nunca había perseguido esos presuntos valores. Para rematar, afirmó de muchas maneras: el que fracasa en vida se adelanta al fracaso definitivo y al olvido total que depara la muerte. Así, el que fracasa arriba antes a la meta del olvido. Lleva, de alguna manera, ventaja. El olvido total es el destino irrecusable que sucede a la vida.
Estupidez: Con espíritu marcadamente aristocrático sostenía Kierkegaard que la mayoría es la mentira y la falsedad. Es decir, la no verdad. De un modo parejo se manifiesta Heidegger, en "Sein und Zeit". La inautenticidad es eso. Como también es eso el "hombre de mala fe", de Sartre, aunque no relacionado por su marxismo militante con el proletariado, sino con la burguesía. Con lucidez y desparpajo, en una de sus declaraciones, Borges dice: casi toda la humanidad es estúpida, incluyendo a los sedicentes intelectuales
viernes 24 de septiembre de 1999
Fotografías:  Eludo, siempre que puedo, las fotografías. Desde siempre, no me gusta verme desde afuera, con la mirada de los otros (el famoso infierno sartreano). Soy demasiado crítico y esteticista, como para aceptarme, o como para apreciarme con alguna indulgencia. No perdono mi inveterada calvicie occipital o mi falta de estado, o mi ligero sobrepeso, o los vestigios que en el cuerpo y especialmente en el rostro, dejan los años. Me ponen de manifiesto el modo en que "aparezco" ante los demás. Una figura desencarnada de todo aditamento y de todo valor, de toda singularidad y de toda frescura. A la cámara no le interesa que yo tenga un corazón joven, una alta sensibilidad, una gran capacidad de amor; a la cámara no le interesa que nunca haya vivido con un gran amor; a la cámara no le interesa que desde dentro me vea sin definidos envejecimientos: ella testimonia lo que ve con mecánica impiedad y esto disiente con mi propia autoimagen. Los espejos, son por ello -también-, mis enemigos. Pero las fotos, lo son en mayor medida. Y así ha sido siempre. Jamás me he perdonado en ninguna, desde los tempranos años mozos. Siempre me he despreciado y siempre he sentido repugnancia por mi propio cuerpo. Soy demasiado conciente de lo que es bello, como para aceptar mis pantorrillas, no suficientemente robustas, o mis espaldas, anchas pero siempre doblegadas por el cansancio o la cifosis, o...El cuerpo de que disponemos, nos ha sido dado, y en parte, lo hemos cuidado o cultivado. Pero la decrepitud va llegando y la frescura de la perdida juventud huye, dejándonos un rostro abotagado de viejos, que los otros ven como tal, sin ningún tipo de concesiones. Ahora bien. Esto no me ocurre solamente con la imagen física de mí mismo. Sino también con todos los otros. Siento asco por la vejez. Siento un profundo rechazo por todo lo que está desprovisto de encanto y de belleza. No perdono ni disculpo ningún envejecimiento, ni el mío, ni el de los que otrora conociera como personas cargadas de la lozanía de jazmín de la juventud. Aunque esto, dicho así, suena demasiado categórico y ajeno a la verdad: hoy viejos de aspecto noble. Por ejemplo, Hermann Hesse, en sus últimas fotos. O Bertrand Russell. Enjutos y macilentos, son pura espiritualidad. Con las mujeres no me acontece lo mismo. La mujer debe ser siempre joven, y la mujer vieja es ya una arpía. La imagen de la anciana bruja en que se transformara la esposa de Octavio Paz, siempre me acompaña, y me atormenta. Un fenómeno concomitante se da con la obesidad. La gordura humana, y también la de los animales, me resulta insoportable. Ofende mi mirada y me produce náuseas. Por esto, hoy estoy relativamente solo. Soy un hombre maduro sin fortuna y sin autos rutilantes y nada de valor en el mercado del amor o de la cotización viril, tengo para ofrecer a las mujeres que me gustan. Queda un consuelo: comprar un poco de compañía    en el orbe oscuro pero atrayente de las prostitutas. Algunas, las más caras, son muy bonitas, especialmente en este momento de desempleo en la Argentina, en que muchas muchachas se han lanzado al riesgoso ruedo para tener un trabajo que la sociedad y la comunidad,  les niegan. Una auténtica rubia, de ojos claros y joven, se cotiza entre cien y ciento cincuenta dólares. Una morena de ojos oscuros, vale menos. Una chica del interior, aunque bella, es más barata. Puntualizar estos detalles no me molesta ni ofende la risible toga doctoral que todavía algún despistado me adjudica. Me complace que la belleza sea un valor cotizado en el mercado del erotismo urbano o rural ,nacional e internacional...(Ya sabemos que este culto de lo bello es lo único que adoro en los putrefactos tiempo que corren...)
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viernes 1 de octubre de 1999
       El esbozo tantas veces repetido de mi concepción del fenómeno virtual del encuentro autor-lector, en literatura, a la luz del enfoque fenomenológico, estaba perfectamente delineado en "Qué es la literatura", de Sartre. Y no podía ser de otra manera. Un fenomenólogo y escritor, al mismo tiempo, no podría nunca no descubrir esta situación tan especial de las obras literarias, y en menor medida, de las obras de las otras artes. La música, acaso, sea distinta de la plástica, pero difiere en que en un concierto los sonidos están ahí, para todos, como elemento perceptivo que es común a todos los presentes. El libro es otra cosa. Es una creación del que se enfrenta a él. Un alma que se presta al autor para efectivizar y completar la creación estética.
       El encuentro con "La tragedia educativa", de Guillermo Jaim Echeverry, es muy importante. Toda una suma de apreciaciones, de diagnósticos, de observaciones sobre la situación educacional, del país y del mundo, están allí, y siempre estuvieron en mí. Me entusiasmé. Como en el caso de Sartre, que acabo de mencionar, descubrí, una vez más, que no me muevo en medio de alucinaciones o "locuras". Percibo la realidad con justeza y aun trabajando en soledad, mis intuiciones son "patológicamente" exactas, como decía el doctor Carlos Alberto Paz, en las ya lejanas sesiones de psicoterapia de grupo de la calle Laprida, en la década del sesenta, cuando con petulancia de muchacho quería emularlo en las interpretaciones psicoanalíticas sobre mis compañeros y compañeras.
domingo 10 de octubre de 1999
       En este domingo, como en todos, como es habitual, se ahondó el estado depresivo y no pudo ser paliado por visitas a casas de familiares; en contraste con lo que allí encontré, gana en nivel lo que tengo -aunque poco- con mis hijos. Hay con ellos un diálogo de fundada racionalidad que enaltece nuestras no muy prolongadas conversaciones. Al mismo tiempo, los comicios próximos, desatan mi adormecido sentimiento de comunidad -siempre tan fuerte en mí- y "mágicamente" se diluye mi depresión de los domingos. Capto, igualmente, que mi ámbito social e intelectual debe ser otro que el que desde siempre me ha acompañado hasta aquí. Se rompió el matrimonio -hace doce años-, pero se mantuvo viva la rémora que me ligaba al barrio, al perfil bajo -como se estila decir ahora- y a la no sociabilidad con las personas y con la gente que mi espíritu apetece siempre con ansia. La torre de marfil nunca me satisfizo. Soy un hombre de ágora y la vida de mis conciudadanos y en sentido extenso, de la humanidad, realmente no me es ajena jamás. Cuando esto parece ocurrir me deprimo y me quedo sin familia. Me desarraigo de la condición humana y entonces me angustio y tengo fantasías autodrestructivas. La soledad en el cosmos es pavorosa y la misantropía tiene que tener siempre como desenlace casi matemático, el suicidio. Hay un ámbito social, histórico y político de mi biblioteca, silenciado. Como permanece silenciado y reprimido en el ámbito de mi conciencia el entronque comunitario. Yo detesto las posiciones individualistas según las cuales si yo me salvo, todo está bien. El destino de mis hermanos, en el orden nacional, y también en el planetario, nunca, desde mi muchachez, me ha sido ajeno. La lectura cotidiana exhaustiva del periódico y el seguimiento igualmente diario de los eventos históricos, desde la adolescencia, dan testimonio de esto que ahora señalo. A los quince años yo leía de caba a rabo "La Nación", durante la jornada, y luego, en las horas de la tarde, mecanografiaba el resumen, casi obsesiva, maníacamente. Cuando esto dejó de acontecer, cuando me fui encerrando en un mundo ilusorio y de desprecio, me fui deprimiendo y sintiendo cada vez más solo. No es lo que deseo para mí. Aunque esto, empero, no signifique una claudicación en el sostenimiento de mis valores y en el espíritu crítico que me lleva de manera natural a desestimar la escala axiológica -o su ausencia total- en que se mueve buena parte de la historia contemporánea. Estos señalamientos personales e íntimos son útiles porque me permiten poner en descubierto aspectos que son decisivos para la llamada salud mental. Mi nivel de desarrollo intelectual y cultural, en sentido amplio, se encuentra en total incongruencia con la gravitación efectiva de mi personalidad en los medios sociales en que discurre mi vida. Esa falta de armonía es desgastante y va mellando, corrosiva y lentamente, lo que debieran ser días rutilantes; días ajenos a este atormentado cielo grisáceo que ha invadido pesadamente todos los rinconces de mi existencia y de mi alma, desde hace mucho tiempo. La bastardía y la corrupción del innombrable gobierno que mancha la Argentina con el oprobio que significan personalidades mediocres, no es en absoluto un hecho ajeno a esta desesperanzada cosmovisión de un hombre como yo, que desde la más tierna infancia, estuvo abierta a la situación social y a la situación política. A los quince años escribí mi primer librito en defensa del "Justicialismo", como alegato para ser leído ante mis compañeros "gorilones" de la Escuela Normal de Profesores. Allí decía Fernando Leónidas Sabsay, profesor de historia de tercer año: "Discrepo con el contenido de las ideas que defiende Fragalá, pero no con su intención social, ni con la pureza de sus impulsos". Y personalmente agregaba: siga luchando, usted es muy capaz y no debe malograrse.        
jueves 14 de octubre de 1999
       Toda vez que sin mucha conciencia, o por causas no muy claras, nos sumergimos en mundos plebeyos, sentimos un oscuro asco por nosotros mismos y un autodesprecio que se manifiesta en depresión. Abandonamos el sentido de grandeza, perdemos la noción de lo alto y de lo sublime y nuestra percepción es dominada por los ojos de los otros. Todo se achata y deja de tener relieve y las alturas de montaña se transforman en vastas llanuras en la que todo es plano, en la que no existe lo egregio y en la que todo da lo mismo. Ese es el mundo en el que vive y muere la humanidad, en su inmensa, infinita mayoría. En esta situación anotada me encuentro, sin percatarme con nitidez de cómo se han ido dando las cosas. Creo que una vez más la responsabilidad debe ser achacada a la endeblez de un espíritu y de una vida no muy capacitados para soportar con firmeza los embates de la soledad. Ante el aislamiento absoluto que puede adoptar caracteres demenciales, nos alarmamos, y entonces aceptamos los vínculos más innobles, los diálogos y las amistades más chabacanas. Es lamentable que a lo largo de tantos años no acabe por aprender esta lección de caídas y resurrecciones que se vienen repitiendo recurrentemente, a lo largo de décadas...Para la vida de los espíritus, para el orden de las existencias, no caben los principios democráticos imperantes en la vida social y política contemporáneas. En la luminosidad de las intuiciones que esclarecen las máximas problemáticas, todo igualitarismo conduce a error. No podemos intentar ser como todo el mundo, porque en ello, nos perdemos a nosotros mismos, en una forma de autodestrucción que invita a la ejecución de la aniquilación completa: el suicidio.
viernes 22 de octubre de 1999
       Ayer concluyó la campaña electoral que me ha tenido fuera de mí durante días enteros. La ansiedad es muy grande y me tuvo en vilo durante horas, ante los periódicos y ante el televisor; se juega mucho, para nuestro país, y para el destino individual de cada uno de los que lo integramos, como habitantes. "Una pesadilla que nos ha humillado, está a punto de terminar", tal podría ser el título de un capítulo que analizara estos diez años últimos de un gobierno que han coincidido con tiempos de oprobio. La Argentina, como espíritu de pueblo, ha descendido a su peor nivel, o a uno de sus momentos de peor nivel. La inmoralidad y la corrupción han llenado de sombras la vida comunitaria, la vida de los medios de comunicación y los destinos de un pueblo empobrecido en todos los aspectos: desde los más crudamente materiales, hasta los de más elevado nivel. La atmósfera se ha tornado irrespirable y nos hallamos a dos días de que toda esta vergüenza concluya. Esto no lo dicen muchos, pero es lo que expresan mis sentimientos más íntimos. No se aguanta tanta porquería, más degradante, infinitamente más degradante que la vida argentina que durante el peronismo obligara a Cortázar a abrazar el exilio definitivo, y que entorpeciera, quizá ya para siempre, con los malos hábitos de un presidente psicópata, el avance social y político de esta pobre tierra. El fascismo y el nazismo pasaron por Italia y por Alemania, sin dejar las secuelas que las costumbres de las primera década del justicialismo parece haber dejado en nuestra patria, de modo ya insuperable.
viernes 29 de octubre de 1999
       Yo no me había enfrentado, todavía, a los poemas de Borges, en La rosa profunda. Con asombro, con estupor, observo que sus actitudes y posiciones filosóficas básicas definen el sentido de todos los versos. Ya es allí no un literato, sino un pensador que poetiza, un filósofo. Un hombre  que mira el mundo con ojos idénticos a los míos y con las mismas intuiciones que definen mis miradas esenciales y que decía lo visto con las palabras con que yo lo hago... La fugacidad de la existencia. Lo inerte de lo en sí, y su impenetrabilidad... La alteridad total de nuestro cuerpo. El misterio del tiempo que no puede tener un antes... Los arcanos cosmogónicos del origen, las palabra traicioneras que mencionan "tinieblas", cuando en ese caos primitivo no hay "mirada" alguna que pueda dar un sentido al vocablo. En fin. Es una desdicha que desde hace tantos años se haya ido el único hombre con el que podía dialogar y que, seguramente, entendería y aprobaría la totalidad de las cosas fundamentales de mis versos y de mis mejores cuentos. Borges fue un verdadero filósofo, desde niño, desde muchacho, porque el asombro se había implantado en su alma desde su venida al mundo. Saberlo, comprobarlo en este libro de poemas "casualmente" desatendido por mí, me hace sentir menos solo en la vida.
       Terminada la excursión al exterior, motivada por el proceso eleccionario, se impone ahora la necesidad del retorno a mí mismo. Los dados han sido echados y aunque las estructuras económicas de base no podrán ser modificadas en gran medida, ni mucho menos, acaso se pueda respirar un aire menos viciado y menos corrupto. Quizá, la vida en Argentina se haga más respirable, y el oprobio de estos últimos diez años deje de pesar sobre nuestras conciencias, aunque no se modifiquen las injusticias y las penurias que aquejan a este pueblo, de manera inmediata...La política no constituye mi mundo. La filosofía y la poesía, que en mi intención son la misma cosa, sí. Pareciera encontrarse otro espíritu en la vida de los dirigentes argentinos. Cierta búsqueda de comprensión mutua y de rechazo unánime de la mayoría por las formas inmorales que se instauraron en la conducción del estado nacional. Tanto los que han triunfado en los comicios presidenciales como los derrotados, entienden que el enemigo de la patria y de la eticidad ciudadana lleva el nombre de un miserable que tiñe de vergüenza la historia argentina. Por ello, a pocos días del último domingo, dieron los pasos para encontrarse y para brindarse mutuo apoyo ante el enemigo ególatra y psicópata que no vacila en posponer el interés de la comunidad, al suyo propio.
       Acepto mi desdicha. Estoy solo en una comunidad que ha perdido, acaso por un tiempo indeterminado e indeterminable, el sentido de la grandeza y de los grandes problemas. La filosofía  y Dios han muerto en el corazón y la cabeza de los hombres. Una espesa tiniebla lo llena todo y su oscuridad torna imposible que las mismas brumas que no permiten ver nada sean identificadas en tanto que tales. La segunda gran década infame de nuestro país se ha cerrados, aunque asedie desde los cubiles, pero el nihilismo mundial no deja espacios para que nada de valor sea reconocido. La estupidez todo lo invade. Y el refugio del espíritu, que antes era la vida religiosa, también se ha visto diluido de modo aparentemente irreversible. La verdad, la belleza, lo sagrado, son palabras que ya no se usan y para ellas no hay lugar en los medios. Como gusanos se arrastran los seres humanos sobre la tierra hasta hundirse en la fosa, dando pasto a los otros gusanos. Parodiando con modificaciones al poeta del sencillismo podemos decir que aquí nadie tiene sed de infinito, sed de verdad, sed de Dios.
domingo 31 de octubre de 1999
       Cuando chico, la llegada de noviembre comportaba una pluralidad de felicidades: era el mes de mi esperado cumpleaños, de los festejos y de los regalos correspondientes; también, era el mes de la conclusión de los períodos de estudio regulares en escuelas y colegios, y las anheladas y correspondientes vacaciones; simultáneamente, era el mes que ya preanunciaba el cierre del año, y las adoradas fiestas, la Navidad y la conclusión del año y el inicio del nuevo y los Reyes que luego se agregarían en enero...Ahora, después de tantas décadas, muy poco queda de aquello. Sigue, naturalmente, siendo un tiempo especial, pero sin muchas esperanzas. Porque noviembre es ahora el aniversario de la partida de Martha, de la ausencia de mi padre, que se fue en el 77, y que había nacido, casualmente, un 20 de este mes (en la misma fecha en que la que fue mi mujer durante más de veinte años partiera hacia el viaje eterno). Las fiestas ya no tienen el encanto mágico de la infancia, desde hace mucho. En diciembre del 87 se disolvió mi matrimonio. Todos los que se reunían en casa de mis suegros y que constituyeron la segunda etapa de esas gozadas fiestas de fin de año, han partido. Quedan mis hijos. Pero Marina recibe su dúplex hacia diciembre, en Ramos Mejía, y programa formar un hogar hacia el año venidero. Diego y yo quedamos solos, absurdamente solos.
