TAN LEJANO - Recuerdos de "Integral"
Publicado en Jan 10, 2011
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   Hace tiempo supe tener cerca mío una usina que generaba sentimientos de infinita profundidad: mi colegio secundario, el Integral de Munro
   Mimado por sus más fervientes acólitos, odiado y envidiado por sus triunfos y hazañas. Pertenecer a institución tan dividida en los afectos y el rencor no hizo mas que templar mi carácter creandole una devoción enfermiza por los años gloriosos que compartí junto a un grupo de seres que hoy habitan el mundo de mis cuentos y poesías.
   Han pasado muchos años desde que lo abandoné aunque creo que núnca me fuí del todo y para muestra, casi de golpe, tropezé con lo alguna vez dí en llamar "el significado de lo importante", algo así como una pincelada sobre el transcurrir de aquellos días.
   Las opciones de participación que ofrecía el colegio en el otoño de 1972 eran amplias, pero fiel a mi naciente indecisión eludí los encuentros y compromisos que se iban plasmando para conformar grupos de trabajo en análisis político, comisiones de protesta y otras yerbas.
   Observé a los compañeros de años superiores pugnando por vender revistas políticas y repartir tarjetas para ir a bailar, pero seguí empecinado, reacio ante aquellas manifestaciones cordiales que asomaban a mi vida desnudandose tentadoras.
   Todo era importante. Desde las clases que ya no recuerdo hasta las miradas furtivas que anticipaban amores y era importante mi timidez rechazando un intercambio de opiniones como saborear el beso diario de veinte compañeras.
   Continuaría deslumbrándome, ingresando sigilosamente a la develación de fenómenos no tan normales. Comenzaba a incorporar y procesar respuestas mas profundas y convincentes. Engalané mis horas con mística y perplejidad. Valoré pasiones y me entregué a la cuenta regresiva del lanzamiento. Cuando salí disparado hacia aquel significado en alguna región de mi ser se enterraba una duda y otra página daba a luz.
   Cuando me fuí acostumbrando a convivir en aquella geografía, quiso el destino que un año especial la trajera: 1973, con los nuevos cambios, como primavera esperada, como mariposa nueva.
   Se llamaba Velia y se adueño de todo, de la piel y el lenguaje. Sus palabras aliviaron esa cuota siempre impaga del idealismo juvenil. Atracó con luces de fiesta en mi corazón. Regocijó la mediocridad, le cambió la cara a esa monotonía que un generación había sufrido entre silencio y represión. Elevó sus manos y acarició los brotes tibios que renacían para intentar el encuentro de los hombres.
   Velia se fue convirtiendo en el referente obligado de mis pensamientos. Su mágica ternura calmaba el nerviosismo de mis nuevas impresiones.
   Un día, como burla del destino, otros ojos la hicieron prisionera y cayeron mis palabras al vacío, a engrosar los poemas que me vieron suspirar por su estilo.
   Y volví a buscar nuevas sensaciones de la mano de las viejas lealtades, las que mantuvieron con el tiempo el signo inconfudible de una etapa.
   Otro año nacía ferviente de vida, insinuando un trajinar escabroso, pleno de compromisos ineludibles, apetencias carnales, ilusiones y anhelos.
   Había que robustecer la idea que forjaban los mayores, estudiar para ser alguien, labrarse un porvenir, cursar una carrera tradicional o zambullirse en los clasificados del gran diario argentino para conseguir empleo.
   Mientras estas cuestiones debatían por nosotros la vieja canción del "Integral" resonó en mi memoria y su patio se inundo de semblantes curiosos que escudriñaron todos los rincones. Sin advertirlo, me recoste en sus paredes, estampé mi nombre para la posteridad y le conte algunas locas intenciones.
   Te pretendí como a una mujer fascinante, misteriosa, inalcanzable. Me cercaste en tus dominios dirigiendo mis pasiones hasta el fuego abrasador de tus entrañas.
   Hoy podría decir que mi memoria te avejenta porque extraña tu paisaje y te eleva, a quien sabe sagrada categoria mi visión actual. Lo cierto es que ambos crecimos chocando con la furia de los elementos, con las trampas que los poderosos pusieron a nuestro alcance para que tropezaramos y fueramos concientes de cuanta debilidad nos circunda.
   A pesar de todo continuaste educando adolescentes aún en las etapas oscuras, cuando la patria sufria y se laceraba la vida, el común denominador de nuestra causa.
   Hoy debés esforzarte por sobrevivir aceptando que te cambien la cara, que renueven esquemas que nosotros aceptamos gustosos, que ya no cuestionen tu añeja metodología de paciencia y comprensión.
   Tal vez pienses que exagero pero en 1976 con nosotros se fue una etapa.
   Mi corazón te estrechará siempre en aquellos lugares donde fueron tan comunes alegrías y tristezas de un perfil que terminó, de una edad que lastima pero que siempre seguirá cicatrizando al instante.
   Por esos años terminaba un período crítico en la vida de aquellos adolescentes ávidos de internarse en el frondoso cuestionario de los tiempos.
   Las agujas tejieron capítulos privados en esos crcimientos y pensar se transformó en una utopía. Teníamos que reflexionar de que manera lo que había sido el reinado de la despreocupación podía articular un defensa honrosa ante el bombardeo sistemático de opciones.
   Los timbres del colegio fueron suplantados por odiosos despertadores y las sirenas de las fábricas dejaron de llamar a los obreros.
   Mi inocencia se fue deslizando por el sendero bravío de las vilezas humanas. Enfurecido por las injusticias que aumentaban llegué a quebrarme y vomité residuos de una vocación impuesta hasta que al final descansé bajo el sol quemando las impurezas. Al levantarme, desde la puerta de mi hogar divisé el derrotero de los viajes que pugnaban por salir victoriosos de aquel concurso forjado por la nostalgia.
   Me interné por las calles del barrio decidido a rescatar el aroma de sus jardines, empeñado en saludar a mis vecinos y cruzé las esquinas de la niñez y escribi en los muros las consignas que me movilizaban; Enfrente antiguos espacios inspiradores que poblaron gratos momentos de emoción y ternura.
   Un poco mas lejos, el trén en un resuello final se detuvo en la estación y las melodías se treparon a los vagones. Frente a la estación la feria convocó al chusmerío en un ir y venir de changuitos vacíos que comenzaban a sentir el rigor de las medidas de Videla y Martinez de Hoz.
   Munro se enamoró de mi paciencia en la época de los ultrajes. Me vió llegar triste o alegre hacia su seno pero siempre listo en la eterna defensa de su integridad territorial. Me escogió entre sus adoradores y me fuí convirtiendo en celoso guardían de sus intimidades, soldado orgulloso de sus contiendas barriales por minitas deslumbrantes o picados definitorios. Me marcó para siempre con el sello del pibe de barrio para conducirme con humildad en los avatares de la vida.
   Sería imposible explicar en estas páginas lo que representó en mi vida aquel horizonte tan lejano pero de algo estoy seguro, como ningún hecho de mi vida definió tan marcadamente mi pasión por las letras, el culto a la amistad, el sabor de la nostalgia y un deseo renovado de cruzarme por las calles con los compañeros del glorioso "Integral".
Jorge Dossi - 1990
  
    
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Descripción

Palabras Clave: Recuerdos colegio amistad amor Munro

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Jorge Dossi

Derechos de Autor: Reservados


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