La vasija de Aladino. (Cuento Infantil)
Publicado en Nov 22, 2010
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En un lejano bosque, allí donde los hombres no entraban por miedo a ser atacados por los lobos, las ardillas corrían de un lado para otro. Alguien había dejado una vasija escondida entre las hojas de un arbusto gigante; tan gigante que las ramas se perdían entre las nubes cuando las nubes bajaban a pocos metros de la tierra. Las ardillas buscaban afanosamente aquella vasija porque creían que estaba llena de nueces.
Los osos, tan golosos como eran, también se levantaban pronto, muy pronto, para buscarla, porque estaban completamente seguros de que estaba llena, hasta los bordes, de rica miel de abejas.
- Busquemos entre los baobabs -dijo Papá Oso.
- Los baobabs son demasiado viejos y la miel es joven y fresca -le respondió Mamá Osa.
- Yo tengo una idea -intervino el Pequeño Oso.
- Tus ideas no nos sirven ahora, eres demasiado pequeño para saber dónde está la vasija.
- Pues a pesar de lo pequeño que soy se me ocurre ir a visitar a Aladino. Estoy seguro de que él ha guardado la vasija de miel.
- ¡No hablen tanto y respeten el sueño de los demás! -protestó la Señora Marmota- ¿No ven que es todavía muy temprano y yo estoy rendida de tanto limpiar mi casa?.
- Señora Marmota... quizás usted sepa dónde vive Aladino.
La Señora Marmota, muy enfadada, miró al Pequeño Oso.
- ¿No deberías estar estudiando en vez de querer visitar a Aladino?. ¡No sé dónde vive ni me importa!.
- ¿Y si le digo que tiene escondida una vasija llena de monedas de oro?.
- ¡Eso es otra cosa bien distinta!. No sé dónde vive pero el Señor Búho seguro que sí. Vamos a vistiar al Señor Búho.
Fueron entonces las ardillas del bosque las que protestaron.
- Nosotras hemos sido las primeras que nos hemos levantado y tenemos derecho a encontrar la vasija antes que los demás.
- Vosotras vivís siempre alejadas de la realidad -les recriminó la Señora Marmota. Además sois tan listas que no dejariáis ni una sola moneda de oro para nadie, porque siempre estáis escondiendo todo lo que encontráis.
- ¿Pero quién le ha dicho a usted, Señora Marmota que esa vasija está llena de monedad de oro? -intervino La Ardilla Valiente -nosotras sabemos que está llena de nuces y que yo sepa ni los osos ni las marmotas comen nueces. Así que dejennos a nosotras en paz. Además la que esconde todo lo que pilla es Doña Urraca.
En aquellos momentos apareció Doña Urraca más bien molesta.
- ¿Quién dice esas cosas tan malas de mí?.
La Ardilla Valiente, que era la más valiente de todas las ardilla, le respondió.
- ¡He sido yo, Doña Urraca!. Usted esconde todo lo que encuentra porque es una avara.
- ¿Yo avara?. ¿Avara yo?.
- ¡Sí, Doña Urraca!. Esconde todos los alimentos que encuentra sin pensar en que los demás animales del bosque también tenemos hambre. Pero esta vez va a ser diferente. Yo y mis hemanas ardillas nos vamos a hinchar de comer nueces.
- ¡No son nueces, sino miel! -intervino Papá Oso -y la miel no está hecha para la boca de los asnos.
Pasaba por alli el Señor Asno quien, sin comerlo ni beberlo, se sintió muy malhumorado por aquello que había dicho Papá Oso.
- Usted, Papá Oso debería ser menos perezoso y no andar contando chismes sobre los asnos. A mí no me gusta la miel. ¡Ojalá la vasija que dicen que ha escondido Aladino esté llena de alfalfa.
- ¿Lo asnos comen alfalfa? -le preguntó el Pequeño Oso a Mamá Osa.
- Si, Pequeño Oso, los asnos comen mucha alfalfa y por eso tienen esa barriga tan gorda.
- ¡La estoy escuchando, Mamá Osa!. ¡Más barriga que yo tiene su querido esposo Papá Oso!.
- Dejemos de discutir -intervino el Señor Búho que era el más pacífico de toso ellos porque era el más sabio de todos elos- y vayamos a buscar a Aladino.
