ltimo da bancario
Publicado en Jun 24, 2009
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Cuando Fiorella, vio la hora, se aterró al pensar que en unos pocos minutos más, el banco cerraría. Pagó la cuenta, se despidió de Paola y cruzó corriendo la calle. El hombre de traje azul, se agachaba en ese instante, para cerrar la gruesa puerta de vidrio. Fiorella quedó estampada en la hoja, sin lograr entrar, y el hombre se perdió con paso lento al interior del banco. Estaba en problemas, había salido hace más de una hora de la oficina de César, para hacer sin falta ese depósito, ya que era el último día bancario.
Joel, el cajero de la ventanilla seis, miraba con horror, la cantidad de gente que aún faltaba atender y que se encontraba dentro. Como cajero tenía claro que no podría abandonar su puesto, hasta que el último cliente se retirara.
Para suerte de Fiorella, su ejecutiva pasó en esos momentos, haciéndole ella toda clase de ademanes para captar su atención, cosa que logró; además que el gordo de azul, le abriera la puerta. Una vez al interior, su respiración agitada, comenzó a ser más controlada, pero sólo duró unos instantes, luego que viera la interminable fila. El gordo de traje azul lustroso, no le quitaba la vista de encima, y dejaba entrever su molestia, por haber logrado entrar después del horario. Los horarios son para respetarse se decía para sí, mientras se rascaba al final de la espalda. Un hombre de cabellos canos, rezongaba en voz alta debido a la demora en la atención, señalando con su índice al gordito de la ventanilla seis, como el más lento de todos. Fiorella, aprovechando esa coyuntura, empezó a respaldar al hombre. Su tonalidad chillona por su ascendencia italiana, rápidamente captaron mayor atención que la lograda por el anciano, y todos se envalentonaron en continuar los reclamos, cada vez, más insistentes, al gordito de la seis, como ya familiarmente todos empezaron a nombrarle.
Joel, nervioso por esta situación, se retorcía en su silla, cada vez más incómodo. La celebración de su tercer aniversario, había estado espectacular, y sus compañeros de oficina, se habían retirado pasadas las tres de la madrugada, queriendo muchos de ellos pasar de largo. Es que las fiestas donde el guatón, son siempre muy buenas, decían todos. Era la única, donde nadie  dejaba de ir. A Joel, aparte de gustarle mucho comer, le encantaba la cocina y en el fondo de su ser albergaba la frustración de no haber sido chef. Sin embargo, disfrutaba sazonando y creando platos nuevos. Su mujer, decía que los fines de semana, se pasaba horas en la cocina, pelando artísticamente verduras, o creando una salsa en base a frutas para adobar un pescado o carne a la plancha. El ciboullete, romero, cilantro, perejil, ajo, cebolla, pimentón y la pimienta entre los más comunes, no podían faltar a la hora de la elaboración de uno de sus platos, incluso hasta el azafrán, estaba entre las especies que habitualmente ocupaba. Aquella noche, había deleitado a sus invitados con unas machas a la parmesana de entrada, un róbalo a la pimienta, y de acompañamiento papas duquesas, tomate con ciboulette salteado, ensalada de pimentón verde y rojo, choclo con salsa de yoghurt, todo acompañado de un vino variedad cabernet sauvignon bien helado. De postre había preparado un bavarrois de frutilla, bañado con crema y ramitas de chocolate, y unos deliciosos celestinos adornados con salsa de frambuesa. Hasta ahí, todos podrían decir que fue una cena dentro de lo normal, pero la cosa, comenzó a ponerse fea, a la llegada de los comensales, que fueron recibidos con un grato aperitivo, vaina para ellas y un pomelo sour para ellos. Fueron tal los halagos, que quiso lucirse a la hora de los bajativos. Para sus compañeros de paladar de culebra, lo que les preparara estaba fantástico; y hacían vítores de regocijo cuando Joel les servía un nuevo trago, pidiendo otro y otro más. La cosa llegó a su clímax,  cuando a la jefa de oficina se le subieron estos a la cabeza, y sin decir, esta agua va, se sacó la blusa, dejando a la vista y paciencia de todos, la hermosura de sus recientes implantes.