            Ahora, por consiguiente, todo es distinto. Se sale de la cincuentena, o se la cierra. Se llega al límite que inicia, según es fama, la llamada tercera edad. Sesenta años. Aunque yo no me acoja a la jubilación, es el tiempo en que en muchos países del mundo, los hombres entran en retiro. Ha concluido, en esos sitios -como en Alemania hoy- el período activo. Es la edad en que sólo a fuerza de extremos cuidados se puede evitar que el vientre se abulte o que las arrugas terminen invadiendo como malezas hirsutas nuestro rostro y nuestro cuello. La edad en que sólo podemos codiciar en silencio a las muchachas bellas, sin esperanzas de abrazarlas, o de tener, meramente, una amistad con ellas. La edad en que haciendo balances, en distintos órdenes, nos vamos encontrando con las manos vacías y con las realizaciones ausentes. Es cierto que hemos caminado, pero en lo concreto, en lo humano, en lo tierno, en lo afectuoso, qué poco hemos conseguido. Apenas instantes, a veces semanas, a veces meses vividos con premura, de alguna felicidad o de una vaga dicha. No se teme al paso del tiempo, en sí. Se teme a no poder ya conseguir ese puñadito de cosas que alguna vez pensamos que merecíamos. Una buena compañera, una bella mujer en nuestros brazos. Una dulce persona con la que pudiéramos compartir la existencia, este milagroso hecho de estar insertos en el ser en el fin del milenio. Salir del siglo y entrar en el venidero con alguien. Ello no nos ha sido dado. Y sobre todo, acaso nunca nos sea dado. Porque acaso las noches deberán seguir siendo vividas en esta soledad insoportable que siempre me acompañó, incluso en tiempos de mi matrimonio. ¡Qué pocos días he dormido junto a una mujer amada! Un puñado, con Silvia en Mar del Plata o en Las Toninas. Un puñado, en esta casa, con la diminuta adolescente María, que se iniciaba, porque así me lo pidió, en su vida de mujer...Y acaso, algo, en los primeros tramos de convivencia con Martha, aunque con frialdad e inhibiciones mutuas, y sin las demostraciones apasionadas que fueron la forma con mi Silvia "Beatrice" y con mi indiecita paraguaya. Muy poco, para más de medio siglo. Muy poco. El resto: sueños, fantasías, esperanzas, equivocaciones reiteradas y yerros burdos al pensar que el espíritu puede darnos lo que el corazón y el cuerpo reclaman y sienten que no poseen.
lunes 22 de noviembre de 1999
            Ya he salido suficientemente fuera de mí y sería ocioso e innecesario puntualizar la serie de experiencias banales que  he vivido; mejor será regresar a mí y a mis soliloquios. Poco espero de lo externo, al menos de lo que concreta y circunstancialmente me rodea. En términos espirituales soy como un Robinson perdido en una isla. Más que algún "Viernes", no hay, y ya sabemos que un tal personaje es un miembro de una cultura indígena, con todo lo que ello conlleva de pobreza y de falta de enjundia. Sintéticamente: muchas esperanzas míticas van cayendo, e insensiblemente me voy deslizando en la cuenta -como tantas otras veces- de que en lo esencial sólo debo contar conmigo mismo. El desarrollo, en un determinado estadio de la vida, ya no puede venir de afuera. La vida aportó ya los elementos fundamentales. Desde hace mucho, el espíritu debe laborar con ellos. Con ellos y con mi biblioteca, bastante abandonada.
martes 28 de diciembre de 1999
            Nunca me he entregado al grado de deterioro espiritual por el que últimamente he estado atravesando. Se ha empobrecido mi vida intelectual, se ha perturbado mi proverbial sosiego interior y mi distancia y desapegos acostumbrados de la estupidez ambiente. Me he entregado a todo tipo de diálogos banales y hasta dejé apagar la llama siempre encendida de la  conciencia obsesiva de la singularidad. El llamado a la vida en retiro dejó de ser escuchado y mi mundo interior ha sido invadido por la torpe ansiedad en que viven convulsas y ciegas, las mayorías. Me he transformado en un ser que sigue las "novedades" y que está actualizado, ya sea a través de los periódicos o de los informativos de radio o de televisión. El sentido mayúsculo de la palabra y de la belleza del discurso, se ha adormecido y la sana rebeldía, mi anarquismo sustancial, se ha desdibujado. No acabé haciendo concesiones totales al igualitarismo, pero me arrojé en la hediondez de los diálogos en grupo, en que se habla de todo, y no se dice nada. La voz interna de mi conciencia, llamando a la reflexión y al sosiego, y a la vuelta a mí mismo, se vio acallada. Queda, no obstante, una cierta justificación para esta despreciable conducta, que acaso no sea del todo -en lenguaje psicoanalítico-, una "racionalización": he buscado, de modo a medias conciente y en algún modo deliberado, atisbar cuál es el mundo de la mayoría, que siempre me resistí a divisar con total nitidez. Sufrí vejámenes del populacho y de gente desequilibrada. Sufrí inenarrables insultos y obscenidades y observaciones bastas y groseras. Me codeé con la estulticia a nivel casi cloacal. Me sumergí en los desechos de la humanidad. Todo ha sido -por fuerza- muy consternante y me vi llevado, con frecuencia, al llanto, a la ira, al odio, al temor, al sentimiento cargado de pánico de ser invadido en mi intimidad. Ya estoy más que saturado y desde hace unos días empecé a recobrarme, dando lugar al comienzo de la bajamar de tanta porquería. Poco a poco voy sacando de encima de mí tanto residuo y tanta basura, y vuelvo así, con cierto trabajo y con cierta falta de adiestramiento, a retomar las bridas de mi destino, que  es, por fuerza, un destino solitario. La multitud, es la mentira. En la soledad, habita, siempre, la verdad.
            He descubierto, empero, muchas cosas importantes: la infinita medianía de casi todo el mundo. La inconmensurable infinitud, inimaginable e ignota, del universo. La estupidez y la absurdidad de toda empresa humana. El trágico destino del filósofo, aislado en un cosmos en que  ve cosas que nadie atina a sospechar. La vacuidad que recorre el planeta y que recorre la mentira de la historia, ese torpe engendro de pobres o agraciadas memorias...El gigantismo del mundo de la técnica y las  deleznables existencias humanas ya ni siquiera entrevistas. La sordina colocada al llamado de la autenticidad de la vida y el olvido total en que todos corren como rebaños ciegos hacia una muerte que ni se sospecha.
19/01/00
            Poco a poco voy retomando el camino. Las excursiones hacia lo externo ya van agotando las expectativas, respecto de lo que de ello puede provenir. La conciencia de mis valores se acrecienta, y se consolida, y las incursiones por lo otro, despaciosamente, se van haciendo innecesarias. Antes sabía con presentimientos que no era mucho lo que se podía aguardar de los demás; hoy la conciencia del fenómeno ya no guarda las formas del presentimiento, sino de la experiencia sentida o empírica. La "idea" debe hacerse otra, para reconocerse como tal, según el hegelianismo. Si estamos dentro de nosotros, sin asomarnos al exterior, no podemos reconocer nuestro propio ámbito. Mi soledad es inevitable, porque es la que surge del hábito y del ámbito del pensar. El ejercicio de la reflexión es una actividad derivada de la especie, en la que cada vez menos individuos incurren. Uno de los corolarios de estas cavilaciones es el cuidado del tiempo cronológico: para salvaguardarlo, para no ser lacerado en los poderes creadores hay que desoír, tanto las llamadas telefónicas como los timbres intempestivos de los sedicentes amigos que se arrogan el derecho de presentarse en nuestra casa sin una presentación o aviso previos. Así, el recinto de mi casa se ha tornado decididamente en algo sagrado e inviolable, y como bien lo definiera con irritación manifiesta a ciertas mujeres despistadas, se ha constituido en un templo que no debe ser mancillado con figuras no esperadas que por ello y por otros motivos, son indeseables. Otra consecuencia no menos relevante es el gusto por la vida solitaria. El alejamiento de toda idea que hable de vivir con una mujer, con una pareja estable. Decididamente, eso ha sido, a lo largo de toda mi vida, involucrando todo mi pasado, un proyecto descabellado, que no se reconcilia para nada con mi vocación primigenia e insoslayable: el desarrollo personal, en todas sus potencialidades, y hasta las últimas consecuencias. Para qué querría una mujer a mi lado? No sería más que una perturbación y un estorbo. Sólo un "alter ego" femenino, podría compartir mis espacios, pero es absolutamente improbable que lo pueda encontrar. Quedan las charlas informales, quedan las caricias y el sexo, pero todo ello no necesita de la presencia de una mujer bajo el mismo techo. He vivido con Martha, la mujer menos invasora que he conocido, y ello, a la postre, no pudo funcionar. Nuestros caminos fueron siempre disímiles y aunque no nos molestábamos, poco teníamos para hacer en común. El escritor, el poeta, el filósofo, son formas o arquetipos que requieren de una mirada límpida y sin medios interpuestos o estorbos, entre dicha mirada y los fenómenos. El diálogo fundamental de  estos paradigmas, es el soliloquio. El sostenimiento de charlas anodinas y obvias del mundo común es asfixiante y no debe ni ser promovido,  ni auspiciado, ni tolerado. Darlo a entender siempre en ocasión de entablar un vínculo con una mujer, es deber obligado si se desea tener una conciencia transparente, no gravada por el peso de la hipocresía.
jueves 10 de febrero de 2000
            Así es de endeble la vida humana. En una jornada de desesperación, en que vivir o suicidarse, dan lo mismo, me encuentro con la labor contra el sida, en Canadá, del médico argentino, nominado como su padre, neumonólogo, Julio González Montaner. La noticia la encuentro en una reciente edición de suplemento de "Clarín", a propósito del milenio. Me entristezco -por mis estupideces- y me alegro hasta las lágrimas. No. Hay gente valiosa sobre la tierra. No todo es putrefacto y no todo está corrompido. Hay valores por los que se sigue luchando y hay gente luchando por esos valores. El error estriba en no ponerse en contacto con esa gente, como hoy a la tarde me decía Marina. Y no se equivocaba. Todo es desdichado en el mundo en que "vos" habitás. Pero no en el mundo de mis compañeros, de los que viven entregados a algo tan abstracto como las matemáticas...
 
3 de marzo de 2000
            Poco a poco voy comprendiendo que esta cuestión de la "red", no tiene mucho que ver conmigo. Es un motivo más de dispersión que se agrega,  entre los muchos a que nos somete la vida actual. Desconcentra y arranca nuestras vidas, de sus cometidos esenciales. O, al menos, de  los que son esenciales para mí. Los elementos llamados "multimedia" son suficientemente vastos, y profundos, como para poder prescindir de un uso insistente de Internet. Lo que allí me ha interesado, directa o indirectamente, lo tengo en mi biblioteca, en los CD Rom, o en bibliografías eventuales. Cuando Diego dijo que era una conducta "snob" bajar libros de la red, no estaba muy lejos de la verdad.
6 de marzo de 2000
            Habrá  que pensar que Tomas Abraham, en su nueva obra, está absolutamente en lo cierto. Al fin de cuentas, los filósofos son los que dicen y tienen y sostienen, contra todos, la verdad. El hombre antiguo arquetípico o por antonomasia, era el sabio. El hombre medieval era el santo, o el guerrero. El hombre moderno, era el artista. Y el modelo valioso del hombre actual, es el hombre rico. El saber y la cultura no son bienes valiosos. La experiencia  vivida con esta mujer de ayer, ratifica, en los mismos términos, lo acontecido en la provincia de Buenos Aires, con la otra, hace un mes. En cuanto se saben bonitas, estas mujeres aspiran a introducirse en el mercado de los empresarios y ejecutivos. No son obesas, son atractivas, y tratan de seguir los modelos de los medios periodísticos y televisivos. Son divorciadas y descreen del amor, y no aman la poesía ni la literatura, ni el arte. Todos estos son aditamentos para acompañar veladas de gente bien en lugares caros y relumbrantes. Ellas mismas no vacilan en decir que quieren ser ejecutivas y mandar, para ejercer un poder sobre sus subordinados. No titubean en expresar que aman al hombre de "carisma" gerencial, acostumbrado al dinero, al mando, al lucro. Para este mundo soy un muerto. No existo y no tengo ningún valor. Tales especímenes femeninos ya no creen en el amor romántico y entienden que los sentimientos son una absurda pérdida de tiempo. El sexo, sólo tiene valor si está acompañado de lugares caros y de restaurantes de nivel. El sexo mismo, como experiencia gozosa, no es tenido en cuenta. El goce está en otro sitio, y el cuerpo es olvidado y sacrificado en el altar del dinero y de los prestigios. Lo importante es ser importante, y la validez de la persona está dada por la sociedad. Si la comunidad no te asigna valores, no los tienes, aunque seas un sabio, un gran poeta, un artista en sentido amplio. Los genios carecen de relevancia. En general fueron pobres y sus obras no sirven, tampoco, para acrecentar la propia fortuna o el personal predicamento. Ante este fenómeno generalizado en todo el mundo, sólo caben las modernas, las muy actuales catacumbas, en que un grupo de intelectuales sensibles se reúnen para coparticipar de los mismos valores y de las mismas experiencias. El hombre talentoso o el hombre de genio, el hombre de relieve y de profundidad, no es actual, es anacrónico. Es totalmente intempestivo. Puede, eventualmente, publicar libros en cantidad, pero no los lee mucha gente. Se edita, pero no lee. Y tampoco se discrimina entre lo que vale y lo que no vale. El nivel de una obra no puede ser justipreciado porque la mayoría de la gente vive en la total inautenticiad, carente de hondura y de fundamentos para diferenciar los contenidos de los materiales encerrados entre las tapas de un libro. La televisión de todo el mundo globalizado y los periódicos, muestran esta vacuidad. Una nube densa de estupidez ha rodeado al planeta, como una segunda atmósfera, debajo de la genuina.
lunes, 10 de abril de 2000
            Ha llegado la hora de concluir con una dispersión que lleva más de un mes, que acaso lleva meses. Incursioné en mundos carentes de validez y de fundamentos y ahora es, como en otras anteriores ocasiones, el momento del regreso. Tiene que terminar una busca en lo exterior, que por fuerza ha de ser siempre infructuosa. Se debe aceptar el propio destino, aunque sea solitario y sin oyentes. Es seguro que la vida  ha estado poblada siempre de situaciones de este tipo, en las que hombres de alta sensibilidad y de hondura y de inteligencia, para no vivir, desesperada, hondamente solos, acaban haciendo concesiones a la sociedad en que se pierde lo mejor de sí. Yo sé cuál es lo esencial de mi camino. Debo reincorporarme a la marcha o peregrinaje sobre él. Basta de dispersiones telefónicas o virtuales. Mi mundo está en mi biblioteca y en mi escritura y nada más. Saberlo, reconocerlo, aplicarlo, me hace feliz en mi soledad. No está dicho que todos los hombres deban estar acompañados. No está dicho que en este momento, todos los hombres profundos de Buenos Aires y del mundo, estén acompañados.
