Confitera
Publicado en Nov 11, 2010
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1

Abrió los ojos con dificultad, preguntándose por décima vez que hora era, las luces de los autos se colaban por su ventana y la metrópolis rugía sin escrúpulo alguno, más eso no era lo que no le dejaba descansar. Levanto su cabeza, se quedo en silencio como siempre ya que no había nadie a quien dirigirse en aquel lugar, llevo su mano delicadamente haciendo en conocido trayecto hacia sus ojos para borrar aquellas pesadillas, luego hasta su cuello en busca de las sobre salientes clavículas que le recordaban que aun perdía peso, finalmente un hermoso colgante que a estas alturas costaba más que su propia vida. Se levantó.
Estación central era su hogar hace mucho tiempo, desde los quince vagabundeaba, su oficio: Llamar la atención de muchos hombres a la vez, usando ropas ajustadas, moviéndose junto a un palo al compás de la música; Sin embargo esto no le daba lo suficiente como para vivir, nunca se molesta en encender las luces (ya sabe de ante mano que estas no lo harán), se aferra a lo poco que posee de ropa y se va, sin importarle si lo que vista es decente o no.
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En otro punto de la ciudad corría un hombre, ya eran las ocho de la tarde y llegaría tarde a su hogar, desde hace algún tiempo se había adjudicado la responsabilidad de cuidar a su senil abuelo (aunque este no recordaba quien era cada 10 minutos) mientras sobre llevaba la búsqueda de otro pariente extraviada hacia cuatro años. Mientras se aproximaba hasta el paradero de la micro 210 se repetía los procedimientos dictados por los doctores:

-Lo que tiene que hacer es estimularlo, muéstrele fotografiás, recuérdele momentos vividos que hayan sido gratificantes para ambos o donde el se haya sentido muy bien para que así la pase bien un rato- Todos los días era lo mismo, llegar, sentarse y hablar,su nieto se había convertido en el verificador de su existencia cuando ni siquiera sus hijos quería ver su rostro demacrado, manchado y arrugado por las décadas.
El instituto no quedaba tan lejos de donde estaba y en una cuestión de cinco minutos estuvo frente a ese anciano, quien sentado en una silla de ruedas frente a su ventana le daba la espalda al sonido de los pasillos (o a visitas indeseadas).

-Abuelo, ¿Cómo esta?- Al rozar su hombro se topo con una mirada sorprendida y el murmullo habitual.

-¿Quién es uste' mijito?

-Soy yo abuelito, su nieto, el Nico, ¿ no se acuerda de mi?-Silencio-Acuérdese que nosotros fuimos juntos al cajón y usted cazo arañas pollito, ¿se acuerda?-Con los segundos un a delicada y inocente sonrisa se esbozo en su rostro como si todo se coloreara abrupta mente, para Nicolas eso era suficiente, tomo asiento junto a el y empezó a completar sus deberes universitarios sin molestar.

-¿Tinta roja?-Pregunto el viejo curioso.

-Si abuelo, es mi color favorito, siempre escribo con roja...

-¿Te conté alguna vez que yo conocí a Pablo Neruda?-Nicolas asintió con lentitud- El siempre escribió con tinta verde y era bueno.

-¿Según usted la tinta verde te hace bueno escribiendo?


-No...si...no se....-Silencio-¿Quién es usted?-Escenarios como estos se repetían a menudo y por eso para el ya no eran la gran cosa, las enfermeras le habían dicho que debido a las constantes medicaciones su mente estaba completamente abierta a la creación, por eso no debía tragarse nada de lo que le dijese.
La hora de visitas paso y el joven se marcho en silencio, tomo nuevamente la 210 y se dirigió a su domicilio en La Florida.