- Está bien -rezongó la Ardilla Valiente -pero que conste que tenemos más derechos que los demás porque hemos sido las más madrugadoras.
- El mundo entero es un escenario de vanidades -sentenció el Señor Búho- ¿y si resulta que al final la vasija está llena de agua?
- !A quien le interesa el agua si ya tenemos bastante con la del río! -protestó Doña Urraca.
- Eso lo dice usted, Doña Urraca, porque el agua no la puede esconder en nigún sitio.
- Mire, Señora Marmota, que me está cansando ya con eso de que yo guardo todo lo que encuentro.
- A mí me llamaran asno o burro pero saber si que sé que es usted una usurera que esconde todo lo que pilla.
- ¡He dicho que dejemos de discutir entre nosotros! -volvió a imponer su autoridad el Señor Búho - Considero de muy poco valor que la vasija esté llena de monedas de oro. ¿Para qué nos sirven a los animales las monedas de oro?. Si fuésemos hombres ya estariamos matándonos los unos a los otros. Pero somo animales. No olvide, Señora Marmota, que las monedas de oro no nos sirven para nada. Así que considero que no es oro lo que hay dentro de la vasija.
- ¿Y cómo sabe usted tanto, Señor Búho?.
- Porque pienso y razono y no como usted que se pasa la vida echándose la siesta.
- ¿Y qué me dice de Papá Oso que es mucho más perezoso que yo?.
- Pero porque guardo en mi cueva alimentos suficientes para pasar el invierno y no como usted que duerme sólo por dormir.
- Bueno, ¿buscamos o no buscamos a Aladino? -intervino el simpático Pequeño Oso.
- Cuando yo estoy hablando no intervengas en la conversación -le recriminó Papá Oso.
- No le regañes tanto porque ahora lleva razón querido espodos. ¿Vamos o no vamos todos juntos a buscar a Aladino?.
- Eso es lo que yo estoy intentando haceros comprender a todos -razonó el Señor Búho.
- Venga. No perdamos el tiempo que el día pasa rápido y si no lo encontramos antes de que se ponga el sol no lo encontraremos jamás -intervino La Ardilla Valiente- Yo dirijo.
- No. La que dirije soy yo -protestó Doña Urraca -proque puedo volar más alto que ninguno de todos vosotros.
- A mí me da lo mismo porque soy asno, burro y además muy despistado para buscar cosas.
- Aladino no es una cosa, Señor Asno -le señaló el Señor Búho.
- Siempre tienes que meter la pata, borrico -se le enfrentó La Ardilla Valiente.
- ¿Y qué me decis vosotras las ardillas que en todas partes os metéis para armar líos con vuestros chismes?.
- Bien. Es la última vez que lo digo. Si queréis dejar de discutir y buscar a Aladino tengo que ser yo quien dirija la expedición.
- Es justo que sea el Señor Búho quien nos dirija -señaló la Señora Marmota- así que no sigamos discutiendo y en marcha.
Toda la comitiva de animales comenzó a buscar por los sitios donde el Señor Búho iba señalando ahasta que al fin, cuando el Sol estaba en lo más alto del cielo y alumbraba a todo el bosque, lo encontraron sentado en una roca.
- ¡Aladino!. ¡Es Aladino! -gritaba, alegre y contento, El Pequeño Oso.
- ¿Para que me habéis buscado ya que sólo soy un hombre?. ¿Deseáis que os dé algo cuando ya Dios os ha dado lo suficiente para vivir sin problemas?. Vosotros vivís mejor que muchos hombres que desean poderes y se odian los unos contra los otros por eso.
- Pues es verdad -razonó el Señor Búho- pero queremos que esta vez hagas una excepción, Aladino.
- Los hombres creen en los dioses como el dinero, la fama, el lujo y el placer... ¿creéis que lo que yo pueda daros merece la pena?.
- ¡Yo creo que sí! -siguió diciendo, todo contento, El Pequeño Oso.
- Entonces, decidme para qué me queréis.
- Aladino, yo soy quien ha dirigido esta expedición. Te buscamos para que nos guíes hasta donde tienes la vasija escondida y nos digas qué tienes escondido dentro.
- Está bien Señor Búho. Pero más de uno y más d una se va a llevar una gran decepción. Si algo contiene de valor mi vasija yo no lo sé.
