Limpias aceras rodean su mansión. Unos jardines hermosos y una exquisita vista al mar son el deleite para sus ojos. Hay piscina, sillones cómodos, altos ventanales y sobre todo mucha belleza.
¡Es tan agradable estar allí!
Vive rodeado de guardaespaldas y protegido hasta los calzoncillos…
Pero al salir del macizo muro y pasar la frontera es un truculento  escarceo.
Es una sombra que acecha en las esquinas como un tigre agazapado. 
Le llaman el hombre bala. El Caín del barrio, que mata hasta sus propios hermanos…
Él mismo no sabe cuántos han sido sus víctimas. Es el peligro de la ciudad salvaje que deambula por las selvas de la droga y el crimen. Es un flagelo homicida que anda suelto matando a diestra y siniestra con un catálogo de crímenes a su espalda. Nadie está a salvo en su territorio.
De madrugada, el habitante de la bien custodiada villa espera.
Mira el reloj…
Pum, pum, pum, corran, corran, corran, pum, pum, pum…
En su recorrido por ese mundo infierno, narcotizado y alborotado, mata al muchacho asignado, prontamente, con una mueca perversa en su rostro , se antoja regresar a su paraíso construido.