Aquel día gris en el que te fuiste, me pareció ver tu oscura silueta contrastada en los viejos muros de la necrópolis, donde, en el algún tiempo, solíamos jugar inocentemente cuando pequeñas, solíamos soplar aquellas flores las cuales dejaban de ser una, para ser miles, para volar y ser libres, para ser llevadas por el viento otoñal, recuerdas?


Los árboles eran nuestros cómplices, y no dejaban de ser más que una compañía en nuestros grises días de aventuras bajo las ramas de aquellos robles y pinos, los cuales, no eran más que una parte de la esencia de nuestra infancia, aquellas cosas que a pesar de los años aún, de una manera u otra siguen vivas en nuestra mente como desde entonces, en aquellos días.


Tristemente desde, donde tu lecho, recordé aquellos momentos, sin poder evitar apretar mi pañuelo, y quedarme como una piedra, parada, junto a ti, porque sabes, nunca me gustó que me vieras llorar, y esta situación, en la que nos encontrábamos, no cambiaba nada para mi.


Se que a pesar de estar acá tratando de no desprenderme de ti, aunque fuera lo suficientemente fuerte para admitirlo y caminar a casa, nunca nada llenaría ese hueco el cual fue tuyo alguna vez, aquel el cual desde ahora me limitaría a ignorar por las noches, porque, tu sabes muy bien también que, no podría evitar bañarme en lágrimas, y, como ya dije, nunca me gustó que me vieras llorar. Debería ser fuerte para ti porque, sé que sino, te haría las cosas más difíciles en tu camino, y aunque no quiera dejarte ir, siempre he pensado que la muerte algún día nos separaría, y que si fuera yo la que quedara sola en esta vida, lucharía contra el pasado para que fueses libre como en aquellos días, donde, bajos los viejos robles y pinos, nuestra infancia corría..