Cuatro horas habían pasado, eran casi las una de la mañana y abrió los ojos, todo se veía muchísimo más nítido aunque no hubiera luz del todo, era en estos momentos del día cuando contaba con la lucidez necesaria para decir quien era pero no donde estaba. Tenía algo así como ochenta y ocho años, era padre de cuatro niños, abuelo de siete nietos y separado hacia mucho, con una montón de novias (casi treinta años más joven que el) cargadas a su hombro. Sufría de algo llamado demencia, que lo mantenía encerrado día y noche sin poder disfrutar de aquel simple placer que era caminar, pero no. ¿Qué era la demencia?, ¿Realmente la padecía?, ¿Como había llegado hasta ahí?, su vida se había limitado a preguntarse una serie de cosas en silencio mientras en secreto se levantaba y miraba por la ventana sonriendo, sacaba de su almohada un cigarrillo. Fumaba solo...leía solo, todo casi a ciegas, tanteando el espacio, elucubrando que quizás algún día saldría de ahí y volvería a tocar los árboles de verdad.



¿Eran las cuatro ya?, no lo tenía claro, pero su publico la aclamaba como ninguna otra noche y quizás por que era viernes la concurrencia había aumentado al punto que hasta su sudor comenzaba a apestar a ese desagradable fierro que tocaba las partes de cada bailarina en el recinto. La canción se acaba, ella sale de escena.

-¡Tere!-Le había tomado un tiempo acostumbrarse a ese nombre, comenzando por no era el suyo, pero prefería ser conocida así para defenderse- Elige, a vai' a servir o te mamai' la noche entera a un viejo gordo, por que aquí nadie se gana los billetes fácil- El lugar era manejado por una mujer tan fea como su edificio con una reputación de novela, en general se aprovechaba de la necesidad de sus putas y era poco lo que ellas veían a cambio, sin embargo la droga con los abortos eran gratis por lo que un cincuenta por ciento estaba cubierto.

-¡Si señora Nora, voy volando!-Muy al contrario de lo que se rumoreaba en las piezas, “Teresa” nunca había vendido su cuerpo, tan solo una vez lo intento y fue a punta de suplicas junto con una sesión de media hora de mamadas que logro salvarse dejando de paso su reputación intacta-¡Ya Maca, dejame el resto a mi, tu andate a bailar mira que hay caleta' de gente y andan bien pesaditos!-Su compañera le sonrió, soltó los vasos, la Báltica y se puso los tacones sudados de Teresa. Frente a ella un mar de hombres que alzaba sus manos por un trago se extendía y no supo hacer más que sonreír- ¿Qué te sirvo compadre?


-Dame un Vodka por favor – Eran dos tipos que no tenían mala pinta, aun así no venían del barrio alto, seguramente eran del sector del barrio bellas-artes.

-A mi dame un ron-cola-Luego de que los pedidos fueron hechos ella trabajo rápido, era mucha la practica y muy poco el tiempo con el que contaba, pero si por alguna razón el negoció andaba lento no faltaba la droga que llegaba para “avisparte”-¿Cómo anda el negocio?

-Bueno, parece que a los cabros de la contru' les pagaron bien esta semana, nunca había visto a tanto loco junto.

-Debe haber harto cliente

-No se yo, si quieres preguntar anda con la flaca morena de haya, ella maneja esos tramites-No era muy común tanta conversación entre los clientes y las funcionarias, precisamente la idea era no dar nada de información ya que podía ser un rati' de civil o algo peor.

-No, no quiero hacer nada, era por preguntar no más-Estaba comenzando a ponerse nerviosa-¿Cómo te llamas?

-No quiero ser desagradable con usted pero si no va a pedir nada mejor salga de la barra que me esta quitando los clientes-Vio llegar a la encargada de la barra, Natalia, quien aparecía con una cara de perro como de costumbre.

-¡Señor se me va moviendo, que esto no es na' un poste pa' apoyarse!-Luego la miro a ella-¡Toma Tere!

-No Nati, si fue el, yo no hice nada te lo juro

-¡No me importa, andai' super lenteja, toma antes de que te saque- Y así fue como termino consumiendo otra vez, muy pronto fue poco lo que comprendió del ambiente, ahora solo se concentraba en las botellas y los vasos, mientras el mar de hombres se convertía en una explanada de bestias salvajes, gritando, chillando, pateando frente a sus ojos.