16 de abril de 2000
            Poco a poco me voy convenciendo de que necesito adoptar la "solución Saramago", para mi vida personal Esto quiere decir: no buscar el milagro, sino esperarlo, y, mientras tanto, seguir con mis proyectos y con mi vida personal. Las experiencias con mujeres comunes, están agotadas. No sirven para nada. Hay en todo ello un mero juego sexual que no carece de valor en sí mismo, pero que es una torpeza o un entorpecimiento para el resto de toda la vida. Cuidar la salud, y cuidar el cuerpo. Y no apartarse de la vida que se ha proyectado. Volver sin grandes expectativas a la Facultad, y empezar a vincular las actividades personales, con posibles contactos. La mujer que puede interesarme tiene que ser una muchacha estudiosa que pueda valorarme, y no una de estas vulgares profesionales que están en pos del "candidato". Leer, investigar, estudiar y escribir de modo continuado. Mantener y acrecentar el orden en que vivo, para poder así tornar prescindible el concurso de manos ajenas a mis cosas, a mis objetos y enseres. Si he de conseguir una mujer, para salir de esta soledad, debe ser por mis valores intrínsecos, y no por la posesión de un atuendo de última moda o de coches rutilantes. Todo esta es una estúpida frivolidad.
viernes, 21 de abril de 2000
            Me resulta arduo, pero debo trabajar sin apoyos emocionales. No debo buscarlos ya y debo entregarme a la solución budista. El que no desea no adolece de la carencia de lo que no encuentra. Trabajar como misión, y poder acercarse a la situación en que la vida es tomada como misión sin espectadores. Satisfacer la conciencia que nos reclama profundidad... Estoy agotado de estar entre los humanos como un hombre maduro lo hace entre niños. Por todos lados banalidad y superficialidad. Por todos lados ausencia de tensión y de dedicación en forma profunda a la investigación, a los estudios, a "las preguntas fundamentales de la vida"(Fernando Savater)...Esas preguntas que de modo reiterado formulamos, hasta el momento en que un puñado de tierra nos cierra, como una respuesta impropia, la boca. Así lo dice sabiamente Heine...
lunes, 15 de mayo de 2000
            Cuánto tiempo malgastado y cuántas búsquedas inútiles para concluir aceptando que estoy en el mismo sitio, sin haber cosechado nada. La vida creadora está solamente en cada uno de nosotros. Lo que falta, sí, es la fuente que nos alimente. El amor es la fundamental fuerza de esa fuente, pero a falta de amor habrá que buscarla en otro lado. El amor, no depende de nosotros.
lunes, 12 de junio de 2000
            Desde las últimas palabras, cuántas cosas han pasado, y  que pocas cosas, paradojalmente, han pasado. Perdida de tiempo, senderos equivocados y sin destino; caminos que no conducían a ninguna parte. Pura tontería y nada que tenga que ver conmigo mismo. Acercarme a estas páginas debiera ser una labor cotidiana, y hasta obligatoria. Para estar cerca de mí, para no distanciarme de lo que soy. Para vivir una vida que hace del respeto a sí mismo, un cometido... Intentos y más intentos, pero en sitios en los que no puede pasar nada. Al menos, la conciencia de esta situación es ya una conquista. Sé que hay lugares y recorridos que ya no debo frecuentar más. Están agotados y enumerarlos externamente, me deprime. Otras cosas deben ser intentadas. Otras cosas deben acometerse. Otras cosas deben enfrentarse. Todo un pasado debe ser clausurado
miércoles, 21 de junio de 2000
            Es claro y no merece mayores aclaraciones; el hecho habla por sí mismo: yo me alejo de estas páginas cuando entro en contacto con la línea de encuentros telefónicos, y luego, cuando entro en el vértigo alucinado de internet. Ambas cosas me hicieron perder un semestre  y ostensiblemente me significaron un descalabro económico en mis menguados ingresos mensuales. Alejarse de ellas es obligatorio y de gran perentoriedad. Creo que ambas alienaciones responden al común denominador de poner en una mujer la esperada salvación: la superación de la angustia, de la depresión, del presunto operativo mediante el cual hipotéticamente se puede asignar  un sentido a la vida, que manifiestamente, a esta altura por cruzadas razones, pareciera haberlo perdido... Me fui, de esta manera, alejando de las palabras revelantes, de aquéllas que pueden oficiar de encendidas luces en las tinieblas de este comercio confuso y desorientador con un mundo cada vez más perturbado y más delirante. Todo el planeta se debate con el nihilismo y la propia vida va naufragando día a día en estas zozobras y en estas tormentas. Salvarse en medio de estos maremotos se torna de esta suerte, cada vez, más difícil. Importa tender esto claro, arrancarse de las dos fruslerías y retomar el propio sendero regresando a las fuentes de las que partimos, movidos por la falsa creencia de que en los otros está la redención.
            Releo hoy algunas páginas de este documento que suma más de noventa páginas y lo encuentro claro y traslúcido a la mirada interior. Dice cosas con quietud y con sabiduría, quedamente y habla claro sobre multitud de cosas que más allá del autodesprecio que continuamente me domina, tienen alta significación, para mí y para todos los que estando en este tiempo echan como catecúmenos que somos de la reflexión y la cultura, una mirada descubridora. Las acepto con cierta ternura porque han sido y seguirán siendo mi "cuaderno de Lanzarote". El sitio en el cual yo pueda reencontrarme, en esta pantalla luminosa y amiga ya, conmigo mismo, con las huellas que mi diario vivir van dejando en este tiempo que fluye como siempre impíamente fluyó. Huellas que nos dan, aunque más no sea que falsamente cierta idea de perdurabilidad. Acaso, "Las palabras" de Sartre, y "La resistencia" de Sábato, obras más o menos leídas, me hayan abierto los ojos para captar con otra mirada, estas palabras antes tan despreciadas por mí... Hoy estimo con convicción que diga lo que dijere, la voz que más trascendentemente suena dentro de las que uso como medios expresivos, la palabra continúa siendo la más consistente, la más espontánea, la más natural, la que más corresponde  a mis dotes naturales efectivizadas y que no han quedado, como la vocación de la plástica en el arcón de las posibilidades no efectivizadas para mi tortura.  Sé que esta melodía que resuena dulcemente en mis sentencias no es gratuita... Muchas lecturas hay detrás de ellas, y muchos rastreos en el mundo de Borges,  de Sábato, de Cortázar y de tantos otros que  se han deslizado por mis ojos y por mi mente a lo largo de extensas décadas.
domingo, 25 de junio de 2000
            El regreso a la etapa previa al último semestre, es mi camino. Sendero olvidado en pos de la creencia de que afuera, "en el mundo", " en el siglo", podía encontrar con facilidad alma gemelas. Es ésta una de las últimas creencias infantiles que perduraban de una estructura de pensamiento infantil, no desarrollado, no sometido al cotidiano cotejo con la "realidad". Las máscaras, finalmente, fueron cayendo y entonces me encontré, como bien correspondía, solo. Al acontecer esta suerte de fenómeno, lo que corresponde ya es hacerse cargo de sí mismo, aceptar un destino de desencuentros inevitables y adoptar la sabia disposición de Montaigne, de enclaustrarse en su torre para redactar su visión del mundo y de las cosas, sin grandes expectativas, con todo el sano escepticismo que surge de la captación de que lo verdadero y lo profundo jamás han de ser escuchados en su tiempo. Toda profundidad, es por fuerza intempestiva. Porque lo que todo hombre original debe decir, no se halla como moneda circulante en los lugares comunes o vulgares de su tiempo. Y ello, más marcadamente en estos tiempos, masificados y adocenados por los periódicos excesivos, por la televisión y por el bombardeo de radioemisoras. El hombre masificado es el protagonista en todos los estamentos sociales. No solamente en la comunidad como un todo, sino en los medios en su totalidad. El predominio del "uno" que es todos y que es nadie, es absoluto y toda voz que intente señalar senderos diferentes no es escuchada, y es perseguida y censurada hasta la ridiculización.
domingo, 16 de julio de 2000
            Entiendo que desde la muerte de Martha todo se ha vivido en un ritmo más acelerado, más afiebrado, más inquieto. Son muchas las experiencias singulares e inéditas por las que he atravesado y todas me han dejado destacables huellas que de alguna manera han modificado de una manera sustancial mi visión total de las cosas. Mi cosmovisión, antes más estable se modifica así de modo casi cotidiano. Cada experiencia, cada modo de vivenciar la realidad se va incorporando como nueva página y va reestructurando los modos anteriores de ver las cosas. Todas las ingenuidades se van perdiendo y la mirada se va tornando más desencarnada y más agria, menos dotada de fáciles autoengaños. A pesar de esto, multitud de hechos me siguen hablando de mi "falta de mundo" y de mi inocencia incurable, en muchos aspectos. Pretendo seguir creyendo en algunas cosas cuando casi todos los ídolos se han ido derrumbando, pero de manera harto frecuente se yerguen ante mis ojos la historia personal y la historia del mundo a secas como un acopio infinito de ruinas depresoras. La conciencia clara de que todo  ha sido visto y de que todo está por verse, de manera paradójica, se manifiestan de común acuerdo. Juntas, siempre, insistentemente. La existencia personal es sentida como un despojo o haz de rayos luminosos que avanzan torpemente en las tinieblas intentando desparramar por todos lados un poco de claridad.
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miércoles, 26 de julio de 2000
            Llego a la librería con espíritu deprimido. Observo los abarrotados anaqueles reconociendo que mi biblioteca tiene ya muchos de esos libros. Están en mi poder novedades y otros ejemplares que no lo son tanto. Entiendo, una vez más, que ya no debo hacer lugar a la manía. No debo comprar más. Debo trabajar con mi vasta biblioteca, riquísima en múltiples sentidos. En realidad, nada de lo esencial me falta. Más bien, me excede. Hay ya libros sobre física o biología que no me siento llevado a leer...Recorro  los iluminados estantes de la nueva librería "Yenny", en el tradicional barrio de Flores, en la antigua calle Rivadavia. Un negocio recientemente instalado. Una boca más de expendio de una empresa multinacional que terminó con "El Ateneo". Amargado. Triste.  Sin esperanzas. Sin sueños ni fantasías. Apagado. Con ideas de autodestrucción. De pronto, la luz o el milagro de esta tarde de invierno. La más bella de las muchachas vendedoras se me acerca y entablamos una conversación a partir de mi desesperanza. Es periodista, y hace poco que está allí. No llega a treinta años y es bella, muy bella. Hablamos de Cortázar, de Borges, hablamos de otras cosas, de mis hijos, de la computadora y de sus posibilidades para la escritura. Me mira a los ojos y la miro a los ojos. Se muestra interesada en mi conversación, acaso en el tipo de hombre intelectual y delicado que represento. Le hablo de mi trabajo de profesor  y del deseo de superar, en charlas de café, sus deficiencias en la formación filosófica, a la que me hizo referencia. Me pregunta mi nombre. Antonio, digo. ¿Y el tuyo? Romina. Romina. Romina. Mil veces Romina. El símbolo de lo  único que anhelo, de lo único que puede salvarme, de lo único que tuvo la fuerza de vincularme después de decena de días, con este teclado. Y entonces mi alma se inflama y mi corazón se enternece. Belleza y juventud, y vida espiritual que se queja del aislamiento en que vivimos. En la breve conversación, un tanto perturbada por la mirada del supervisor, me entero de que vive en Lanús y de que leyó "Rayuela" en largos viajes a  Haedo, en busca del hombre del que estaba enamorada. Y entonces agrega. Doble motivación. El largo o los largos viajes y el amor. Salgo transfigurado, resucito de entre los muertos como en los Evangelios. Y reflexiono. Todavía hay una posibilidad. Yo no la busqué. Ella me buscó. Espero -oh Dios- que no sea una técnica para captar clientes. No creo que el neoliberalismo haya llegado a estos extremos. Pero todo es posible en este mundo donde la paranoia debe ser la modalidad habitual con la que nos conducimos. Romina. Romina. Romina. Eres un símbolo, un mero símbolo de lo que necesito para sentirme vivo, para recapturar mi amor a la vida. Pero existes y como tú pueden existir otras muchachas en Buenos Aires a las que este hombre maduro que soy, pueda darles muchas, muchas cosas de toda esta riqueza interior cargada de lágrimas, de fantasías, de anhelos, de deseos, de dolores, de dichas postergadas. Romina. Mi dulce Romina. Esta tarde me has dado a entender que no todo está terminado. Romina querida. Mi muchacha adorable que, sin sospecharlo, me devolvía el sentido de la vida.
viernes, 28 de julio de 2000
            Recuerdo  que no hace mucho tiempo presentí que lo que me distanciaba de la gente, lo que me hacía distinto y de algún modo angustiado y solitario, era lo que comencé de manera presuntiva a denominar "mi visión metafísica de la vida y del universo". Era como un ensayo de interpretación, que no se presentaba sino como una idea endeblemente formulada. El tiempo ha transcurrido y entretanto Martha, la mujer, la persona más próxima a mi vida y a mi amor, se ha ido para siempre: eso, de manera definitiva y entiendo que irreversible, me ha instalado en aquella visión que antes era un instrumento hermenéutico. Bajo la especie sin apelación de la nada y de la muerte, todo se me aparece hoy. Cada gesto se levanta sobre esa cosmovisión, y carente de significación y de sentido. La humanidad toda me parece una bolsa de locos que vive precipitadamente ignorando ese "ser para la muerte" que para la mayoría  de la gente, vulgar o intelectual, es meramente un filosofema o una frase de la abstrusa jerga heideggeriana de "Sein und Zeit". Los hombres están arraigados en la vida con firmeza irreflexiva, como una estaca en la tierra, con una fe animal. Ignoran el carácter deleznable de la existencia y olvidan las infinitas muertes, las billonarias muertes que constituyen el desarrollo de la humanidad sobre la tierra. La historia es mirada con curiosidad, y el espanto está lejos de ser el talante habitual con que se encara. Los escritores, los artistas, se sienten únicos y creadores y producen porque ignoran que casi todo está dicho. Que no hay mucho que agregar. Que sólo quedan meros juegos de la fantasía relacionados con los nuevos tiempos. Los tiempos del nihilismo.
 
            Ayer, antes de dormirme, reflexionaba sobre la necesidad de arrancarme del aplastante entorno en que vivo, en el que nada importante puede tener su atmósfera. Vivo en un ámbito oprimente y nada sugeridor,  y aunque la realidad está conformada por entes externos e indiferentes, me invaden subjetivamente y me toman mi mundo. Vivo asfixiado por una objetividad que como tal es inexistente, que yo mismo he creado, y que me oprime, a la manera en que Nietzsche decía que nos oprime el pasado y que no nos deja ser ("Consideraciones intempestivas").
 
miércoles, 02 de agosto de 2000
            Me asombra cómo una dulce, amable e interesante muchacha, logra sacarme de la desesperanza y del estado depresivo. Una mirada, una conducta atenta, y me siento otra persona. Pero eso no me dura mucho, y, al poco tiempo, me siento retomado por el ánimo melancólico, y juzgo todo como imposible, como ilusorio, como descabellado. Es la falta eterna de confianza en mí mismo, la creencia de que no soy nada y nadie que me desvaloriza y que me  torna inaceptable para mí y para los otros. Esto es un síntoma, claro está, pero dentro de él, la realidad se transfigura y profetiza, ya lo sabemos, el modo en que luego han de tratarnos los otros.
viernes, 18 de agosto de 2000
            Dar los propios trabajos a leer es siempre experiencia interesante. En mi caso, algo verifico casi de manera invariable, siempre: mis mejores cuentos y mis mejores poemas resultan tortuosos a la mayoría de los lectores que me circundan, como lectores posibles. En mis ficciones hay una densidad de pensamiento y de lenguaje no frecuentes en la ficción habitual y ello hace muy dificultosa la lectura...Ya sabemos de qué influencia se trata y ya sabemos la posición estética que la instiga y la aprueba. Ahora bien. En este asunto yo discrepo con la opinión consabida de Cortázar. Yo no puedo desechar o  tener en menos como "literatura posible" a "Ficciones", a "El Aleph", compuestos de magistrales piezas, de pequeñas obras maestras, porque los lectores masivos no estén capacitados para entender tales obras. Tanto valdría dejar de lado a Einstein o a Newton. En esto estimo que en ningún lado está escrito que los trabajos de la literatura, un arte más, deban ser comprendidos por la masa. Sé que con esto me instalo en las formas aristocratizantes de Ortega, en su "Deshumanización del arte". Apodícticamente me muevo en la posición que este mismo filósofo consideraba en uno de sus prólogos para extranjeros: no hay forma de mensaje universal. No existe la democracia, en la actividad artística. Se escribe siempre para alguien, o para ninguna, si al autor le place. El discurso para todos, el discurso de extensión universal, es utópico. Cada emisor se comunica en vistas de alguien, de un nivel, de una capacidad de comprensión, de un código compartido. Y en esto, Borges ha sido categórico: en sus mejores trabajos no ha tenido en cuenta a ningún lector: ha escrito para sí mismo. Cuando tardíamente, ya llevado por las dificultades de la ceguera y ganado quizá por la tristeza de no tener lectores, entendió que debía bajar su nivel, logró resultados mediocres, aunque siempre altos, por más que la crítica, al menos la que hasta mí ha llegado, no lo dijera.
            Ahora bien. En lo que a mí concierne. En el 86 se cierra la obra de Borges, y cabe preguntar qué puede diferenciarme de él. Estrictamente, para bien o para mal, el asunto o los temas. Yo pretendo, independientemente de los resultados, trabajar con el espectro total de la experiencia de la vida, a diferencia de Borges que cercena arbitrariamente la realidad siguiendo los dictámenes de preferencias que  como tales, son en todos siempre arbitrarias, pero gruesas en él. Su enfrentamiento al universo es muy parcializado y desdeño todo un orbe de problemas sociales y humanos. Desdeño por repugnancia, sobre todo, el cuerpo. El sexo. La pasión. La mujer. Sus relatos y sus cuentos y sus poemas muy tangencialmente hacen referencia a estas entidades. Esa vida no vivida deja genialmente desencarnadas sus piezas literarias. "Ulrica" es pobre. Emma Zunz es un buen tema cedido por una de sus amigas pero tratado con frialdad y evidente desprecio. "La intrusa" tiene una ausente mujer que nos enternece y deja en relieve a los Nielsen, justificando al cineasta que hace de los dos hermanos un par de homosexuales, en interpretación que va muchísimo más allá de la posible latencia de un texto. Alguien dijo con acierto. Los Nielsen son Borges y su madre. La intrusa es toda mujer que haya habido entre ambos. (Borges sentía horror por todos los asuntos sexuales y tuvo siempre una inteligencia genial para que esto no fuera transparente en su literatura).
