No me iré de sus calles
donde mi niñez batalló las tardes,
arsenal de moras, amigos del aire
trepados en árboles,
tarzanes argentos sin miedo
a las fieras.
La morsa Onganía,
Revolución Argentina en blanco
y negro mientras Munro florecía,
generación abriendo los ojos,
cascarón, pichones que se
atrevían.
No me iré de su olor,
chimeneas de antíguas
fábricas.
Obreros haciendo cola
para ver al Dr. Manganiello,
obreros peronistas,
abogado socialista,
así eran los tiempos en
esos tiempos.
El derecho y la huelga,
mi retina que lleva esa foto
guardada,
una vieja semilla que
tornó vocación,
que fue canto al trabajo
un primero de mayo.
No me iré de esa casa
llegando a la esquina
donde tuve una vida
rebozante de amor,
donde amé sus vecinas
y atrapé la nostalgia
que conservo en las letras
talladas con fervor.
No me iré de su magia
flotando en el aire,
de su tren resuello que
me lleva y trae,
crecido un hombre que
hizo justicia con figuritas,
amigos muertos y revolcones,
sin mas laureles que tu
horizonte,
tu alma de barrio
que siempre llega
a hervir la sangre
a dar pelea por las pasiones
que no se callan,
las emociones que se
agigantan cuando Munro
me hace suyo y su estampa
me delata.