Se despertó a la seis, usualmente era así por que el efecto se terminaba a esa hora, tomo sus cosas para irse a su casa a dormir y grande fue su sorpresa al encontrarse con el mismo tipo de la madrugada pasada.

-Mierda...-Se dijo a si misma, ya sabia lo que eso se significaba, algo andaba muy mala y una vez que las puertas del negocio se cerraban ya no era la responsabilidad de Nora ni de nadie más, otra vez se sentía sola.

-Teresa...necesito tu ayuda-Se acercó a ella- Estamos buscando a esta niña, se escapo de su casa hace cuatro años y las pistas nos llevaron hasta acá, si la conoces por favor dime todo lo que sepas- Arrugó la foto y la metió a su bolsillo con miedo, siguió caminando sin fijarse mucho más-¿Cuántos años tienes?

-Eso no te importa...


-Si, me importa mucho, por que a tu edad hay muchas cosas que deberías estar haciendo pero ninguna de ellas es venderte de esta forma, hay muchas otras maneras de ganarse la vida-Se puso frente a ella- Date cuenta que puedes salir de esto...

-Sabe que, por que mejor no se va a buscar a su niña a otro lado, por que aquí no la va a encontrar- Después salio corriendo hacia su “casa” donde sabia que estaría segura.


2

Le alegraba que fuese Sábado, ya que así podía levantarse a la hora que quisiera, tenía muy clara la visita a su abuelo como de costumbre pero se le había hecho tan tarde que era bastante probable que el ya estuviera durmiendo. Eran pasadas las seis y media.

-Disculpe, quería saber si todavía puedo entrar a vistar....

-Si hijo, es Sábado así que las visitas se extienden, ¿A quien viene a ver?

-Al señor Becker Intxunxa-La regordeta enfermera lo llevo con su abuelo, quien aun un poco pasado de sedanes se dedicaba a sonreír de forma extraña- Muchas gracias...

-Si tiene problemas dígame no más- Luego se fue. Nicolas se acerco hasta el anciano y acaricio sus manos rugosas buscando su atención.

-Abuelo, ¿Cómo esta?

-Bien, bien...-Masculló-Quie...quie

-¿Qué quiere?, le puedo traer lo que quiera- Más no escucho una respuesta por lo que decidió salir a comprarle su dulce favorito, algo prohibido que quizás alegraría su día.



Se paró frente al espejo roto del baño y se miro por unos minutos, todo lo que vio no era suficiente, los huesos, las ojeras, la piel pálida y fría, todo indicaba años de destrucción lenta; Luego miro a la foto, una joven alegre, saludable, brillante y sonriente se plasmaba en el papel, esa no era ella o al menos ya no. Intentado proteger a aquella niña se había enmascarado tras un nombre, un fierro y las luces baratas del prostíbulo, solo para preservarla intacta, con la baga ilusión de que podría volver y tomarla de nuevo, pero nada era así de fácil.
Se tomo unos segundos para respirar y tomo sus cosas, ya no estaba dispuesta a vivir así, como si en algún momento todo fuera a ser como antes, no podía asegurar que todo iba a estar bien, pero si con algo empezaba sabia que iba por el buen camino; Iba a salir corriendo otra vez, pero ahora iba de vuelta.

-Esta va a ser más difícil.



-Donde puedo comprar esta cosa...-De tantas confiterías y almacenes plagados por el centro, el era el único que no podía encontrar un dulce insignificante, tan pequeño que no estaba seguro que su precio superara los diez pesos.
Paso corriendo por una luz verde hacia lo que parecía ser una distribuidora, por la cantidad de autos pudo suponer que no había mucha gente comprando y por lo tanto se sintió con suerte, fue justo en ese momento que paso junto a una figura esquelética cuyos tacones le retumbaron en los oídos revolviendo sus pupilas, fue hay, cuando ella pasaba, su abuelo era descubierto fumando en la ventana del asilo y el se detenía que las cosas comenzaron a cambiar.

-¿Fran...?
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Foto del autor Isadora Insunza
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Descripción

Palabras Clave: Dulces abuelos jovenes putas vodka amor bailes anorexia decadencia urbes utopia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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