28 de septiembre de 2000
            Bueno. Mucho ha acontecido entre las últimas palabras, y éstas. Muchas ilusiones se han perdido definitivamente; muchos autoengaños. Hoy me siento realmente solo, sin haber cultivado nada que fuera valioso o que tuviera una significación que pudiera dar sentido a mis horas, a mis esfuerzos y a mi lucha. Algo ha concluido para siempre, pero no se vislumbra otra cosa en el horizonte. Mucho coraje necesito ahora para erguir mi vida sobre las cenizas de lo que queda. Creo que estoy en el ápice  de desorientación de toda mi vida. Creo que he estado persiguiendo fantasmas y no sé cómo hacer, de aquí en más, para aceptar la pobreza de la realidad un poco ermitaña y demencial en que estoy viviendo. Son muchos los años de soledad y de mentiras con las que me falsilfiqué las cosas, para no ver y para poder seguir adelante. Tengo mis hijos, sí, pero ni siquiera con ellos puedo hablar de estas cosas tan decisivas. Yo he estado viviendo dos vidas: la real, soportable solamente por la irreal. Pero ya sé que esta última no existe y ahora se trata de soportar con entereza  la primera. En esta vida "real" sólo existimos sobre la nada que todo lo circunda. El universo entero, todo nuestro ser en el mundo, es un infinito cementerio. Estamos rodeados de muerte. La soledad, en estas condiciones, puede conducir a la locura. Debe existir, sin duda, algún camino, pero no lo sospecho. Todo está flotando sobre la total nihilidad, y la historia entera no es el testimonio de las glorias o de las grandes cosas, sino un amontonamiento más que infinito de cadáveres. Estamos y no sabemos porque estamos y porque habiendo llegado, nos vamos. Esto es más que patético, y sé claramente que para divisarlo es menester encontrarse tan solo como me encuentro yo. El aislamiento es la porosidad a través de la cual esta verdad que menciono viene a nosotros.
viernes, 13 de octubre de 2000
            Es importante el ámbito en que trabajamos, el lugar en que nos sentimos aligerados y en el que nuestro pensamiento y nuestra imaginación pueden fluir con celeridad, con cierto gozo, con facilidad. Para mí, puede ser mi escritorio, en lo que respecta a mi casa, y acaso, la noche, en lo que concierne a la horas del día. Además,
 ya he comprobado, cómo estuve reflexionando esta tarde, que no me conviene ni me complace, ir desde el espíritu a las palabras, sino desde las palabras, al espíritu. Generar, así, desde la estructura misma de los vocablos que nos hablan, y que a veces hablan por sí y desde sí, un mundo imaginario. Esto me satisface. Corresponde a una exigencia mía: la forma debe llamar al fondo y el fondo debe quedar justificado por la forma. La verborragia que pinta universos fantásticos, no me interesa.
sábado, 28 de octubre de 2000
            Ayer visité la muestra nacional consagrada a Quinquela Martín. Se agruparon ciento setenta obras dispersas en colecciones particulares, en museos nacionales y extranjeros. Ya algún conocimiento disponía yo sobre la vida y obra del pintor argentino, que nacido en 1890, murió en 1977. Pero no había tenido nunca sus cuadros delante. Trabajo gigantesco y voluntarioso emanado de una pasión intensa y de un amor indudable por lo que hacía. Claro carácter desparejo, en los distintos períodos y aun en un mismo período. Continuidad casi reiterada de temas y soluciones. Logros menos consistentes toda vez que se propone perseguir una "idea", dándole a su pintura un vuelo que lamentablemente no alcanza a tener. Su vida ha sido más que interesante y un ejemplo, en este país, en donde los carboneros suelen comenzar como carboneros y morir en cosa parecida. En lo personal, impacto de la plástica como asignatura pendiente: la dicha que me perdí, hasta el momento, por haber abandonado en la pubertad, mi proyecto de sumergirme en estudios artísticos. Hoy -de esta manera -, me siento confinado a este mundo abstracto de la palabra que sólo tiene un alcance virtual en el impulso que lleva a la comunicación. Todo lo que yo pueda decir no tiene vigencia si no hay un ojo y un espíritu que lo lea. Y aún así, la palabra es el vehículo del lienzo imaginativo e ilusorio que cada uno elabora dentro de sí mismo con perfiles irrecusablemente singulares. La escritura es la más indirecta de todas las actividades artísticas...Salí, como presiento antes de ingresar y como luego acontece, algo desesperado. Y, en mi desconcierto, pensé que acaso cupiera unificar, en un texto, las tres preocupaciones centrales de mi espíritu: la filosófica como trasfondo trascendente, la literaria que tiene grandes connotaciones musicales, y la plástica, que en verdad, hasta el momento, nunca me atreví a ejercer. Pensé que acaso un párrafo bien pudiese reunir los tres impulsos. Describir con minuciosidad de pintor, exaltando formas y colores y con sensibilidad de escultor, resaltando volúmenes. Escribir con una prosa cuidada y siempre consagradora de los valores poéticos en una melodía agradable y bella al oído interno. Y terminar siempre dando lugar a una alegoría intensamente metafísica. Golpear allí, donde el arte realista no incursiona, donde la vida inauténtica y el arte inauténtico que le corresponde, no se aproximan.
jueves, 02 de noviembre de 2000
            Si toda obra literaria debiera ejecutarse una vez que todo el camino de la vida estuviera recorrido, una vez que la madurez existencial, cultural, filosófica y de erudición estuviese consumada, no existiría la literatura. Esta sensación es la que  recojo tomando entre mis manos una novela que ha dado que hablar, y que fue escrita por un adolescente. "El diablo en el cuerpo", de Raymond Radiguet. Estoy con este trabajo, en el tipo de literatura en el que no puede avanzar. Estoy instalado en alguna forma de realismo gnoseológico y metafísico, que corresponde a la vida de todos los días: algo que mayormente no me interesa. La vida humana, como opinaba el filósofo español, ya ha dado todas las combinaciones posibles, o casi. Esto es lo que yo siento, por más que siga habiendo lectores para lo folletinesco y para lo que no siendo tan folletinesco me produce a mí la sensación de tal... Anoche, yo me decía. La pasión humana me interesa en los linderos no tocados del Marqués de Sade. Y lo que habría que ejecutar es una obra como "Ficciones", estilística y esencialmente, con contenidos de la obra del vilipendiado francés. El uso magistral de la lengua, que lejos está de darse en éste, con los bordes no tocados de lo humano, lo que la apreciación vulgar considera, en el arte, no en la vida que cada cual ejecuta personalmente, mero apunte pornográfico. Pero incluso para un laudable proyecto de esta envergadura es menester instalarse en la soberbia de la existencia, que desconoce la finitud de todo intento singular, que desconoce el golpeteo del absoluto y de la infinitud de los entes de un universo y de un tiempo misteriosos que nos maltratan, que nos hacen bajar los brazos y que nos llevan día tras día a la esterilidad. Cada vez más me invade lo "circunvalante" de Jaspers, pero no como pluralidad de formas trascendentes y nebulosas, sino como densas masas compactas cargadas de datos y de significaciones de una realidad física o histórica que está más allá, pero que todo lo inunda en nuestro interior, restándole motivaciones a todo impulso subjetivo. Ya lo supo y lo dijo Nietzsche, en "Consideraciones intempestivas", cuando de ocupa de la amenaza de los estudios históricos para la vida. Toda mi carrera ha estado como aplastada, en su orden creativo, por la totalidad ausente que me hostiga y  que me asfixia. Por los millones de libros que se han escrito en el planeta, los millones de ideas que han sido creados y que han circulado, los millones y millones de vidas borradas para siempre. Por este ente en su totalidad que engendra y devora lo que engendra. Yo puedo escribir, sí, pero lo no escrito, que era para Heidegger, de alguna manera, lo no pensado y que daba que pensar. Decir "lo no escrito" es referirse a una literatura que no se avergüenza de confundirse con los ensayos más difíciles y más arduos de la filosofía.
viernes, 15 de diciembre de 2000
            Cuando todas las grandes ilusiones se han derrumbado, encuentro que debo iniciar de nuevo mi vida de estudiante. En algún sitio, en algún lugar, en seminarios, clases o conferencias. No tengo amigos ni amigas de mi nivel, y así no se puede proseguir, ni para lo que tiene que ver con la vida, en todos sus aspectos, ni para todo lo que tiene que ver con la muerte. Absurdamente creí que podía avanzar solitariamente porque tenía tiempo para todo lo demás. Hoy sé que no es así, y que solamente cuento con esta estructura de presente descarnado y no provisto de alicientes que den pábulo a la existencia. Cualquier situación es intolerable en esta soledad demencial en que vivo, sin ecos ni resonancias de ningún tipo. Aunque me cueste decirlo, en estas condiciones, no estoy vivo, por decirlo de manera eufemística.
domingo, 17 de diciembre de 2000
            Si quieres hablar tu lenguaje, aléjate del idioma de los que te rodean y de ese otro idioma insignificante de los denominados medios y de la mayoría de las páginas anodinas que lees. La verdad arcana, misteriosa, de cada palabra, anidada en escondrijos sólo sospechados, siempre te atormenta, pero sólo su develamiento, te calma. Esto ya lo sabes hasta el hartazgo, por más que debas redescubrirlo una y otra vez. Y, también, no ignoras que estas preocupaciones, para el "mundo" son minucias, en tanto que para ti son el eje irrecusable de tu alma, en todo intento de aligerar el peso de una de tus no menores angustias. Cuando logres algo de lo perseguido, que en estas palabras personales y sentidas  se apunta, te sentirás más tranquilo, más relajado, más reconciliado con la espinosa vida y con la insalvable muerte...Así, como en este momento en que las lágrimas, asoman a tus ojos, en tu vida asaz solitaria.
            Lucha...¿Quién te ha querido convencer de que no tienes derecho a tener un destino grande?...No escuches más - por favor- a los medianos, y no esperes nunca resonancia externa, para certificar la existencia valiosa y concreta de tus palabras y de tus silenciosos actos. Deja de lado enteramente toda esperanza de comprensión exterior, que no te está predestinada, y ahonda en ti mismo, en tus vivencias de pensador y de artista, sin medir las consecuencias a cada paso que das como si ello fuera natural o forzoso, con inseguridad de púber, o de adolescente. Los resultados de lo que haces bien pueden no ser el éxito o el eco y más bien, o casi seguramente, puede ser la catástrofe total: la que imperturbable a todos los vivos nos aguarda. No interesa. Al menos, viviendo de esta manera, aprenderás de una vez por todas a estar tranquilo contigo mismo, a ser feliz en tu soledad, que no logras desbloquear. Respeta estas percepciones y medita en que más que esto no puede ofrecerte tu destino, en el mundo de hoy. Excluye de tu orbe individual, por entero, a los que te rodean. Desrealiza, la realidad. De una vez para siempre debes comprender que lo que buscas, por la generalidad no es buscado, y que ya sólo te entiendes con tus amados libros, con tus amados autores, en su mayoría, muertos.
            Estimo que es un buen camino el de pergeñar en mis páginas personales mis ideas para después volcarlas en esta página electrónica y virtual, que se salva de sus riesgos con el mínimo trabajo de volcarla, periódica y sistemáticamente, en un diskette.
lunes, 09 de abril de 2001
            Finalmente he descubierto la causa de mi resistencia a toda publicación de mis trabajos. Me da horror  que mis escritos, que siento como pedazos y confesiones de mí mismo, como hechos de la más rigurosa intimidad, queden en manos de cualquiera. Finalmente, también, sé que escribo por el mero placer de dar forma a contenidos de mi subjetividad, impulso enteramente ajeno a la publicidad, a la notoriedad, al reconocimiento ajeno. Todo eso que significa en pequeño o en grande, la fama, esa palabra que puede llegar a ser horrible, porque es la mayor pérdida de libertad, me tiene sin cuidado, o más, me da asco, es un hecho sucio en el que los otros nos tocan y nos manosean con su descuido y su mediocridad. Plebeyos que nada saben de nuestro dolor, de nuestra tragedia, por unos pesos tienen derecho a hollar nuestro suelo sagrado, el lugar en que transcurre nuestro destino, nuestra existencia, casi siempre desgraciada.
            Hoy vuelvo a estas abandonadas páginas, con el claro convencimiento que emana de este hecho finalmente descubierto. Sólo me siento en paz cuando escribo para mí mismo, cuando converso en un extenso soliloquio con mi propio yo. Si no amo a la gente, si estoy cargado de repugnancia por las masas y por la mayoría adocenada...Cómo voy a tener interés en que los miembros de esa masa pongan sus zarpas en mi delicada alma? Es la misma sensación de pudor y asco y rechazo que siento cuando personas desagradables por una decisión impensada, se meten en mi caza, y deambulan por su interior. Es la misma experiencia, hipertrofiada, que siento cuando una rata inmunda invade mi morada y debo perseguirla con tramperas y con venenos, permitiéndome luego el posterior gozo de destruirla. Yo creo que en toda actividad importante, en toda actividad literaria o artística, la publicación debe ser póstuma, de tal manera que ya no estemos para saber que pasa con lo que hacen con nuestras cosas. El reconocimiento externo me tiene sin cuidado, porque sé lo poco que valgo y lo mucho que no valgo. Porque sé que todo reconocimiento externo, es pueblerino y relativo. Porque el único reconocimiento que me interesaría es el de Borges, que ya está muerto. El de algún otro escritor o pensador amado. O el de Dios, que no es objeto de mi creencia.
            Al mismo tiempo, hoy también sé quién soy en otro sentido: en el de mi valor intelectual, que nada tiene que ver, tampoco, con las mayorías o el populacho chico a grande que me circunda. Y es así, de esta manera en que voy puntualizando las cosas cuando acierto a darme cuenta que estas páginas absolutamente íntimas son el único ejercicio de la fascinación de las palabras que quiero. Son una muestra, dicho con una sola voz, de mi misantropía.
jueves, 03 de mayo de 2001
            Con el nuevo plan que estoy elaborando, para trabajar, para estudiar, para leer, para escribir, prácticamente no me alcanzarán las horas de la vigilia. Su ejecución debe ser estricta, metódica, y abarca una serie de objetivos que han sido hasta ahora, los míos, pero que, al mismo tiempo, no han sido cumplidos con la debida escrupulosidad. De alguna manera, con lecturas rápidas y con lecturas lentas, debo recorrer no menos de tres libros por día. Avanzar en los cuatro idiomas, con todos los medios de que dispongo. Resumir lo esencial de mis tareas diarias, manuscrita o electrónicamente. Y escribir, al menos, tres carillas diarias. Sea en cuento, en poesía, o en ensayo. Esto es lo esencial de cada jornada y todo lo demás, pasa a ocupar un plano subalterno. El plan, es de aliento largo y constituye, ante mí, no ante nadie, una justificación de mi vida. Se deja, simultáneamente, toda expectativa sobre la repercusión de mis actividades intelectuales, ejecutadas en soledad. No se busca ya ni resonancia, ni eco, no reconocimiento. El mundo en que estamos viviendo, no me es favorable, ni auspicia las inquietudes que son mis personales inquietudes. Mi vocación no es de este mundo y todo intento de encontrar comprensión en lo que me centra en mis preocupaciones, es delirante. La búsqueda de mujer, es abandonada. Esto es, la búsqueda de mujer total. No existe. Por consiguiente, todo se centra, en ese plano, en un orden bien determinado que tiene que ver con la sensualidad y con todos los grados del erotismo. Que sea así, no debe ser revelado a ninguna. No he encontrado todavía muchas mujeres que puedan entender ni mis ideas, ni mi vocación más genuina. Ni mis enfoques sobre la vida, sobre el amor, sobre las relaciones interpersonales.
            Debo empezar a precisar lo que días pasados pensé como mi poética. Determinarla puede hacerme bien, no malgastar energías y apuntar, más certeramente, al blanco. Por ahora debo mirar  y repensar los bosquejos que he redactado y esquematizado,  al respecto.
viernes, 04 de mayo de 2001
            El principio de la sabiduría, según lo entiendo en este momento, puede formularse diciendo: todo está dicho ya, y, sin embargo, todo está por decirse. O nada está dicho. Esta paradoja suena a tal cuando no se piensa. Basta un mínimo de reflexión y de sinceridad, después de haber recorrido los caminos que en los años hemos transitado, para saber que es así. Todo es certeza y certeza falsa, todo es duda, todo es incertidumbre, mientras nos roza, "mientras  nos gasta, la indubitable realidad del tiempo". Será ésta, acaso, una certeza absolutamente firme? Tal vez. No estoy seguro ni siquiera de esto.