- ¿Cómo? -postestó la Señora Marmota- ¿no sabes qué contiene la vasija?. ¿Para eso me he molestado yo en cansarme tanto?. ¡Me voy!. ¿Si no está llena de monedas de oro yo me voy a mi madriguera a seguir durmiendo!.
Y la Señora Marmota se alejó molesta y murmurando.
- ¿Pues vaya tonetería que es eso de una vasija vacía? murmuró el asno.
- ¿Alguien más quiere marcharse? dijo Aladino.
- Yo también me voy. Soy asno y si la vasija no está llena de alfalfa no me interesa. Porque es cierto que la miel no está hecha para la boca de los asnos o burros o como nos quieran llamar los que piensan más que nosotros.
El resto de los animales que eran el Señor Búho, las ardillas, Doña Urraca y la  familia de los osos decidieron ir con Aladino hasta encontrar la vasija.
Como Aladino sabía muy bien dónde la había guardado no tardaron mucho en encontrarla.
- Aquí está. Escondida dentro de este arbusto de zarzamoras. Si no la han asaltado los ratones todavía estará llena.
- Pero llena ¿de qué? -se emocionó Doña Urraca.
- Es la vivienda de un Mago.
- ¡Pues vaya tontería! -protestó Doña Urraca-- ¿Y dónde escondo yo a un mago?. ¡No me interesa quedarme aquí ni un minuto más!.
Y se marchó enfadada Doña Urraca.
- Las ardillas tampoco estamos interesadas y yo, la Ardilla Valiente, me retiro con mis compañeras a seguir jugando por el bosque. Adiós, Aladino.
El Señor Búho se quedó pensativo.
- ¿Es cierto, Aladino, que eres amigo de los niños?.
- Sí. Es cierto.
- Entonces aquí termina mi búsqueda. Yo no soy más sabio que ningún niño.
Y el Señor Búho que reconocía que los niños son más inteligentes que los mayores se fue a seguir meditando en la copa del baobab donde vivía.
Sólo quedó la familia de los osos.
- Bueno... aquí resulta que hay un Pequeño Oso de siete años de edad que piensa como un pequeño niño de siete años de edad. ¿Te interesa que abra la vasija?.
- Sí. ¡Me encantaría conocer a un Mago Maravilloso?.
- Pues eso está hecho.
Aladino apartó las grandes hojas del arbusto de zarzamoras, sacó la vasija fuera y abrió su tapadera.
¡De pronto salió el Mago Maravilloso desde dentro de la vasija!.
- ¿Qué queréis de mí, amo Aladino?.
- Que cumplas el deseo de este Pequeño Oso.
El Pequeño Oso no pensó sólo en sí mismo sino también en Papá Oso y Mamá Osa.
- Yo quiero que la vasija se llene totalmente de miel para que tengamos comida para todo el invierno.
El Mago Maravilloso tocó la vasija con sus dos manos y ésta, que era de gran tamaño, se llenó hasta los bordes de miel.
- Lleváosla a vuestra cueva e id comiendo poco a poco cada día. No debéis ser glotones porque en ese caso no tendréis miel para todo el invierno.
- Sí, Mago Maravilloso. Yo, como Mamá Osa que soy, me encargaré de racionar bien toda esta gran cantidad de miel que nos has regalado gracias al buen corazón de mi Pequeño Oso. ¡Así que ya sabes, Papá Poso, nada de ser goloso y comeremos de todo un poco incluída esta deliciosa miel.
- ¿Y ahora que va aser de mí, amo Aladino, si he perdido mi casa?.
- Que quedas libre para toda la Eternidad.
- ¿Y a dónde iré a vivir si no es contigo?.
- A la Montaña de Las Hadas Azules. Mira allí. En el horizonte está. Vive con ellas y sé libre para siempre.
Y Aladino desapareció...
- ¿Dónde se ha ido?. ¿Cómo ha podido desaparecer por arte de magia?.
- Porque es solo una Fantasía.
- Sí, Mago Maravoilloso, pero ¿cómo puede ser verdad entonces que la vasija sea real?.
- Porque la Fantasía es la parte más importante de la Realidad. Aladino es una Fantansìa pero lo que hace es una Realidad verdadera. Sale de su pensamiento y se transforma en lo que cada niño de siete años de edad desea soñar.
FIN
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Cuento.

Palabras Clave: Literatura Cuento Infantil.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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