Momentos de gloria-5 (Sólo para futboleros y futboleras)
Publicado en Dec 03, 2010
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Tengo que advertir que mis vivencias futbolísticas en Quito no las estoy escribiendo de manera cronológica (como sí hice con mis vivencias futbolísticas en España) por dos razones: la primera es que se acumulan en un buen período de tiempo y la segunda prefiero destacar sólo lo positivo de dichas experiencias sin tener en cuenta el día o el mes o el año exacto.
Sí es cierto que el dueño del campo de fútbol cercano al Banco Central de Quito se enfadó porque utilizábamos demasiado el terreno de juego dándole dinero al guardián y que esto lo tenía él totalmente prohibido, por lo que nos fuimos a un campo, también de hierba, muy cercano a la Calle Japón, donde el guardíán al que llamaban Romario nos dejaba jugar a cambio de un poco de dinero por jugador. Mi cuñado Diego pagaba su cuota y la mía, pero algunos avivados del Verbo se colaban sin  pagar y esto molestaba demasiado a Romario a quien muchos, por ese afán de insultar sin venir a cuento (grave problema de los que no tienen ni educación personal ni valoración como deportistas) le llamaban Armario.
El caso es que allí jugué también unos cuantos partidos en la mismas condiciones: dos o res "listillos" que se hacían los mandamases mientras los demás teníamos que esperar turno para jugar por la fea y para mí absurda manía de jugar fútbol hasta que uno de los equipos metiese tres goles. Aquello a mi me parecía verdaderamente ridículo.
En cuanto al jego en sí mismo, estábamos en el mismo plan, así que sólo cuento anécdotas sueltas. Por ejemplo que seguía insistendo el "mandamás" Pástor (al cual yo no le hacía ni el más mínimo caso porque insisto que ni le consideraba líder sobre mí ni lo consideraré jamás porque mi líder, insisto, es Jesucristo y nadie más. El caso es que también dejé algunas jugadas sueltas como muestra de que si me hubiesen dejado jugar en mi puesto natural tenía fuerzas, técnicas y estrategias suficientes para haberles dejado con la boca abierta (y no es pedantería sino que estaba capcitado para ello) pero me conformaba con sacar a relucir, cuando recibía el balón, esas condiciones de formidable futbolista que todavía poseo intactas.
Entre esos recuerdos me quedo, en defensa, el día en que anulé por completo a Pepe Colombia poniéndole al jugador otavaleño pegado a él y cortándole la salida quitándole limpiamente el balón porque yo había descubierto que siempre realizaba la misma jugada de echar el balón hacia adelante y correr sin orden adecuado tras de él para hacer la jugada individualista que siempre hacía (porque realmente sólo ansiaba el triunfo de goleador individal sin importarle nada más y por eso cuando le tocaba jugar de portero se dejaba meter el gol en la primera jugada de ataque del equipo rival menospreciando a todo su equipo y chuleándose de todos); también recuerdo un despeje que hice saltando de espaldas para cortar la jugada aérea con la coronilla, y otro despeje que hice lanzándome a ras de suelo y enviando la pelota fuera del terreno de juego. En la línea media todavía recuerdo cómo aproveché un saque de banda que me envió un compañero y que yo, rápidamente, lancé en profundidad al extremo derecho que metió un verdadero golazo. ¡Así se juega como volante de ataque y no como los que sólo sabían pasar la pelota en corto hasta que la perdían sin remedio!. Y en ataque el día que le demostré a Pepe Colombia y a Pepe Chile como se marca un gol con la zurda llegando desde el medio de campo o como se cabecea un balón a las redes, dentro del área, proveniente de otro cabezazo (esta vez de mi amigo Gustavo Adolfo). Ya es sabido que dos cabezazos en el área siempre tienen que ser gol a no ser que seas un "manta" como futbolista. Aquel balón  entró en la portería con total limpieza; y la maravilla de gol que marqué proveniente de un saque de esquina que empalmé con el empeine exterior de la pierna derecha y entró como una exhalación  en la portería contraria entre un defensa y el poste.