            Con gran celeridad, con mi automóvil, con buen ánimo, me acerqué a la editorial Santillana para recoger el manojo de originales de mis cuentos. Los tomé, me reencontré con pedazos de mi vida y di una ojeada. De pronto, tuve la certeza de que ninguna mirada pasó por ellos: la convicción de que nada de lo allí contenido fue leído. Nadie se ocupa de nadie y menos de un hombre que es escritor inédito. Los tiempos no están para este tipo de generosidades, porque el afán de lucro es lo que guía todos los menesteres, no ya los que tienen que ver solamente, con la economía. Quién puede ocuparse de un escritor que se desvive en la angustia para ahondar en verdades eternas, o no tan eternas, en estilo pulcro y cuidado que descree del vocabulario usual en la vida "televisiva" de los últimos tiempos? Nadie. Es una utopía de ese infantilismo, de esa inmadurez adolescente los que no hemos querido abrirnos a toda la porquería que ha ido invadiendo el mundo. De esa mirada ingenua y juvenil que no queremos abandonar, y que nos lleva a creer con indomable candor en el posible espíritu digno de los otros. No es así. La que está al frente de un grupo editorial no fue puesta allí para promover valores o para hacer del lenguaje una gema, sino para estimular posibles ventas, para gestar buenos negocios.
viernes, 06 de julio de 2001
            Mucho trabajo me cuesta aceptar el contenido de proverbios muy antiguos y muy sabios. Somos dueños de las palabras que no emitimos y esclavos de las que pronunciamos... Debemos atravesar la vida en silencio, hablando con nosotros mismos y pronunciando las mínimas palabras en el intercambio con los otros. La relación fundamental es siempre la que sostenemos con nuestra propia persona y el diálogo más importante es el soliloquio.
            Todo este proceso de preparación para mi intervención quirúrgica, la operación misma y el tiempo postoperatorio me han ido sacando  poco a poco y de modo no  reconocible, de mí mismo, me han alejado de mi ser, siempre reflexivo y concentrado, perseguidor de la palabra justa para denominar cada fenómeno. A eso se agregó la exultación, la alegría cuasi maníaca de volver a encontrarse bien, de haber superado una dificultad física que me disminuía repercutiendo en la autoestima y en la imagen de mí mismo. Algo muy importante he ganado, aparte, fuera de la corrección de un problema somático no severo pero significativo, es cierto: arrancarme de la banalidad de todos los  días, de la mediocridad del mundo del trabajo y de todo cuanto lo conforma, de la medianía en que transcurre la vida en contacto con los que ni de lejos están cerca de una visión metafísica o filosófica en sentido lato, de la realidad. Los otros, todos los otros, casi sin excepción, son la muerte del alma, de las cosas más importantes, de los sueños más altos. Allí, en ese mundo que espontáneamente se establece con ellos como un tablado anímico disparado por un resorte automático, no hay lugar para los sueños, para ningún proyecto singular, para captar, en lo esencial la dimensión trágica y contingente y tan eterna como el hombre, de la existencia individual. La vida cotidiana, la ciencia, la técnica, el cotorreo de las calles y de la televisión y de la radio, es todo la misma cosa. Es la permanencia en la condición animal de la existencia humana, que buenamente Heidegger denominaba con palabra condescendiente, inautenticidad.
26 de setiembre de 2001
            Es imperioso volver a las posiciones espirituales que han ido quedando atrás, de manera insensible, a lo largo de varios meses. Retomar los propios intereses, los propios afanes, aun cuando, esta preocupación por la claridad y por el perfeccionamiento, no sea compartida por la mayoría. Ser anarquista y por completo individualista. Así, de esta manera, se fracasa, pero de un modo totalmente personalizado. se acepta el propio ser y se sabe que toda vez que intentemos satisfacer a los otros, para ser como los otros, nos estaremos traicionando. La única felicidad que nos queda de modo continuo, es la fidelidad a lo que  realmente queremos de modo persistencia, con el mandato, siempre enigmático, de la propia vocación, que siempre nos golpea con su voz resonando en nuestra interioridad.
jueves, 04 de octubre de 2001
            Sigue siendo imperioso que me desconecte del entorno y de las presiones espontáneas que, naciendo en mi interior, me atenacean y me impiden alcanzar una forma de vida de fluida respiración espiritual. En la que la imaginación, el pensamiento y la voluntad, no estén sujetos a lazos entorpecedores, a cadenas que impidan el vuelo y el sueño. La supuesta "realidad" gravita siempre en mí, aun cuando sé positivamente, con firmeza, que tal realidad es mera subjetividad y creación de la vida interior en lo que esta tiene de libre o de esclava. Ciertas figuras de personas, especialmente de mujeres se me imponen con fuerza injustificada y no me permiten obrar. No me permiten ser enteramente yo mismo. Pero el hecho de que yo lo sepa es importante. La conciencia es siempre la puerta abierta para la modificación de una conducta dañina. Cuando los hechos operan desde las sombras, poco es lo que se puede hacer. Seguramente. Y la mayoría de nuestras conductas surgen en los sótanos y solamente mediante reflexión y trabajo se colocan debajo de la luz de la mirada de nuestra conciencia. La palabra es vehículo obligado para que lo que es informe, cobre una estructura intuitiva que permita acceder a la evidencia.
            Entiendo que lo más adecuado es escribir en páginas de este carácter. Íntimas  y fieles al pensamiento interno, al soliloquio que tiene como emisor a nuestro propio yo, con sus propios códigos de entendimiento. En el soliloquio, el yo habla y el yo escucha.  El yo formula y el yo decodifica lo formulado. No hay ascensos ni descensos de nivel. No son necesarios. Nosotros, siempre nos entendemos a nosotros mismos
jueves, 25 de octubre de 2001
            Lo único que justifica, para mis posibilidades, para mis exigencias, el intento de cultivar ficciones, es la unión de la máxima exigencia racional del lenguaje del ensayo con los elementos meramente narrativos establecidos y consagrados por la tradición y por los usos. La ficción no debe tener ejecutada de esta manera, menor densidad que un texto filosófico. Debe ser una concretización, debe ser de algún modo, la visión metafísica de lo que se da, a través de la inevitable estructura imaginativa del espíritu. Toda forma coloquial debe quedar eliminada y apartada para otros menesteres. El coloquio es una de las formas de expresión del lenguaje inauténtico.
sábado, 17 de noviembre de 2001
            Un bosquejo de biografía, a propósito de una entrevista, de Bioy Casares. Sus palabras suenan distendidas y lejos estamos del formalismo cuasi académico de Borges. Una vida que privilegió siempre la vida, el placer y la felicidad, y que, como tal, se quiso inmortal, sin disimulos. Nada que ver con las universidades y nada que ver con el cultivo de los altos perfiles o las figuraciones. Un escritor solitario y en cierto modo hedónico, no perseguido por el fantasma de la erudición, de su amigo. Mujeres, deportes, viajes, infidelidades a Silvina, y amigos y por las mañanas escrituras, aunque no con rigorismo del que se mete de modo cotidiano, a un taller. Se observa una vida así, y se respira mejor y acaso se llegue a pensar, como me ha acontecido, que tal modo ligero en apariencia de enfrentar el oficio puede reintegrarnos al menos en el primer plano del entusiasmo, al oficio. Nada que ver con los prestigios y con las  búsquedas de los honores y de los reconocimientos literarios. La crítica es una autocrítica, sobre todo y firme y exigente. La infancia en Pardo, amores sexuales con la gobernanta francesa y experiencias con la Susana del conventillo de enfrente. A los quince o dieciséis comienza a poseer a las mujeres, porque cree comprender que eso es lo que quieren las mujeres, justificadamente, agrega.
martes, 04 de diciembre de 2001
            Debo escribir sobre el resultado de reflexiones últimas sobre el amor y la mujer. Demasiado alejado estoy de estas páginas, y eso, no es bueno para la fluidez del discurso. Ayer, vi muchas cosas con claridad, en torno de estos asuntos en su vinculación con mi vida. Han sido cosas  que han estado vigentes en mí, siempre, pero de manera no declarada. En el día de ayer creí haber arribado a una percepción lúcida. Dicho sucintamente: la mujer, como esperanza de amor en un sentido romántico ya es para mí, cosa acabada y hasta ridícula. Algo que me avergüenza haber sostenido, en otros tiempos. De este modo, la única concepción, o el único enfoque que me queda, es el de la mujer objeto. Objeto sexual, por supuesto. Esto descalifica totalmente a la mujer como persona, pero no quiere decir que yo pase a estimar, en mayor medida, a los hombres. Mi misantropía -y no mi misoginia- se acentúa cada vez más. Lo cierto es que la mayoría es siempre masa despreciable. Solamente unos pocos se salvan. Solamente un puñado de  seres humanos conservan ciertos valores que los tornan aceptables para seres como yo, que abominan de la moral, pero porque tienen una moral más fuerte y con mayores exigencias. Para mí, la vida del espíritu ya deja de lado a la generalidad de los hombres y de  las mujeres. Pero como no me veo obligado a tener relaciones interpersonales, con los hombres, debo dejar bien en claro mi vínculo con la mujer, que sólo debe quedar restringido al orden de la sensualidad, y de la sexualidad. Hasta las mejores mujeres que conocí, me defraudaron. Sobre todo en el plano ético. Y eso ya es para mí una cosa casi definitiva. Mi capacidad de entusiasmo ha sido mellada, desgastada, con severidad.
16 de enero de 2002
            Cierta vez, un hombre que iba sobrepasando los años que están más allá del momento medio de la vida, aunque nada hiciera en él ostensible esa edad, se enamoró de la joven mucama que atendía su casa. Ella tenía no más de quince años, aunque por su altura, por su porte, por su intuición y por su inteligencia, por su capacidad general, por el vuelo de su espiritualidad, por la prontitud  con que resolvía las frecuentemente complejas dificultades del hogar, era toda una mujer. Se trataba de una hermosa muchacha de origen paraguayo. Sus ojos eran oscuros,y sus pestañas largas describían hacia fuera y hacia arriba una visible  curva ascendente. Su nariz era menuda y su boca, sobre todo su boca, tenía unas líneas que la hacían enteramente expresiva  y enamorada de la vida, y lo mismo acontecía con su sonrisa. Cuando ella entreabría su hermosa boca de dientes blancos y bien conformados y expresaba la franqueza de su fresca alegría, el hombre caía en la cuenta, repentinamente y sin dudas,  por qué la amaba. Sin ir más lejos, o quizá, yéndolo, porque ciertamente sentía pasión por todo su agraciado cuerpo y su delicada y generosa alma. Experimentaba por la casi niña, por la adolescente en formación,  una pasión emocional y física que nada podía desmentir. Bien sabía ese hombre, serio por lo demás y muy lector y muy estudioso de continuo, que la intensidad de sus sentimientos por esa muchacha no eran del todo comprensibles para los otros, para los que consultan primero "lo que se hace o se debe hacer", para después ejecutarlo. Él no era así en ninguno de los aspectos de su existencia. Empedernido solitario  y sano transgresor de hábitos sociales, no respetaba normas y siempre se dejaba llevar por lo que brotaba de manera natural desde dentro de sí, desde lo más recóndito de su corazón y de su entraña, que sí  le advertía de manera más que evidente, para un hombre que conoce su cuerpo y su alma, lo que sentía. En cuanto a ella, a pesar de su juventud, era también más que independiente en sus enfoques y pensamientos. No obstante sus cortos años, trataba de vivir su genuina vida, con su propio criterio, y en eso, ciertamente, resultaba mucho mayor que los escasos años revelados por la siempre poco significativa documentación cronológica. Ambos, poco a poco, se fueron entrelazando en un vínculo de comprensión recíproca y de ternura cada vez mayor. De gestos amorosos tenues, pasaron a los besos, primero tímidos y detenidos en su curso, y después ardientes. A los abrazos apasionados, a la respiración entrecortada, a la llamada de los cuerpos. Finalmente - como era previsible- encontraron la totalidad del amor. Con inocente alegría ella, que recorría sin tanta experiencia previa ese encantado camino, con cierta zozobra él, porque bien sabía que la sociedad, como un todo, no lo estaría entendiendo ni aprobando. Tanto el hombre como la muchacha, se sintieron instalados en otro mundo, de sueños y de dulces caricias diarias y nocturnas, cosa -es sabido- que solamente el amor puede deparar. Vivían sus días con la dicha de compartirlo todo, desde el alto amanecer hasta las noches apasionadas. Él se iba luego a cumplir sus obligaciones laborales, pero sabía con la dulce convicción de la costumbre, que ella quedaba en casa, esperándolo. A veces, salían por las cálidas noches de verano, a pasear, a mirar vidrieras, a tomar algún helado entre miradas y breves palabras de deleite. Luego se recogían juntos hacia la casa y sentían que penetraban en un nido vasto, grande y casi gigantesco para los dos, que les pertenecía. Casi nadie, o muy pocos, realmente muy pocos, sabían de ellos y de su  vida íntima. Y mientras esta situación durase, bien entendían que su goce y su felicidad, estaban a salvo.
            Presionados por las circunstancias, o por algún impensado error cometido por ambos, algún otro de ese mundo ajeno, despótico y al acecho, se enteró, o sospechó apenas estas cosas. Era un familiar que tenía la tenencia de la muchacha, que más que custodio, era un joven ofuscado por los celos. Con frialdad, entendiendo que hacía lo que debía hacer por cariño, los separó. El hombre, al perderla, lloró este eclipsamiento en su cielo como un chico -es cierto- y la muchacha se sintió un poco furiosa y hasta hilvanó ideas que la hacían regresar a Paraguay, su país de origen. El hombre se sintió desconsolado porque ella, de pocos años, no podía manejar esta tan difícil situación familiar planteada de modo inesperado. Por un lado, la tironeaban el afecto y la solidaridad para con los de su sangre, y por otro la atracción que este hombre, de manera un tanto incomprensible, ejercía sobre ella, sobre su corazón y sus entrañables fantasías. El tiempo y las distancias obligadas los fueron separando. Pero ninguno de ellos dejaba de pensar, de continuo, en el otro. Ella, tal vez, juzgando tibiamente que tenía entre sus manos una posibilidad de reencuentro. Él, en cambio, resignado a su desgraciada suerte, no.
            Cuando pensaba en ella lo hacía recordando los dos meses paradisíacos pasados a su lado o teniéndola en sus brazos, pero sin ninguna esperanza de que eso pudiera tener una segunda parte o una continuación. Que tal cosa aconteciera, no dependía de él, se remarcaba. No tenía su número de teléfono ni tenía cómo hacer para reencontrarla. Muy de tanto en tanto ella le hacía una llamada por teléfono, pero sobrecargada de dudas, de vacilaciones, de culpas y de cosas y de gestos no resueltos. Mientras duraban esos momentos, el hombre juzgaba que acaso el futuro le deparase otra oportunidad. Pero ella, entonces - de manera sistemática- dejaba de llamarlo como para persuadirlo de que eso no iba a ocurrir, y él mandaba todo lo vivido en común al baúl de los recuerdos... Otras mujeres pasaron luego por su vida, pero siempre el  hombre la nombraba y la recordaba a ella, como una estrella fija en la noche de su memoria o de su obligado olvido, teniéndola cerca, riéndose como una ingenua criatura, o leyendo - juntos - poesías, acariciándola con suavidad, con delicadeza, incansablemente.
            Ahora, esa muchachita paraguaya, bella como siempre, ha reaparecido, llevada como por una lógica que la movió y la persuadió, como por una aceptación del destino único que no nos es dado rechazar. Ella, ciertamente, tiene un cierto miedo de hacer lo que hace, pero también juzga que todos los otros intentos que ha emprendido en su vida para apartarse de esta región de su pasado, son incompletos y la dejan  lejos de la magia que siente junto al hombre que en su momento la hiciera vibrar en cuerdas de toda su alma y todo su cuerpo, antes y después, desconocidas. Con extremado cuidado, con parsimonia no estudiada sino espontánea, se va acercando a él. Ya no es una niña. Va a cumplir diecinueve años. Ha crecido y aunque con dudas sobre qué es lo que debe hacer, siente que él, ahora, llena por momentos sus pensamientos y ciertas esperanzas de ampliar el tejido en que se teje y se desteje su  vida. El hombre, en tanto, de manera natural ha dejado  entretanto al resto de esas absurdas mujeres que lo rodeaban, y permanece fiel a ella, a las pocas horas semanales en que la ve, y a la posibilidad de urdir  un pedazo de vida cargado de amor y de entrega inocente y sin cálculo. Bien sabe que es un sueño peligroso y difícil, pero prefiere soñar este sueño a vivir una realidad torpe, marchita, gris, sin relieve y sin la magia de la esperanza renovada y de la brillante ilusión.
 
domingo, 24 de marzo de 2002
            Yo no soy para nada, amigo de lo colectivo. Es lo mismo que decir que soy absolutamente individualista. Durante muy poco tiempo en toda mi vida, he vivido en un departamento y cuando salí de allí tomé expresamente la resolución de no volver jamás a ese tipo de vivienda. Por lo demás, crecí en una casa de corte tradicional, con habitaciones mirando a un patio largo en cuyo centro había un par de durazneros. Una casa con animales, con muchas plantas y con retazos de jardín. Con gran cantidad de macetas y de canteros. Crecí amando el cielo  que se "derramaba" en el seno íntimo de mi hogar, o las estrellas que titilaban "fervientes" a lo lejos, avistadas en noches frías de invierno o en bochornosas de verano... Ahora, vivo en una casa y en una casa he resuelto vivir toda mi vida. La casa y no el departamento, nos dan mayor arraigo en el ser. Al poseer una casa, en el tiempo efímero de nuestras vidas, un retazo de ser nos pertenece. Así, la posesión de una casa es casi una decisión de raíces ontológicas.
