Otra clase de pelea
es el desvario del silencio
 en el reflejo del espejo
 de nuestra  soberbia
en los limites de nuestros cuerpos
 que suplican no terminen
  la perfección retadora
de nuestra entrega
 efervescente y ardiente
sobre la cama
que apena resiste
 nuestra utopía de competencia
por  la confusión
de estrenar nuevas posiciones
 transformadas  en calambres
los cuales nos envían
al rincón de nuestras risas
que nos piden una tregua de descanso
con sudores desgastados
por la energía emanada
del final entrecortado
que pide de nuevo
un  comienzo
de un último suspiro
 enfundado de terciopelo
para no dejar huellas
 que hieran nuestra piel
con el empate ganador
cuando un par de gemidos
anuncian  nuestra éxtasis convulsionada
de nuestra hermosa contienda