La mujer de Joel, avergonzada por el numerito, hizo tal escándalo que todos terminaron por retirarse, aún cuando los ánimos de los invitados estaban en alza. La jefa se despidió con tal desaire, que a él, se le pasó de inmediato la borrachera. Cuando se retiró el último de los invitados, su esposa dejó caer en el sillón, una almohada y una frazada. El mensaje estaba claro. Se tomaba la cabeza con ambas manos. Siempre buscaba agradar a los demás, por eso solía esmerarse más allá de la cuenta. Al parecer, las cosas se habían salido de control. Nunca imaginó que a su jefa se le soltaran de ese modo las trenzas con el trago. Todo el mundo sabía de sus continuas cirugías, patrocinadas ciertamente por su marido, un cirujano de renombre, pero nadie, ni el más osado, pensó que llegaría a ese nivel. Estaba prácticamente destruido, su anhelado ascenso, se había diluido por la tasa del baño. La guinda de la torta, la había puesto su mujer, al tratar como libertina a su jefa y unos calentones a sus compañeros, incluido el jefe de sucursal, don Antonio, que había querido darle un beso a los pechos de doña Blanca. En ese momento, un whisky bien seco, era el único compañero que le quedaba. El amanecer lo encontró desvelado, antes de bañarse, se preparó un café con leche y unos huevos revueltos para aliviar las penas decía él. La ducha caliente, le quitó la modorra y se dirigió al banco.
El saludo, no fue el acostumbrado. Solían siempre comentarle, lo buena que estuvo la comida y esas cosas. Esta vez, todo fue diferente. Sólo le dieron un saludo discreto a la distancia. Su jefa, había llegado temprano y no había salido en toda la mañana de su despacho.
Fiorella, presentía que en cualquier instante, sonaría el celular y sería César preguntado por el depósito, por lo cual, decidió tomar la iniciativa. Se acercó al gordito de traje azul, y con tono altanero, le solicitó hablar con el jefe de sucursal. El hombre la llevó a la oficina de don Antonio. Antes de entrar, soltó más de un botón de su blusa, para que sus atributos le ayudasen en su propósito. Minutos más tarde, mientras la gente seguía alegando por el gordito de la seis, Fiorella entraba junto a don Antonio a la oficina de la jefa de Joel. Desde su ventanilla, había seguido cada paso de la mujer, pese a la cantidad de epítetos que continuaban profesando en su contra, por su lentitud. Le corría el sudor por su frente, y sus cachetes se ponían cada vez más rojo. Fiorella abandonó triunfante la oficina, sin antes dejar de desquitarse del hombrecillo de azul, brindándole una mirada de desprecio, en los instantes que éste le abría la puerta de salida. La jefa de Joel, caminaba hacia su puesto, por el rabillo del ojo, veía su figura acercarse. Los alegatos habían parado. Todos estaban pendientes de lo que ocurriría. Incluso sus compañeras de puesto, lo miraban lastimosamente. Una mujer de la fila, hacía el siguiente comentario "le llegó al gordito". Los billetes se le pegaban en sus manos sudorosas. Antes que su jefa llegara a su puesto, garabateo algo en un pedazo de papel. El hombre que estaba atendiendo en ese momento, tomó su dinero y se retiró. La mujer que continuaba en la fila, espero que la jefa llegara a su puesto. El modo desafiante del caminar de ella, hacía prever que el gordito de la seis estaba en aprietos. Pero al llegar frente a él, y ver la mirada de suplica de Joel, se apiadó y antes de recriminarlo leyó el papel que había escrito. Sin decir nada ocupó su lugar. La gente lo vio salir de su puesto. Todos comentaban lo que había pasado con el gordito de la seis, ya a nadie le importaba el tiempo de espera. No se le vio más. De seguro lo despidieron pensaron los más. Algunos de los que se retiraban del banco, tenían en sus rostros, cierto grado de culpabilidad por el destino del gordito de la seis.
Al final de la tarde, la mujer de la empresa de aseo, trataba de descifrar el papel que garabateó Joel, entonces se dibujó en ella una sonrisa, sin sospechar lo que realmente había sucedido.
La nota decía: "Ayúdeme, estoy que me cago"
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Foto del autor Esteban Valenzuela Harrington
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Descripción

Las cosas no siempre son lo que parecen

Palabras Clave: Bancario

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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