Del poemario ojos de pàjaro (1992-1994) 
 Mi perro Draco
me acompañó ese día
fuimos navegando en los turbios calabozos donde nadie ríe
donde todos se hincan a lo invisible.

Era un castillo embrujado
lleno de momias seniles
que aún caminan entre nosotros
lleno de muñecos de cera ensangrentados
que fingen vernos.

Era como el laboratorio del dr. Phibes
que leímos en la biblioteca
con autómatas de manos lazadas
y cuerpos fríos
que han querido inculcármelo a patadas y golpes
esos hombres y mujeres
parientes míos
sin corazón
fríos y sombríos.

Como los cuentos de terror del caldero
o los llantos de horror de la vecina Laura
por su gordura y soltería.

Draco es un dragón que lanza fuego
pues quiere salvarme del agua que lanza
el señor con vestido blanco
que tanto acaricia el cabello de mi prima
cuando lleva consigo la ropa del colegio.

Yo soy un alquimista que quiere salvar a todos
llevo las hiervas que me dio mi abuelo y el amuleto
del cuervo y el copán
que dice es mi esencia guardián.

Yo quiero terminar esta aventura pero,
lamentablemente mamá nos sentencia
"no jugarás nintendo por toda la eternindad,
compórtate... estamos en la iglesia"

y así termina una misión fallida...
que seguró llevare acabo el próximo fin de semana... aunque
a Draco y a mí... nos cueste la vida.