            La hipocondría.  Un fenómeno psicopatológico que hipertrofia el temple existencia básico de la "cura" heideggeriana. La pregunta pertinente es... ¿Dónde termina la preocupación normal y empieza la hipocondría? Es el problema tan repetido de saber dónde termina la normalidad, y dónde comienza la desmesura...
domingo, 21 de abril de 2002    
            Hay momentos odiosos en los que debemos tomar resoluciones que nos molestan. Un hijo se encuentra en dificultades emocionales que de alguna manera entorpecen muy gravemente el desarrollo de nuestra vida. Si lo atendemos, dejamos de existir. Es como si ya estuviéramos muertos. No puede entender las legítimas razones porque su neurosis obsesiva es destructora y avasallante. Tratamos de buscarle ayuda pero la salud en nuestro país está dejada de lado como tantas otras cosas que tienen relación con el cuidado de la vida y del espíritu. El tiempo pasa y no acertamos a encontrar una eficaz y solícita disposición para sus dificultades. Nuestros días se ven obstaculizados y nuestro mismo precario equilibrio amenaza con romperse. ¿Qué hacer en estos casos? Aquí hay un problema moral para cuya resolución no hay respuestas externas. Ya lo sabemos. Está en un famoso opúsculo sartriano.
domingo, 05 de mayo de 2002
            Mi hijo se debate en medio de las angustias de sus síntomas obsesivos y de sus compulsiones. Todo eso me perturba, me inquieta y sobre todo, a través del desgaste emocional, físico, nervioso, contribuye a acentuar mis predisposiciones depresivas. En esta tarde de domingo, me siento agotado y de pronto encuentro, leyendo algunas páginas de Borges, que tal vez, la escritura, el estilo cuidado, el uso estético del habla, puedan ser mi salvación. Los colores, las formas y los volúmenes de la plástica ya han quedado atrás, muy lejos y hoy necesito ejecutar ese poquito de hermosura que acaso justifique mis minutos. El medio en que vivo no contribuye para que estas tendencias sean aceptadas, ni desde afuera ni desde los mandatos internos que esa exterioridad genera. Con frecuencia me avergüenzo del estilo retórico en que he escrito la mayoría de mis versos y de mis cuentos. Y eso no está bien. Puede ser que no haya un ámbito social que aplauda esas maneras, o cultural, pero son las mías y debo persistir en ellas por la razón del goce que me ocasiona escribir como escribo, aunque mi estilo sea trabajoso para la gran mayoría. "Ficciones" hubiese sido imposible consultando, no ya al argentino medio o culto, sino al occidental al uso. Borges con su genialidad fue mucho más allá de todo eso dejándose llevar por lo que tendía a brotar espontáneamente de su sentido de belleza y de su trabajada inteligencia.
            Me encantan las parábolas de Célestin Freinet porque claramente ejecutan lo que es el proyecto espiritual, intelectual, de toda mi vida. Llevar el pensamiento abstracto al ropaje de la narración, de la poesía. Los tratados y los ensayos me desalientan. La poesía, nunca. Tal vez haya una forma de incursionar en ellos, y es la realizada, por ejemplo, en "Otras inquisiciones".  Muchas lecturas faltan a mis lecturas, lo sé. Pero las  que tengo pueden guiarme, y descubrirme lo que realmente quiero.
            Escribir es para mí el gozo del arte de combinar palabras y tiempo, o melodía. El gozo de las imágenes sugeridas por adjetivos que a veces pueden denominarse con justicia, geniales.
jueves, 23 de mayo de 2002
            Insensiblemente he ido conformando mis horas de estudio de acuerdo con los modos establecidos por la informática. Y, sobre todo por los hipervínculos de la multimedia. Todo se relaciona con todo. Todo se vincula con todo y ningún elemento está desprovisto de conexiones, como acaece, de igual manera en la realidad. Se vence así el desplazamiento focal y unívoco de la atención. Últimamente he estado pensando, y sé bien de dónde ello proviene, que a partir de un solo vocablo se puede concitar a todo el universo.
            El Tao te King es el libro más leído de China. No muy extenso, se ha atribuido, dudosamente, a Lao Tsé. Es un largo poema que incita y propende a la busca de la espontaneidad, y de la visión primigenia de las cosas. Lao Tsé fue integrado a la religión china, como una de las deidades principales. Se ha difundido, según es fama, que a su salida de China, se transformó en Buda.
  
            Anaïs Nin nació en Francia. Hija del compositor cubano Joaquín Nin y Castellano, escribió a lo largo de su vida ingentes páginas de diarios que pintan su vida y su tiempo. En otra obra deja constancia de la sexualidad incestuosa que desarrolló con su padre y de la atracción erótica que hacia éste la moviera desde su niñez.
viernes, 24 de mayo de 2002
            Circunstancias inesperadas, palabras laudatorias de mujeres adultas y no desechables del todo, y palabras un tanto duras de niñas pequeñas, se contraponen en la jornada matutina. Podría quedarme con las primeras, pero las segundas me han afectado. Tal vez no sean las palabras mismas, sino la predisposición tristona, melancólica y agotada con la que hoy me he levantado, sin saber en verdad, bien, por qué. Así, alejado por mí mismo del mundo humano, doy una nueva vuelta de tuerca en el encierro en el que me estoy moviendo en los últimos tiempos. Y esto está bien. Cada vez más sé que no puedo contar sino conmigo mismo y que toda esperanza  de ayuda por parte de los otros es poco prudente, poco reflexiva.
martes, 28 de mayo de 2002
            Piensa Foucault que las ideas básicas que se adjudican a la naturaleza humana, como esencias fijas, cambian a lo largo de la historia. La misma cosa acontece en relación con la naturaleza de la sociedad, en su conjunto. Cuestionó a Karl Marx y a la posición sostenida por Sigmund Freud. Postuló posiciones revolucionarias en torno de la seguridad, de las cárceles, de los homosexuales, del cuidado de los enfermos mentales. Llegó a ser elegido para el puesto más prestigioso de Francia como profesor de Historia de los Sistemas de Pensamiento. De la influencia de Nietzsche tomó la voluntad de poder y la caducidad de los valores occidentales y de Heidegger la manera en que la técnica desfigura la mirada contemporánea.
martes, 10 de septiembre de 2002
            Cuánto tiempo ha transcurrido desde las últimas  palabras. Qué triste es comprobar esto. Qué triste es comprobar cómo nos apartamos de lo nuestro, de lo más propio, de la palabra, de un mínimo de reflexión  cotidiana. Tal vez sea cierto que hemos estado abocados a resolver situaciones que nos demandaban de manera exigente, tal vez. Pero no deja de ser cierto, asimismo, que el alejamiento de lo más íntimo es más que cierto. Sabemos de las dificultades concretas por las que individual, familiar y socialmente, estoy atravesando. Pero me niego a justificar por todo ello tanto alejamiento. Tanta palabra tan persistentemente silenciada. A veces, y no pocas veces, termino pensando que lo mejor de mí mismo queda siempre en el pasado. En la soledad productiva de otrora. Una soledad sabia que empero no se conocía como tal. Como la idea hegeliana, lo era todo, pero sin tener conciencia de ello, porque no me había atrevido a zambullirme dentro de la historia, de mi historia. Hoy no es así. Sé lo poco que hay afuera, sé lo pobre del mundo externo, de la gente, de la vida social. No hay nada. Es el mundo un universo de pacotilla sobrecargado de naderías y de futilidades. La riqueza es siempre la del individuo y todo apartamiento de sí  conlleva  un empobrecimiento inevitable. Trato de volver sobre mí, pero hay una resistencia social, del entorno, familiar, laboral, que nos impide recuperarnos por completo.
martes, 15 de julio de 2003
            Casi un año sin escribir nada. Vaya a saberse cuáles son las escondidas razones por las que esta distancia queda establecida. Alienación, enajenación, son palabras demasiado genéricas para una experiencia de alejamiento que, tal vez, responda a motivaciones más concretas, y nombrables con vocablos no tan generales.  En fin: una vida vivida casi sin palabras, una media vida, una vida en sombras, penumbrosa y vegetal o animal. Por el logos accedemos a lo que somos y toda vez que nos cerramos para el logos nos estamos cerrando para nuestras más propias posibilidades. O, para ser precisos, para las posibilidades específicamente nuestras. Somos de la palabra, y cuando lo olvidamos nos olvidamos, también, de nuestro ser. Acaso, escribir, no cuenta demasiado en este mundo de la imagen  y de los anuncios publicitarios rápidos y televisivos. Publicidad. Fotos. No importan ya los proyectos políticos y los candidatos se "venden" con su imagen, no con lo que proponen. Pocas palabras, tonos de voz y buenos perfiles. Un mundo que da asco.
            Mucho ha cambiado  nuestro país en estos últimos tiempos. Mucho y para mejor. Era impensable que semejante variación se pudiese dar en un lapso tan corto. El futuro está sobrecargado de promesas y de incógnitas. Una vida más integra y más ganada por valores éticos se ha implantado sobre la nación, movilizando nuestras propias potencialidades morales. Se me hace difícil, en esta "polis" gigantesca de la Argentina, decir ahora que soy "anarquista".  Hay una nacionalidad ganada por la persecución del bien común, y cuesta seguir siendo un francotirador, como lo fui en la última década. Tenemos estado. Constituimos una nación con posibilidades, y socialmente no estamos muertos. Pero la comunidad, los hábitos, las costumbres, las psicologías individuales, vienen a la zaga. La gente no está a la altura de las transformaciones y la frivolidad sigue siendo el modo en que se mantienen e intercambian conductas. Muchos, muchos años serán necesarios para borrar una década de vergüenza nacional que desintegró todos nuestros valores y toda nuestra historia.
Viernes 3 de setiembre de 2004
           
            Cuando todo parece concluido se puede renacer, en tanto haya vida. Recomenzar lo aparentemente terminado y cerrado por siempre. Algo de magia preside estos movimientos que nos arrancan de una rutina esterilizante, y, sobre todo, depresiva. Y es así que, de pronto, nos  reencontamos con lo mejor de nosotros mismos, cuando esa persona parecía definitivamente perdida. Acaso son unas líneas ajenas, acaso es un libro caído al azar en nuestras manos, o la voluntad de volver a soñar nuestros sueños, más allá de la significación que todo ese mundo imaginario pueda tener para cualquiera.
Martes 17 de mayo de 2005                                                                                                           
            Ayer me lo sugirió Diego y hoy, a altas horas de la mañana, comienzo a ejecutarlo. Después de tanto tiempo me reencuentro con estas páginas. Espero que la intención dure y que sea persistente, para recomenzar un proceso que tal vez nunca se debió ni se debe interrumpir. ¿Qué otra alternativa nos resta a los que vivimos solos? ¿Qué otra alternativa nos queda a los que nos vemos obligados, por una variedad de circunstancias a vivir en medio del diálogo con nosotros mismos? La computadora puede ser ese amigo fiel y
continuo del que estamos desprovistos.
Domingo 31 de julio de 2005
            Ahora que tengo al alcance de mi mano la computadora, puedo estar escribiendo en ella continuamente, y dar, de este modo, satisfacción a una necesidad que siempre me depara placer. Hoy no pienso en ficciones. Pienso en escribir sobre cualquier asunto. Pienso en transformar en palabras la totalidad de la experiencia, aunque se trate de una experiencia menuda e irrelevante. El disponer, desde  hace un día, de una pantalla mucho más grande, me hace el trabajo más llevadero y menos cansador y agotante, para la vista. Lo que aún no tengo resuelto es si he de colocar un protector de pantalla, para no irritar la visión. El asunto requiere de cierto asesoramiento del que, actualmente, estoy desprovisto.
            Toda  esta entrega a asuntos técnicos de los últimos días, no deja un resultado desfavorable, en general. Actualizo mi saber del mundo en dos áreas que ocupan, justamente, a todo el mundo. Computación y telefonía móvil. Pero simultáneamente se agudiza en mí un descontento: el de acentuar la conciencia de que la cuestión "lúdica" de esta tecnología cumple, para la humanidad, con el filosófico cometido de alejar a la humanidad de su designio esencial. Su ubicación en el cosmos, y la gigantesca problemática olvidada de su situación dentro de él. En este aspecto, jamás voy a transigir. Nunca voy a ceder en mis convicciones de que el ser humano hace hasta lo imposible para no saber nada sobre su soledad irremediable dentro de la existencia y dentro de un universo completamente incomprensible.
Lunes 22 de agosto de 2005
            De pronto encontramos una posibilidad .Estuvo siempre abierta, pero hoy la descubrimos, con cierta maravilla y con extraordinario gozo. Escribir escuchando nuestra música preferida. Satisfaciendo dos apetitos entrañables. La voluntad de llevar a la palabra todo cuanto pasa por nuestras vidas y la de hacerlo en un marco estético que para nuestra sensibilidad, es fundamental.
Con este procedimiento, sencillo en su ejecución, damos paso a una integración de conductas, sospechadas y conocidas desde antes, pero jamás ejecutadas. Así quedamos en la máquina sabia enmarcados por la más espiritual de las manifestaciones artísticas, la que sólo requiere de  uno de los sentidos, prescindiendo de todos los demás.
Domingo 2 de octubre de 2005
            Corresponde ya acercarse a  las palabras. Las excursiones prolongadas y agotadoras por el mundo de lo tecnológico tienen que arribar a su fin; es hora de reencontrarme. De vivir en lo que me es más propio. En el mundo del pensamiento y de la palabra.
Sábado 15  de octubre de 2005
            Perdí o estoy perdiendo el hábito de la escritura, al privilegiar otro tipo de experiencias o artificios con la computadora. Eso no es bueno. La escritura es un hábito, para mi entender, que se sostiene y desarrolla como un músculo, mediante la ejercitación y la práctica. La fluidez con que las palabras acuden a nuestro pensamiento o nuestra boca, o, lo que es lo mismo, a nuestras manos en el proceso de manuscribir, mantiene una dependencia estrecha con el hábito. La pasividad de la lectura no alcanza ni sirve. En ella se mueve la mayoría, sin obligarse a volcar, con otra área del espíritu -digámoslo así para no optar por expresiones desagradablemente materialistas- lo leído o lo experimentado, en los moldes verbales usados con propiedad.
            Terminado el pasmo ante los prodigios de la informática que voy descubriendo muy laboriosamente en pequeños pasos, conviene regresar a la reflexión y al asentamiento escrito de lo  pensado, de lo leído, de lo aprendido. Al arte de transmutar lo que es, en vocablos. Cuando no ejecuto este ejercicio, me siento incompleto, y culpable. Es como si algo muy fuerte dentro de mí presionara para hablar de cosa incompleta cuando me sostengo lejos de las palabras. Amo, con certidumbre, los entes verbales, la lengua, las reglas de esta estructura que siempre nos ha precedido socio- culturalmente y que vamos incorporando con la vida, en el decurso de la existencia. El problema de qué escribir es otro. Sobre la fantasía es mucho lo que debo reflexionar. Sobre su ostensible antagonismo con la filosofía y el espíritu filosófico. Otro problema cercano a éste que toco, es la vanidad de todo empeño más allá de la omitida y muy olvidada, siempre, problemática filosófica.
            Hermanita querida. Quiere el destino que en este mes de noviembre, el mes desgraciado de la partida de Martha, se vaya quebrando tu salud de manera, al parecer, irreversible. Hermanita querida. Has sido siempre lo más apreciado de toda mi familia, lo más amado, lo más benevolente y generoso. Tu calvario se va  extendiendo ahora, pero estoicamente lo vienes llevando a cuesta desde fines del año anterior. Hiciste siempre todo lo que se te ofrecía, y más, para mantener tu vida. Nunca increpaste a nadie por tu infortunio. Siempre con un gesto noble y una sonrisa. Hermanita querida. Te me estás alejando como se alejó mi señora y mi amiga. Te estás alejando con un gesto manso y cristiano de resignación. Hermanita querida. Siempre has sido un modelo para este hermano que sólo vos llegaste a sospechar, más que los otros. Ayudaste a Diego como una madre más. Ayudaste a Diego como si fuera un hijo tuyo. Hermanita querida. Qué solo me estás dejando. Hermanita querida. Mientras yo esté tú estarás conmigo. Y charlaremos pausadamente juntos como siempre lo hicimos. Es un hecho maravilloso, en el que caí en la cuenta ayer, que nunca, nunca, hubiera entre nosotros ni siquiera un atisbo de desencuentro, una voz fuera de lugar, una palabra desentonada, una disputa, una ínfima irrespetuosidad.