Pero todos aquellos partidos para mí eran partidos aburridos por la cortedad de tiempo y porque no me gustaba el ambiente. En este sentido he de agradecer a Romario sus atenciones de invitarme a beber un trago de vino junto a la banda, en mitad de un  partido (al menos tenía esos detalles que le honraban) y, sobre todo, el día que me invitó a pasar al campo de manera gratuita. Aquel día jugamos juntos en la delantera (él por el extremo derecho y yo por el extremo izquierdo). Ambos demostramos que sabíamos desmarcarnos de los defensas rivales sin tener que estar o caer en el fuera de juego... pero los "chupones" de siempre no nos pasaban la pelota, yo creo que por envidia y celos (pues Romario y yo tuvimos muchas claras opciones de golear si nos hubiesen pasado la pelota y por eso un defensa dijo de mí "de verdad que eres peligroso en ataque". A Romario siempre le recordaré como un buen futbolista y un gran compañero.
¡Y cómo olvidar aquel quite de balón que hice, estando yo en ataque, a un defensa rival en un corte improviado, dejando pasar la pelota entre mis pies y dejando de tacón, en badeja, un gol a uno de aquellos "chupones" que tanta "falsa gloria" conquistaban por su falta de compañerismo!. El resto de las incidencias las prefiero olvidar salvo el escarmiento que tuve que darle al "chuleta" de Pavel que se creía el "amo del mundo entero". Era como aquello de "o me lleva él o me lo llevo yo para que se acabe esta vaina". No detallo más, porque no merece la pena más detalle, que la primera vez fallé, la segunda le entré tan duro a la pelota que supo lo que era estar enfrentándose a un futbolista fuerte de verdad que no tenia miedo de meter la pierna y a la tercera ya le avisé que le volaba la pierna en mil pedazos si era necesario. Como vio que iba en serio se hechó para atrás (se "acojonó" como decimos los españoles) y no volvió a "chulearse" más ante nadie. Y la última anécdota de aquellos aburridos y absurdos partidos es el día que le frené a un tal "Patolín" que quería pasar a mi área fuese como fuese utilizando la fuerza bruta. Metí la pierna sin miedo y al balón y él, con la inercia bruta me golpeó en el muslo derecho y cayó al suelo como un renacuajo. ¡Casi se deja los piños contra el suelo!. Yo tuve el golpe en el muslo doliéndome toda uyna semana pero me recuperé pero él aprendió una lecciión: que cuando enfrente tienes a un futbolsita valiente lo mejor es penárselo dos ves. ¡Y cómo olvidarf aquel día que engañé al delan tero rival en un balón que él estaba esperando que yo cabecease para aprovecharse del rebote y le engañé toalmente agachándome y dejándolo salir a fiuera o el balñon que le pasé desde la posiciñó de "balón parado" por encima de la cabeza de un riaqvl para caer a los pies de un compañero (esos pases los había hecho multiutd de veces en España pero no a "balón parado" sino sobre la marcha.
Por todo eso me encantaba jugar con los chicos de la calle que saltaban las tapias porque no tenían dinero para jugar al fútbol aunque también recuerdo el día que hice un avance desde la línea media y crucé el balón dentro del área por entre la piernas (túnel lo llamamos en españa y caño en América) de un vlaioso defensa (y lo digo porque le estimaba de verdad y porque fue capaz de pedirme disculpas por una faltw cometida que yo le dije que gracias pero no era necesario que me pidiese disculpas pues eran gajews del oficio) que terminó en gol. De todas formas lo sentì... porque me caían mejor los chicos humildes de la calle que aquellos creídos y engreídos evangélicos de la iglesia de El Verbo (que no era mi iglesia porque yo no soy evangélico sino de la Comunidad Cristiana a nivel mundial) y que sí fumaban de verdad.
Pero me prometí que algún día les demostraría cómo era yo cuando de verdad jugaba al fútbol en mi puesto natuarl y sin tener que hacer esas ridiculeces de espestáculos de "quien llega primero a los tres goles, gana el partido". Eso es impropio de jugadores de verdad. Eso es de futbolistas tan infantiloides que cuando caían tres o cuastro gotas se refugiaban cobardemente en los vestuarios mientras nos dejaban en la cancha sólo a tres o cuatro futbolistas de verdad: Diego, Romario, quizas alguno más como un tal José que sí era bueno como futbolista y yo. La hora de demostrarles mi valía fueron dos partidos que dejo para mi próximo artículo.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Categoría: Cuentos & Historias

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