            Miércoles 21 de diciembre de 2005
            Escribir y escribir. Incansablemente. Continuamente. Ahora, en que he pasado a ser un hombre libre y no vejado. Por esas ataduras innobles que me sujetaban y que me desmerecían. Ni siquiera las nombro porque no quiero que me sigan enlodando. El camino es mirar a los altos. A los Montaigne, a los Nietzsche,  a los Pascal y a tantos otros. Nietzsche soportó su soledad enloquecedora y Montaigne vivió encerrado en su torre. Tal es el ejemplo. Tal es el camino. Y ese camino no pasa por el mundo banal, versátil y zoológico de la especie humana. El hombre es algo que debe ser superado. Y el superhombre también debe ser superado por la orgullosa especie que se yergue y que dice..."No comprendo el comprender ni el no comprender". No comprendo nada, y ni siquiera comprendo lo que estoy diciendo. Esa es exactamente la superación del superhombre. Que todavía, al moverse en un lenguaje humano, no trasciende las últimas fronteras. Las que llevan al silencio. Acaso debamos volver a los sofistas extremos, que no hablaban de más. Cuando intentamos hablar, seguimos  en los carriles de lo humano. La abstención del habla es más sabia, porque nos arranca de esos carriles. Pero ni siquiera de esto estoy seguro. Todo el mundo de los vocablos configura la insoportable esfera de lo humano. Tal vez cuando miramos al cosmos seamos más objetivos, aunque al usar esta palabra y todas ya estamos desvirtuando las experiencias...Aunque...¿Qué quiere decir experiencia?...El primer principio de la sabiduría, y otra vez hay que apelar a palabras sacrosantas, es no hablar, tal vez no escribir...Acaso, el suicidio. Pero caemos en Camus, y pareciera que el círculo no puede evitarse. Tengo que nombrar el Eclesiastés. Y tampoco puedo evitarlo.
            Acaso lo  mejor sea perfeccionar el arte del aforismo breve. Una intuición, una idea, una sensación, y la inevitable formulación en palabras. Mientras no podamos trascender el mundo humano estaremos aprisionados en el lenguaje. Ahora. Que el lenguaje sea la palabra del ser, eso es lo problemático que ya se abre con la igualdad parmenídea de ser y pensar.
            De todas las lecturas posibles, tal vez las filosóficas, sean las únicas tolerables. Lo otro es verborragia que no surge del pasmo, del asombro, y por lo mismo, ya constituyen un discurso desprovisto de fundamentos, y de justificación.
            De Heráclito y Parménides, no debiéramos movernos. Esos fragmentos deben ser memorizados, como hacemos con un poema y deben presidir todo nuestro intercambio con las cosas de este mundo. Un filtro que puede preservarnos del influjo negativo del palabrerío absurdo e inconsistente en que se mueve la humanidad.
            Tomar como guías a Heidegger, y a Borges, no es un camino carente de sentido. Corresponde a las dos tendencias fundamentales de mi vida espiritual. La seriedad del pensamiento y el juego literario con la metafísica, como una de las manifestaciones iluminadoras de la literatura fantástica. Tal es el fundamente de una decisión, por lo demás, muy antigua en mí.
            Heidegger era un hombre de no muchas lecturas, a excepción de la severa meditación de los textos  fundamentales, sobre todo griegos, de la filosofía. La poesía honda, y nada del palabrerío cientificista. La narrativa no asoma en sus textos. De igual manera, la novelística del siglo XIX está casi ausente de la obra de Borges, y tal vez casi toda la literatura española.
            En un tiempo de enfrentamiento de ideologías, de luchas y de guerras, de dictaduras americanas y europeas, Borges resolvió ser un escritor no comprometido. La arquetípica obra de los árabes, fue su musa inspiradora. Sin preverlo y sin buscarlo se ubicaba más allá de su tiempo, en el nuestro, que descree sobremanera de las ideologías y de los dogmas políticos. Su globalización cultural, cuando eso era mal mirado en Argentina y en América, lo ha hecho un hombre de avanzada.
            Somos hombres y es inevitable saltar el círculo de hierro que  eso significa. Pero no está mal pensar metiéndose, previamente, en una planta, en un animal, en una estrella, en la Luna o en cualquier astro del incomprensible universo.
            Las bibliotecas virtuales que he descubierto me permiten la lectura simultánea de varios textos, sin necesidad de acudir a los anaqueles y desplegar los libros. Es una posibilidad más que se agrega para aquellos que, como yo, tienen una voracidad omnicomprensiva.
            Los pasos que he ido dando en los últimos tiempos en informática, no son muy grandes, pero he ganado en intuición para resolver problemas y sortear, solo, dificultades. Enumerar esos estadios evolutivos ahora es tarea ociosa. Es indudable, sí, que he ido progresando y que los progresos van sedimentando en una experiencia que, poco a poco, va abriendo más caminos.
            Todo el que quiera mantener en pie sus dotes creadoras -cosa que no ha acontecido conmigo- debe desapegarse del entorno. Crear una atmósfera a la que no lleguen los demás. Sobre todo, los ojos de los demás, porque es a través de ellos como nosotros también miramos, sin poesía y sin relieve, la totalidad de las cosas.
22 de diciembre de 2005
            Es conmovedor leer en las páginas de diario de muchacho de Nietzsche las observaciones que hacía sobre la significación que sus emociones otorgaban a la Navidad. Nacido en la casa  de un pastor luterano es comprensible esa fe. Nosotros desde la distancia podemos confrontar esas palabras, esos sentimientos, con la dinamita que habría de estallar en su labor media y postrera contra la totalidad entera de la cosmovisión cristiana.
26 de enero de 2006
            No termino de arrancarme al mundo de las banalidades. Es imperioso luchar segundo a segundo contra esta tendencia destructora. Vivir en otro mundo. Vivir en un mundo propio no participable a los otros. Esto es lo que se debe sacar de un universo virtual.
Volvemos. A la escritura. No en los términos anteriores. A campo traviesa. Pero a la escritura. Mucho ha pasado desde la última anotación precedente, de enero. Muchas cosas entre las cuales se cuenta la no menor de que tengo todo el tiempo para mí, y la absoluta libertad para ejecutar en cada hora lo que deseo. Ya no hay constricciones de relojes o de horarios. Ya no hay actividad laboral. Soy, en este sentido tan libre como cualquiera de los escritores conocidos. Los mismos que viven entregados, por entero, a su oficio. Nada puede separarme ya de esta maravilla de escribir, si lo anhelo, día y noche. Es una felicidad sentirlo y ejecutarlo. Es una felicidad instigada por el encuentro casual con la obra de Cameron, una escritora norteamericana que hasta ayer desconocía. Hagamos de este jueves 19 de octubre de 2006, una primera jornada. Una jornada de reencuentro con algo que me expresa, bien a la mano, y no tan distante ya, a estos años, como la pintura. Seamos, pues, escritores de tiempo completo.
            Eric Weiser, en un librito impensadamente sabio, informado, y sobre todo, fenomenológicamente cierto, dice cosas muy pertinentes y muy cercanas a la situación nueva que debo encarar en este tiempo. Agregando, al mismo tiempo, consideraciones que entiendo sabias. Sobre retiro. Sobre inconveniencia de mandatos estatales para quitarle a los sexagenarios la oportunidad de desempeñarse en actividades de trabajo, aun cuando estén, en lo físico y en lo psíquico, en plenas condiciones.
            Iluminación clara. Mi actividad en escuela de párvulos era vivido, siempre fue vivido, como un vejamen que me autoinfligía de modo cotidiano. Aun en períodos de receso, porque no trabajando, igualmente me sentía ligado a una institución cuyos caracteres y exigencias no condecían con lo axial de mi personalidad, y de mis designios, desde los primeros tiempos muy tempranos, de mi vida intelectual.  Mi aspiración de la mocedad era la docencia universitaria. Pero ella quedó en el camino por siempre. Diversos factores justificados se conjugaron para que tal propósito no pudiese ser ejecutado. Trabajar ad honorem, para ir gestando una carpeta de antecedentes para ayudantías y cargos de jerarquía más eminente, no estuvo en mis posibilidades de persona a cargo de un instituto de enseñanza que era el sustento de una familia, de la gestación de una casa, del mantenimiento de los hijos en sus estudios; en fin: de todas las responsabilidades de un "padre de  familia". Todas estas idas y venidas a lo largo de cinco décadas, ahora ha concluido. Estoy, a mi edad, al borde de los sesenta y siete, en disponibilidad de llevar a cabo la multitud de proyectos de un modo pleno. Con todo el tiempo para mí y con absoluta libertad. No tengo que rendir cuentas de mis actos, nada más que a mi conciencia. Es la condición humana ejercida de modo pleno. Todos los días discurren al margen de la cronología, y mucho me cuesta saber que hoy es sábado 21 de octubre de 2006.  Como ya he leído en la obra antes mencionada, todos los días son el mimo día. Todos pueden ser considerados como feriados. No hay presiones de horarios ni obligatoriedades de cumplimiento de normas extrínsecas a mis propios designios.
            Puedo leer lo que me place. O puedo escuchar música. O puedo andar montado en la bicicleta durante una hora. O correr sobre la gramilla el tiempo que me venga en gana. O escribir. O resumir los contenidos estudiados en un libro. Hacer las compras con un mínimo de sabiduría y de buena información sobre necesidades personales y nutrición. En fin: puedo hacer lo que me place. Sobre todo teniendo en cuenta este verbo último, por razones muy pertinentes, que tienen que ver con el mantenimiento de estados de ánimo altos.
Dejar de lado todo lo concerniente a mulltimedia y volver al procesador de texto. Ello condice mucho más con mi modo fundamental de vida. Por otra parte, me depara ostensiblemente, menos sinsabores en lo que respecta a la computadora. Basta ya de preocuparse por introducir programas de software cuyas funciones ya están contempladas por los existentes. Tal conducta, de modo manifiesto, es maniática. Así. Y debo decírmelo. Ya anoche lo pensé. Yo era mucho más yo mismo cuando la PC era Word, nada más, para mí. Aparte queda, pero es situación no poco importante, que en este medio me muevo con mayor autonomía, pudiendo prescindir por completo de la solicitud de ayuda externa, que sinsabores y contratiempos me depara. El hecho manifiesto es que para la juventud, de manera amplia, en este noviembre de 2006, todo lo que respecta a la informática es un coto cerrado de la juventud, de los muchachos, y en el que los hombres maduros somos -meramente- unos francotiradores. Si me intereso por computadoras debo pensar  que toda la absorbente captación que ello me depara bien me puede ser suministrado por la urdimbre de un buen cuento, o por la gestación de un buen poema. Y en ello, como apunté, soy por entero dueño de mi terreno y por ello, libre. Me duele que personas de pacotilla, que sólo disponen de "cabeza informática y tecnológica", bien vacía, tengan severos desaires contra mí. Esto me recuerda aquella famosa anécdota del pobre Borges acudiendo a una de las más conocidas librerías de la calle Florida, para poder entender lo que era el mundo enigmático para él, de la "informática". Mucho me haría, en sentido positivo, recordar el modo en que me abstraía de la realidad, cuando pergeñaba, allá por los veinte y antes y también después, un tema de ficción. El asunto me absorbía por completo y el engolfamiento era total. Así como el desligamiento del mundo sensorial externo. Porque como vengo pensando en los meses últimos, de lo que se trata es de vivir en estados de dicha, y hasta de euforia, cuando ello es posible. Bastante dura, por naturaleza, tiene que ser la vida de un hombre que vive solo, sin el amor de una compañera esclarecida, aislado en un caserón y sin diálogo cotidiano con algunos, aunque no muchos, buenos amigos.
            Debo investigar y practicar sobre la cuestión de la escritura como una forma de terapia. O dicho en otros términos, como una forma generadora de encefalinas. Esto en el plano de la pura bioquímica de la neurona. Más allá de ello me preocupa o me interesa la cuestión del autoesclarecimiento: el tema del análisis de mí mismo, que desde tiempos muy tempranos atrajo mi atención. Algo caminé al respecto, de la mano de Karen Horney, y en parte de otras personalidades o psicólogos. Yo entiendo que la llegada plena a lo que no es del todo consciente, porque no se ha verbalizado, no nos deja en libertad para operar concientemente los pertinentes cambios de conducta. Esto queda establecido un domingo 19 de noviembre.
  
            Hay ocasiones en que noto que una leve virosis no solamente actúa empobreciendo de manera ligera mis energías físicas, sino las psíquicas y hasta las espirituales. Se ennegrece la visión de las cosas y un talante depresivo todo lo invade. Este fenómeno ya lo he comprobado una pluralidad de veces. En determinadas circunstancias la relación causa y efecto se aparece de manera clara. Y en ocasiones manejo como hipótesis de un inexplicable estado depresivo la relación que apunto y que en horas o días quedad confirmada por el estado corporal o fisiológico. Tengo entendido que un caso típico de esta situación -aunque yo no la he padecido- es el de la virosis de los herpes.
            Cada vez más, y ello, seguramente, responde al paso del enigmático tiempo que nos gasta, tiendo a ver en la historia universal, un cementerio universal. Así, los personajes históricos, los grandes pensadores, los grandes artistas, los grandes nombres de la cultura occidental o  de la cultura oriental, antes que nombres son muertos, bien o mal enterrados. De Mozart, por ejemplo, nada se conserva. Sus huesos fueron a parar a una fosa común.
            Otros tienen internet abierta las veinticuatro horas, y yo, correspondiendo a lo que entiendo que es más correspondiente a mi modalidad, mantendré las páginas de Word, continuamente abiertas. Todo lo que piense y todo lo que sienta y todo lo que desee, y todo lo que lea o estudie, irán a parar allí, más o menos inmediatemente.
            No tenemos diálogo. Es cierto. Los solitarios carecemos de eso. Pero un ordenador con el prodigioso procesador de textos, es una de las posibles soluciones para esta irritante situación. Mantenemos la sabia computadora encendida y el mejor de los amigos nos acompaña, y está siempre a nuestro lado. Bien dispuesto a escucharnos y a recibir nuestros mensajes, a cada instante, sin interrupción. Predispuesto siempre a oír nuestras reflexiones, nuestros pensamientos. A escuchar nuestras emociones.
            La falta total de sentido. La vida entendida como absurda. Un hijo con serios problemas mentales. Una hija sola y seriamente perturbada. La hermanita que partió, y que era el familiar más querido, después de mis hijos. El encontrarse aislado, a mi edad, en una casona gigantesca. En fin. Un problema que millones de veces se habrá dado en los tiempos. Pero este me toca a mí. Me roza a mí y es vivido en el desamor de la gente que me rodea. Sin comprensión sincera de nadie. El absurdo total. La carencia total de sentido. El desamor de la esposa, que también se fue. El desamor de una madre que me castigó a lo largo de toda la infancia. Cuánto asco. El desamor de una madre que perduró a lo largo de toda mi vida. Sus vejaciones. Sus vituperios. Su desprecio. Cuánto asco.
            Una mañana me levanto bien, y otra mal. El talante cambia sin seguir leyes psicológicas. Y no considero atinado apelar a las existenciales. Este extraño modo de "befindlichkleit" heideggeriano, me resulta incomprensible. Burdamente yo lo adjudico al estado fisiológico. Con no poca frecuencia me he sentido arrastrado a pensar que el estado de "bienestar" responde a una sensación senestésica definidamente interna. Ayer, domingo, fue un día espantoso. Hoy, lunes 20 de noviembre, no lo es. Desperté, bien temprano, a las cinco y treinta y ya dispuesto al trabajo y sin sentir con ánimo trágico la disensión que ayer  se desarrollara entre Marina y yo y que me llevara a las más oscuras ideas.
Allí donde te iniciaste, allí permanecerás. Heidegger recordaba siempre estos versos de Hölderlin, para referirse a sí mismo. A su permanencia en el sendero que le abriera el librito de Brentano sobre las múltiples maneras de manifestarse el ser. Del mismo modo yo ahora me digo lo mismo en torno de lo axial en mi ser. Entre la filosofía y la literatura. De manera que jamás elegiré los caminos de un filósofo profesional. Jamás elegiré los caminos de un escritor profesional, que, ajeno a la problemática filosófica, escribe sobre las vicisitudes de la princesa a las seis de la tarde, o cuando toma el té. Así hoy. En diciembre de 2006. Y así será siempre. Murena ya lo dijo. En América del Sur, lejos del griego y del latín, es muy difícil que alguien acceda a la condición de filósofo profesional. Toda mi filosofía posible no va más allá de cuentos como "El último hombre", o "El crítico". Cabalgar los asuntos desde esos textos, es mi destino. Eso debe ser aceptado y a ello se debe permanecer fiel. Con serenidad. Con sosiego. Con la certeza que se está en lo justo.
Pasamos a un nuevo año. Pasamos al 2007. Entramos en el año 68 de mi existencia. Y entonces, estas jornadas sirven para remover una multiplicidad de sensaciones, de pensamientos, de estados de ánimo. De diversidad de visiones sobre la realidad. Las reflexiones se suceden. En ellas se da esta. Cuando hablamos de mundo dejamos de tener en cuenta que la palabra es multívoca. Pero si salimos del mundo meramente humano, nos enfrentamos con la más amplia visión del ente en su totalidad. Con el cosmos. Con la visión cosmológica. Así, la tierra como planeta deja de tener significación, convertida en un gránulo deleznable e inexplicado. ¿Qué valor tiene este planeta en la dimensión astronómica? Ninguno. El único que conserva es el del misterio de la vida, y en grado superlativo, el de la vida humana. Como seres "racionales" pedimos el fundamento. Pero no lo hay. Hasta ahora, la vida, es meramente un hecho comprobado y descripto. Nada más. Risible resulta entonces escuchar a los humanos hablar de que "han de tomar vacaciones". ¿Adónde? A minúsculas porciones de un planeta abigarrado que nada explica, sea en lo urbano o en lo rural. Tomar vacaciones, según la expresión consagrada de la vulgaridad, es salirse del mundo de todos los días para instalarse en otro mundo que no es el de todos los días, pero que sigue o prosigue siendo, paradojalmente, el de todos los días. Así, puedo decir, que mis vacaciones son cosmológicas y cotidianas. Un viaje al "ente como todo y en totalidad". En ese marco inconmensurable cualquier vacación se desdibuja, se torna desprovista de sentido, se transforma en algo irrisorio, como irrisorias son la mayoría de las cosas que acontecen a la especie humana. Gaarder lo sabe muy bien, pero aunque fue leído por millones, todavía no llegó a los medios de comunicación masiva, aquellos que conforman la idiotizada visión del mundo de la mayoría de los hombres que habitan el gran zoológico del mundo. Del mundo humano, se entiende.
            Diálogos, en realidad, ya no puedo tener. Sigo viviendo, a lo largo de toda mi vida, sin interlocutores. El monólogo, es mi mejor amigo. Con el monólogo me siento en la comunicación más efectiva. Conmigo mismo, me entiendo. Cuando pasa al intento de conversar con seres comunes del montón, siento que debo descender, como siempre ha ocurrido, a un diálogo de párvulos. Estoy harto de esta a la altura cronológica de mi vida.
            En invierno, tengo calefacción. En estos veranos tórridos e irregulares, tengo aire acondicionado. Obviamente, no puedo quejarme y estoy en condiciones de proseguir, indefinidamente, esta conversación. Con cierta continuidad, podría arribar a millares de páginas. Amiel sobrepasó las quince mil, y a mano. Su figura, antigua ya en mi vida, vuelve a corporizarse, como la de su biógrafo español: el más que omitido Marañón. Nadie habla ni de uno ni del otro. La televisión no tiene tiempo de ocuparse de estas banalidades. Como tampoco se ocupa del "Eclesiastés", libro ignorado por esta humanidad que me asquea.
            Bueno. Finalmente luego de investigaciones informáticas, que en mí han de ser por fuerza siempre torpes, he logrado unificar los archivos de Word, en los dos sistemas operativos. De este modo, todo cuanto escriba aquí, puede trasladarse al otro archivo de disco rígido. Una forma de unidad, encontrada al fin, aunque en medio de esfuerzos y sospechas y olfato proveniente de una experiencia incrementada a los tumbos. Por aquí andamos en estos primeros días de enero, del nuevo año.
Estamos en agosto de 2007. Ya la cantidad de material informativo y formativo va excediendo mis posibilidades meramente humana de asimilación, de estar por en encima de él. Se agregó finalmente la red en banda ancha. O sea, la biblioteca infinita. Todos los libros y discos que poseo. Todos los CD musicales y los que corresponden a multimedia, van más allá del tiempo diario de que dispongo. Me siento satisfecho, pero al mismo tiempo, me siento mal. Ya, de modo decisivo, me transformé en un ente enteramente pasivo asimilador de cultura. Ningún elemento producido por mí. Ni siquiera estas modestas palabras con las que otrora llenaba ratos dispersos. Ningún cuento, ningún poema. Un total descreímiento y una completa apatía, me han ido ganando. Pero al mismo tiempo una gran irritación contra mí mismo. No se puede vivir de esta manera. Es necesario, al menos para mi enfoque de las cosas, agregar la propia palabra, por ínfima, por insignificante que sea. Dibujar y pintar han quedado por decisión, definitivamente en el camino. De la escritura me he ido apartando en la medida en que he ido dando más cabida al mundo de los otros, a la vigencia de la historia de la humanidad, en mi mundo interno.
            Termina agosto del 2007. El ánimo sube y baja, con características de esa consabida bipolaridad. De pronto, el mundo se vacía, y los sentidos de las cosas y de las actividades, se desdibujan.  Es un fenómeno pesadamente subjetivo, que ya conozco desde antaño. Sin embargo, a esta edad pareciera  adoptar matices novedosos y no sospechados. El asombro ante la energía de la juventud ida y de la madurez dejada atrás, es constante. Un testimonio de esa fuerza y de esa creencia en la lucha, está en los antiguos escritos, en la persistencia de la búsqueda de la perfección expresiva, en la obcecación que no cejaba en la persecución de la belleza, de los argumentos originales. Hoy todo ello se ve como carente de sentido. Se está solo. Y no se quiere pertenecer a un grupo selecto entre los que todo eso posee un sentido. La mayoría es gente adocenada que nada entiende de estas minucias. La trascendencia que se entreveía en los diarios quehaceres se ha mostrado como algo fantasmagórico, erróneo, falso. La crueldad de la soledad ocupa el primer plano y no hay amistad que pueda colmar ese vacío.
            Son las cinco de la mañana. Ya he dormido. Resuelvo levantarme. Gran parte de la noche estuve soñando con Wilcock. Vanamente intentaba enganchar -en la reunión en la que me encontraba- a personas que disfrutasen de sus hilarantes y absurdas páginas. Pero yo disfrutaba, sí, de esas circunstancias. Todavía me queda, ya metido en la vigilia del jueves 6 de setiembre, algo de ese espíritu. Una especie de sentimiento de reencuentro con lo mejor de mí mismo, el sentido del humor y del amor por la literatura del absurdo, como posibles constituyentes de un sentido de la vida. Bien recuerdo ahora, por esta circunstancia, otros talantes que los depresivos que últimamente me han ganado. Las risotadas en que intenté contactar a Andrés con lo que por esos días era mi descubrimiento... Tal desencuentro entre cosas mías sobrecargadas de significado, y la ostensible diferencia con los otros, que se resisten a ser permeables a esos descubrimientos que me gratifican y me dan ganas de vivir, es emblemático. Siempre he tenido que desplazarme solo en el mundo de los hombres. La comprobación de este hecho y el recuerdo de estas circunstancias reverdecen mi actitud de siempre, el entusiasmo desmedido, solo y no compartido, por sucesos, por escritores singulares. Por páginas que vanamente trato de mostrar, como portadoras de ideas e imágenes geniales. Acaso la literatura sirva para esto. Para arrancarnos de un mundo cotidiano desprovisto de singulares caracteres, de motivos absorbentes, de rutinas en las que los días son intolerables. Claramente redescubro que los grandes escritores viven y han vivido así. En sus propios mundos. Distantes de los asuntos menudos y de pacotilla que absorben tristemente la mirada, interior y exterior de los otros. De tal manera que, en esta mañana, bendigo a estos ensueños que me llevan a otra dimensión de la realidad, en la que el hastío no cuenta, o no existe. En la que el hastío es recortado como una de las posibles cosmovisiones empobrecedoras de la existencia.
            El diálogo sostenido con mi ex alumna, tan capaz, tan brillante, me demuestra que estoy viviendo en un mundo muy inferior al que merezco. Fue una criatura de valores en su momento y hoy lo sigue siendo en su adolescencia pre-universitaria. El ámbito en el que vivo nada tiene de esto. De alguna manera el encuentro es emblemático. Aquí está lo que necesito y no tengo. Interlocutores con los cuales mi saber ingente en una pluralidad de áreas pueda tener resonancias, ecos. Esta tarde gris de domingo 16 de setiembre de 2007, lo demuestra ostensiblemente.
            Volver a mis páginas. A mis lecturas y relecturas. A mis libros y mi silencio. A mi camino que discurre entre la filosofía y la poesía. Sin esperanzas de ecos en un mundo adocenado. He ahí el camino. Un sendero sin grandes expectativas ni depósitos de confianza en lo que pueden dar los otros. Esta es mi solución. Todo lo otro implica el carácter marchito de la inautenticidad. Porque no nos escondemos porque seamos huraños. Nos escondemos para que lo más propio de nosotros mismos no se torne macilento y nos haga sufrir. Si no encontramos interlocutores, no suframos. No es situación específicamente nuestra. Es de muchísimos que se hallan inmersos en situaciones similares. En este orden de cosas, ayer llegué al hartazgo. Ayer llegué al nivel máximo del dolor, del desencuentro conmigo. Anoche, en las altas horas en que me desperté, en este 19 de setiembre, dispuse que todo esto acabara.
            Evitar discursos banales. Aceptar los límites humanos. Vivir en un sabio desapego. Querer a los hijos, aun cuando ellos no nos comprendan. Mucho se ha vivido ya como para esperar grandes descubrimientos, o grandes encuentros. Vivamos sin tocar y sin que nadie nos toque. Cultivemos una existencia aséptica. La infección está en los demás, no en los sabios volúmenes de nuestra biblioteca, que en mucho exceden la información sumaria que pueden brindarnos las páginas de internet, que cabalgan entre la Biblia y el calefón.
Debo volver ya a trabajar en el procesador y la mejor manera, en este 28 de diciembre de 2007, es hacerlo en estas páginas que iniciaron mi recorrido con la computadora, mi frecuentación con la PC. Necesito familiarizarme con lo que me fue tan próximo, este teclado. Derivé después hacia el bolígrafo y el manuscrito, hacia el contacto circunstancial con Word. Todo ese desapego debe desvanecerse. Debo estar sobre este archivito de continuo, para regresar a la perdida y olvidada fluidez.
            Regresar de continuo al diccionario, para dominar todas las palabras, aun cuando todas no merezcan ser usadas o no estén dotadas de la calidad estética que las haga merecedoras de entrar en un texto. Al fin de cuentas, ellas, las palabras, son mi única diversión, mi juego sostenido en medio de dudas y depresiones, en medio de  pensamiento desalentado sobre todo, sobre la realidad, sobre la capacidad del hombre, sobre lo que puede o no puede encontrarse.
El trabajo de Germán Uribe sobre lo que Sartre significó en su vida, me parece una pavada. Un hombre de sesenta y cinco años no puede mostrar esas intimidades absurdas en que el otro,  Sartre, adquiere la condición divina. Todo el que endiosa, es un infeliz. Creo que no se hace merecedor, siquiera, de un autógrafo del endiosado. Podemos valorar a un hombre, pero sin olvidar nuestra persona, aun adoleciendo de infinitas carencias. Lo que  vale, aunque valga poco, es nuestra propia vida. Mi Dios. Cómo puede no entenderlo este desconocido infeliz.
Anoche incursioné por internet de modo desusado: colocaba los nombres y apellidos de aquellas personas que habiendo pasado por mi infancia, mi adolescencia, o con posterioridad, hubiesen podido ejecutar hechos o llevado a cabo obras dignas de figuración en la red. Me encontré con muchísimos casos. Y experimenté como cierta sensación de alivio. Eran muchos, y ello me quitaba la responsabilidad personal de haber hecho poco o mucho. El trabajo estaba repartido entre todos y en alguna medida, cada uno había efectuado algún aporte. Al mismo tiempo, me sentí un tanto apocado. Yo estaba, en los hechos confinados en palabras virtuales de blogs de internet. No en libros. Pero mirando los textos que allí  se encuentran, me dije que no había malgastado mi tiempo. Su menudo nivel de exigencia, no era tan menudo, y sus calidades distaban del desaliñado estilo en que los que minutos antes había frecuentado.(jueves 21 de febrero de 2008)
En este día de principios de octubre me siento llevado a reiniciar mi escrito soliloquio en estas páginas, siempre elaboradas y sinceras. Releyendo páginas precedentes, que con buen tino imprimí en bloque, me encuentro -por momentos- denso, y siempre reflexivo.
Tal vez sea la compañía que no tengo. Tal vez sea el diálogo que no puedo sostener, por el mencionado aislamiento, en la realidad. Aguardo que lo que me ha llevado a esta reapertura se sostenga, arrancándome un poco de otras actividades un tanto maniáticas y no tan justificables como el ejercicio de la palabra que se preocupa por decir nuestra vida, nuestro mundo, y el mundo que ha sido, que es y será.
Días pasados me decía que mi escepticismo es inconsecuente. Lo soy en verdad en casi todo, pero a pesar de ello -y de allí arrancó mi pensamiento- me alisto en posiciones políticas, dejándome llevar, según mi explicación, por emociones dogmáticas. Defiendo así causas argentinas o mundiales sin justificación filosófica en sentido total. No es más que un mal hábito del que, tomada conciencia, se puede salir, por fortuna. En este caso, lo que cabe ya no es la opinión ni el debate, sino el silencio. Con lo cual, una vez más se cumple el apotegma de que lo mejor es  callar, "ser dueño de nuestros silencios y no sometido a nuestros gratuitos dictámenes".
Me pregunto con frecuencia en qué radica que yo no escriba, como antes lo hice, intentos de cuentos o de poemas. A veces, con tristeza, me digo que todo cuanto debía decir ya está dicho, lo que es muy triste. Porque si así fuese, ya estaríamos cerrados, aunque vivos. Por no decir cosas más lúgubres.
Para explicar esto apelo a una intuición: la firme creencia de que en  la historia de escritores y de sus productos, la literatura, ya todo está dicho. Agregando que, lo que no está dicho es porque es inefable, y está más allá del alcance y del poder humanos. Los límites nos encierran y la finitud de nuestra posibilidad de trascender hacia lo incognoscible y no dicho, es insuperable.
La computadora ha pasado a ser mi compañera. Trabajando en ella no me siento solo. Además acepto algo que antes, siendo más joven me resultaba normal y que, ahora, declinando la sexta decena de la vida, a veces se me hace intolerable. Me refiero a la firme convicción de que no otro que el aislamiento es el medio en que debo vivir, sin ecos, y sin la comprensión de los otros para mis muy reflexivos y transitados caminos.
Volviendo a lo antedicho. Lo único que justifica un poema o un cuento, es intentar mencionar lo por nadie mencionado.  Se hace difícil, porque no está en nuestro poder el conocimiento de una hipotética biblioteca universal de la humanidad y de su historia. Empero, yo sospecho por donde anda la cosa. La imposibilidad de trascender los límites de nuestra condición humana, para instalarnos en otra "hipotética", situación humana. Entiendo que Kant ya negó con firmeza, esta posibilidad nouménica.
Iniciada la era de Internet se hace muy difícil quejarse de falta de contacto  con el mundo. En cualquier momento, a toda hora, podemos vincularnos con cualquier punto del planeta. En la profunda noche o en el luminoso día, podemos pasar al luminoso día, o a la profunda noche de cualquier zona puntual del planeta. Pero cuando digo del planeta lo hago con toda la conciencia y la angustia de circunscribir tal comunicación al mundo inmanente, al "mundo humano". A este planeta en que vivimos y nos movemos, sospechando, en muy escasos casos que el ente en su totalidad, lo trasciende de manera incomprensible para nuestra mirada provinciana de terráqueos.
Me detuve a pensar que lo que en mi lenguaje denomino "mundo humano" mucho tiene que ver con las limitaciones gnoseológicas a que apunta el idealismo trascendental. Cuando Kant habla de fenómeno y cosa en sí alude a esta irrecusable condena del hombre, de estar adscripto a un universo solamente humano. Lo que va más allá de tal cosmos, es inaccesible. El misterio. Es por este motivo que definitivamente debo adentrarme en el minucioso y reflexivo estudio de este filósofo. Acaso en su seguidor Schopenhauer.
Se trata de volver a la escritura. Reencontrarse con el medio de expresión y trabajar en él. Mi estética -por así decirlo- ya está sistematizada. Sé que no es popular, pero eso poco me importa, porque lo que es preocupante es sí ser fiel a sí mismo. No escribir para ser leído. Ejercer un oficio artesanal que corresponda, a lo que íntimamente he sentido siempre. Lo que amo de manera ostensible. Verter en un esquema ficticio mi problemática filosófica, y los caminos recorridos en la ardua disciplina a que alude este último adjetivo.
No tiene mayor sentido, cuando algunas cosas se han escrito y están al alcance del que las desee en internet, mantener correo para decir cómo somos, quién somos, o lo que nos define. Es verdad ostensible que un escritor, aun cuando se mueva por mundos aparentemente ajenos a su persona, está, siempre, transitando aspectos autobiográficos que lo caracterizan. De este modo, para quien es autor de esas cosas, se hace innecesario, redundante y cansador buscar definirse para satisfacer la perezosa necesidad de los demás, incapaz de tomarse el trabajo de escudriñar lo que alguna vez dijimos, sea en un cuento o en un poema.
Para el solitario, la computadora puede pasar a ser la gran compañera que no se tiene. Es inteligente, sensible, dispuesta a cumplimentar nuestras necesidades, a permitirnos expresarnos, a darnos todo tipo de información, a dialogar con nosotros, en todos los idiomas que queramos. Preguntamos y responde. Nos indaga, y le respondemos. Buscamos el mejor cine de la historia, el que no hallamos sino trabajosamente en otros sitios, y lo tenemos, dispuesto a ser convertidos en DVD. Mi soledad, así, a cualquier hora, deja de ser tal con sólo acercarme al escritorio en que se encuentra el monitor y los demás instrumentos periféricos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Descripción

Pensamientos y reflexiones sobre una pluralidad de temas, desde los personales, a los filosficos y en sentido general,literarios. Siempre con matices existenciales

Palabras Clave: reflexiones personales filosofa literatura autobiografa ensayos.

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Pensamientos



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